Revista Viajero Nro. 136 - Enero de 2019



Así está el mundo

Los que piden igualdad
solo miran con sus ojos absolutos.
Los que piden ser escuchados
callan opiniones ajenas,
Los que luchan por los derechos humanos
eligen algun "ismo" para hacerlo
y polarizan el reclamo.
Los que piden justicia no son justos.
Los que piden respeto no respetan.
Los que piden más educación...
no tienen coherencia
entre lo que dicen y lo que hacen.

Marina Aguirre
anira90@hotmail.com







Cuál secreto, mirada contra mirada
invisible hilo que se trenza sobre las narices.

Te haces corazón ,
imagen alada, justo aquí
- no lo sabías por cierto-
Y es el tiempo el que atraviesa,
inerte, sin astros del destino,
de posarte sobre mis labios.

Espeso boscaje propones
de risas sonoras hechizantes con tu amor de lo abierto a lo cerrado

tu bello fulgor jazmín
descubre desnuda una alianza
de dos que se aman

aquellas redes tejen enigmas,
energía cósmica,
que plantas en la tierra
 y en los precipicios,
en un simple mover de tus perfumados cabellos.

Y en silencio
-estoy seguro que no lo sabías-
Puedo espiar tu piel manantial,
pues cultiva vitalismo desbordante
con andar de otro planeta.

Intemporal, unívoco, irracional amor
sobre las pestañas transportas,
naturaleza
Angélica por sobre la medianía
y así tan fresca siembras sol ,
siembras sol en mi pecho,
sol y mil secretos  que me encanta buscar sobre tu boca que insiste,
como un frondoso tilo en primavera
aromarme el alma.

Luciano Calzada
lucianoquilmes@yahoo.com.ar







La Plaza sin nombre 

NO PISAR EL PASTO, decía el cartel de la plaza del barrio, ésta estaba ubicada en el centro del mismo y tenía una particularidad: era redonda. En su interior había varios caminos y muchos juegos. La rodeaban hermosas flores que parecían las guardianas. Don Alejandro era el cuidador, todas las mañanas barría los caminos, regaba el pasto y cuidaba las plantas. El les hablaba y parecía que ellas le contestaban. La plaza estaba impecable, solo faltaban los chicos que iban llegando todos los días para andar en bicicleta o jugar en los juegos. A la pelota no, el pasto no se pisaba.
 A la plaza le faltaba algo muy importante: ¿Qué era? Un nombre. A nadie en el barrio se le ocurría uno.
Una tarde de abril, llegó un grupo de chicos muy revoltosos y maleducados, no eran del barrio, nadie los conocía. Entraron gritando y corriendo por los caminos, eran diez. De repente Manuel, el más revoltoso, se topó con el cartel: "NO PISAR EL PASTO" ¿No pisar el pasto? -dijo- ¿Pero a quién se le ocurre?. Por favor Manuel, no empieces -dijo Daniel- que siempre nos echan de las plazas por tu culpa. ¡Qué nos van a echar! ¿Quién? -contestó Manuel-. ¡El cuidador! -replicó Daniel-. ¡Pero si es un viejo!, ¡vamos chicos, saquen la pelota! -gritó Manuel-.
No sacaron una pelota, sacaron diez, y así cada uno pateaba la suya y comenzaron a destruir todo. Pisotearon el pasto y lo arrancaron a patadas. En un segundo no quedó nada, las flores, el pasto, los juegos. Don Alejandro, cansado de correrlos, se puso a llorar desconsoladamente, entonces... la tierra empezó a temblar, las flores se levantaron, comenzaron a marchar como soldados y paso a paso fueron acorralando a los chicos que estaban aterrorizados. El pasto también se levantó y marchó con paso pesado tras las flores formando un círculo. Los chicos quedaron adentro. La rosa roja tomó la palabra: ¿Qué hacen? ¿Por qué destruyen? preguntó. Nadie contestó. ¿Por qué no contestan? ¿Tienen miedo?. Manuel tímidamente levantó la cabeza y dijo: Estamos arrepentidos. ¿Cómo? -preguntó la rosa-. Estamos arrepentidos -dijeron los chicos-. ¡Más fuerte! -dijo la rosa-. ¡ESTAMOS ARREPENTIDOS! -nuevamente dijeron los chicos-. Ahora sí se escuchó; bueno, entonces van a ir al cuartito de Don Alejandro, buscan herramientas y arreglan todo lo que rompieron, ¿ME ESCUCHARON? -Dijo la rosa- Sí, -dijeron los chicos- y corrieron a hacer lo que la rosa les pedía.
Trabajaron y trabajaron. En una hora todo estaba impecable como antes. Entonces tomó la palabra Don Alejandro. La plaza es de todos -dijo- hay que cuidarla y no destruirla, para la pelota están las canchas; ¿prometen no hacer más en ningún lado lo que hicieron hoy acá? Sí, Don Alejandro, perdónenos, -contestaron los chicos-. Está bien, están perdonados -dijo Alejandro. La flores se retiraron a sus lugares y el pasto volvió a cubrir los canteros.
Los chicos que iban todos los días vieron el hecho desde enfrente, llegaron corriendo: ¡Don Alejandro, Don Alejandro!, ¡tenemos el nombre para la plaza! -dijeron-. ¿Cuál? -preguntó Don Alejandro-. "LAS GUARDIANAS", en homenaje a las flores que defendieron su lugar. ¡Muy bien! -dijo Don Alejandro-, la llamaremos plaza LAS GUARDIANAS.
Todos aplaudieron e invitaron a los diez chicos desconocidos a ser parte del equipo de fútbol que, por supuesto, jugaba en el club de la otra cuadra.

Cristina Quarella
cristinaquarella@hotmail.com.ar







Amor Irónico…

He llegado a la conclusión de que el amor es un poco irónico, recuerdo cuando decía amarte hoy y siempre, pero me di cuenta que aunque llené mi amor por ti, no supiste llenar tu amor por mí, y quizá ese fue el motivo de que mi corazón empezara a desfallecer. Nunca me importó tu forma de amar o de tratar, te seguía amando igual, mi alma sentía una intranquilidad que no sabía de donde venía, ni entendía porque se hallaba en una incertidumbre desasosiega que perturbaba lo más profundo de mi ser. A pesar de eso, mi corazón seguía eligiendo amarte siempre, por encima de cualquier dificultad, imaginé que llegaríamos lejos, y que juntos superaríamos todas las adversidades que se nos iban presentando,y que también, pese a nuestras diferentes culturas, ese amor no terminaría jamás, puesto que siempre luché para que lo que estábamos construyendo no tuviera un final, sin embargo, estaba equivocado y no fue nuestro caso, un ocaso llegó de repente y no vino por mí, sino por ti, y que de no ser así, nunca hubiese despertado de aquella incertidumbre donde me encontraba, la vida me mostró que lo que sentía era una amor a ciegas y lleno de inseguridades a pesar de que confiaba en ti. Fue doloroso dejarte, pero la melancolía que sentí, era un amanecer de euforia, porque ha sido la mejor decisión que tomé. ¡Vaya experiencia! Aprendí bastantes cosas, y me siento orgulloso de eso, una de ellas y la más importante, a ser cada vez más fuerte que nunca. La ironía, es que no consigo hallar aquel tiempo donde te amé, ni el tampoco cuando me amaste, es como si la felicidad que siento ahora, haya borrado hasta el más mínimo detalle de tu ser, o simplemente se esfumara por que la esperanza que tenía mi alma de estar en completa paz llegó y voló.

Steve Arbu
12 de Enero de 2019
stevena0812@gmail.com







Al que construyó la casa

Con soles de verano y la espalda quemada
transpirando en los días agobiantes de Enero
te imagino entre estacas y la antigua plomada
protegiendo tu frente con un viejo sombrero.
Habrás hecho con mate tu parada obligada
como máximo premio de tu vivir austero
y si en un descuido te lastimó la azada
cubriste tus heridas con un trapo grosero.
Y seguiste adelante como un día cualquiera
que no todo muere, y de alguna manera
se escucha entre la mezcla de cales y argamasas
que dicen las paredes del trabajo de un hombre
porque habita en ladrillos tu esperanza y tu nombre.
Y tus manos artistas constructoras de casas.

Rafael Estevez







Todo el cielo 

Homero Manzi es un autor consagrado en la literatura argentina.  Se destacó en el ámbito del tango, aportando textos memorables, clásicos del género.

San Juan y Boedo antigua, y todo el cielo,
Pompeya y más allá la inundación.
Tu melena de novia en el recuerdo
y tu nombre flotando en el adiós.


Y sí, todo el cielo para un poeta nacido en Santiago del Estero el 1 de noviembre de 1907 y fallecido en Buenos Aires el 3 de mayo de 1951.
Fue también docente,  crítico,  libretista y director cinematográfico.                                                                                                         
Surge de la más profunda raíz nacional. Se inicia escribiendo para las murgas del barrio de Boedo.
En 1935 participó de la fundación de FORJA, corolario de una comprometida militancia política.
Le dio un gran impulso a la milonga, y colaboró con Andrés Chazarreta abordando el folklore.
Otra actividad que lo apasionó fue el cine. Escribió el guión de “Pampa bárbara”, y junto a Ulyses Petit de Murat, adaptó “La guerra gaucha” basada en la obra de Leopoldo Lugones.
Fue presidente de SADAIC hasta su muerte.
Su poesía devela lo oculto para darle vida. Es muy honda, filosófica, captura atención.  Ella está aún en lo que no se dice, es una memoria del pasado que avanza hacia el futuro. La nostalgia por las pérdidas y la desconfianza por lo nuevo.  Su poesía es un cuerpo verbal absolutamente contemporáneo y sin tiempo a la vez, que invoca lo pleno y lo efímero.

Se podría aseverar que la poesía salió de él, de su voz, e hizo de la calle su espacio de pertenencia, y allí,  se superó a sí misma.

Nostalgias de las cosas que han pasado,
arena que la vida se llevó,
pesadumbre de barrios que han cambiado
y amargura del sueño que murió.

A Homero Manzi apenas 43 años le bastaron para amar a la tierra, a los hombres y convertirse en el gran poeta del cancionero popular.
Su impronta, como los cuerpos, se abrevia, se atenúa, pero no se borra.


Liliana Souza
ls.lilianasouza@gmail.com









Aquella Navidad del ‘78 

Aquella Navidad de 1978 fue especial, y por un motivo. Tenía los regalos para su hijo de diez años y quería pasar con él aquel mediodía del 25. Organizó una salida hacia el parque Pereyra. Lo fue a buscar a la casa de su ex esposa, de quien se había divorciado hacía unos pocos meses, y en el auto junto con la abuela, tomando el Centenario se dirigieron al parque. Eligieron un lugar con mesas de madera que había en el lugar y se dispuso a cocinar audazmente un pollo a las brasas, que milagrosamente no se quemó, ya que nunca había cocinado en toda su vida y menos al aire libre. Fue un día propicio para disfrutar de su hijo. El juez en la sentencia de divorcio, había estipulado las visitas correspondientes. El pequeño abrió los paquetes con sus regalos. Luego almorzaron, jugaron a la pelota, rieron, disfrutaron y sacó fotos de aquellos momentos, como recuerdos de aquel mediodía de la Navidad tan especial. El día era caluroso y soleado, ideal. Los árboles del parque ofrecían la frescura de sus sombras. Pero inevitablemente la tarde poco a poco terminaba. Sintió que la jornada había transcurrido muy rápido. La felicidad siempre es efímera, pensó, y pronto debería despedirse de su hijo hasta la próxima visita. Regresaron a la ciudad ya cayendo la tarde. Se despidió de su hijo y con un poco de melancolía, regresó a la casona de la calle once donde vivía con su madre. Llegó así la noche de Navidad y los encontró a los dos solos en la cocina de la gran casa silenciosa, compartiendo unos sándwiches de miga para la ocasión. En la galería se iluminaba intermitentemente el arbolito con luces de colores, como una señal que le anunciaba la Navidad. No fue una noche bullanguera, tumultuosa; la gran familia con el paso de los tiempos había disminuido. Tal vez no era necesario que haya sido así. Aun creía escuchar las risas de su hijo en el parque, y eso era todo lo que quería recordar. Así fue aquella Navidad de hace treinta y ocho años. Una Navidad especial.

Jorge Omar Alonso
La Plata