Revista Viajero Nro. 127 - Abril de 2018






Recuerdo

Recordar como era
que el estómago
obedeciera al corazón.
En un instante enloqueciera
respondiendo a una mirada
a un momento que se aproximaba
anunciando a un beso
próximo a suceder.

Marina Aguirre
anira90@hotmail.com





Sin excusas

Cuando el espíritu no acusa dolor,
un mundo de poco no alcanza.
Cuando me encañonó,
acorralándome entre paredes
de ensordinada angustia,
respiro o muero.
Cuando se cierne el murmullo
a un instante
y bajo el entrevelo
me veo en la obligación
de dejar las luciérnagas surgir.
Es necesario de vez en cuando
empeñar las sombras,
beber gaseosa fresca
tomando de lleno un ramo
 de Azucenas libres.

Y es que ya no soy
una bandada de cuervos que rondan
ni soy
una estrella que de fugaz
pierde su brillo.
Ahora intento ser
una danza de avivado fuego
para pies descalzos,
la sangre espesa que desatormenta,
el eclipse armonioso que atraviesa el pecho.

No es facil eludirlos,-tantos otoños-
es facil sumergirse
sin mayores contratiempos,
en la negra madeja por sobre mi nariz.
Sin embargo
estoy convencido de que si las tribulaciones
encontraran un cauce distinto en mi mente
sería más feliz.
Sería menos tango
Sin excusas.

Luciano Calzada
lucianoquilmes@yahoo.com.ar





Revolución en la cocina

Elena trabajaba todo el día en una oficina, cuando regresaba a su casa se hacía cargo de su familia: el marido sin trabajo y cuatro hijos a los cuales no les gustaba la escuela y hacían sus deberes solo cuando ella llegaba. Por supuesto todas las tareas de la casa, administración, comida, limpieza, etc., corrían por su cuenta, nadie la ayudaba.

     Todas las noches cuando llegaba la hora de lavar los platos, Elena estaba fundida, entonces cerraba la cocina así como estaba y se iba a dormir. A la mañana siguiente se levantaba muy temprano para ordenar y limpiar todo. Y así pasaba sus días, trabajando sin parar para los demás y en vez de descansar se levantaba más temprano para terminar con lo que no había hecho la noche anterior.

     Una noche todo cambió. Cuando la casa estuvo en silencio en la cocina las cosas no eran normales, la luz se encendió sola, las canillas se abrieron, los platos, las ollas, los cubiertos y los vasos comenzaron a moverse. ¡Esto no puede seguir! -dijo la cuchara. ¡Me siento muy sucia! -protestó la olla. ¡Y nosotros nos resbalamos con tanta grasa!-gritaron los vasos.

     De repente...la pileta se llenó, el detergente se volcó, la espuma llegaba hasta el piso y comenzó a correr hacia las habitaciones. La vajilla bailaba al compás del agua que caía sin parar hasta que... ¡Basta!-gritó el cucharon.  ¡Sí, debemos marchar!-dijo la cuchara- ¡a la carga! Y todos salieron haciendo mucho ruido y patinando con la espuma.

     Los chicos, asustados, estaban parados en sus camas viendo el desastre. Se abrió la puerta bruscamente y ellos entraron: Tienen que ayudar a su mamá- gritaron. ¡Trabaja mucho y no puede hacer todo! Los chicos quedaron mudos, no podían ni moverse, de pronto todo desapareció y la habitación volvió a la normalidad.

     Al día siguiente cuando Elena volvió de trabajar, la casa estaba limpia, los deberes hechos. Los chicos jugando tranquilamente y el papá arreglando un caño en la cocina mientras cuidaba la olla donde una rica comida estaba en proceso.

     Elena no podía comprender, no podía creer en lo que veía, les dio una beso a todos y se fue a descansar hasta que cenaron en familia y muy contentos.

     Desde ese día, después de cenar, los chicos y el padre se turnaban para dejar la cocina limpia y en orden mientras Elena se bañaba y hasta podía leer un poco antes de dormir.


Cristina Quarella
cristinaquarella@hotmail.com.ar






El banco de la esquina

Esa imagen de banco que me observa
imponiendo presencia y desafío
con su puerta girando, que preserva
el control en la entrada del gentío

Con sus paredes grises no conserva
de la casa anterior el señorío
ni los árboles altos ni la hierva
del patio con calandria y sombrío

Ventanas que llegaban hasta el cielo,
amaba yo esa casa, y no es consuelo,
regodearme en mi mente que imagina,

las veredas gastadas de ladrilos
la entrada de los carros, los pasillos,
y cerco en derredor de ligustrina.

Rafael Estevez






Asesinos silenciosos

Escondidos en sus trajes oscuros y camisas blancas, en sus sotanas con hilos de oro, con su kipá y tallit bordados en fina tela, con sus túnicas oscuras, escudados en sus ministerios van muchos profanadores de Fe. Seres que humanamente no hubiesen podido tener el poder más mínimo, ya que su capacidad no les da para eso, pero, con el poder que les da un ministerio, comienzan a dar comida a su ego y empiezan a destrozar el jardín que no es del jardinero, sino de Dios.
Es por eso que año tras año, miles de personas se alejan de Dios, Jehová, Ala o como quieran llamarlo. Es la ambición de poder y el mal uso del mismo, la razón. Son los que pueden juzgar a los demás, pero jamás se juzgaran a sí mismos, son lo que cuando un fiel se equivoca, es víctima de sermones implacables, acusaciones apresuradas y dilapidación del alma. Son aquellos que cuando ellos se equivocan, nos manifiestan: ASI LO QUIZO DIOS!!!, acompañado de la retórica repetida : SE EQUIVOCO EL HOMBRE, NO EL MINISTERIO. Los fieles, que ya tienen bastante con el engaño  que ven a diario, vejámenes, abuso sexual, depravaciones diversas, van alejándose lentamente, hasta dejar de asistir a sus lugares de culto, ya no se tragan ningún sapo.
Ante tal situación, me pregunto: ¿Dónde están las leyes que protejan a un creyente, de las falsas doctrinas, de los falsos profetas de este tiempo?. ¿En qué juzgado se archivaran todos los casos de gente creyente engañada y dañada?¿Pueden los asesinos de la fe seguir pululando con libertad absoluta? ¿Habrá algún juicio? Sí, seguro que lo habrá, pero no aquí, será el día del juicio final, será en el día donde todas las caretas se dejarán de lado y los rostros de los asesinos quedaránen al descubierto. Que nos sorprenderemos,seguro que sí, pero en el mientras tanto, no hay ley que condene a los hipócritas, ni justicia que ampare a los desamparados, a los que quisieron creer pero les hacharon el alma, a los que brindaron su ofrenda y recibieron a cambio una bofetada de una realidad corrupta.
Por lo aquí escrito, ruego se abstengan de prestar oídos a doctrinas de sumisión. Sumisión y respeto a Dios, Jehová, Ala, al supremo hacedor de todas las cosas. Los Hombres son y seguirán siendo seres humanos, con errores y faltas igual que todos, por lo cual no hay que rendirle pleitesía. Un Servidor de Dios, está para servir, no para ser servido, está para atender a las almas, no para que Él sea el atendido y mucho menos ensalzado. Un servidor de Dios, trabaja en silencio, casi inadvertido, lleva la palabra que abala con sus obras, de otra forma es mejor que se calle la boca y de un paso al costado. Basta de asesinos silenciosos, que matan al alma quedando impunes, basta de doctrinas que apañan el crimen silencioso, basta de mentir al creyente. Si aman al Hacedor como se les escucha desde los altares y podios, amen primero al prójimo, luchen junto al necesitado, entréguense por entero, para servir a lo más preciado que tiene el Supremo, sus Hijos. Entonces cuando el creyente vea y sienta que hay verdad en sus hechos y palabras, volverán al redil, para ser tratadas con amor y comprensión como iguales que somos todos  delante de Dios.  

Carlos Rojas
carlos1952rojas@yahoo.com.ar






Volando debajo
del campo
lleno de espías,
los Ángeles miran
de reojo el placer
de los otros.
Somos tantos 
que ocupamos 
todo el grano de arena.
La mínima roca
se mueve 
y cambia el destino.
Nada está escrito
Ya no hay papeles

Leandro Szilvay 
leaszilvay@hotmail.com






En el lago

A Yasunari Kawabata, ciento cuarenta y dos páginas le alcanzaron para aceptar que un escritor  convive con la incerteza absoluta.

… mis novelas podrían terminar en cualquier lugar; 
en realidad, no tienen un final …

Yasunari Kawabata nació en Osaka en 1899. Huérfano en la primera infancia, ávido lector, ha sido un solitario, un huésped de sí mismo. 
Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1968, por la delicadeza de su obra, llena de imágenes sugerentes. La soledad, la muerte, la búsqueda de belleza y el interés por lo femenino, fueron sus temas centrales. Abordó complejidades y sutilezas a través de una conciencia atrapada, para sorprendernos en lo más íntimo, en la emoción.
Entre sus obras se destacan “Lo bello y lo triste”, “País de nieve”, “Mil grullas”, “El maestro de Go”, “En el lago”, “Historias en la palma de la mano”, “La bailarina de Izu”, “El sonido de la montaña”, “La pandilla de Asakusa”, “Kioto”.
Tenía 72 años,  cuando enfermo y deprimido, se suicida el 16 de abril de 1972, a orillas del mar. 
Ciento cuarenta y dos páginas alcanzan para admirar “En el lago”, un mosaico de voces y escenarios, una historia de obsesiones.
En esta nouvelle, moderna y experimental, Kawabata lucha con el lenguaje para recortar el vacío.  Cuenta la vida de Gimpei Momoi, un ex profesor de lengua, un hombre en busca de la perfección. 
El relato arroja destellos de un protagonista miserable, atento a la fealdad de sus pies y a las muchachas que intenta conquistar. Sinuoso paralelismo.
El lago, desordena y arma nuevas constelaciones. Es el sitio donde la memoria se multiplica, en una ambientación difusa y saltos temporales.
La prosa de Kawabata, sumamente atractiva, expone historias del Japón de posguerra y el giro radical en la vida de sus hombres.

… me gusta escribir según una corriente de asociaciones,
 que emergen una después de otra mientras trabajo …

A Yasunari Kawabata, ciento cuarenta y dos páginas le alcanzaron para aceptar que su lengua se nutre de las propias llagas. Limpio de culpas, hizo su trabajo.
“En el lago”, se lee con inquietud pero sin opacar lo que transcurre de principio a fin.
Ciento cuarenta y dos páginas,  alcanzan.  

Liliana Souza
ls.lilianasouza@gmail.com