Revista Viajero Nro. 94 - Mayo de 2015




El cielo estaba bien celeste
pero tenía algunas nubes
preocupada la nena reparó
- me gustaría comerme una nube...
- y qué vas a hacer?
Lejos le mostró donde quedaba
-creo que yo viaje una sola vez,
fue antes de nacer.
Cuando ya estaba lejos afirmó
-ojalá hubiese sabido que solo
Se volaban las cosas
con las alas.

Lucía Tyburczy
l.uuu.c.iii.aaa@hotmail.com











Mis Palabras


Hay palabras para aprender,
por ejemplo, ACTIVIDAD.
Hay palabras para enseñar,
que son FE, ESPERANZA y CARIDAD.
Hay palabras silenciosas,
pero que dicen muchas cosas,
como SILENCIO, ORACIÓN
y CONCENTRACIÓN.
Hay palabras que se mueven,
como GIRO, PIRUETA  y  SALTO.
Hay palabras ruidosas,
como MONO, BRISA o PAYASO.
Palabras de Luz y Oscuridad,
palabras de rencor y perdón,
palabras que profundamente hieren,
y otras que sanan el corazón.
Hay palabras naturales
y otras inventadas por personas.
Hay palabras deliciosas,
¡como las que le gustan a mi profesora!
Hay palabras eternas;
un gran ejemplo es DIOS.
Pero ejemplos más cercanos
Son MAMÁ, PAPÁ y AMOR.

(Inspirado en “Palabras”, de Cecilia de Roggero)

María Victoria Pérez
m.victoria1998@yahoo.com.ar







La misión de Ismael González Castañer más allá de lo ingenuo



El poeta ingenuo es naturaleza, el sentimental la busca
F. Schiller

Hacia una montaña distante en su imaginación emprende viaje un misionero, el tiempo pretende atrasarlo. Pero la montaña no es una montaña, puede que sea una lengua o un anagrama, una ciudad pequeña, quizás la contracción de los espacios temporales por los que se escapa el hombre que no es el autor, ni el poeta, simplemente el sujeto poético.

La Montaña de España puede ser su Lengua
 aunque solo veo casas, su organización
“Sin comer, no”
cosas como esas.

Un sujeto poético que va mucho más allá de la representación sencilla de algo llamado por Schiller naturaleza. Es un sujeto que se desdobla y se hace impersonal desde el momento en que decide comenzar este viaje para disfrutar del trayecto de los otros que pueden o no ir en sentido contrario. Reconstruirlo y asumirlo como suyo propio, un viaje virtual en el que el objetivo principal es introducirse en los otros sujetos (ellos, yendo hasta el ello verdadero de cada quien, el simulacro) más que dejarlos escapar

/
Punto: Vi un pueblo
                                 con tan solo 6
Punto: Vi los ojos, tibios y vidriosos, de una colegiala

Dulce niña/ delicada
dime: ¿Había algún pulul, algún
en la madeja intransigente de tus sueños antenoche/
siendo simples sueños efímeros(ideas). Preocupaciones, que parten de un espacio a otro en imágenes transgresoras, círculos aparentemente trazados con una misma línea. En esta relación con los sujetos, el misionero se identifica inconscientemente con cada uno de los elementos con que va interactuado que son a priori idénticos a el. Paricipation mystique llamaba Lévy-bruhl a esta relación, esto se logra a través de una analogía del sujeto consciente y el inconsciente que va creando el misionero que no es el autor ni tan siquiera el poeta al proyectarse sobre el medio que le rodea.
Siguiendo a las asociaciones, no puedo
aunque vistamos la misma usanza.
En la mañana, yo vi mi diferencia.
La mañana era clara, y tenía un sol igual/
la igual fuente.
Resumiendo: Yo quería ser un inglan
pero andaba con personas muy nerviosas.
Lo mejor es que los inglan
            son personas muy nerviosas ellos mismos

Continuará...

Luis Jimenez Hernandez
Habana 1978. Poeta, narrador y ensayista
alucardmc@gmail.com












Mi casona de Lebenshon con mirador



Si al menos no hubiera dejado de llover!… podría al menos disimular mi rostro mojado por las lágrimas. Había perdido la noción del tiempo que llevaba mirando cada detalle del frente de la casa y recordando los momentos vividos en ella. Siento la blusa mojada pegada a mi cuerpo, y mis pies húmedos sólo me sostienen ayudados por mis brazos que se apoyan en los pilares de la puerta de entrada. El pañuelo que paso por mi cara, mal puede ayudarme a secarla, mojada como está de lluvia y de lágrimas. Y entonces me digo, ya es tarde para todo. Escucho la voz de un  hombre que lleva de su mano, una niña que camina junto a él, preguntarme algo que no alcanzo a entender. Se queda un momento mirándome, y sin dejar de hacerlo saca del bolsillo de su pantalón un pañuelo y tomándome una mano me lo coloca en ella. La niñita se suelta de él, y se adelanta buscando continuar su camino, y se van. Encerrado en mi mano siento la tibieza de su pañuelo seco. Me lo paso por la cara, y lo siento como una dulce caricia, igual a aquellas que supe recibir cuando esta puerta donde estoy apoyada no tenía ni esa gruesa cadena, ni el enorme candado sujetándola. Enjugué con el pañuelo las últimas lágrimas, y su paso por mi rostro me dejó una sensación de caricia tibia, como si una mano muy querida, hubiera querido quedarse conmigo, así como se había quedado su perfume.
Miré por última vez las persianas que alguna vez estuvieron pintadas de verde, y que mi madre abría cada mañana para que entrara el sol y lo inundara todo de luz. ¡Dios mío! ¿Estarían aún detrás de ellas la gran mesa redonda, las sillas tapizadas de pana, y aquel jarrón pintado con arabescos y figuras incomprensibles, pero que yo admiraba tanto por tener en su enorme cuerpo todos los colores? Acaso también estuviera el espejo francés luciendo orgulloso su procedencia. ¿Cómo saber si aún quedaba algo de todo aquello que estaba cuando yo la habitaba? Decidí partir cuando me di cuenta que no podía dominar el impulso de imaginar las voces que la habitaron.

Es que yo nací aquí, y disfruté de una familia cuando sobre el mármol de la puerta de entrada no se amontonaban las hojas secas de los árboles que no se resignaban a morir. Pasé mi brazo por entre los hierros despintados de la puerta de rejas y así pude arrancar una rosa de un rosal que conoció tiempos mejores. Cuando la tuve entre mis manos, me la pasé por el rostro, al que sentía afiebrado por la emoción, y levantando la mirada hasta el mirador (único en su estilo) y desde donde yo había mirado poblarse el barrio y crecer al mismo tiempo que yo, le dije adios, blandiendo la rosa a modo de saludo. Miré el pañuelo que aún conservaba en mi mano, y pude ver bordadas dos iniciales, las tuyas. Yo pensé: ¡ojalá él no me haya reconocido! Es que mi rostro lleva grabados todos mis fracasos. El reconocer sus iniciales me confirmó que seguía sin poder olvidar la ternura profunda que manaba de aquellos ojos claros que tanto había amado!... 

Nilda Dotremont
(2-5-06)
nildadotremont@gmail.com










Cristales


No me prives de mis palabras
no las censures
ni intentes juzgarlas
si le dan colores hermosos
a las luces de mi alma.
No desmerezcas mis palabras
menos si hablan de vos
que tenerlas en papel
no les resta importancia.
No desafíes mis palabras
no las cuestiones, ni las creas falsas
son cristales que se rompen
si intuyen tu desconfianza.
No atesores mis palabras
no las correspondas
ni las adornes con alabanzas
léelas si son de tinta
óyelas vibrando en el aire
quizás te hagan cosquillas
o se transformen en lágrimas.

Marina Aguirre
anira90@hotmail.com