Revista Viajero N° 25 - Mayo 2008

 


Congelados sobre asfalto de cielo


Congelados sobre asfalto de cielo
con finitos placeres y vocablos 
                                                 él ríe 
crucifica plegaria fluorescentes 
sobre las que gira desenfrenado
hoy calma hay 
se toca y se mima estruendoso
                              casi edénico
                                          o esplendoroso 
se lubrica con resinas de médulas 
                                sexualmente quebradas 
punto coma residuos de escotes 
                                      lunares que marcan 
                                                                   el camino 
mil agujas cosen arco iris a sus párpados 
-él- ebrio de resplandores 
                 de fusilos de labios 
                                            mordidos  
                                                     mórbidos 
                                             no se encuentra 
                                                cosechable 
José Castillo
engendro_gelido@hotmail.com















Una vez fui de Constitución a Quilmes con los ojos cerrados

Una vez fui de Constitución a Quilmes con los ojos cerrados.
Volvía de la cancha. Yo no vivía en Quilmes, pero no había otra: la policía te sacaba de la cancha y te dejaban la estación de Quilmes, con la misma obstinación con que Clint Eastwood trasladada presos a través del desierto.
Hice Parque Patricios-Plaza Constitución a pie, trotando, siempre al ritmo de los caballos. Una de corrí, en Victoria.
Poquito corrí.
El poder de observación de un amigo: la montada le pega a los que corren. Nos hicimos un costado y caminamos como peatones comunes. Estación Victoria, tren a Retiro y subte a Constuta. Ahí, en el subte, pude zafarme. Zafarme de Quilmes. Me apuré a subirme al tren antes de que se cierran las puertas automáticas del otro lado del andén, abierta para que se bajen los pasajeros que acababan de llegar a la terminal. Salí como uno de ellos y me tomé 129 derecho mi casa. 
Yo vivía en Varela Éramos unos cuantos hincha de Quilmes en el barrio. Cuestión hereditaria: cuando nuestros padres eran chicos el Defensa no estaba ni fundado. Los hinchas del Halcón vecinos medio que nos cuidaban, no mencionando nuestra existencia a forasteros y avisándonos si algún barra iba a andar por el barrio, cosas que no se nos ocurriese andar con nada representativa encima.
Cuando el último ascenso, me encontré con la hinchada de Quilmes en los andenes de Constitución. Yo iba, qué vergüenza, a Palermo. Iba a una reunión, con otro amigo, músico, también hincha de Quilmes.
Era un bardo armar fechas para tocar. Ni me imagino después de lo de Once. Por suerte la banda ya no existía y nunca más se me ocurrió quemarme delante de gente. 
Caíamos en que podríamos haber hecho a tiempo. Ir a la cancha y después a la reunión, digo. El partido se había retrasado porque los del bicho habían alfombrado el campo de juego casi por completo por completo con papelitos.
Fue en Ferro. De haber sido en Paternal, lo hubieran alfombrado por completo. Se había perdido el ascenso aquella otra vez que llegue a Plaza, desde Patricios. 
Czornomaz se había comido un gol imposible.
En el asiento del tren eramos tres, mi amigo el que aquella vez en Victoria, yo y alguien que no sé, en ese orden, desde la ventana. 
A ese alguien que no sé nunca lo llegué a ver.
-¡La ventana! grito un policía. "Cierran la ventana", quiso decir. El hijo de puta recorrió el tren de punta a punta con una especie de rifle de agua, compresor o porquería similar.
-¿Qué?- dijo mi amigo, volteando hacia la ventana. El chorro se le metió en medio de la palabra, a mí me dio en los ojos.
Olor a mostaza; esta no lo sabíamos. Mi amiga tosía. Él tampoco podía ver.
Me quemaron la cara.
Cuando nos alejamos un poco de Constitución, el de al lado del pasillo abrió la ventana. Un pequeño alivio, ahí dejamos de putear al rati.
Nos quedamos calladitos.
-No agachamo, muchacho -el desconocido nos advertía acerca de inminentes impactos de proyectiles,  provenientes de las villas, a la formación. También nos dio aviso de arribo a Quilmes.
-Quilme.
Nos despedimos de nuestro lazarillo fortuito, esa voz sincopada, para hacer un recorrido ciego, hombro a hombro, por las calles céntricas.
Pudimos haber causado una catástrofe.
Pero bien podría haberla causado cualquiera, no fuimos particularmente afortunados. E es lo único que cabe esperar de la metrópolis: que colapse. Podría suceder en cualquier momento. Solo hace falta un mal día.
Todo se prende fuego.
El equilibrio del tránsito es el equilibrio de un rengo de vidrio, con más experiencia en ser vidrio que en ser rengo.
Lo único seguro se me hace el tren, cruzando la ciudad, a oscuras a la fuerza, ardiendo bajo el suelo negro, quemado. 
Solo hace falta un mal día. 
Esa noche había poco movimiento. Quilmes estaba de luto. Y no sabía lo que le faltaba, todavía.
Llegamos, de memoria, al almacén familiar de unos amigos que también iban en la cancha, sobre la calle Alsina. El padre se había quedado atendiendo, viendo el partido por televisión. Los hijos aún no habían llegado.
La canilla del baño reactivó el ardor.
El almacenero nos vio las caras rojas y aspiró una expresión de impresión: todas las eses tragadas entre Constitución y Quilmes.


Luis Orani
luis_orani@yahoo.com.ar

Segundo


Soy la tenue imagen redundante de alguien ya visto por algún testigo incrédulo y pedante, haciendo algo ya hecho alguna vez. 
El segundo en poner un pie en la Luna, el segundo hijo de mi padre, el segundo mejor alumno, el segundo mejor compañero, el segundo en tomar mate, el segundo en la fila. Exclusivamente segundo. 
 
Quizás el segundo en notarte, el segundo en amarte. No hay recuerdo mío que no te recuerde antes a otra persona, no hay mujer que me ame más que como una empecinada alternativa. No hay rastro mío que no sea característico de alguien anterior. 
Soy una sumatoria de segundos, el segundo entre mis amigos, el segundo en tu agenda. Absurdamente segundo.
 
El segundo nombre que muchos gustan esconder, la segunda estrella en caer atravesando el cielo, el que se para idiota, y también segundo, sobre el “2º” en un cruel podio. Soy el segundo tropiezo con la misma piedra, por supuesto ya habiendo sido pisada dos veces por algún inerte autómata.
La segunda materia en los estudios, la segunda puerta que no esconde ningún premio, la segunda persona estafada por tus ojos. Meramente segundo.
 
Sin embargo, soy el primero en darme cuenta de todo esto.

Gonzalo















Cabo Polonio
 
A Guillermo Huergo
 
Desde el cielo hasta el cielo
despliega la mar
su bravura incontenible:
alud de proezas y fantasmas
mudos, cuyas gotas
blancas tienden
al anonimato inhabitado.
El faro, inmutable
en su temblor agónico,
recorta el horizonte
y lo colma de lejanía.
Entre piedras que serán
olas de un atardecer,
me confundo con su ligadura
de dunas y soles a soñar

Juan Garibaldi
















Paty


Sabés que no entendés 
tan absorta estás en tu pobre cabeza 
no me interesa explicarme, sé que en vano
la contradicción es moneda corriente en estos días 
de tu parte y la mía 
somos diferentes e intolerantes 
aunque admiro tu ser, sé que me reprochás demasiado 
entendés que no puedo ser tu esclavo,
primordialmente porque no tenía razón 
cada uno es lo que siempre fue, 
yo me banco tus locuras 
parece que vos no aguantas mi enfermedad 
yo no te obligó a seguirme, aunque me encantaría 
te veo muy brillante, poderosa sinceridad 
pero mis verdades te lastiman, 
las tuyas me hacen reír 
las palabras arruinan cualquier momento perfecto, 
pero sé que querés una aplicación, 
y también que no querés saber más nada
creés que me entendés completamente, 
exagerada es tu visión, radical y militar 
no ves los grises, sino la negrura que me envuelve 
no tenés fe en mí, no me amás en verdad, 
tenés temor de salir lastimada, 
no puedo creer que me veas como a un monstruo
desalmado, despiadado, egoísta e idiota. 
No todo es tan simple, la rutina es un pantano 
del cual necesito por momentos escapar 
veo la gente "adulta", las personas normales 
sinceramente me repugnan, me dan pena 
destinadas a vivir por sus reglas inflexibles 
amargados por la vida cotidiana, 
no ven realmente todas las oportunidades que les brinda mundo, 
no ven el corto tiempo que transitan, temerosos se ocultan de la misma vida, 
que se encuentra la vuelta de la esquina. 
ser libre tiene un precio muy alto, ser incomprendido, ser artista, aspirar a lo sublime, a lo que ves con tus ojos, a crear un mundo partir de un suspiro. Yo vea la belleza y la tristeza que nos rodea, no quiero evitar apreciarlo todo, y en ese momento en el cual se nos dio la oportunidad de existir pienso en disfrutar de muchas formas la vida, que es una sola, es acá, es ahora. No hay mundos paralelos, no hay cielo, paraíso ni infierno, todo está aquí; el bien, el mal, elegí lo que quieras, pero no lo establecido, lo que hace el vulgo sin pensar, hacé lo que te salga, y si no hay nada, observá a tu alrededor, algo va a inspirar deseos ocultos en vos

Leandro Silvay
















Solo quereme que te quiero

Si me querés dame una canción que sea de miel;
y yo podré abrirme entero.
Pon tus manos en mis mejillas cansadas 
de tanto esperar primavera;
y acaricia todos los huecos del alma 
y llenalos con esa canción y un beso.

Si te quiero lo sabrás por mis ojos, 
por mis miedos y mis besos y mi pecho vacío; 
también porque latirás el doble y yo aún más,
cuando tus ojos negros me ríen.

Pero no te preguntes si me querés,
solo quereme 
o amame iluminando mi alma y mi estrella,
y juntemos nuestro siglos trasparentes.

Vos y yo seremos trigo  que crece las nubes, 
yo y vos buscaremos el sol en la luna 
y el río rojo sin matiz de vainilla.

Porque te quiero se me quema el frío. 

Jonatan