Revista Viajero Nro. 130 - Julio de 2018



Oda al café

"Ojalá que llueva café en el campo". . . decía la canción. Y hoy quiero dedicarte unas estrofas, a vos café. Que acompañás las horas de incertidumbre, los momentos de la noche solitaria. Sos así el compañero indispensable. Sos el elixir que acude con el sabor justo, cuando me quedo con mis pensamientos ante la taza que te contiene y te lleva a mi boca. También eres esa invitación con el amigo entrañable o el amor que espera a la distancia con un abrazo fuerte. Eres un amigo más, café.

Jorge Omar Alonso
jorgeomar_alonso@yahoo.com.ar
La Plata






Lanzas de fuego

Se hacían largos los días de la estación seca, las reservas de agua estaban en su nivel más bajo y de acuerdo a las tradiciones ancestrales, el próximo amanecer sería el momento en que la Pacha Mama recibiría una vez más el bautismo que milagrosamente reabriría la maravillosa paleta de los valles con los colores alegres de la primavera renacida.
La luna y las estrellas, que daban esplendor a la bóveda celeste cordillerana, lucían más que nunca en un cielo libre de cualquier asomo de nubes, colmando de dudas la esperanza de que los Dioses del agua cumplieran las antiguas promesas.
El sueño del renacimiento de la naturaleza se desvanecía con las horas, se habían cumplido las rogativas y otros rituales que la tradición marca, incluyendo las ofrendas de pastores y recolectores, pero la tierra sedienta clama aun por unas gotas de agua. 
Próximo ya el amanecer y casi perdidas las esperanzas, un negro manto se cierne frente a las estrellas, oculta la luna y entonces… dos lanzas de fuego perforan el telón de nubes que derraman así su bendición sobre el suelo polvoriento, cumpliendo la promesa tan antigua, como esas montañas que rodean sus vidas.

Juan Alberto Ruffinelli
solotrabajo@jarmat.com.ar






Reflexión

Cuando el amor se muere
Cuando ya no hay retorno
Cuando las palabras hieren
e imposible es el entorno
Cuando, está todo perdido
La dignidad olvidada
Los hijos de un lado a otro
como presa de batalla

Cuando nos importa poco
todo lo ya construido
y nos desgarramos vivos
peleándonos como locos
Cuando las razones sobran
y solo sirven las mías
porque nunca me equivoco
porque obre como debía

Que infame el maldito ego
del cual nos orgullecemos
y nos sentimos triunfantes
sin importar lo que hacemos
Cuando tus hijos, mis hijos
que trajimos a esta tierra
por la razón de razones
son solo trofeos de guerra

Que padres, somos realmente
Que insensatez absoluta
utilizar nuestros hijos
justificando conductas
Que lo hacemos por su bien
llenándoles la cabeza
La culpa es de la otra parte
y no vemos sus tristezas

El corazón de esos niños
sufriendo ya desolados
por problemas nunca propios
Pero están involucrados
y reciben un castigo
por no haber hecho nada
Simplemente amar a ambos
y querer que no se vayan 

Lo que sembramos en ellos
luego vuelve en la cosecha
No te quejes ni me quejo
si el amor no está en ella
Porque ya no habrá excusas
ni vencedor ni vencido
Los dos habremos perdido
Por las razones ilusas

Carlos Norberto Rojas 
carlos1952rojas@yahoo.com.ar






20 poemas, 94 años

Los orientales opinan que los hombres saben verdaderamente lo que quieren recién a los 60 años. Antes, exploran, prueban, aciertan o se equivocan, pero siempre analizan la intensidad de la experiencia.
Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, nacido el 12 de julio de 1904 en Chile, para renacer luego como Pablo Neruda, contradijo ese precepto.
En junio de 1924, cuando aún no había cumplido 20 años, edita el libro que lo consagra indiscutido poeta y uno de los más influyentes artistas del siglo: “20 poemas de amor y una canción desesperada”, su obra más conocida y seguramente la más leída.
Lo miro hacer desde la distancia, y aunque es imposible captar la vigilia, poseer sus ojos y su mirada, lo reconozco un observador privilegiado del mundo, de sus movimientos, transformaciones y quebrantos. Un vanguardista que renueva el campo literario de la época, con la temprana plenitud que rezuman los poemas.
Tiene un estilo propio. Un lenguaje sin igual, con símbolos y significaciones novedosas que invitan a pensar al lector.  
Su poesía es íntima. Es pasión, donde la angustia y la esperanza intercalan murmullos. 
En sus memorias "Confieso que he vivido", Pablo Neruda tiene palabras serenas y con cierta nostalgia al recordar aquella obra de juventud: "Los 20 poemas de amor y una canción desesperada, son un libro doloroso y pastoril que contiene mis más atormentadas pasiones adolescentes, mezcladas con la naturaleza arrolladora del sur de mi patria. Es un libro que amo porque a pesar de su aguda melancolía está presente en él el goce de la existencia. Me ayudaron a escribirlo un río y su desembocadura: el Río Imperial. Los "20 Poemas" son el romance de Santiago, con las calles estudiantiles, la Universidad y el olor a madreselva del amor compartido."
Escribe desconfiando de las sombras. Rehace,  se cae y se levanta. Busca el soporte, da en el blanco y produce el estallido.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso …

Puede escribir, claro. “Residencia en la tierra”; “Canto General”; “Los versos del capitán”; “Estravagario”; “Cien sonetos de amor”; “Memorial de Isla Negra”.  Múltiples libros y múltiples reconocimientos, entre los que cabe destacar el Premio Nobel de Literatura en 1971 y un Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Oxford.
Puede escribir, claro. Y aguardar el regocijo que le procura la palabra hasta el final, aquel 23 de setiembre de 1973.
El libro constituye la cima de la poesía romántica.  
20 poemas.  94 años. Alrededor, la inmortalidad pervive.

Liliana Souza
ls.lilianasouza@gmail.com







El cuadro vacío

    Margarita era maestra en la escuela de su barrio, tenía a su cargo el sexto año. Sus alumnos eran inquietos, estudiosos, les gustaba las grandes investigaciones pero, no querían dibujar, decían que no sabían. Entonces, a Margarita se le ocurrió llevarlos a un museo, este museo estaba cerca de la escuela pero no lo visitaba nadie. Les propuso a los chicos hacer la visita y éstos enseguida dijeron que sí, la curiosidad por lo desconocido los llevaba a todos lados y nunca habían visitado un museo, ni siquiera sabían qué había allí.

     Juan, que era uno de los más curiosos, preguntó: -Pero, señorita qué vamos a ver en ese lugar? - Ya lo sabrán, contestó Margarita-.

     Llegó el día y todos muy tempranito se encontraron en la puerta del museo, don Ricardo, el encargado, les abrió -Buenos días, bienvenidos, ¡cuántos chicos! Pasen, adelante-. Entraron, todo era un poco misterioso, comenzaron a caminar por un pasillo oscuro y llegaron a la sala principal, y...allí estaban: los cuadros cubriendo todas las paredes.

     Señorita, ¿a dónde vinimos?, preguntó Juan, ¿a ver cuadros? ¿Justo nosotros que no sabemos dibujar? Por eso los traje, contestó Margarita, para que vean y admiren las pinturas de los artistas famosos y conozcan sus obras. Pero, ¿son originales? preguntó Fernando. -No. Son buenas reproducciones, casi casi parecen los originales. Bueno, en silencio, vamos a esperar al guía que nos va a explicar todo lo que veamos.

     Esperaron un buen rato y el guía no aparecía, ya se estaban poniendo bastante inquietos hasta que vieron una figura caminando hacia ellos por el oscuro pasillo. Era un extraño personaje, llevaba una larga capa y una capucha que le cubría el rostro. Los chicos y Margarita estaban extrañados y con un poco de miedo. -No se asusten, dijo el guía, soy diferente a los demás, siganme que les voy a mostrar las obras de arte.
      Todos lo siguieron y él explicaba los distintos períodos artísticos con sus pintores: Leonardo, Rafael, Miguel Angel, hasta que de repente vieron un cuadro en blanco, no había ninguna pintura en él. Entonces, como no podían con su genio, preguntaron a coro: Y.. éste? Qué pasó que está vacío? Vacío? contestó el guía, yo no veo que esté vacío. Cómo qué no, dijo Juan. Yo no veo nada. Yo si veo, aseguró el guía. Veo un niño que es este momento toma el pincel que allí está preparado y realiza un trazo en la tela, luego le pasa el pincel a otro y éste realiza otro trazo. Margarita no podía creer lo que veía, uno a uno fueron pasando y pintando trazos y trazos que finalmente se convirtieron en un paisaje precioso: Río, montaña, bosque, todo estaba allí. Cuando terminaron el guía escribió en un cartelito: Pintado por los chicos de una escuela que decían: No sabemos dibujar.

     Los chicos emocionados, la maestra muda, el guía desapareció por dónde había venido. Y después de aquel día todos lo habitantes de aquella ciudad recorrían el museo para ver aquel hermoso cuadro que parecía brillar más que otros.

    Los chicos, se dedicaron a pintar y decoraron toda la escuela con hermosos murales en los cuales volcaron toda su vocación por la pintura. Margarita estaba muy orgullosa de sus alumnos y los padres contentísimos. Ahora... del guía misterioso que descubrió esta vocación nunca más se supo nada.

Cristina Quarella
cristinaquarella@hotmail.com.ar






Amaneceres

Cuando cierro los ojos 
y pienso en los amaneceres...
Veo los amaneceres 
que en mi vida entera contemplé
y sus RADIANTES COLORES
brotan de lo más profundo de mi SER.

Porque en cada amanecer
te vi, te sentí, te observé.

Y a veces pensaba...
no sé qué tienen esos amaneceres
que son tan hipnóticos,
¿cuál es el hechizo?
¿cuál es su inmensa magia?

¡Ay, amaneceres...! 
¡Ay, atardeceres...!
¡Ay, noches consteladas...!
Si supieran que tienen el mismo efecto
sobre cada fibra de mi ALMA.

Más hoy,
como BUSCADORA DE LA VERDAD
por fin encontré, supe, experimenté,
cual es su HIPNÓTICA MAGIA.
Está en los colores,
está en el brillo,
está en la LUMINOSA LUZ QUE EMANA,
ES TU PRESENCIA DIVINA
QUE ME HABLA Y ME LLAMA.

Erika Luz de Dios
erkabd2008@hotmail.com