Revista Viajero N° 79 - Diciembre 2013

 

El lienzo perfecto


Decidí vendarme los ojos porque tu belleza me lastima 
ya que tu cuerpo es el ¡lienzo perfecto! yo, 
el pincel que se deleita recorriendo cada espacio.

¡Lienzo maravilloso! que abanicas en mi ser las pasiones
¡mas desenfrenadas! pero también le das paz a mi corazón
bendito sea el arte que mora en ti, y bendito el pincel que 
descubre tu belleza.

Déjame discurrir por tu lienzo, besarlo, acariciarlo, inhalar el oleo que expele, quiero poseerte majestuoso lienzo, que ni el Louvre con todas sus obras te supera.

Quiero ser tu eterno artesano y aquí de frente mirando el picaporte de mi ventana, te sueño y te deseo lienzo perfecto.

José francisco Mejía Ramírez
Escritor y columnista nacional e internacional
Sociedad Literaria de Honduras

















Cómo llegué  hasta aquí


No sé cómo llegué hasta aquí, todo parece que lo he soñado, no lo sé. ¿Pero qué quieres que te diga? ¿Por dónde quieres que comience? ¿Por lo último que recuerdo antes del accidente? ¿O por el shock que sentí, cuando supe que había ganado el puerco premio de la farmacia? ¿O quieres que empiece la historia de cuando yo era joven, tonta y me obsesioné con casarme con el idiota de Ramiro? ¿O más aún, quieres que me remonte a mi infancia y adolescencia cuando solo fui la “hija de”, cuando mis decisiones y mi vida eran totalmente controladas por mi padre? Por un padre abusivo, autoritario y manipulador, de los que cría con temores “porque yo digo y punto”. “No te he preguntado si te gusta, te he dicho que comas.” “Cierra la boca y hazlo.” “¡No me respondas!” “¡Bájame la mirada!” Un día creces y te reprochan el ser tan boba, indecisa y mediocre. Te piden que seas más segura. ¡Vaya ironía! Te dicen que no dejes que tus jefes te exploten, que no sigas con un marido tan controlador, que no permitas a la gente reírse de ti, que no te dejes manipular, sobre todo con la culpa, que reacciones y bla bla bla. Toda la vida te entrenaron para ser perro faldero y ahora te desprecian por eso.
¿Cómo? ¿Ahora me dices que no estoy en condiciones de hablar? ¿Ahora que me has preguntado de dónde se me ha ocurrido la locura de venir a Miami sin decirle nada a nadie? Pues te lo estoy tratando de decir y no me dejas. Te digo que esa mañana, era una mañana como cualquier otra, yo había hecho las compras para el almuerzo y fui a la farmacia a hacer las adquisiciones del mes para la familia, el gel de los muchachos, la espuma de afeitar y las lociones de Ramiro, por supuesto mis cremas anti arrugas y todo eso. La cadena farmacéutica había iniciado una campaña de marketing unos meses atrás, de esas que llenas una cartilla con pegatinas que te dan con las facturas de la compra. Pues bueno, el mes anterior  yo había llenado la mía y la había depositado en el buzón para el sorteo. El premio era un viaje a Miami con estadía y gastos pagados. Ese día, al momento de pagar, la cajera me dijo que yo no debía nada y que me dirija hacia la oficina del gerente de sucursal. Yo no entendía que pasaba, sonreía nerviosa y no estaba segura de lo que me decían, porque yo nunca había ganado nada, hasta desconfiaba y pensaba que a la final yo terminaría pagando el viaje del que hablaban, porque así son estas trampas de marketing. El tipo me felicitó y con una llamada, trajo fotógrafos y periodistas para redondear el cierre de campaña, me dijo que yo podía salir cuando lo desease, solo debía comunicarme con tal agencia, identificarme y hacer la reserva. 
¡Tienes cerebro de taxista! me dijo Ramiro, sin embargo ese era uno de sus insultos menores. Buena para nada, buena para gastar. Me culpaba a mí y a mis enormes cuentas de tarjeta de crédito, el haber perdido la casa el año pasado, en la que se suponía que íbamos a vivir. De esas casas hermosas del valle donde viven los nuevos ricos o los que pretenden serlo, pues no, nosotros no pudimos ir con la tendencia, todo podía estar a la moda, menos nuestro bolsillo, qué le íbamos a hacer pero era así. Por eso me gustaba que pase toda la semana trabajando en la selva, qué me importaba a mí si no era ese su calendario habitual, si tenía otra por allá. Yo quise creerle, fue la mejor noticia que me pudo dar. Los niños, él y yo éramos felices, no se hable más. 
Bonita soy, buen cuerpo también tengo, tipo de gringa muy apreciado en este país también, si Ramiro no me valoraría, alguien más lo iba a hacer. Claro, Tato es guapo también, joven y bello, con ese look de cabello rubio, rizado, a la altura del cuello, tiene porte y se sabe lindo. Al principio todo estaba bien, total, solo era un juego para que yo levante mi autoestima, por eso no le preocupó a la amiga que me lo presentó, a mí me valió madres que haya estado casado y tuviera un hijo, porque yo también lo estaba y tenía los míos. Todo era tan divertido, mis amigas celebraron mi buen gusto, nadie lo tomó en serio, sobre todo porque lo exhibí  como más pude.  Así fue todo, hasta que llegué a sentir por Tato, eso que ya ni sé cómo se llama, eso tan grande que es mucho más que amor, que ya no es amor, que ya no sé ni lo que es.
¡No! ¡No me voy a callar, me preguntaste cómo llegué aquí y empecé a responderte! Hay pocas cosas que puedes hacer ahora en el estado en que me encuentro, puedes traerme un cigarrillo, un trago, o escucharme, al menos haz esto último o vete ya, que sería lo mejor. Tampoco quisiera hablar, quiero que me quiten este cuello ortopédico y esta indecente bata de hospital por la que se nota todo mi trasero desnudo e irme a casa. Pero estos malditos gringos para algunas cosas son tan “buenos chicos”, no me dejan ir sin pasar las puercas dos semanas de tratamiento y observación. El premio que gané resultó ser un boleto más a la desgracia, de esos que solo yo puedo ganar, nadie más.

Continúa en la siguiente edición

Indira Córdoba Alberca (Ecuador)
















A mi padre


En las rodillas de mi padre
quisiera volver a sentarme otra vez,
como antes.
En el universo vacío, añoro una mirada
celeste de tus ojos como el cielo.
Al borde del espacio, una cortina de mar
violento imaginando viajar sobre las
aguas.
En las rodillas de mi padre quisiera
volver a sentarme como antes,
golpean con fuerza las olas
imaginando aquel tiempo .
Contra el indefenso barco en los brazos
de mi padre, estoy meciéndome
al compás del barco a la deriva
he tocado varias veces el umbral
del infinito, la nada, solo un grito añoro
sus largas charlas de vida, recuerdos
de su juventud, de la guerra atroz
lo llevaron con solo dieciséis años
a pelear,  matar o morir .
En cada parpadeo imágenes de mi padre
aparecen, voy y vengo,
hacia no se donde, su mirada
me acompaña, como el ojo del barco
siempre desvelado, siempre listo
siempre alerta, como fue su conducta
de boy scout.
Tiernamente como una luz
diviso a mi padre, trabajando duro
ladrillo sobre ladrillo
construyendo nuestro hogar, o
en su taller, con olor a suela 
mojada y tintas, remendando zapatos.
En las rodillas de mi padre quisiera
volver a sentarme ... como antes ...

Marta Maria Nastaly / 2011
















El Ateo


Cierta mujer conoció hace muchos años, a un joven inmaduro, estaba de novio, enojado con sus padres y con la vida. La mujer siendo cristiana, le habló de Dios, le dijo yo soy ateo, le puso una barrera, al ser creyente, ella oró por el. El era una buena persona y de noble corazón y lo sigue siendo.
Al tiempo se unió con su novia, no maduraba, hasta que ella se cansó y lo echó, no tenía donde ir, de sus padres no fue, intentó dormir en su trabajo, hasta que su esposa le dio otra oportunidad..
Un verano se cruzó con esta mujer y le comentó, este año, no nos vamos de vacaciones, invertiremos en la casa, que bien, me alegro, él sorprendido dijo, muy pocas personas se alegran con el progreso de los demás, se lo voy a contar a mi mujer. Para esto, ya había nacido una pequeña amistad entre ellos.
Pasado el tiempo, nació su primer hijo, una niña pequeña, que lo sujetaba de los pantalones para que no se vaya a trabajar, y le decía papá, no alcanzaban los baberos para él, estaba enamorado de su hijita. Llegó el varón estaba sumamente feliz con su familia.Ya había madurado y se había amigado con la vida. Le dijo a su nueva amiga ¡ ESTAMOS BIEN,GRACIAS A DIOS !. ¿El ateo?. Sí el ateo.
Hace doce meses su amiga lo encontró de paso y conversaron un ratito, él siempre está contento, al menos siempre sonríe, esta vez estaba triste, porque le hablaba a su hija de Dios y no lo quería escuchar, su amiga le preguntó, ¿cuántos años tiene? quince años, ya quince años!!! es una adolescente, está en plena rebeldía. ¿Cómo es su nombre? María, voy a pedir por ella.
Le recordó que él era ateo y él respondió, pero ¡ YO CREÍA !. ¿Los ateos creen?.Sí creen, en algo, en alguien creen aunque lo nieguen.Es mi sincera opinión.

 Ine / 08/04/2012
                                                                                              
                                                                                                  














Tanteando la poética


Cuando intento escribir poesía
me siento una artesana
echando mano a algunos recursos que tengo:
usar diminutivos, repeticiones, jugar con las palabras.
Juego de palabras.
Porque todo lo que nos gusta hacer
es juego.
La poesía es uno que oculta y muestra,
muestra ocultando
y oculta mostrando. 
Hay poemas largos y
poemas cortos
que dicen mucho o 
dicen poco,
pero todos, cortos o largos,
dicen también lo que callan.
Ahí es donde creo está el oficio.
Y, al final, siempre, con todo esto encima,
me pongo a escribir.

















Últimos instantes


Aún siento tu cabello entre mis dedos.
Gravé en mi mente ese momento.
Miré durante unos minutos mientras te acariciaba,
a propósito fijé la vista y atesoré ese instante
y cada uno de aquella noche,
desde tu respiración mientras dormías abrazado a mí…
tus ojos cerrados, tu boca entre abierta,
tu rostro de paz,
tus manos, tu cuello.
Te miré desde el alma,
y sentí con el corazón  
estuve así horas… solo observándote para no olvidar
pensaba, guarda esto, no lo olvides
es la última noche que lo tenés.
Entonces memoricé todo..
Desde tu mirada cuando llegaste..
el beso con el que me saludaste…
hasta el “vine porque te quiero”
En el último momento que estuviste
el beso y tu sonrisa cuando te fuiste.

Marina P. Aguirre
















Amor no dudes de mí


Amor, no dudes de mí,
yo tan solo quiero acercarme
para poder verte y nada más.

No dudes de mí, por favor;
no quiero escuchar tu adiós.
Yo tan solo quiero tocarte y nada más.

Corazón, no dudes de mí.
Quiero besarte, con un beso sin fin
para que no me olvides, jamás.

Oh, mi adoración, no dudes de mí,
porque hieres mi corazón.
Yo quiero que sientas mi amor.

Entonces te digo y te pido:
Déjame que me acerque para verte,
para luego, poco a poco poder tocarte,
así lograré abrazarte y acariciarte.

Por favor, te ruego y te suplico:
Déjame besarte, darte un beso sin fin.
Tan solo quiero amarte y amarte para siempre.
Yo no se que haré sin tí.

Paula Soledad Caraballo