Revista Viajero Nro. 37 - Septiembre 2009





Reflexiones


Muchas veces me interrogué sobre la felicidad
Qué es, cómo y a dónde se la encuentra
Pensé que la mía se alojaba en tus labios,
En tu nombre, en tus presagios

Imaginé que sólo habitaba en la bella morada del amor
Hasta que esa policromática flor se marchitó
De tanto perfumar a hombres sin compasión,
De tanto amar sin retroalimentación

Desconozco si alcanzaré esa sortija algún día
En la loca calesita de la vida
Si verdaderamente tiene un nombre o un cuerpo,
Un espacio o una acción decidida

Si la descubriré en las pequeñas cosas
O entre las grandes ostentosidades,
Pero sí reconozco que no se esconde
Detrás de las necesidades.

Todavía no puedo definirla,
No se cómo llamarla o cómo describirla,
Quizás la encuentre sin buscarla
 O la perciba sin pensarla,
Habrá que darle tiempo al tiempo
Para saber lo que las estrellas me deparan 


Emilia Vega Hünicken
emivegahunicken@hotmail.com
















Misteriosa vida que me enseña en cada paso,
que en tiempos de siembra
llena de semillas mis brazos
y retrasa la luna.
Hablas en cada imagen,
en cada instante.
Me cuentas las brechas de los caminos,
los incontables destinos.
Maestra es la vida
y aprendo sus grises,
sus laberintos y horizontes de luz.
Sus planes me asombran e intimidan,
me calman y agitan.
Testigos somos de su inmensa intensidad.
Discípulos de la vida,
como las hojas de los vientos.


Noelia S. Bozzo
noeliabozzo@hotmail.com














Ensayo sobre la soltería


Si hubiese tenido que hablar del tema por lo menos 1 año atrás, no coincidiría ni en la mitad de los conceptos. Y digo mitad por ser generosa y menos contradictoria.
Hoy por hoy, la soltería me resulta un beneficio indescriptible. Un privilegio casi supremo. Y no por huraña, aunque algo de eso tengo; no por falta de ganas de compatibilizar con el otro ( lo cuál tampoco se aleja tanto de la realidad), sino porque he aprendido a tener un plan B, hay cosas con las que no puedo lidiar, no me salen, no sirvo; simplemente elijo mal. Siempre termino encontrándome con príncipes azules que se destiñen y me manchan, y para ser sincera ya no da. O por lo menos ya no me da a mí. Mi plan B ante la incapacidad de congeniar con alguien, es la soltería.
Elijo cada día mejor mi soledad.
Bah llamarlo soledad sería peyorativo. No estoy sola, estoy conmigo, con todo mi mundo interior y con todo lo que tomo del exterior.
Ayer casualmente mi peluquero, al conversar de este tema, me preguntó: “qué vas a hacer cuando tengas 50 años?” y respondí: “ lo mismo que ahora, leer mis libros, compartir tiempo con mi familia, hija, amigas, amigos, algunos con derecho a roce otros no.”
Lo que rotundamente no quiero es llegar a los 50 años y decir “ qué hago acá? Por qué me aguanté a este pelotudo tanto tiempo?”
Eso si que no, no y no. Aprendí a fuerza de prueba y error que hay personas que te consumen la energía, te apagan, te desgastan, te maltratan incluso cuando dicen “te amo”.
Qué voy a hacer si por miedo a estar sola a los 50 años, tengo una garrapata al lado? Me voy a querer matar.
Prefiero cien veces estar conmigo, que no es lo mismo que estar sola, que tener que negociar con el absurdo de conformarme con alguien que no llena ni la mitad de mis expectativas y peor aún que no satisface ninguna de mis necesidades, que a decir verdad no son demasiadas.
No quiero caer en lo machista vs. feminista (y lo soy hasta la médula) creo que el amor no entiende de género, no distingue los sexos, te toca o no te toca, todo lo demás: el enamoramiento, la idealización, la proyección en el otro de lo que uno desea que sea, no es amor, sino una mera aproximación. La realidad de dos personas que se cruzaron con algún fin.
El otro siempre está ahí para enseñarnos algo de nosotros mismos, cuando logramos aprender, sigue su camino. El amor a mí entender, y no es que entienda demasiado, es otra cosa: Es un privilegio de pocos pero no me parece el fin único de mi existencia. Creo que todos somos compañeros de viaje, con algunos coincidimos hasta el final del recorrido, con otros, simplemente un par de estaciones.
Tal vez y solo tal vez, no tenga destinado un compañero para todo el recorrido y no me hace mal, no me molesta ni me incomoda.
Sinceramente prefiero eso a la eterna compañía de un freak, de alguien que se diga príncipe o compañero ideal y no haga otra cosa mas que complicarme los sesos, el viaje y hasta la vida.
No quiero tener ganas de saltar por la ventanilla o pedirle a dios con énfasis que lo haga caer o simplemente desaparecer.
Quiero ser feliz, sola o acompañada. Y se fehacientemente que cualquiera sea la circunstancia, ninguna va a impedir el fin último. El principal. El más importante. El ser feliz.
Y claro está que el amor es parte de la felicidad, pero hay tantas clases de amores.
De tantas formas y colores que si uno no los toma de la manera en que se presentan, está perdiendo el objetivo; está haciendo foco en otro horizonte.
A mí, la soltería me sienta bien.

María Eugenia Nebbia 













Llorando la lluvia


Un gato negro maúlla,cuando esta consumiéndose de fiebre.
Un perro extraviado aúlla,cuando esta solo en la noche,
Una mujer enloquece,cuando piensa en lo que recibirá.
Pero,un hombre comienza a llorar,cuando esta enfermo y cansado de vivir.
Sigo soñando el mañana,y siento que desperdicio mi tiempo encendiendo velas donde sopla el viento.
Siempre hice lo que pude por un futuro mejor,pero un corazón dolorido da color a un tapiz solitario.
El sol esta brillando,pero esta lloviendo en mi corazón.
nadie comprende la angustia,nadie siente el dolor,
porque nadie jamas ve las lagrimas,cuando estas llorando en la lluvia.
Nunca podre negar las cosas hermosas que he probado,y aunque me han maltratado,sigo pensando por mas.
Se hacia donde voy,no espero que me perdonen,no puedo separar los buenos tiempos de los malos.
El sol esta brillando pero esta lloviendo en mi corazón.
Nadie comprende la angustia,nadie siente el dolor,
 porque nadie jamas ve las lagrimas,cuando estas llorando en la lluvia.

                                                                                Nunca te olvidé.
 Anónimo














Leco


 Un leco invadió hasta lo más profundo de sus tímpanos, obligándolo a permanecer inmóvil con la respiración acelerada. Aún cuando el sonido se enredó entre unas ráfagas de viento que azotaban el ventanal, diluyéndose, tampoco acertó a moverse. La transpiración es densa y helada, los pensamientos disparan hacia zonas inhóspitas queriendo escapar al hermetismo opresor.  Lo único claro es que debe deshacerse de él. Mueve los pies para comprobar que siguen allí, se incorpora y prende la luz. Estira la mano con gesto mecánico y alcanza un manojo de hojas amarillentas y un lápiz que habían quedado olvidados en el segundo cajón de su escritorio.
 Deja caer la cabeza sobre la almohada, vuelve a escucharlo. Otra vez presa del sonido incomprensible, del alarido que penetra en su sien como un hierro hirviendo, intenta correr pero sus pasos se ven jaqueados por el espesor de una noche donde el aire supo adquirir una densidad inimaginable. Aniquilarlo es la opción única, inequívoca. Con la firmeza incorruptible presente sólo al segregar cantidades exageradas de cortisol, toma el lápiz y empieza a escribir, inseguro del éxito que pueda lograr esa jugada iniciada casi por azar. Redacta segundo a segundo los horrorosos hechos de aquella oscura tarde, poniendo énfasis en los detalles, revisando una y otra vez cada escena en su memoria para que nada quedase incompleto. Escribió por horas, días, semanas; quién sabe, el tiempo parecía haberse evaporado entre trazo y trazo.
Lo distrae el rumor de las hojas, siente al viento arremeter con fuerza contra las copas de los árboles, de repente el panorama se transforma en quietud sepulcral y muda. Ya no teme, sabe el procedimiento: hojas y lápiz en mano, se lanza a plasmar aquello que creía terminado. Con una caligrafía apretada y fina, escribe lo que la conciencia le impone, sin respetar el orden cronológico de los hechos ni vacilando ante oraciones que se unen sin lograr tener cohesión.
 Ella. Ella estaba ahí, pero estaba ajena. Es decir, casi no estaba, porque nunca estuvo. Yo intentaba alcanzarla, rozar su piel con la yema de mis dedos, retenerla aunque no sea por más de unos minutos. Sacudirla y empujarla de la quimera, que pueda verlo todo. Pero sólo era egoísmo y orgullo, deseaba verlo yo, entender el por qué de sus pausas eternas, cómo se fue forjando ese muro de cemento que la reviste. Ella se dejaba hacer sin oponerse, y era su indiferencia traducida a docilidad aquello que tanto me irritaba. Muñequita delicada, azotarte es mi manera de traerte aquí, de que sientas. Fuente libidinosa de mis mayores alegrías y desgracias, de este mismo manantial no distingo si lo que brota es tu sangre o mis lágrimas.
 El sonido se pierde en la oscuridad al mismo tiempo que él cae rendido ante un profundo sueño. De ahí en más, los encuentros con el leco fueron cada vez más frecuentes y voraces, mantuvo su rutina de manera sistemática como quien se persigna ante una iglesia más por hábito que por convicción. Los papeles comenzaron a invadir la habitación que ya no solía abandonar, hojas desparramadas bloqueaban puertas y ventanas, la luz del sol era un recuerdo difuso.  
Una tormenta que persistió días enteros dio batalla al cielo atravesándolo de norte a sur hasta partirlo en pedazos. El viento impulsa una rama que impacta contra el ventanal.  El agua entra indiscreta, se adueña de cada centímetro, el papel mojado cede dando lugar a una pasta vegetal pegajosa que lo invade todo: primero, la sala de estar, luego la cocina, los baños, los tres dormitorios que nunca habían sido habitados y finalmente el suyo. Con los pies hace a un lado los zapatos ya que jamás sube a la cama calzado. No intenta huir.
Ella regresó el jueves siguiente, como siempre. Para ese entonces la pasta de papel se había condensado dando lugar a una masa relativamente firme y pegajosa que lo abarcaba todo. Él seguía recostado con los ojos en blanco, las manos cubriendo sus oídos, y una expresión lasciva en su rostro, un esbozo de sonrisa.

Agustina














Es mío tu Amor?


Siento alegría en el alma y dulzura en mi corazón.
Siento tantas cosas que a veces pierdo la razón.
Cuando me duermo,
pienso en la dulzura de tu mirada.
Me despierto contento, pero a mi lado
no hay nada, solo tengo la ilusión
de que esté la mujer Amada.
No puedo frenar el tiempo
como tampoco a este Amor,
no deseo que seas mía,
pero sí compartir mi vida con vos.
La noche me iluminó con su extraña belleza,
como iluminado me siento yo
cuando estoy con mi princesa.
No deseo que seas mía
pero sí que sea mío tu corazón.
El cuerpo no tiene dueño
pero si tiene dueño el Amor.
Héctor Carpio















Senectud


Cierto día de noviembre, me encontraba sentado en la silla del comedor y leí a Stefan Swing, la misma monotonía de todos los sábados por la tarde, la calle era vacía, pero  esa monotonía se interrumpió con unos estruendos y sollozos  y mi lectura fue perturbada. 
Acudí a la ventana  que daba hacia el exterior de la casa y lo miré ahí sentado  bajo el gran Ikus, era un viejo  como de unas 8 décadas de vida, su cara engañosa porque no aparentaba su edad, rostro joven pero abatido por las glorias y los pesares que da la vida, su pelo blanco como la nieve contrastaba con su morena  piel, en  fin que la vida no pasa en vano.

El viejo arrastraba el carrito destartalado del mandado, dentro  había pocos objetos, entre ellos apio y unas cuantas frutas y verduras, poco puede comer un viejo y más cuando sus recursos no son lo bastante suficiente para  comprar carne y demás lujos comestibles. Lloraba y lloraba cual niño le han quitado su juguete su mirada entre cortada y sus labios susurraban el nombre de alguna musa o mujer del pasado, su amor perdido de la vida, porque llorar de tal manera solo se hace ante una pérdida de tal magnitud, pero así es la vida ese es el juego, jamás será la felicidad para siempre.

Aquellas piernas ya no podían soportar la fatiga de juventud que caminaba kilómetros y kilómetros sin  un destino fijo, esos débiles brazos ayer soportaron al mundo entero, y tus ojos ayer miraban la lejanía de los cerros hoy se quieren cerrar para siempre, ese corazón está abatido por tanto golpe ya no quiere seguir sonando, hoy desdichado te encuentras no por el cansancio si no por los ayeres idos y el amor perdido, solo debes  recordar y sentir, porque el juego es así.

Pepe Cabrera Martinez
Guadalajara Jalisco, Mexico