Revista Viajero Nro. 80 - Febrero de 2014





Mi noche soñada


Una noche muy especial
es, sin duda, la de hoy.
Una noche que quedará
grabada en mi corazón.

Mi madre me peina,
luego me maquilla, el vestido me arregla,
Sonríe y me acaricia.

Una tiara de brillantes
adorna mi cabeza.
Orgullosa, ella me dice:
"Ya estás lista, mi Princesa".

Entonces, le doy un abrazo.
Es enorme la emoción.
Hoy cumplo Quince Años
y me rodea el amor.


Vicky
m.victoria1998@yahoo.com.ar









Cómo llegué  hasta aquí


(Continuación de la edición anterior) No sé si todavía me duele lo de Tato. Tal vez me duele haber hecho el papel de imbécil. Incluso entre las infidelidades hay niveles, de todas maneras eres cornuda, pero la situación sí marca la diferencia, por eso hay unos casos peores que otros. No quiero justificar a Ramiro, pero que me haya confesado su infidelidad en una noche de copas y se reconozca arrepentido, eso sí lo hace mejor persona, aunque me llame “cerebro de taxista” y ustedes piensen que tiene toda la razón, porque si me dejo tratar así, es que lo tengo. En cambio a Tato lo aborrezco tanto y no me interesa siquiera su amistad, con él yo perdí mi inocencia. Y digo que perdí mi inocencia porque hasta entonces, aún con todo el matrimonio de mierda que tenía con Ramiro, ni me imaginaba que alguien pudiera hacer daño por el solo gusto de hacerlo. No para sacar ningún provecho, como el dinero o el poder, que justifique su bajeza, si no solo porque disfrutara de hacer daño. Él me abrió los ojos, hasta ese momento yo creía que gente así solo existía en las películas, en los libros que yo leía. ¡No te creas! Es muy fácil decir que si una permanece en una relación dañina es porque quiere o no tiene valor de terminarla. También hay que ver con qué mañas actúa el mentiroso. 
Cuando Tato me hacía historias y me pedía que vayamos a vivir juntos, que lo deje todo y él también lo haría, que cuidaría de mí y cocinaría aún sin saber cocinar, con apenas esos sueños de momento, a mí se me borraba todo. Se me borraba que un día me haya dicho que entre la otra y yo, la otra siempre iba a estar en primer lugar, se me olvidaba que una noche después de hacer el amor me dijera que no me amaba, que solo había estado usándome. Se me olvidaba que me haya hecho sentir culpable de lo nuestro, que me diga que él no hacía esas cosas, que nunca había sido infiel a su esposa. Como si yo hubiera sido el ratón que se comió el queso. Como si la iniciativa no hubiera sido suya, cuando me esperaba fuera de casa todos los días con un regalo. Me llevó rosas, se metió en mi cama y en mi vida, se apropió de mis sueños. Nunca vi tanta suciedad junta como cuando me hizo el amor en la cama de la otra, me hospedó en su casa y yo sin saber ni dónde estaba. Cuando paseando en su auto, se bajó para visitarla a ella que la habían operado en una clínica y me dejó esperando tarde en la noche, en una calle solitaria y peligrosa, hambrienta, con miedo y con  bronca por tanta humillación. 
Por eso, sus “te amo”, sus mimos y sus cuidados ya no se los creo a nadie más y cada historia de amor siempre la vivo en la espera de que llegue lo peor. Así llegué hasta aquí, así fue como llamé a la agencia de viajes y reservé la primera plaza disponible para Miami, llené un bolso chico, saqué dinero del banco y cobré la parte del premio en efectivo, alojamiento gratis y coche alquilado por la semana de regalo. Veinticuatro horas de libertad nada más tuve, me las pasé descansando en el hotel y de compras por los sitios cercanos. Cuando apenas quise viajar a visitarte en San Petersburg, todo fue muy rápido, recuerdo estar acelerando en la autopista y mirar de reojo un coche conducido por una cara nada “americana”, ella parece extranjera pensé. Fue lo último, después salté por los aires, sentí todo darme vueltas, también creo haber pensado con alivio: “Estoy lista.”  De pronto tuve frente a mí luces de ambulancias y sirenas de policía que me volvían cada vez más loca. Me pareció mirar entre sueños a la mujer con cara de extranjera a mi lado, mientras me sacaban los paramédicos del auto. Cuarenta y cinco minutos se demoraron en sacarme de entre los fierros retorcidos. Recuerdo a ella tomando mi celular, habló con alguien, lo demás ya no lo sé. No importa, pienso que ella me salvó o al menos me acompañó. 
Así llegué hasta aquí, después de decirle a Ramiro que me inspiraba muchísima ternura y él me responda que quería pintar la casa de azul. Después de darme cuenta que con él solo aprendí que no se hiela el vino tinto, a amar a Cat Stevens, a beber té inglés y a pintar la verdad a cuadros. 
A Tato, mil veces intenté sacarlo de mi vida ¡Y cómo dolió hacerlo! Siempre he pensado que yo me he lastimado mucho más con eso, en mi búsqueda de la felicidad, aunque lo amaba, lo sacaba pensando que su presencia me hacía daño. Parece que ha dolido más aún estar lejos de él. Me duele todo el cuerpo y cada hueso roto después del accidente, hasta reír me duele. Por estos días, aquí metida en esta cama de hospital, he tenido el impulso de estar cerca de él otra vez, he pensado en mil ideas que le digan “aquí estoy”. Sin embargo esta mañana recapacité, en mi afán de ser feliz he sido egoísta y las veces que lo he dejado ha sido porque yo misma lo busqué. ¿Acaso lo merezco? Yo debería buscar la paz, en estos diez años, no he conseguido ser feliz, o al menos tener una pareja estable que es lo que se asemeja. Debería dejarlo ya. Pero cuando siento que no estoy en el camino correcto lo busco, como si alguna vez el camino correcto hubiera sido Tato. ¿Qué es lo correcto? ¿Por qué lo correcto no era él? ¿Porque está mal ser infiel? ¿Sobre todo si te has casado? ¿Porque está mal beber en exceso, vivir deprimidos, ser impulsivos e irresponsables? ¿Ser humanos y estúpidos está mal? Aprender, esperar demasiado del otro, vivir de su recuerdo y no seguir adelante es lo que está mal.
Ni siquiera está mal que cuando la esposa haya descubierto lo nuestro, Tato le haya jurado que solo soy su “agente de ventas”, que lo niegue todo. Lo que está mal es que me llame llorando como marica y me ruegue por Dios que si la esposa me busca y pregunta quién soy, yo le asegure que solo soy la “agente de ventas” y apenas le conozco. Que me pida que mienta por él, que espere que yo limpie su mierda, que yo le haya creído una vez más, es lo que está mal, porque así fue como llegué hasta aquí.    

Indira Córdoba Alberca (Ecuador)
cafediro@gmail.com









El chico ladrón


En una escuela, cuando empezaba el recreo, los chicos salían al patio a jugar. Un chico se quedaba en el aula y les robaba los útiles a los compañeros; y cuando terminaba el recreo los chicos no tenían para escribir ni para subrayar con colores porque les robaba todo. Un día los compañeros lo vieron, le dijeron al profesor. El profesor lo castigó y el chico les devolvió los útiles a los compañeros y se disculpó. 
Moraleja: No hay que robar las cosas de los demás porque no es bueno y trae consecuencias malas.

El mentiroso


En un barrio había una chica llamado Josefina, que era mentirosa. Ella se mandaba muchas macanas; y cuando tenía que confesar ella mentía y decía que eran los chicos del barrio. Un día los chicos del barrio se juntaron en grupo y le fueron a decir a la madre de Josefina que es una mentirosa y que ellos no hacen nada malo. La madre castigó a Josefina y ella se disculpó. Al otro día jugaron juntos y aprendió a no mentir.
Moraleja: No hay que mentir ni echarle la culpa a los demás si no hicieron nada, porque la mentira se hace más grande y es peor si alguien se entera luego de unos días. Por eso hay que decir la verdad

Facundo Tomas Lucero
10 años









Recuerdo



Poema - Marina P. Aguirre                                                                   Ilustración - Ximena Aguirre
anira90@hotmail.com                                                                                 absurdo20_02@hotmail.com