Revista Viajero Nro. 98 - Septiembre de 2015


La tristeza mía…

La tristeza mía que me envuelve
tomó un giro inesperado
se fue a dormir la siesta
después de meses en vela.

La subsumió el amor
con toda simpleza
tu pelo enmarañado
me la llevó de un suspiro.

Después de conocerte
mi vida es la de antes
pero ahora te amo…

Adriana Ferreyra
adriana_agua4@hotmail.com







Ciriaco

Te veo dormir con tanta paz
abrazado a tus sueños
deseo que nunca se te escapen.
El tiempo pasa y seguimos juntos
caminando la vida.
Festejamos el día del niño!!!
pero quisiera que nunca dejaras de serlo.
Que los pocitos de tus manos
esos que de a poco van desapareciendo,
haciéndome saber que estás creciendo.
Que esos pocitos tarden en irse!!!!
Ojalá pudiera detener el tiempo...
para seguir siendo la reina de tus juegos.

Marina Aguirre
anira90@hotmail.com








Poética

Vacío,
mente embebida en leche,
minutos que siembran las incógnitas,
sospechas de algo distante
que cubrirá la humanidad.

La flota de letras
viene a regar las hojas,
a sacudir sensaciones
que alborotan dedos alborotados.

Saliendo del laberinto crucial,
se hallan ordenadas:
letra por letra,
beso por beso,
las verdades del escritor.

En una silla blanca,
almohadón blanco y sonrisa blanca,
está el blandiente personaje,
ante ese blanco papel.

Jonatan
jony87@hotmail.com







Ingrávido

Átomos se seducían entre varias leyes atrayentes. Se dispersaban desde un rincón hacia otro adentro del galerío donde formaban partes de fisonomías descriptibles. Se congregaban, y disgregaban; seducían sus varias amplitudes de formas con versátiles aspectos.
Los había pequeños, y los había diminutos. Los referenciaban sus diversas particularidades en esa galería donde observaban cada aspecto, y cada exploración; cada ambivalencia, y cada composición cuando atrayéndose se conocían y veían reflejados sobre el matiz de su apariencia.
Los había anchos, y los había delgados; altos y bajos. Los referían diversidades particularizantes; mientras se veían y oían, mientras se conocían: mientras se hallaban adentro de la galería donde inciertamente atraídos se contemplaban.
Reflejados sobre los matices de sus apariencias, cada uno se conocía a sí, y se reconocía sobre el otro. Se comunicaban con vistas, y hasta con señas. Se veían y reveían mientras se oían y reoían siempre más y más hasta atraerse de cierta manera en la galería de versátiles matices apareciendo siempre con leyes de gravedad entre sí.
Las habían de vasta fuerza, y de escaza. Las referenciaban sus diversos pujes particularmente en esa galería donde cada aspecto, y cada exploración, cada pusilanimidad de atracción y cada refuerzo de atrayentes ámbitos, las referían. Referentemente seducían; átomos entre leyes de gravedad formaban fisonomías para poder verse.
Estar y presentarse, reconocerse auténticamente con variables. 
Estar adentro de la galería, y presentarse viéndose y oyéndose. Estar presentes, presentemente estando adentro atrayéndose hasta disiparse poco a poco hasta que la seducción terminó.

Federico Laurenzana
fedelaurenzana@hotmail.com







Felicidad

por Peter Kreeft
Peter Kreeft es doctor y profesor de filosofía en el Boston College  y en el King´s College de Nueva York. Apologista católico y autor de más de 67 libros y publicaciones.
Traducción del audio de  www.youtube.com/watch?v=fp0tIhW1YyY por Nicolás Lohrmann  

Nuestro tema de hoy es el concepto de felicidad según Jesús. Y debemos empezar por la más aburrida y la más necesaria de las tareas preliminares, que consiste en definir los términos. Casi todos los pensadores de Aristóteles a Freud han considerado que todos los hombres buscamos la felicidad. Y que la buscamos como un fin y no como un medio. Nadie busca la felicidad por una razón ulterior. Discutimos acerca de muchas cosas, pero no acerca de la felicidad. Decimos, por ejemplo, “de qué te sirve ser rico si no te da felicidad”, pero no decimos “de qué te sirve la felicidad si no te hace rico”. Esto es claro para los antiguos, como Aristóteles, y para los modernos, como Freud. Pero hay una gran diferencia entre el sentido antiguo y el sentido moderno de la felicidad. Las palabras antiguas para designar la felicidad, como eudaimonía o makarios en griego, o beatitudo en latín, significan real y verdadera bendición; mientras que en el inglés moderno la palabra felicidad generalmente significa sólo una satisfacción subjetiva o el contento. Por lo que en el inglés moderno si alguien se siente feliz, es feliz. No tiene sentido en el inglés moderno decirle a alguien “vos creés que sos feliz, pero no lo sos”. Sin embargo ese es exactamente el tema central del libro más famoso en la historia de la filosofía, la República de Platón: que la justicia, la virtud que constituye el fundamento de todas las otras virtudes, es siempre útil, es fuente de felicidad, mientras que la injusticia nunca lo es. De manera que el hombre justo, como Sócrates, es feliz, aunque carezca de todo lo demás; y el hombre injusto es siempre infeliz, aunque posea todo lo demás, como Jerjes (o Gollum, con su anillo de poder e invisibilidad). Por lo tanto debemos distinguir el sentido antiguo de felicidad, que realmente es “bienaventuranza”, del sentido moderno, que realmente es “contento”. Nosotros hablaremos aquí de la bienaventuranza.
La bienaventuranza se diferencia del contento en cuatro modos, todos los cuales se siguen del análisis de la palabra griega eudaimonía. En primer lugar, el prefijo eu, que significa “bueno”. Implica que se debe ser bueno (moralmente bueno) para ser feliz. En segundo término, daemon,  que significa “espíritu”. Viene a decir que la felicidad atañe al alma, no al cuerpo, ni sus bienes externos y fortuitos. Por el contrario, la palabra inglesa para “felicidad” (happiness) viene de la raíz hap, que significa precisamente “fortuna”, “suerte” o “azar” (chance). Esta fue la única categoría de pensamiento que el cristianismo restó al paganismo, mientras que en otras categorías el cristianismo sumó algo al paganismo. Como dijo Chesterton, resumiendo la historia del espíritu en tres frases: “el paganismo fue lo más grande del mundo, el cristianismo fue más grande y todo lo demás desde entonces ha sido comparativamente inferior”. Si la bienaventuranza es espiritual, entonces es libre. Uno es responsable por su eudaimonía; en cambio la felicidad solo sucede. En tercer lugar, eudaimonía termina en ia, que sugiere un estado duradero, algo permanente. El contento es momentáneo, la bienaventuranza es para toda la vida. Tanto es así que Aristóteles, en la Ética Nicomaquea, no sabe si estar de acuerdo o no con el dicho “no llames a un hombre feliz hasta que esté muerto”, es decir, “espera hasta el final de la historia para juzgarla”. Cuarto y más importante, el estado de eudaimonía es objetivo, mientras que el contento es subjetivo. Cuando decimos felicidad, generalmente confundimos estos dos significados, el antiguo y el moderno. Y esto no es del todo incorrecto, ya que en el significado antiguo y junto con él de manera secundaria está presente el significado moderno, la necesidad de una satisfacción, tranquilidad, placer y al menos un pequeño regalo de la fortuna. Mientras que en el moderno significado de la felicidad se encuentra también presente un aspecto objetivo de manera secundaria, la necesidad de algo del sentido antiguo de felicidad, la necesidad de al menos algo virtuoso, de algo que sea duradero, que sea real y ganado por uno mismo, de una “verdadera felicidad”, aunque no se sepa en qué consiste. 
Estamos a punto de entrar en el concepto de felicidad en Cristo. Este es típicamente antiguo, significa “bienaventuranza”. Pero incluye también una ambigüedad de sentido: satisfacción subjetiva a la vez que perfección objetiva. 
Estudiemos primero nuestro concepto de la felicidad. Por “nuestro” concepto entiendo el de nuestra cultura, el paisaje mental que todos habitamos, aunque a veces nos sintamos en él alienados. Me refiero, en general, el occidente moderno post-cristiano; pero más específicamente la América contemporánea como aparecería reflejada en una encuesta de opinión. Si una encuesta preguntara a los americanos cuáles son los nueve ingredientes más importantes de la vida feliz, probablemente resultaría una respuesta como la siguiente. 
Primero, el más obvio (aunque no el más profundo) de los ingredientes para la felicidad resultaría ser la riqueza. Si notamos que el vecino tiene un día una enorme sonrisa en el rostro, lo más probable es que le digamos “¿qué te pasó hoy, te ganaste la lotería?”. Si eso es lo que le dirías, es porque eso es lo que pondría la sonrisa más grande en tu rostro. Y por qué negarlo- el dinero puede comprar todo lo que el dinero puede comprar, que son muchas cosas.
Segundo podría enumerarse lo que constituye el más grande éxito de nuestra cultura, la conquista de la naturaleza y la fortuna por la ciencia y la tecnología, que nos permite a cada uno de nosotros ser un Alejandro Magno, un conquistador del mundo.
Tercero, sería el alivio del dolor. Creo que todos estaríamos de acuerdo en que el más grande invento de la tecnología ha sido la anestesia. 
El cuarto lugar lo tendría probablemente la autoestima,  el mayor bien según una nueva clase de profetas de nuestra cultura, los psicólogos seculares (y los psicólogos seculares son los más seculares de entre todas las clases en nuestra sociedad).  
Quinto sería la justicia, asegurar los propios derechos. La frase “Justicia y paz” resume los ideales sociales de la mayoría de los americanos, los ideales que quieren para ellos y para el resto del mundo.