Revista Viajero N° 4 - Marzo 2005


Mi valentía

Mi valentía se hunde.
Se hunde en mi mar de lágrimas,
en mi tristeza.
Es como si esta lluvia de diciembre
fueran mis lágrimas.
Mis lágrimas saladas como el mar,
que caen gota a gota
sobre mí.
Siento mis lagrimas caer
y se confunden con la lluvia.

Siento una pureza,
que abre mis sentidos, mis sentimientos.
Los abre lentamente
y se mojan con la lluvia;
y se sienten enternecidas,
bajo esa brisa de lluvia cálida que cae.

Quiere salir el sol
y al reflejarse en mis lágrimas,
se forma el arco iris,
que levanta el ánimo
y empurece a mis sentimientos,
que quieren salir
y estar libremente.
Bajo ese cielo anaranjado,
que tanta ternura les da,
y esa valentía,
crece cada día más.

Agustina Recchini
agusrechi@hotmail.com












El amor (1)

Comienza una historia bella por demás, la misma que algún día ha comenzado en las puertas de otro corazón, la que todos aclaman y desprestigian a la hora de soñar, cuando la vida se vuelve absoluta, en la pura distancia sentimental.
Ya lo hemos visto así, una lágrima riendo encuentra su camino un día normal, se desliza innecesariamente o como si nada pudiera evitar, como si la única esperanza de hechizo salvador estuviera en esa acción imprecisa de amar, como si la vida por un momento dependiera de esos hilos delgados que nos dan la libertad, y entonces no lo dejas pasar.
Acaso permito reconocer en el tiempo estas historias que sinceras llegan a verse enfrentadas con una suerte de medicina elegante que ahora y nunca nos quiere saludar, que invierte sus ansias en la piel de la hermosa suavidad mental, un corazón casi ausente se cree protagonista del momento preciso donde las olas se convierten en mar, y quedan totalmente fusionadas con una espesura que a veces es cristal, a veces son alas del mal.
Sabemos que se habla de un registro donde encontramos huellas existentes de años atrás, que sin darnos cuenta vamos dejando pasar, quedan sepultadas en un cielo distinguido que nos suele calmar, y una tormenta incalculable interrumpe ilusiones en vano, nos reencuentra con la fortuna de lo indeseado. Y creo nombrar parte importante de un amor corriente que nos suele atrapar, ese período hermoso de sensaciones particulares que aún así costaría mucho pronunciar, el vuelo de un ave en un amanecer coloreado nos podría de ayudar, un mundo hermetizado por esa quietud espacial que solemos interpretar con gran suavidad, con poca dificultad.
El amor, quien lo diría, tan insolente y necesario, inquieto e involuntario, las rosas que nos humedecen el alma por esos minutos que abandonan su recorrido exacto, que mecen en su instinto un delicado y profundo goce de lo impensado. y al final, se convierte una estrella en el desierto que nos verá desencontrar, en ese justo mecanismo que en algún lado nos engañó, que sin quererlo nos depertó, y en el mejor o peor momento de los sueños algo ya no nos complace, no nos acompaña en este viaje complicado y distraído de la vida, y los besos que resbalaban en la piel, que acariciaban sonrientes la brisa del amor, se convierten en llanto delicado que nos decepciona conscientes las armas de la mente, y casi diría que hemos caído en la verdad de los hechos, e insignificante la pena que nos rodea, vuelve y profundiza, se escapa y lamenta.
Y en la parte final, la historia que suele recordamos a libertad, nos duele en pun­tuales instantes de la eternidad, en una vida que nos quiere y a veces se hace rogar, en un destino que se paraliza cuando se interpone lo inhabitual, cuando sin quererlo te enamoras de lo que luego te irá a dañar, si claro, tu solo lo eliges y duermes, lo llamas y huyes. Y no sería confuso de evitar, no creo en la cien­cia inolvidable de la soledad, por eso volvemos a hallamos en el amor, el único punto de encuentro con nuestro lejano interior, con la risa del llanto que nos espera impacientes por demás, motivo por el cual lo volvemos a intentar, caemos en esa búsqueda que nuevamente nos verá comenzar, en ese amor que anhelamos para volver a soñar, para volver a llorar. ..

Esteban










Cuestiones surrealistas

Si los grandes artistas
duermen detrás de sus colores:
¿Por qué he de evitar
la locura que comparto
con el deseo de encontrar
un marco que me encierre
en plena diversidad?

Inocencia

No era mi intención más sincera
conquistar a ese pequeño mundo
plagado de llantos en cautiverio
sin misterio alguno.

Apocalipsis

Y sobre tantos espejos
pintarán cielos ocultos
abrazados por temibles paisaje
de naves y surcos.

Juan Francisco Garibaldi












Los sesenta 

-¿Qué pensás de las relaciones prematrimoniales? le preguntó súbitamente en un rapto de audacia a la hermosa adolescente sentada frente a él en una mesa del bar "La paz". Mientras ella improvisaba una argumentación inte­lectual para salir airosa de esa inesperada y deseada pregunta (era la época del comienzo de la ruptura definitiva del tabú de la virginidad, de la revolu­ción sexual a la luz de la emancipación de las juventudes nacidas después de la segunda guerra mundial, la época del "flower power" , el mayo francés y el rock). Miró a su alrededor para comprobar que nadie los estuviese obser­vando, o por lo contrario, confirmar su fantasía de haber sido escuchado por todo el mundo. Las mesas estaban ocupadas por gentes que pensaban pausa­damente en voz alta, que ejercitaban su capacidad crítica y esgrimían su jerga sesentista, que utilizaban los lenguajes marxistas y psicoanalíticos en boga para pensar la realidad o interpretar la última película de Buñuel, Truffaut, Antonioni, Fellini… que acababan de ver en El Lorca, El Losuar, El Lorreine o cualquiera de los cines de películas de autor de la calle Corrientes. Se palpaba un goce por el pensamiento, por el descubrimiento, el asombro, por la conversación nutrida con las lecturas de los autores del momento:
Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa...
Había una sensación de novedad permanente flotando en el ambiente, sacudido por las exposiciones del Di Tella, por la Menesunda de Minujin estre­nándose para escándalo de las clases conservadoras. Como un Aleph intelec­tual, todo lo nuevo convergía para suceder en ese aquí y ahora, típica expre­sión de la época.
Lajovencita encendió un Parliament y terminó su sinuosa reflexión sobre las relaciones prematrimoniales, que sonaba a promesa racionalizada de goces irrefrenables, sonrojada se excusó levantándose para ir al baño. Lucía una cortísima minifalda color turquesa, la prenda femenina que estaba revolucio­nando el mundo con su insolente sensualidad. Ella miró caminar con deseo orgullo, se sentía dueño del universo futuro conquistador de ese inquie­tante continente situado entre las sensuales piernas de su amiguita.
El tiempo implacable borró esas imágenes. La década del 60 se marchó rápi­damente las consignas combativas invadieron el paisaje desalojando a la intelectualidad crítica y soñadora del liderazgo. Había que pasar a la acción proclamaban los nuevos líderes incitando a los jóvenes, mientras el cielo se saturaba de nubes plomizas, presagio de tormenta. La guerra comenzaría, los poderosos señores decidieron apresurar el final.

Andaluz












La caída

             dedicado a mi amigo Lucio Humberto Loayza 
Lo mejor para templar a los hombres,
es caer otra vez derrotado,
no interesa que la gente se asombre,
ni las causas que lo hayan provocado.

Caer no es lo más grave, aunque parezca,
sufrir, desesperar, ser humillado,
todo ha de pasar cuando el prestigio crezca,
y surjas otra vez reivindicado.

Es justa y razonable la caída,
de un hombre que procura la certeza,
que sabe demostrar que tiene vida,
que juega en un momento su cabeza.

Es signo elocuente de valor,
salir al peligro a hacerle frente,
aunque pierda un instante el contralor,
que lo saque de su sitio de repente.

Que fácil!..., triunfar sin rebeldía,
dejando que harto nos humillen,
que todos nos hagan porquerías,
y solo las infamias siempre brillen.

Sería estar subido a un pedestal,
de fama y falsa gloria inconmovible,
que ésta supeditada a algún puntal,
que buscan los negados e inservibles.

No importa caer, mi amigo,
es casi un galón, que condecora,
tu temple de varón franco y altivo,
es signo inesperado en esta hora.

Que todos se arrodillan y flagelan,
la mente de ineptos consumados,
tan solo ser esclavos es lo que anhelan,
amargos, que vegetan doblegados.

Caer es preferible, es evasión,
es volver a reencontrarse en uno mismo,
es signo de franca evolución,
salvar a la moral del cataclismo.

Lo importante es poder recuperarse,
levantarse nuevamente tras el golpe,
estar en la batalla y prepararse,
que digan lo que digan, nada importe.

Después tendrás ejemplo y experiencia,
caer una vez mas no te hará mella
son cosas de la vida, consecuencias,
que marcan en la senda nuestra estrella.       

Domingo L. Lopito













Trozo de agua


Hace un rato
fui un trozo de agua.

La luna flotó en mí como un ojo
y algunos animalitos me bebieron
mientras yo pronunciaba sensualmente
la palabra "desierto".

Las ruinas del agua
son los sueños
y los alfileres más brillantes.

Alguien me llamó cielo
y yo le expliqué que estaba confundido,
pero no me entendió:

es difícil jugar con la fealdad.













Petalandia

Petalandia es un bello reino, tan bello que no existe ningún otro lugar en el mundo que tenga su hermosura, seguramente no lo conocen, pero vale la pena que intenten encontrarlo.
Mientras tanto voy a contarles su historia.
Esta es la historia de un reino muy pequeño, con gente maravillosamente buena, que lo hace aún más hermoso. Está en medio de un bosque con árboles de todos los tamaños y colores, con pájaros que aman cantar y gente que ama escucharlos. En él se encuentran las flores más hermosas del pla­neta.
En verdad son las más hermosas, porque son muy grandes, tienen colores brillantes y su perfu­me es mágico. Dicen que tan sólo con olerlas, se descubren los sentimientos más lindos, y el cora­zón se llena de felicidad.
En Petalandia todos las aman, y las cuidan como si se tratara de niños. Aquí, las flores se abren juntas, todas el mismo día y en el mismo momento, ese día es el 21 de setiembre a las 00 hs., así lo han hecho siempre. Esto marca el inicio de la primavera y todos se reúnen en el bosque para espe­rar el gran momento. Siempre lo hacen de la misma manera: están sentados en silencio, con velitas encendidas en sus manos, luego llega la Reina Margarita, se sienta en su sillita dorada, y esperan juntos ese mágico instante. Cuando se produce, estalla un gran aplauso; y aunque ya lo han visto muchas veces, siempre se emocionan. ¿Se imaginan miles de flores gigantes, abriéndose al mismo tiempo, con colores brillantes y un perfume que les envuelve el corazón? Esto emocionaría al más malo del planeta.
Luego de la ceremonia se da inicio al gran baile, y la encargada de hacerlo es la Reina Margarita, que elige a su compañero entre todos los presentes, y así comienza la gran fiesta que dura un día entero.
La reina es hermosa, parece un ángel caído del cielo, con sus cabellos castaños y su delicada piel; siempre usa vestidos de algodón blanco, nunca se pone joyas, solamente se coloca su corona de flores una vez al año, para el gran baile.
Además de su hermosura física, tiene un alma tierna y bondadosa, dicen los que la conocen, que cuando te mira lo hace con el corazón.
Pero hace un tiempo atrás, llegó al lugar el malvado conocido con el nombre de "Envidioso", y lo primero que hizo fue ir a buscar a la reina y dirigirse a ella diciéndole:
-Finalmente ha llegado tu príncipe, he venido a pedir tu mano, para llevarte a mi reino; ya es hora de que dejes a todos estos tontos con sus horrendas flores.
Margarita no podía creer lo que estaba escuchando, su respuesta no se hizo esperar y lo echó a los gritos diciéndole: "prefiero morir antes que ser tu reina".
Envidioso se fue del lugar enfurecido, aclarándole que se vengaría por el desprecio, y que aún no conocían todos sus poderes. Margarita, que era muy valiente, le hizo "fuchi" "fuchi", y lo sacó
a patadas del reino.
Nunca se supo nada más del villano, y la vida continuó sonriendo en Petalandia, hasta que llegó nuevamente la ansiada estación de primavera. Todo se realizó en la forma acostumbrada; pero esta vez cuando estaban esperando el momento de apertura de las flores, y ante los ojos asombrados de todos, cuando fueron las OOhs, nada ocurrió, ninguna flor se abrió. El silencio más triste envolvió al bosque y se quedó allí.
Todos comenzaron a llorar desesperados, era increíble lo que estaba sucediendo, jamás había ocurrido algo así.
Margarita recordó las palabras de Envidioso y pronto emprendió su viaje, no podía permitirle esta maldad, porque seguramente esto era obra de su "gran maldad".
Contra la voluntad del pueblo, partió en su caballo platinado y cabalgó durante muchos días, hasta llegar al reinado de Envidioso.
Lo buscó y cuando lo tuvo frente a frente le dijo:
-No puedo creer lo que has hecho, te exijo que repares el daño ahora mismo.
El estalló en una gran carcajada y le contestó:
-Eres muy graciosa, cásate conmigo y terminamos con el problema.
-¡Eso jamás, nunca lo conseguirás!
- Ya lo veremos... ¡Guardias, enciérrenla en la torre hasta que cambie de opinión! y la encerraron.
En Petalandia la gente empezó a enfermarse de tristeza, sin flores y sin su reina, no sobrevivirí­an mucho tiempo. No sabían cómo rescatarla porque nunca habían salido del lugar, ni tenían con qué hacerlo.
Mientras tanto, Margarita seguía encerrada, sin fuerzas, ya no tenía salida, era necesario buscar un final para tan fea historia.
Por las noches lloraba, se imaginaba a su gente triste y a todas las flores del bosque cerradas.
Tenía que pensar urgentemente en algo.
A la mañana siguiente, la reina llamó a Envidioso y le dijo:
- Te suplico mi rey, que quites el mal a mi pueblo inmediatamente y yo seré tu esposa. Pero te exijo una prueba, deberás traerme una flor abierta de mi bosque, para que yo sepa que has cumplido con el trato.

Envidioso bailaba de alegría. Rápidamente quitó el maléfico conjuro, mandó a un guardia para traer una flor del lugar y ordenó preparar todo para la gran boda.
Unos días después, en Petalandia, la gente asistía con gran tristeza al espectáculo de apertura de las flores, y entregaba al mensajero, la flor más grande y hermosa, con el deseo de poder recuperar a su reina.
Mientras tanto, en el reino del malvado, todo estaba listo para celebrar la gran boda. Sólo esperaban la llegada del enviado.
Cuando éste llegó le entregó la flor a Margarita, ella sonrió porque su pueblo estaba a salvo; entonces miró a Envidioso y le dijo:
-Mi rey, te pido que aceptes esta flor como muestra de mis sentimientos hacia ti, deseo que pongas en ella todo tu amor.
y como en el corazón del malvado sólo existía odio, en el momento en que tomó la flor, se pin­chó el dedo con una gran espina.
Ante el asombro de todos los presentes se convirtió en un cactus, de esos que pinchan por todos lados.
Margarita volvió a su reino y todos festejaron su regreso.
Ella descubrió que todos tenemos poderes, el poder está en el corazón de cada uno.
Si te encontrás frente a un cactus, recordá no pincharte con las espinas, porque puede tratarse del malvado Envidioso.
¿Sabés por qué los cactus tienen flores tan hermosas? Porque Margarita sintió pena por él y se las colocó para que la gente se le acerque y no se sienta tan solo.
Después de escuchar esta historia: ¿No tenés ganas de conocer Petalandia?
Buscála, tal vez está más cerca de lo que vos te imaginás. Y por qué no, en tu propio corazón.

Flor Marina