Revista Viajero Nro. 6 - Julio de 2005




Hombrecito de madera
                 
José está tallando otro hombrecito de madera. Mientras da los últimos toques piensa como podría insuflarle vida.
María, su esposa, siempre le dice.:
- Ah José,  no sos Dios, ni sueñes con serlo.-
Pero, : si de alguna manera pudiera...
Deja al muñeco sobre la mesa, se acerca al balcón  del décimo piso donde reside.
La avenida a sus pies se ve pequeña, como un río cruzado por lianas selváticas, líneas telefónicas de la gran ciudad.
En un extremo, faro apagado, el obelisco le recuerda que vive en Buenos Aires.
Entra, toma al hombrecito, se sienta a mirarlo, los párpados le pesan, ¡le pesan tanto!...De pronto los dos son absorbidos por un inmenso globo, la respiración se hace lenta a medida que lo invade un extraño sopor. Atrae al muñeco hasta su boca, sopla con fuerza. Enormes manos enguantadas desinflan la esfera gigante.
El hombre pierde la noción del tiempo, escucha gritos de algarabía  que suben desde la calle, prontamente se asoma al balcón, ve a su muñeco caer  de pie y de a poco transformarse en un muchacho que ríe y canta, rebotando en el cableado.

Martha Fausti













Único crepúsculo




Y afuera se juega
Pero estalla
en estos flancos
estalla aquí
              toda la vida(!).
Con sus dolores y amores,
su sincera incertidumbre.

Sofisticación brutal
de rostros y figuras
centelleando como locos.

Con palabras prestadas
hablo
No!:
Balbuceo sonidos
indescifrables.
No:
Soy no yo
quien soy.
Digo,
Ni una pertenencia
Ni una identidad.

        II
 
Bosques de murmullo.
Y yo que sé
si los lobos sólo espectros
si las plantas venenosas.

Sí. venenosas!
Y los lobos
Sí. espectros!
Aunque vigorosos
Aunque inmarcesibles.


Sebastián Humberto
mascaraverdebajolalluvia@hotmail.com











Noche sin luna


    Luego de tres días sin dormir, pues el sonido tétrico de la muerte congelaba mis huesos, decidí ir donde había comenzado todo. El cuarto contiguo, lleno de charcos de lluvia roja, parecía una sucursal del mismísimo infierno. Los pasos del demonio jugaban conmigo, llevándome a lugares oscuros y llenos de luz. Ella se encontraba desnuda sin ningún gesto de dolor u odio, atónita, con los ojos ciegos y mirando al vacío. Se incorporo y con voz grabe me ordenó que abriera el armario.
     Nunca, desde aquel día, creí encontrar algo parecido. Sin embargo, cuando cayo esa cosa del armario, comprendí que jamás volvería a ver el sol.


El perdón

   El hombre se acomodó en su mullido sillón, encendió un cigarrillo y leyó la carta que había recibido el día anterior sin darle importancia.
   “Te pido perdón por tenerte que matar. No quiero hacerlo, por eso te aviso un día antes para que te prevengas”
   El hombre nervioso, se apresuró para salir de su casa. Abrió la puerta y se desplomó en el suelo.


Jonatan
jony87@hotmail.com











Azoramiento

[...] “No hay modo de saber lo que quiere, si es que lo sabe el mismo” [...] Miguel de Unamuno.

Yo no soy
Nada
¡Nada
yo! no soy!
No soy yo.
nada.
Yo soy. No
nada.
Nada
no, ¡soy yo!
No, yo soy
nada.
Yo no soy
Nada.

Yo sé que
Nada sé.
Nada. Sé
que yo sé.
Sé nada.
             ¡Yo que sé!
Yo, nada sé
que sé.
Sé. Que yo
Sé nada.
Nada. Que sé,
yo sé.
Yo sé que
Nada sé.

Soy / no soy / empiezo a / dejo de / ¿cuándo? / ¿bajo qué? / ¿sobre qué? / ¿dónde? / yo / tú / él / sé / ¿yo sé? / o / ¿él me sé?
No soy / nada / soy algo / No soy / no nada / no soy / algo / ¿qué me sé? / ¿quién me sé? / turbación / ¿sé o no sé? /

Sé / que no / sé nada / sé algo / ¿cómo? / ¿qué me hace sé? / ¿hace que me sé? / ¿por qué? / nosotros / ustedes / ellos / sé / soy / soy sé /
No sé / nada / pero / soy / sé / que sé / algo / o nada / ¿cómo sé / si sé o no sé? / todo / nada / lo mismo / nunca todo / nunca nada /

¿Acaso qué es saber y qué es no saber? ¿Qué es el todo y qué es la nada? Respuestas, nunca habrán, pero sí quienes escriban las preguntas.


Victoria Salsa











Tiempo

Sobre esa ventana estarás dormido,
llenando los ayeres de palabras altísimas,
pasando tristezas compartidas,
borrando amargas canciones.

Vos pasás y dolés en mí.
Tus marcas no me dejarán en paz;
nunca y siempre confiaré en ti,
como cayendo al pozo y sin pensar el fin.

Sobre esa ventana estarás dormido:
en los recuerdos ahogados
y en las flores marchitas,
y te veré otra vez.

Sos años, sos miedo, sos pena.
Pero también sos dichas y risas,
mares de alegría enamorada,
amistad que no te llevarás.

Podrás llevarte todo, incluso a mí.

La amistad no te la llevarás.

Constantino Hernan











La Flauta de Odin

 En 1812, había un Príncipe que quería ser músico.
- ¡Eres el Príncipe!- le decía su padre – no puedes ser un simple músico.         
Sin hacer caso, el Príncipe tocaba todas las noches el violín de su abuelo Maglér, que según decía la historia, lo había conseguido al liberar de las garras de Loki al hijo de Thor, llamado Uller.  
- ¡Hermoso día! – Dijo el Príncipe en el patio del palacio esa mañana.- ¡Atención todos! –  Dijo uno de los vigilantes.– ¡Una flota de barcos enemigos viene hacia acá! ¡Preparad las armas!
Todos los habitantes del pueblo fueron a luchar, excepto el Príncipe, pues el único objeto que tenía era  el violín, porque era músico. Pero poco se parecía esto a un arma.- ¡Tengo que hacer algo! - Dijo el Príncipe.
Buscando un arma desesperado, se dirigió al ático, encontró joyas, diamantes, perlas, libros, todo menos un arma.En su rabia, tropezó con el violín de su abuelo, lo levantó y lo estrelló contra el suelo. Al hacerlo, una flauta salió del interior del violín, junto con una tarántula.El Príncipe recordó que no tenía ningún arma y, sin saber lo que hacía, comenzó a tocar la flauta, laaraña dejó de atacarlo, y volvió dentro del violín.Luego, se dio cuenta que la flauta tenía las siguientes inscripciones:la flauta de OdinFue entonces al campo de batalla,  donde habían ballestas rotas, gladios y espadas clavadas en la tierra. Tan tremendo era el combate. En el lugar ya no había casi nadie de los suyos, habían muerto. Bastantes enemigos, muchos más que ellos, aún se encontraban allí aprovechando su ventaja.
El Rey leyó las inscripciones, decían:
la flauta de Odin
l  a  f   l  a  u  t  a       d e      O d  i  n
. ¿Adónde lo llevan?- Preguntó el Príncipe. 
- Al Valhal, para preservar su alma y aumentar el ejército que enfrentará al Lobo.- Dijo el capitán.
- Debo ir con él.- Dijo el Príncipe.- alguien debe escoltarlo.
- No puede escoltarlo nadie.- Volvió a decir el capitán.
El Príncipe no se rindió fácilmente, al anochecer, se escondió en la bodega del barco.
Pasaron cinco horas hasta que finalmente, zarpó. El Príncipe se asomó a sentir el cálido humo que salía de la tumba.
- ¡Fuego en el barco!- Gritó nerviosamente.
Pero él sabía perfectamente que para ir al Valhal debían ser quemados.
Recordó también que había una canción llamada “Hielo Mágico” y pensó que, si la flauta era mágica, tal vez ocurriría algo.
Mientras tocaba, el fuego se iba apagando.
Esa noche, el Príncipe soñó que estaba en un bosque navegando en un río de hidromiel puro, cuando de pronto, comenzó a sentir una respiración y, sobresaltado, despertó enfrente de un lobo de un tamaño increíble.
- Ningún mortal con vida puede entrar a la morada de Odin sin cumplir la prueba.- Dijo el Lobo.                
- ¿Qué prueba?- Preguntó el Príncipe.
- Debes quitarle la sombra a la Luna.- Dijo el Lobo al Príncipe.     
- ¡Es imposible quitarle la sombra a la Luna!- Dijo el Príncipe apesadumbrado. Pensando en una solución, recordó que al día siguiente habría Luna llena. Entonces dijo al lobo: - Aún así lo intentaré, mañana por la noche la Luna estará totalmente blanca y así cumpliré mi prueba.
Mientras el tiempo pasaba, El príncipe se entretuvo bebiendo hidromiel y comiendo los extraños peces con escamas de plata y aletas de bronce. 
La noche de la Luna llena, el Príncipe trajo al Lobo a contemplar la prueba cumplida.
- Como veo que has cumplido la prueba que te he encomendado, se te permitirá el paso.
Comenzó  a tocar la flauta, todos dejaron de luchar para  escuchar la bella música.
- ¡La flauta mágica- gritó  el Rey – nos hemos salvado!
El Príncipe continuó tocando  ¡ Ojalá no lo hubiera hecho! Las valquirias aparecieron, gritándole – Maldito, has cambiado el curso de la guerra, veamos que te parece esto...-  Dijo una de ellas mientras tomaba un hacha y la arrojaba al pecho del Rey.                                                 
- ¡¡¡Padre!!!- Gritó el Príncipe desesperado.
- Hijo,...revíveme con la fl...- Esas fueron las últimas palabras del padre del Príncipe.       
Las valquirias desaparecieron riéndose a carcajadas.
La guerra se inclinó mucho a favor de los buenos no así la felicidad del Príncipe.
Al día siguiente, el cuerpo del Rey fue colocado en un barco.
Al día siguiente, el príncipe continuaba navegando,   entonces se encontró un águila de un tamaño tan inmenso como el del Lobo.
- No puedes pasar a través de estas puertas, a menos que cumplas la prueba que te encomiendo.- Dijo El águila. - Esta es muy simple, sólo se me antoja comer un pequeño conejo de las montañas.
El príncipe se preguntó de dónde sacaría un conejo en el Valhal, pero como el tiempo iba a velocidad terrorífica,  se dirigió a las montañas con la esperanza de encontrar el conejo. El problema era que no aparecía ninguno, las horas corrían y nada, ni una huella siquiera. Entonces el príncipe comenzó a enojarse, de pronto se tropezó con una roca blanca, haciéndola rodar colina abajo, tal era la furia con la que la había pateado, el Águila creyó que era el conejo que había pedido, y lo devoró sin esperar.
- Bien hecho, has cumplido la prueba que te he encomendado.- Dijo el Aguila, y, por supuesto, le permitió la entrada.
El Príncipe avanzó hasta las puertas de la morada de los dioses, en ese momento, se topó con lo más temible desde que entró al Valhal, más temible que el Águila y el Lobo, más aun que las Valquirias: era Odin, el inventor de runas y de poesía.
- ¡Mortal insolente! ¿Cómo te atreves a entrar a mi palacio?- Le gritó Odin.
- Sólo vengo aquí para reclamar el alma de mi padre, tomada por las Valquirias, y, como puedes ver, cumplí las dos pruebas que tus guardianes me han asignado.- Dijo el Príncipe en un tono humilde.
- Entonces, yo también te asignaré una prueba.- Dijo Odin.- debes colocarle el mango de esta espada al lobo Fenris, sirviente de Loki, cuando esté encadenado con la cadena mágica de seda que le hemos preparado.
El Príncipe se dio cuenta que en esta ocasión no podría ganar con trucos e ingenio, así que se dedicó el resto del tiempo a pensar una forma de triunfar en la prueba.
Luego de un largo rato, el Príncipe recordó que la música calmaba a las bestias, o al menos así decía el mito.
Al día siguiente, Odin le entregó la espada que usaría para incrustarle el mango en la garganta al Lobo.
El príncipe fue, junto con los demás dioses, hasta donde estaba el Lobo que, al verse encadenado por la cadena de seda, intentó morderlos, el Príncipe comenzó a tocar la Flauta, tranquilizándolo, en el momento oportuno, el Príncipe hundió el mango de la espada lo más hondo en la garganta que pudo.
- ¿Acaso tú eres el  descendiente de Maglér?.- Preguntó Odin.
- Sí, ¿por qué?- Preguntó el Príncipe extrañado.
- Yo le entregué esa flauta junto con un violín.- Dijo Odin señalándosela.- ¡Ah! A propósito, con muchísimo gusto te daré el alma de tu padre.
Al día siguiente, el Rey y su hijo habían llegado al pueblo.
- ¡El Rey ha vuelto!- Gritó uno de los  pobladores alegremente mientras un puñado de monedas caían en su mano abierta.
- ¿Cómo logró revivir, Rey?- Preguntó el Capitán asombrado.
- Pregúntenle a mi hijo, él fue el que me salvó.- Respondió el Rey.
Tiempo después, una noche, el Príncipe soñó que estaba en el campo de batalla, luchando contra los Irlandeses, y una lanza con punta de diamante lo atravesaba.
Al día siguiente, en su sueño, el Príncipe fue embarcado e incendiado, luego, se vio volando hacia el Valhal.
- Hola de nuevo.- Lo saludó Odin cariñosamente.
- ¿Qué me ha ocurrido?- Preguntó el Príncipe como despertando de un sueño interminable.
- Has perecido en batalla contra los Irlandeses.- Le respondió Odin.
El príncipe comenzó entonces a volver a la realidad muy lentamente.
- Y toma este regalo de tu abuelo Maglér. – Agregó Odin.        
El Príncipe despertó con una sonrisa mientras acariciaba unas joyas debajo de su almohada.

Nahuel Melis
(10 años)













La lucha


     La noche oscura ponía el marco a la luna, que se ocultaba entre el follaje de los árboles del bosque, espeso e impenetrable, pareciéndose a la boca de un inmenso túnel de sombras amalgamadas, en una danza de misterio y desolación. El fuego del hogar chispeaba, poniendo un poco de calor al ámbito, que daba  la imagen  teatral, poniendo en escena, la lucha eterna de los seres que representan la vida misma del hombre civilizado. En los momentos previos a la batalla, como en una pelea de boxeo, los contrincantes, se presentaban ataviados con sus mejores galas, y como si un público imaginario los mirara, sonreían, sabiendo de antemano, que durante la disputa, no recibirían ayuda de nadie, serían sus propias reservas morales las que determinarían el éxito o el fracaso en la contienda.
Como no había árbitro posible, que aplicara las normas de un reglamento no establecido, se acordaron principios básicos, que fueron respetados, según sus propias conveniencias. Hubo golpes bajos y malas intenciones y por momentos se tensaba cada vez mas la discusión. Hubo zarpazos de ideas que brotaban como torbellinos.
Con los mismos métodos de combate, se propinaban rudos golpes que producían heridas  muy profundas, a sabiendas que nunca más cicatrizarían.      
Heridas, que los hijos de sus hijos no iban a asimilar y menos a perdonar jamás.       
Llegó el momento en que parecía que las ideas no fluían. Alguno de los dos pensó: me vencieron, no juego más, estoy perdiendo el control, estoy cediendo terreno. La posición de uno u otro podría no ser sincera, podría ser una estrategia, un camuflaje. Él tenía claro el objetivo: vencerla, acorralarla y colocarla en un brete para poder dominar su pensamiento. Ella, por lo contrario, buscaba la libertad en las ideas, las mismas que como pancartas invisibles,  las pueden ver solamente los libres, que saben volar como los pájaros, los que mueren por ellas y que no pierden las guerras ideológicas.        
Entonces, acordaron una tregua, parecerían amigables. Podría decirse que hubo un momento de paz. Tomaron una copa y hasta brindaron con ella por el momento de sosiego. Y sin rencores, rieron. 
Algo los empujó  a continuar  nuevamente la lucha.  Algo los obligó a cambiar de posición estratégica,  pero siguieron  siendo consecuentes a sus principios de lobos o corderos. Esta vez la batalla fue sangrienta y sin piedad. Se descuartizaron las ideas, se despedazaron los principios y en la batalla final no quedó nada en pie. El cuarto fue devastado. Se cayeron las paredes, el  techo, las ventanas y las puertas, volaron por los aires. El fuego del hogar creció de tal manera, que las cenizas encendidas se esparcieron  quemando todo a su paso y  hasta los  cuerpos de los contendientes, desaparecieron  en un desgarrador grito final.
Y el día siguiente amaneció radiante, y todo se vistió de luz, los colores embellecieron el bosque, que se lleno del dulce canto de los pájaros. Entonces sobrevino una gran calma, con promesa duradera. Pero la lucha seguirá eternamente y habrá espacios de reflexión y tiempos de armarse más fuertemente, para una nueva contienda. Esta lucha será eterna,  mientras haya opresores y librepensadores,  con espíritu y fortaleza para seguir sus ideas  por los siglos de los siglos.
Olvidaba decir que ella se llama Libertad y él Tiranía.

Mario Cano