Revista Viajero Nro. 27 - Agosto 2008




Las hojas


Las hojas caían
en forma de lluvia,
el sol las miraba
desde su altar.
Los niños corrían
hacia su encuentro,
felices de verlas volar

Las hojas seguían volando,
siempre hacia otro lugar.
La gente asombrada pregunta…
¿A dónde irán?

Ellas no tienen voz,
pero sí un suspirar,
responden con una guiñada
y se van velozmente hacia otro lugar.

Lugar ajeno sin previa tregua,
lugar muy lejos quizás irán.
Yo no se cuando, pero presiento,
que algún día volverán.

Jessy












El Jinete sin cabeza


Había una vez un hombre llamado Tom Soller… Era maestro de todo... de música. El daba clases en el pueblo de Aberdin. 
Un día había un baile… lo invitaron… ¡él no tenía pareja!... 
Estaba decidido a bailar con la chica mas hermosa del pueblo… que ya tenía pareja: Javier. Este lo retó a que cruzara el bosque… le presto su caballo… Tom fue; entró al bosque. Cuando iba a cruzar escuchó un ruido de caballo… pero no era el suyo. Fue más adentro del bosque, y sí… se lo encontró… El Jinete sin cabeza… 
Tom trató de escapar pero no pudo… Desde ese día nadie lo volvió a ver… 
solo a la entrada del bosque… se ve la gorra…

Jerónimo Sanchez
8 años












Xanadú

Camino por el desierto sufriendo el tormento del clima y la sed, empujado por las imágenes divinas que abundan en mi mente, arrastrado por las ganas de alcanzar un oasis y salir de la constante frustración del llegar a la cima de una duna, solo para encontrar que al bajar cual círculo interminable, se encuentra ante mi otra similar.
  El día se vuelve noche y el calor extenuante, frío que congela hasta los pensamientos. Camino lentamente sin olvidar que es mejor la crueldad del desierto que la del suburbio; cierro los ojos unos segundos y el calor vuelve a presentarse. Es de día otra vez; ya perdí toda noción del tiempo, ya no sé si un segundo dure lo que un día o viceversa.
   Venís a mi mente, visión milagrosa. Puedo verte pero no alcanzarte; tu imagen amable y sacrosanta se presenta ante mí como una triste metáfora de un oasis siempre lejano; tal vez el oasis no exista más que en mi imaginación, o tal vez sea yo producto de la suya; quizás ella crea que hay cosas que le son desconocidas, es posible que yo me encuentre entre ellas. Es probable que yo solo viva en lo desconocido de su mente, pero intento salir de ella antes de morir.
   Una tormenta de arena me lleva a cerrar los ojos. El viento es fuerte y el deseo de morir está más presente que nunca en mi; cuando entre lo inalcanzable de la vida parece estar la propia muerte, la existencia es un castigo cruel, una súplica constante de compasión a una naturaleza despiadada.
   La tormenta pasó y sigo rumbo a ninguna parte.
   Creo en la inutilidad de toda acción. Siento que mi vida es como la idea taoísta del barco al que uno cree dirigir, cuando en realidad el océano puede a uno destruirlo cuando quiera, por lo que me pregunto: ¿Qué me hace seguir? La respuesta es: el instinto el instinto de conservación me hace seguir adelante y crea en mi, alucinaciones incontrolables en las que veo lo que necesito; sin embargo sé que todo espejismo es inalcanzable. No importa cuanto trate de acercarme, siempre está lejos de mí.
   La lluvia se presenta y me hace sobrevivir, pero en vez de salvarme hace que mi sufrimiento sea más largo.
   Si todo tiene un lado opuesto, para que uno sea feliz, otro tiene que sufrir, por lo que creo que este largo camino de miseria, permite que otro atraviese una senda de riquezas y amores.
   Camino un poco más y me desvanezco. Abro los ojos y trato de levantarme, veo a lo lejos a Xanadú. Vuelvo a desvanecerme y al abrir de nuevo los ojos estoy de vuelta en el desierto. Los vuelvo a cerrar esperando soñar otra vez con ese lugar.
   Sé que Xanadú es solo un sueño, pero tal vez al morir en ese estado de conciencia, el mismo pase a ser real. Abro los ojos y estoy en la ciudad mitológica.
   Camino por una estrecha calle rodeada de casas de agradable aspecto. Hay un silencio reinante solo interrumpido por el rumor del viento chocando contra la vegetación circundante; veo a mujeres cuyas miradas no son de odio pasar a mi lado. Sigo caminando hasta llegar a una fuente de agua cristalina; una mujer joven está sentada sobre una piedra, le digo:
   -Hola.
   -Hola.-me responde sonriendo.
   -¿Cómo te llamás?
   -Xana.-me contesta.
   La miro bien y noto que es hermosa. Trato de distinguir el color de su piel y pelo, pero no lo consigo; al parecer el color pierde sentido en este lugar. La sigo mirando sin decirle nada y ella me pregunta:
   -¿Por qué me miras así?
   -Estoy admirándote.-le respondo.
   Ella me da un beso y me abraza. Estoy sentado junto a ella y acaricio su rostro mientras le digo:
   -vos no me odiás.
   -¿Por qué habría de odiarte?
   -Las mujeres me odian.
   -Yo no te odio.-me dijo con verdadera preocupación en su expresión.
   -Pero eso es porque no existís.
   Me miró en silencio varios segundos antes de preguntarme:
   -¿Por qué dices que no existo?
   No contesté por varios segundos.
   Leí sobre vos. Sos una ninfa, una diosa mitológica de las aguas; existís solo en la imaginación, cuando despierte no te voy a ver más... decime que me equivoco.
   Ella no contestó inmediatamente.
   -Este estado de conciencia es tan real como cualquier otro... yo existo, y estoy contigo ahora.
   Ella me besa y siento que me desvanezco. Un poco por el efecto emocionante de su proximidad, pero sobretodo porque se me acaba el tiempo en este lugar; alcanzo a decir:
   - Chau, Xana.
   Ella me saluda con la mano y yo me despierto de nuevo sobre las arenas.
   Me levanto con la dificultad propia de a quien una travesía semejante ha castigado, pero con la imagen agradable de aquella diosa en la mente que me hace querer seguir adelante intentando alcanzar un sueño similar.
   Yo no te olvido, Xana. Se que estás en alguna parte esperando a otro viajero sufriente para reanimarlo con tus virtudes, ya que esa es tu naturaleza.
   Sigo adelante pensando en que cuanto más sufra, más posibilidades voy a tener de volver a verla; Ahora no acepto el dolor con resignación, lo ansío profundamente, deseo que el mismo invada todo espacio de mi alma.
   Las dunas son cada vez más altas. Camino lentamente y a cada paso me siento morir; una modesta provisión de agua me da energía para continuar. Al igual que la lluvia que una vez me hizo seguir, esta agua hace a mi sufrimiento más largo, pero el dolor se hace más soportable esta vez sabiendo que tras mucho sufrir, voy a estar con aquella a la que encontré sin buscar.
   Caigo al suelo y las imágenes de Xanadú se amontonan en mi mente: en las calles puede verse la coexistencia de lo salvaje con lo civilizado. Árboles por todas partes cubriendo con sus ramas la parte superior de todas las casas. El agua está presente en cada esquina con su infaltable fuente. Hay pasajes subterráneos que llevan a también subterráneos pueblos; no hay una gran riqueza individual por parte de las personas, pero si hay una opulencia colectiva, ya que hay todo tipo de establecimientos comúnmente pagos en el estado de conciencia ordinario, accesibles gratuitamente a todos. No hay autoridades ni leyes morales. No hay tampoco formas de vida microscópicas imposibles de no destruir; el castigo por causar dolor innecesariamente, es la vuelta a la llamada realidad.
   Este es el sueño de los miserables, el lugar al que se llega tras haber perdido toda esperanza y gana de vivir, el lugar situado más allá de todo sufrir.
   Desde el suelo y en un estado de semi inconsciencia escucho a mi deidad decir:

   -¡Te estás acercando!

Continuará...

Martín X












Guerrero de luz...


Guerrero de luz...
Como el vuelo de un pájaro creaste,
te convertiste en un mago,
hechicero de tus manos,
en un tiempo de sombra...
En una imagen, te asomas 
y me cuentas en tu resonar,
anunciándote a mi paso...
Como un ángel en tus melodías nacen,
emblemas de amor.
En una comunión 
me conviertes en lo que soy.
Pacificando y endulzando el amor,
ese amor celestino de mis letras,
que solo fluyen,
cuando suavizas e iluminas todas mis tristezas...
En un arcano de mi vida,
melodioso llegaste para despojar
y devolverme las ansias de vivir.
Interprete de mi corazón,
a Dios, doy gracias,
gracias ,porque existes!!!

Angelross
Alba Rosa Retondo












Reflexiones para locos


¿De que hablar?
Del muro de labios que me espera.
De la condena suelta en mi taller de esquizofrenias.  
De la dictadura del güisqui. 
De la abstinencia escondida en el armario.
Del suicidio impreso en la garganta de un maniquí.
Del cuerpo inquieto en su sexualidad. 
De la lepra poética que me integró.
De los mingitorios absueltos.
Del aliento de los estrangulados.