Revista Viajero N° 59 - Octubre 2011

 


El que busca no siempre encuentra
(Silencios de un ruidoso corazón)
















Que nunca


la voz
que diga palabras cargadas de mensajes

la letra 
que escriba frases de esperanza

el pensamiento 
que arrulle utopías

el grito 
que reclame paz sin cesar

el poeta 
que nunca calle su canto

©Elisabet Cincotta 
de De pie/2009















Misterio
Tristeza
Dolor…,
Desierto
Sed
Pesar…,
Desilusión
Consuelo
Perdón…,
Fe
Esperanza
Caridad…,
Encuentro
Despedida
Regreso…,
Alegría
Amistad
Amor…,

Pan que se ofrece
en la patena de la vida,
de esta vida… tuya, mía, nuestra…!!

Beto Cardozo
24/08/10















Madre


Ni la inmensidad
profunda y misteriosa
de los cielos
puede compararse
con tu ser
madre querida
eres luz que ilumina
los caminos
y bálsamo 
en las horas de mi vida.
Te doy las gracias
infinitas, porque
tu vientre cobijó
mis nueve meses.
Te amo madre querida
y aunque no estás 
en este mundo 
estás conmigo
siempre madre mía

Tita















Luna oscura
navegante etéreo
un sol clandestino
ruido incierto, como de viñedo
     gotas una a una…
Más que decir?  Destello!!!
Construcción de un árbol horizontal
estrellas en un desierto como negándose,  a solo un universo
Será un cansancio anticipado?
     o el naufragio?  No lo se.
Colores sin nombre, burbujas danzantes
      Explosión...!!!
Ranas coristas, como público el universo.

Fernando Biza















Oídos


Sensibles. Bastante. Así eran sus oídos. El médico clínico lo había derivado a un otorrinolaringólogo, ya que la suya era una enfermedad específica y sumamente extraña.
El experto, un hombre mayor de aspecto circunspecto, alzó una ceja extrañado al terminar de examinarlo.
-Sinceramente, González- comenzó, mientras volvía a sentarse con parsimonia detrás de su escritorio-no recuerdo haber visto algo igual.
 Apoyó los codos sobre la mesa y se rascó la barbilla pensativamente.
-A ver, cuénteme como empezó todo-y tomó una birome y papel. 
-Bueno, al principio fue un dolor agudo en ambos oídos. Supuse que era algo pasajero, y me tomé un analgésico para calmarlo hasta que sanara. Pero el medicamento fue como agua para mí. El dolor continuaba igual o peor aún. Días después, inesperadamente, tuve un período de alivio. Como me sentía perfectamente, me olvide de mi dolencia.-El médico lo observaba con atención, y cada tanto anotaba algo.-Pasaron semanas, casi un mes sin problema alguno. Luego, mis oídos empezaron a molestar nuevamente, con la diferencia de que está vez se sumaba otro detalle: ¡mis orejas comenzaron a tomar este tono morado oscuro y a doblarse sobre sí mismas, como usted puede ver ahora! No puedo explicarle mi incredulidad y la de mi familia cuando comenzamos a notar como esta… ¿mancha? empezaba a salir del conducto auditivo, tomando el resto del pabellón…
-Perdón-interrumpió el doctor, y lo frenó con un gesto de su mano, mientras se subía los anteojos con un dedo-¿Sufrió algún golpe en esa zona? ¿Una herida? ¿O tomó contacto con alguna sustancia que podría haberle resultado nociva?  
-Mmm-entrecerró sus ojos e hizo memoria-no, nada importante que yo recuerde.
-Mjm-musitó el hombre, y recostó el mentón sobre el dorso de su mano-¿Y después?
-Y después decidí consultar. El dolor me estaba agotando, y el aspecto de mis orejas me asustaba. 
-No es para menos. Mire, no creí poder volver a sorprenderme en una consulta, llevo largos años en esta profesión… ¡Pero esto! esto es sin duda un caso muy singular.
El señor González sonrió. ¿Singular?-pensó-¡mis orejas parecen a punto de desprenderse de mi cabeza! 
-Hágase estos estudios-prosiguió el médico, pasándole un montoncito de recetas-tome esto mientras tanto, y vuelva cuanto antes.
Luego de 2 semanas, González se hallaba otra vez sentado en la sala de espera.
-González-se oyó una voz desde el consultorio. Él se levanto del mullido asiento, dejó la revista que estaba leyendo con desinterés y caminó. En el corto trayecto que lo separaba de su destino, se percató de las miradas curiosas del resto de los pacientes. Supuso que se debían a su llamativo gorrito coya con orejeras.-Mejor-se dijo tristemente-es mejor que se rían del gorro, y no que se espanten con mis orejas. Entró con paso decidido.
-Perfecto. Todo perfecto.-afirmó el médico mientras tomaba anotaciones y calculaba fechas con un calendario. Suspiró y se sacó los anteojos lentamente-Hablé con algunos colegas muy prestigiosos. Nos ha llamado poderosamente la atención la circunscripción de los síntomas. Ninguna otra parte de su organismo presenta daños, ni superficial ni internamente. Sus defensas no han aumentado, con lo cual deducimos que no hay infección. El estado general es normal, por no decir óptimo, salvo por el hecho de que sus orejas parecen marchitarse como hojas.
Angustiado, González apretó los labios y asintió con la cabeza.
-Definitivamente sorprendente-continuó-Estaríamos en la más profunda incertidumbre, si no fuera porque aún nos quedan dos posibilidades…
-¿Cuáles, doctor? 
-¿Oyó hablar de las patologías nerviosas?
-Sí, creo que alguna idea tengo.
-Bien. Entonces cabe preguntarle si ha tenido últimamente emociones muy fuertes que podrían haberle afectado, o períodos depresivos…
-Emm…llevo una vida bastante tranquila y rutinaria-se encogió de hombros- Trabajo en una fábrica de plásticos, tengo mujer, hijos…sin mayores sobresaltos. Tampoco me deprimí…
-¿Ninguna noticia, acontecimiento desagradable?
-Ahora que usted dice…hay algo…pero no sé. De verdad me sentí bastante mal. Fue una noche, justo antes de que comenzara el dolor. Había intentado olvidarlo en realidad-el hombre bajo la mirada con pesar-Oí un grito…que me heló la sangre. Era una mujer, que después pareció suplicar algo. Bajé las escaleras de mi casa lo más rápido que pude. Cuando estaba por llegar a la puerta, oí un auto que arrancaba…al salir, la calle ya estaba desierta… Jamás el silencio me había parecido tan absoluto como después de esos gritos, esa voz suplicando…No puedo poner en palabras la desesperación de esa mujer…nunca había oído algo tan inmensamente triste, doctor…-terminó, con la vista clavada en la pata del escritorio. A su interlocutor, le pareció ver una lágrima escapándose de sus ojos.
-Pasado ese hecho, me torné muy susceptible a algunas cosas…
-¿Por ejemplo?
-El llanto, por ejemplo. Me está pasando también que noto fácilmente los sentimientos de las personas cuando están hablando…La indiferencia, el desprecio, el dolor…la mentira…Es como si mis oídos se hubiesen vuelto más…perceptivos…-parecía sorprendido por su propia conclusión. El doctor afirmaba con la cabeza.
-Doctor…
-¿Si?
-¿Cuál era la otra opción?
-Alguna patología desconocida, que los estudios no hayan podido detectar…Veremos
-¿Hay riesgo de perder la audición?
-Al parecer no…usted no escucha menos, usted escucha y sufre. En realidad su aparato auditivo parece estar simplemente expresando a gritos lo que lo atormenta. Quizás esté usted más sano que muchos, González.

Camila Ayelén Cecmac















En la noche más oscura se confunden,
los trazos del sendero por el cual camino mi existencia,
colmando mis alegrías, todos sus huecos.
Y también mis lágrimas regaron a mis pasos
tantas veces. Incierto momento que un giro, provocó la 
separación de mis costumbres, ya nada depende del 
entorno, ya todo es transformación en mi,
aunque me resisto a ser apartado de sus huellas.
La química del pensamiento, es como la moneda, la 
posees, pero dueño no eres de ello, y de milagro ejerce 
tus deseos.
Asiduamente los temores producen un quiebre confuso e 
infausto, y el afecto, un atrevido placer, lo cual dichoso 
hace. Todo es posible en él, no tiene fin de curso, no 
canjea tinieblas por luz, pero da la posibilidad de 
rebatirlo, con mesura, que el cariño que nos circunda 
ingrese, y en las antípodas de la desazón, lograda sea su 
meta por siempre.

Luis Estevez















Mis maestras


Calla no te asomes
ellas son mis maestras 
que me hicieron la vida.
Calla, no interrumpas,
les estoy contestando
diciéndoles LAS AMO.

Susana Isac















Cosas lindas


Puedo hablar de cosas lindas
de la belleza de tus ojos,
de las ondas de tu pelo,
de tu silueta excepcional,
de tu elegante forma de 
desandar, de tu inteligencia,
sutileza y tu candor,
de tu altitud comprensiva
y de tu alma maternal
También puedo
mandarte a pasear

Carlos Amilcar López