Revista Viajero Nro. 120 - Septiembre de 2017




La traición

La traición. Es un hecho. Es la conclusión de una elección. Es el eclipse a lo bello. La oscuridad que cubre la luz, los días de sol, los hermosos recuerdos. Podemos olvidar por dejar de ser amados, por el final de un amor o la extinción de la pasión. Eso no impide reir o llorar recordando un beso. Pero la traición es un acto, un hecho que el corazón debe condenar y la razón hacer cumplir sentencia. No hay esperanza, ni espera. No se mira hacia la ventana deseando su regreso. Solo hay que pedirle a la noche... que se lleve las últimas lágrimas.

Marina Aguirre






Después de la orilla

Después de la orilla, entré a caminar a paso lerdo y disparatado, pero muy conciente de lo que hago, lo  que hice y lo que harè.
Después de la orilla me arrodillé y lloré.
Después de la orilla y nada más.
Después, antes y después, por lo que hice y por lo que haré.
Sentada en la orilla, alli me encontrarás,
Allí me encontraré.
Rezando en tiempo pausado, acariciando mi piel.
Después de la orilla, me pregunto:
¿qué  vendrà después?
Si nos miraremos, si te contemplaré.
Después de la orilla y
antes también.
Cuando los vientos soplen fuertes,
Después de nosotras y futuras orillas
Cuando las golondrinas canten,
y los murciélagos se dejen ver.

Ximena Lupis







Princesa de un cuento infinito

Por favor déjame solo aunque sea esta noche.
Soy prisionero de la libertad.
Quiero sentirme vivo, quiero escapar.
 Siento tu cálido cuerpo, perdiéndose en el
                                                           mío.
Siento nuestra desesperada pasión por
encontrar
nuestras manos acariciando nuestros cuerpos,
tus labios rodando sobre mi cuello.
 No pienses que te he abandonado.
Siempre he esperado que regreses de otro
                                                                lado.
Fuiste y serás mi amante nocturno.
Niña de ojos cansados por ilusiones
                                            destrozadas,
aún separados, te pienso mucho más.
El amor se explicó en los pliegues de mi
                                                             cama,
ellos dicen que algo ocurre entre nosotros dos.

Robledo, Marcos A.







Ayer

Antes que la cintura se ensanche
Mucho antes, cuando los pechos miraban al cielo.
Allá lejos cuando el cuerpo era liso, fresco, plano
Cuando no había cicatrices, marcas, hondos errores
Cuando el pelo centelleaba y se agitaba en el viento.

Antes de las pecas cuando los cuarenta grados no inquietaban
En ese tiempo de suspiros y sonrisas.
Cuando los ojos ardían y el corazón estallaba.
Allá cuando las palabras no costaban
Cuando la risa era un brote y la lágrima un alivio.

Antes, cuando la piel se encendía en el roce
Y la brisa y la canción y las manos eran pájaros bravíos
eran ríos, eran mares, eran estallidos, eran furia y eran calma.

Antes de la aspereza, antes de los miedos y los silencios perpetuos
En el tiempo de mariposas y madreselvas.
Allá cuando los lirios almizclaban el aire.
Cuando repetía tu nombre
Cuando las noches flagelaban el alma.

Allá lo prohibido y lo intenso se acoplaban
En ese tiempo de gloria de voluptuoso andar
Cuando se abría mi boca en el beso.
Cuando cosquilleaba el deseo en lo recóndito.

Allá lejos en el tiempo de miradas y extrañezas
Allá tan lejos cuando se rasgaba el aire con tu voz.

Susana Singeser







El violin olvidado

Había una vez hace mucho mucho tiempo un gran teatro, un teatro muy importante. Este teatro estaba ubicado en una ciudad muy hermosa y muy antigua que se llamaba Sinfonía, y...por qué ese nombre, porque en Sinfonía todo el día se escuchaba música por todos lados, los grandes, los chicos, todos cantaban y bailaban y tocaban muchos instrumentos. También tenían en aquella hermosa ciudad una gran orquesta que todos los domingos ofrecía un gran concierto en el teatro y éste se llenaba con la alegría de toda la gente que iba a escuchar la maravillosa música de Bach, Mozart, Beethoven.
     El director de aquella orquesta era un músico muy exigente y muy sabio y los músicos que es dirigía eran muy estudiosos, por eso la música que ellos interpretaban sonaba maravillosamente.
     Pero lamentablemente la terrible noticia llegó a Sinfonía, el teatro se cerraba por ordén del gobernador, no tenía más presupuesto para mantenerlo. Todo el pueblo se conmovió, nadie podía creer lo que estaba pasando. Pidieron, suplicaron, pero no consiguieron nada. Llegó el domingo y comenzó el último concierto. La gente lloró de emoción y de tristeza porque nunca más iba a escuchar algo así.
     Cuando terminó la función, todos aplaudieron hasta que las manos no dieron más, después comenzó a escucharse un profundo silencio y las luces se fueron apagando poco a poco, la gente se retiró lentamente y cada uno se fue a su casa. Los músicos fueron los últimos en salir, estaban muy tristes y silenciosos, era su última actuación en ese hermoso teatro que aquel día cerró sus puertas.
     Al día siguiente la ciudad amaneció muy triste, nadie cantaba, nadie bailaba, nadie tocaba instrumentos, estaba nublado, ni el sol había salido, la gente no tenía ganas de trabajar, los chicos no estudiaban, de pronto... comenzó a nevar copiosamente, nadie lo podía creer, nunca había nevado, todos corrieron a sus casas y se encerraron. Y así pasaron los días, los meses, los años, siempre nevaba y nadie podía salir.
     Un día después de muchísimos años llegó a la ciudad un jinete cabalgando un brioso caballo blanco y su sorpresa fue inmensa al ver el enorme manto de nieve que cubría todo, comenzó a recorrer por donde podía pasar, pero no veía nada, no encontraba a nadie, hasta que llegó a la gran entrada del teatro, la nieve no lo había tapado y las puertas estaban entreabiertas. El jinete se bajó de su caballo, con mucho cuidado abrió las puertas y entró. Adentro todo estaba igual, las butacas, el escenario, el hermoso techo pintado, el sorprendido visitante paseó su mirada por todos lados y por fin lo vio, estaba en un rincón, parado como su dueño lo había dejado, quién era? el violín, el violín olvidado. Lo tomó entre sus manos y para su sorpresa no tenía tierra, lo hizo sonar y estaba afinado, entonces tomó el arco y comenzó a tocar una melodía hermosa casi sobre natural.
     Los sonidos se hicieron cada vez más fuertes, se empezaron a escuchar por todos lados y...sucedió el milagro, la nieve comenzó a derretirse, el sol volvió a salir, la gente, que de tanto esperar se quedó dormida, se fue despertando asombrada por lo que escuchaban: música otra vez.
     Apareció el gobernador y detrás de él los músicos, todos con sus instrumentos menos uno, comenzaron a tocar la misma melodía que cada vez estaba más cerca, pero, algo faltaba, qué faltaba? el violín olvidado, el violín que tantos años estuvo silencioso en el teatro y que ahora su dueño extrañaba con todo el corazón. De pronto, todos dejaron de tocar, la melodía estaba cada vez más cerca y por fin apareció el jinete con su caballo blanco ejecutando la hermosa melodía, todos lo escucharon atentamente hasta que ésta terminó. En ese momento el jinete buscó al músico sin instrumento y le devolvió su violín, éste comenzó a tocar y poco a poco toda la orquesta volvió a sonar, ahora completa, todos fueron otra vez felices, Sinfonía se convirtió en la ciudad más musical del mundo.
    Nunca más se cerró el teatro donde todos los domingos se realizaba un nuevo concierto, y...quién era ese jinete misterioso? Bueno eso ya lo sabremos...en otro cuento.

Cristina Quarella







"Qué tal sería Pizarnik cómo madre de quien nacías?"
Massacre

en la lejanía de la noche
están los que bailan
y los que duermen

en la lejanía
cuando cae la hora ciega sin recuerdos
y con ese leve asfixiante dolor
del amor que nos encanta
del amor que rompe los espejos
vamos de-creciendo
en un camino que dibuja la muerte

y nos preguntamos
qué es esa sombra extraña
que divide
el adentro y el afuera

y nos preguntamos
el porqué del incendio
el porqué las puertas cerradas

en el fin de la noche acorazada
yo bailo el poema que no digo
el que no merezco

camino del exceso
mañana seré de los que duermen.

Lautaro Colautti







La novia del barrilete

Expectante y asombrada
observaba a mis hermanos
que entusiasmados armaban
el barrilete anhelado.
Mi pestañear se agitaba
viendo como lo creaban.

El pincel en el engrudo, que
con paciencia mezclaban,
cañas, papel de molde,
y cintitas desflecadas,
para acompañar al viento
cuando en el cielo volara.

En sus inquietas manos
sostenían como aliado
un ovillo de algodón
para aflojar y ceñir
el juguete culminado.

Desde mi mundo de muñecas,
mi fantasía deseaba: una
mariposa coqueta de celofán,
multicolores sus alas,
para volar como novia,
a la par del barrilete
y así solo no viajara.

Me sorprendo gratamente en cada barrileteada,
cuando hacia el cielo adornado yo levanto la mirada,
reviviendo la ilusión de la niña que aún llevo dentro.
¡¡¡Quisiera ver por los aires la unión de ese gran idilio,
que surge, a través del tiempo!!!

Nilda Etel Deluca







Quilmes

Nací por halla cercano cumplir el medio siglo pasado; tu cielo fue mi primer cielo y ese mismo me guió hasta aquí.
De purrete arrabalero me arrojé por esas calles, entre campo, ciudad y estuario; descubriendo experiencia, compartiendo andanzas y abrazando amistad.
Mi antaño barrio: humilde, perseverante, de gente ilusionada,  hombres de trabajo, mujeres luchadoras; y nosotros de calle, escuela y más calle; allí donde la maquina de hierro ruidosa y humeante unía las dos capitales y sus rieles dividían los puntos cardinales; Rivadavia, nuestro emblema, de estacion a plaza San Martín, sus aceras con faroles esquineros y ya por deleite reunirnos a observar a ellas, bonitas, luciendo su incipiente juventud. La ribera, su magia y su murallón de espalda descubierta, en el cual con trasnochados espineles pernoctavamos en ellos; la eterna rambla, sus juegos iniciaban el trayecto; más arriba, en ordenadas mesas concurrían por las noches de verano familias a ver cine y como pretexto la cerveza.
Sobre Cervantes, dos pistas bailables; el zorzal y el famoso rancho grande, donde no solo debías demostrar dote de bailarín, también estirpe de guapo y frente ellos la gallega con su historia de damiselas frágiles y ardientes momentos.
Al oeste, campos, lagunas, arroyos, quintas y hornos de ladrillo. ¡Qué cerca todo está en el tiempo!
¡Cuántos sueños surcaron nuestra esencia! y aquí, bajo tu cielo agradezco haber crecido en esta, por siempre, mi amada ciudad.


Luis 528