Revista Viajero Nro. 81 - Marzo de 2014



"Romance Valenciano"

Capítulo 1

María era una mujer, originaria de la comunidad española de Valencia, cuyo esposo había fallecido. Compartía su taller de artesanías con sus dos hijas: Margarita y Mariela. Allí,  cada una realizaba una actividad diferente: María pintaba, Margarita hacia souvenirs y Mariela tejía a crochet. Aunque no eran ricas, conformaban una familia feliz y siempre unida.
Tiempo después, se mudaron a Cambridge, Inglaterra, en busca de un nuevo horizonte, y montaron un nuevo taller.
Una mañana, Margarita estaba sola confeccionando unos souvenirs de boda, que consistían en una canastita muy pequeña decorada con cintas de raso y con una delicadas flores blancas en su interior, cuando llegó una mujer de apellido Virpple y pidió hablar con su hermana. Cuando Mariela se presento, la Sra. Virpple le encargo que le tejiera un pullover. La muchacha acepto con todo gusto y enseguida corrió a comprar el hilado que necesitaba: lana con acrílico simple color azul. Esa misma tarde, comenzó el trabajo que, en una semana, estuvo listo. Metió cuidadosamente el pullover en una caja blanca, coloco en la tapa un moño azul y fue a la casa de la Sra. Virpple esperando, como toda artesana, una aceptación por  su trabajo.
Al entrar en la gran mansión donde vivía la familia Virpple, Mariela encontró repisas llenas de estatuillas de porcelana, pinturas famosas y, en los sillones, almohadones bordados con motivos orientales. Fue recibida por su clienta, quien luego, le presentó a dos de sus hijos: Jeanette y Richard. La mayor, Martha, no estaba con ellos porque vivía en Oxford con su esposo. 
Richard era un joven apuesto,pero con Mariela siempre se vieron como amigos. Como ambos trabajaban, solían escribirse y recomendarse libros y música mutuamente. 

Continuará en la próxima edición

















Montado en dragón


Espectro de deidad
eras la maldad envuelta en belleza
tu rebeldía mengua
con tus pasos por la vida.

Amargas noches en vela
en todo momento me iluminaban
las almendras de tus ojos
astros azules que tenía conmigo.

Tu escape fue la conclusión
del ciclo conocido
la finalización de un juego macabro,
aceptado y lastimosamente jugado
que me condujo a mi forma
y a mi sombra.

Te vi cuando el sol se iba
montado en dragón
transitar por los caminos
y arrastrar mi corazón.

Adriana Ferreyra
adriana_agua4@hotmail.com









El camino de arena


Al costado del camino de arena
las colas de zorro se mueven al viento
dicen que esconden serpientes
no me acerco,

observo
el viento y siento las matas suaves que se mecen
y se recortan contra el cielo limpio del verano.
Nada más.

Viviana Solaroli
cafediro@gmail.com









Liberación


Sí, tenía sus años, pero él nunca lo admitiría, el coronel odia la palabra anciano y negaba rotundamente que él lo fuera. A través de los años se había vuelto distante, seco en el trato con los demás. Generalmente se la pasaba mirando por la ventana en su sillón preferido, mirando a la calle, tal vez esperando a alguien, o simplemente recordando tiempos mejores. Cuando le hablaban respondía con algún gruñido, cuando lo hacía; otras veces, daba vuelta su cabeza hacia la voz que lo había sacado de su ensimismamiento y cuando veía que no era nada de vital importancia, lentamente la volvía a girar para retomar su vista a través de los vidrios.
El coronel ya no se movía mucho, se había vuelto taciturno, silencioso, una sombra de lo que era en sus tiempos de juventud. Era raro que saliera a pasear, ya había perdido todo interés en el afuera, ya conocía todo lo que allá afuera acontecía. Y no tenía interés, a pesar de querer demostrarle que las cosas podrían haber cambiado. Sí, veía a través de su ventana gente con otras modas, otros peinados, nuevos coches que nunca antes había visto, jóvenes que llevaban aparatos en las manos y que hablaban a través de ellos, pero al coronel nada de eso le interesaba.
Así pasaban sus días, todos exactamente iguales, se levantaba al alba, hacía sus necesidades, y se postraba en su sillón frente a la ventana, en silencio, pensando.
Salvo los viernes.
Los viernes eran días especiales, él no necesitaba que nadie se lo diga, sabía en su fuero interno que ese era el día, el día especial, ya que la vería a ella. Ella era su todo, no importaba las mil diferencias que tenían, sabía muy dentro de él que había un lazo más fuerte que los unía, los viernes venía a verlo Gra-gra. 
Desde temprano se ponía impasible, nervioso, no podía estar sentado tranquilo, se sentaba dos minutos en su sillón y se paraba daba una vuelta por el living y miraba por la ventana, pero no sin ver como hacía siempre, sino tratando de verla llegar a ella. Miraba el reloj, los minutos se hacían eternos, la espera era una dulce agonía ya que sabía, lo sabía muy bien, que toda espera valía la pena. Gra- gra valía mil esperas.
No siempre fue así, las primeras veces fue caótico, él no la conocía, ella no lo conocía a él no sabía su historia, casi podría decirte que si no se odiaban mutuamente, mantenían una diplomática distancia. Ella no sabía nada, para ella era uno más, él no soportaba los cambios de rutina, y ella en el principio fue un cambio enorme, pero con el tiempo, y con mucha paciencia en sus cuidados, supieron como llevarse y ahora solamente lo veía a él los viernes y solamente él podía llamarla Gra-gra. 
Ella siempre que llegaba iba directo a él, lo saludaba, le preguntaba como había estado durante la semana y le comenzaba a hablar de la suya, él la escuchaba arrebolado. El sonido de su voz era hipnótico, ella hablaba y le contaba cosas de afuera, las únicas veces que él llegaba a tener interés en lo que pasaba más allá de su ventana es cuando la veía a ella y le contaba.
Gra-gra lo ayudaba con sus baños, le recortaba las uñas, lo peinaba, y si era necesario le recortaba el pelo, A él le gustaba que su corte de pelo esté siempre prolijo, ni un solo pelo fuera de su lugar, tal vez por eso se comenzaron a llevar tan bien, vio en ella la profesionalidad que a él tanto le gustaba y que muy pocas veces encontraba, la amistad vino con el tiempo, aunque tal vez él si esté un poquito enamorado de ella, pero nunca lo admitiría.
Ese viernes estaba más inquieto que de costumbre, el resto de la familia prefirió dejarlo a su aire, porque cuando se ponía así era insoportable, algunos viernes ni desayunaba por estar esperándola en la ventana. 
Estaba retrasada, sin mirar el reloj él lo sabía, sus viejos huesos lo sabían, no quitaba la mirada del camino, preocupado pensando que le podría haber pasado algo, esa bicicleta del demonio como él le decía, un día le pasaría algo en ese vehículo. El trababa de decirle que eso no era seguro pero ella no lo entendía, imaginaba accidentes desastrosos, ella entre hierros retorcidos. Claro que cuando la veía llegar, su suspiro de alivio era enorme y se reprendía por ser un viejo tonto y fatalista. 
Perdido en sus pensamientos, escuchó el ruido a gravilla, ¡ella había llegado! ¡POR FIN!.
Con el corazón en la mano y agradeciendo que sus pensamientos fatalistas eran sólo exageraciones de él, fue a abrirle la puerta
- Buen día coronel, ¿como anda usted hoy?, perdón por el retraso, el tránsito está terrible esta mañana- le dijo mientras pasaba y dejaba el maletín en el piso para saludarlo.
El coronel, contento por verla de nuevo, movió la cola feliz.

Lola Ghiglione
https://www.facebook.com/lola.ghiglione









Es peor así


Extraño cosas que no recuerda.
Lo más complejo es extrañar lo que sé que no era.
Aquello que lo hacía especial, pero solo para mí.
Qué  sentido tuvo desenmascararlo,
es peor así.
Si al reír recordando momentos que creí auténticos…
siento que no eran únicos.
Si al traer a mi sus miradas, palabras, risas, juegos…
tengo que cuestionarme las cosquillas que aún me causan en el estómago.
Pensar en sus besos, caricias, abrazos…
sentirlos aún y enojarme con mi alma por hacerlo.
Qué sentido tuvo realmente saber quién era…
si no puedo disfrutar de su recuerdo.

Marina P.  Aguirre
anira90@hotmail.com









El Capo


Guille es un compañero de trabajo. Ingresó con dieciocho añitos, como administrativo. Ya era Operador de PC y estaba estudiando Programador. Su trabajo le apasiona y ama lo que hace. Cuando las computadoras ingresaron a los hospitales, varios médicos lo consultaban y le solicitaban que los guie para progresar en sus conocimientos, uno de ellos, un día fue a su hogar y vió a una mujer bonita y le preguntó, ¿Es tu hermana? y Guille con una sonrisa en sus labios, contestó  “No, es mi madre”. 
Años más tarde ella ingresó a trabajar al hospital y es amorosa, a la vez conozco a su padre, con el cual he trabajado. Los he visto salir a caminar de la mano y parecen dos novios adolescentes, se nota el amor que se tienen.
Guille en estos años de trabajo, ha seguido estudiando y capacitándose. Ha trabajado en diferentes servicios, siempre tratando de resolver los problemas que surgían en los monitores u otras tareas; jamás lo oí quejarse, siempre con una sonrisa saludando a todos sus compañeros con un beso o con la mano. Además, nunca oí una palabra grosera salir de él, siempre hacia adelante, repito, resolviendo problemas, no provocándolos. 
Guille realizó un Pos Grado de Especialista en Criptografía y en Seguridad Teleinformática.
Guille no cambió, sigue siendo el mismo desde el primer día que ingresó al hospital y mantiene un bajo perfil. Es muy amable y respetuoso. ¿Quién lo quiere a Guille?. Todos lo queremos. Ya el hospital cumple dieciocho años, la edad en la cual él ingresó. Era un adolescente, hoy ya es un hombre. Guille es digno de admiración. Guille es un capo en todo sentido. Guille es nuestro capo, ¿ De donde?. Del Hospital Zonal Gral de Agudos. Dra Cecilia Grierson. Guernica.
Guille es un diamante que se ha pulido todos estos años, para el bien y hoy brilla con gran intensidad.
Mil Gracias, Guille, Mil Gracias. Te Quiero y te admiro con todo mi Ser.

Ine 05/01/2014
sanmateo11.28@hotmail.com









Liberación


Vamo a jaser zumbi mesiu, vamo a jazerlo.  Jasemo zumbi, un ejército y con eso acabamo con lo español. 1 La voz temblorosa del negro Jaques retumbaba en la manigua, chillona como un querequete. 2 El humo de las ruinas del asentamiento mambí teñía el cielo. Vamo a jaser zumbi pa que sepan que cosa e haitiano.  Los  cadáveres de las mujeres y los niños los recogían los sobrevivientes para darles cristiana sepultura. Las horas se detenían en el vaivén de la colecta. Ello no va a jode ma, con su mismo difunto lo matamo y ya. Joden la vida y joden inocente. Yo ta pedí permiso a Varon Samedi, 3 si autoriza yo mismo va buscarlo to´ Monsiu. Solo ta que diga que si uste, que e quien manda. El teniente Crombet tenía la mirada perdida en las lomas, sufría el color verde de la vegetación salpicada de sangre. Las balas se habían acabado, quedaban aproximadamente 20 hombres en total y la pequeña escuadra de haitianos artilleros. Esta vez nos habían superado en número y usando la sorpresa, la maldita sorpresa que no dio tiempo a coordinar la defensa. En el pecho del teniente, la ira y el odio se sembraban con tantas raíces y gritaban como en aquellos cuentos de viejos, lo hacia la mandrágora recién cortada. Mire Jaques para mi esas cosas no existen, pero a veces las circunstancias desesperadas ameritan medidas desesperadas, si usted asegura que esos zumbi 4 suyos acaban con los españoles creo que no hay nada porque esperar. Los chillidos de una chicharra anunciaban una posible tormenta. La carcajada del viejo Jaques se disparo como un relámpago guardarraya arriba y creo que hasta los pájaros temblaron. Los otros haitianos también rieron. 
No sé, que podría decirles sobre esto, pero la verdad es que aquella misma noche entre velas brincos y cantos que se repetían una y otra vez sucedieron cosas raras y en medio de una ventolera los dioses negros dieron su bendición para expandir la muerte. Los animales descuartizados se arrojaron a un agujero al pie de una ceiba y las llamas se elevaron por un momento casi que hasta alcanzar las ramas. Será que en esa época yo era solo un vejigo 5 y no entendía lo que estaba pasando a mí alrededor. Pero cuando el silencio inundo la noche se sentían pasos, voces y ruidos desconocidos alrededor del árbol. Se lo juro yo que estaba allí, la realidad a veces tiene pasos cortos. Pero déjeme seguirle contando y va enterarse de lo que sucedió. La escuadra de negros haitianos que no pasaban de siete hombres se llevo una carreta tirada por unos mulos y la dejaron escondida en medio de la manigua. Dos días después ellos se pasaron todo ese tiempo en el mar y en el monte no decían nada solo rezaban y cantaban con una tristeza larga que parecía más que una amenaza un lloro. Quemaban cosas peces palos hierbas, hacían calderas de cocimientos. La gente los miraba extrañados y hubo quien dijo que se iba porque eso era obra del diablo y que con Dios todo. Sigilosos como relámpagos se colaron los haitianos en el campamento español entrada la noche y traían de tres en tres a los soldados hasta la carreta. Que como yo sé eso, porque ellos me pidieron que los ayudara con los animales, a ellos eso no se les daba bien. Solo me decían: Niño lo que tu ve, tu no habla porque te coge la maldición de los Loas. Después se fueron hacia la montaña para regresar siete días mas tarde.  A este lugar no me dejaron llegar, los haitianos son misteriosos para sus cosas por la madrugada el aire traía aquellos lamentos a través de la maleza y los pelos se erizaban.  
Cuando regresaron solo estuvieron unos minutos se llevaron al teniente, lo interesante es lo que años más tarde me conto mi primo que era el cabo de Crombet. Dice que cuando llegaron al lugar, los haitianos le hablaron a las tumbas y los muertos se levantaron. Cuenta el primo que a la misma vez,  los muertos salieron todos de la tierra y dijeron bon sua. 6 Juro por mi madre que cuando  vi aparecer en el campamento aquel escuadrón de soldados españoles llenos de tierra y con los ojos pasmaos no podía creerlo. Yo mismo los vi muertos, los toque muertos y los sentí así, tan muertos que ya no quedaba una gota de vida en aquellos cuerpos. Pero sabrá Dios que cosas y misterios saben esos negros que pueden revivir a los difuntos. Ya se rumoraba en las tropas del enemigo que Crombet tenía un ejército de muertos y brujos en el Camagüey. 
 A ciencia cierta nunca nadie los había visto que no fuese de la población del campamento. La tropa de zumbi había crecido lo suficiente para el primer combate. Los rumores eran trepidantes y el aire se enrareció en el campamento, parecía de momento que la gente escogiera por voluntad propia no hablar. Yo estudie, no mucho pero se leer y escribir, algo pude aprender antes de que a mi padre le quemaran la casa por conspirar contra España. La verdad, había leído algunos libros, suficientes para saber que los muertos no regresan. Aun así, mi impresión sobre este tema carece de explicación. La preocupación mayor en este tiempo eran los víveres que escaseaban. Lo zumbi, no come monsiu, no se preocupe. Siempre me pregunte como si no comían iban a poder enfrentar al enemigo, la verdad  no se hizo esperar.
Esa mañana la trompeta despertó al campamento llamándonos a formar, una loma de machetes en el centro que recogieron los haitianos y se llevaron monte adentro. Los escasos fusiles comenzaron a repartirse entre los vivos.  Las tropas salieron y hasta aquí puedo contarles yo lo sucedido como observador. Marcial un viejo mambí de la zona de Granma hombre serio y de palabra cuenta que cuando llegaron a la distancia de un kilometro al encuentro del ejército español. Estaban ahí los haitianos con sus monstruos imitando la formación española. Los zumbi tenían machetes afilados como demonio y cargaron al machete. A mí no me crean, dicen que corrían como si tuvieran la velocidad de tres hombres. Las distancias se cortaron entre ambos grupos y las balas no podían detenerlos. Escuché muchas cosas sobre este combate que yo mismo podría contar pero que no diré porque no me gusta hablar de oídas. El artículo que leí de un recorte de periódico años después  decía de voz de Martínez Campo un oficial español importante de la época: A primera vista nos quedamos aterrorizados. Inmóviles. Sin avergonzarme puedo decirles, que una hora más tarde nos fuimos a casa con la moral muy baja, a llorar una doble muerte.

Luis Jiménez Hernández (cuba)
alucardmc@gmail.com

1 Vamos a hacer zombis Monsieur, vamos a hacerlos. Hacemos un ejército de zombis y con eso acabamos con los españoles.
2 Ave endémica de Cuba, a la cual la onomatopeya de su canto dio origen a su nombre. 
3 Dios haitiano o loa como ellos le llaman en su lengua natal guardián del cementerio y quien devuelve a la vida a los muertos según el culto vudú.
4 Zombi este no se refiere al clásico zombi hollywoodense que es tonto sino al zombi original del folklore vudú. 
5 Niño.
6 En creol debe significa: buenas noches.