Revista Viajero Nro. 17 - Junio 2007





Límites y excesos


 Me
excedo
con los
excesos.
Me
limito
a los
      límites.
Mi
     fin
es eliminar el
                    final.

Mi
fin
es
   exceder
los
límites.
Mi
   final
será
     limitar
los   
   excesos.

Vivencia y supervivencia


Principio
claro
brillante
cuasi pegajoso.

Colores
calientes
¡colores!,
             gloria.

Vida cos sus
  senderos, caminos.

Violeta
círculos tiempo.

Senderos
blancos nos llevan a lo negro.

Senderos
              negros
nos llevan a la
                       nada.           

Reloj
arena.
De la
        vida
a la
     muerte.
De la muerte 
                   ¿a?

Victoria Salsa

Una lágrima

Tarde ya muy tarde, bajo un cielo alúnido, pero rebosante de millones de estrellas que se apiñaban y dispersaban frente a un inmenso paño azabache, la silueta desdibujada de un pueblito mostraba su endeble fachada. Revelándose con los destellos provenientes de las colinas, que esa noche, parecían más cercanas que nunca.
Las casitas del poblado agonizante entre los árboles que adoptaban grotescas e intimidantes formas, se pintaban con cada fulgor. Para volver a vestir el matiz del miedo tan pronto se extinguía el brillo, el color de una noche sin luna. Cuando la muerte negra se viste de negro para acercarse sin ser vista, llegando por la espalda justo hasta donde alcanza su guadaña.
Fueron pocos los que quisieron quedarse, y apenas dormían, viviendo los inquietantes sueños de un alterado descanso.
Una solitaria luz se percibía desde lo lejos en la compacta figura del pueblo. Era la ventana imprudentemente abierta de un balcón, y en ella, dos siluetas se recortaban delante de la macilente claridad de un candil.
- ¡Te lo advertí Sansón, pero como siempre, te salís con la tuya!, y si papá nos pesca, seré yo la que tenga que soportar el sermón -
Como respuesta: solo un leve gemido, grandes orejas que trataban de aplanarse en una enorme cabeza, y dos ojos culpables mirando de soslayo a la pequeña.
- ¡Oh!, ¿lo viste?... ¡mirá!, otra vez ¡ahí! - la niña rodeó con el brazo a su amigo, y los repentinos fulgores lejanos iluminaron por momentos su asombrado y pecoso rostro - papá  dice que están cerca, y dentro de poco nosotros también vamos a tener que irnos. Hoy es un día triste, Sansón, no sé si volveremos. Lo escuche hablar con el abuelo y mamá mientras yo dormía... bueno, vos ya sabés... Es una guerra de verdad, no como cuando jugamos en el campo, ahí hay gente grande, y ellos no tienen armas de mentira, ¡qué lindo sería que nos escucharan para que les explicáramos cómo hacemos nosotros! ¿no?. ¿Sabes, Sansón?, a veces se matan por un poco de tierra. ¿Y para que lo querrán?. El abuelo dice que para amontonar los escombros y cavar sus tumbas, y papá opina que la provocó no sé qué país para venderle armas a los que pelean. Se gasta mucho dinero en una buena guerra, mil veces más de lo que debe haber gastado el padre de Manuel con la enfermedad de su hermanito... y no le alcanzó, ¿te acordás?... - preguntó la niña frunciendo el ceño, aun sabiendo que Sansón no recordaba - pero no quieren hablar conmigo. Dicen que no correspondería, ¿y vos creés que se esfuerzan por explicarme? -
Sansón comenzó a animarse meneando la cola.
- Pues no! - exclamó la pequeña, y el can volvió a su letárgico estado - ponen cara de caramelo y después tartamudean y se taran, dicen que las cosas empiezan y se van complicando hasta que después nadie sabe por qué pelean, que se transforma en una cuestión de “honor nacional”, y no sé que montón de cosas más. ¿Sabés qué pienso?, creo que no se atreven a decir lo que en realidad sienten, creo que no quieren darme la razón porque los haría ser como niños, y ya son grandes... - la niña miró sus manos y tal vez las noto infantiles - cuando yo sea grande no voy a ser como ellos... pero por las dudas, recordádmelo siempre, ¿si, Sansón? - su amigo siempre le contestaba, y se acomodó para ladrar cuando una regordeta mano trabó su hocico - ¡ay, Sunsy!, ¿cuándo vas a usar todo el aserrín que hay en tu cabezota? -
Al instante, el rostro de la niña se volvió hacia el horizonte. A lo lejos la batalla llegaba a su momento más feroz, y como una amenazante tormenta de verano, inmensas nubes de humo y polvo espejaban flamas de avérnicas cuevas.
- ¡Pobres soldaditos!. Sí, ya sé, son hombres grandes, pero creo que deberían ir sus madres y traerlos de una oreja como a nosotros. Lo que pasa es que a veces las personas hacen las cosas en el momento en que no es preciso, y después, no hacen nada. ¿Irían si pudieran? - la niña miró por un instante a su fiel compañero - no me dejes ser tan cruel, ellas deben estar muy tristes, llorando y rezando... pidiendo... ¿y Dios, Sansón?, ¿qué opinará de todo ésto?. El padre Javier dijo el domingo que su... ¿ira?... sí, que su ira debe ser infinita. Está equivocado, Él no puede estar enojado, debe estar muy triste... pobre Dios... pobres soldaditos. Pero, ¿por qué no hace algo?... el padre dice que somos sus hijos... vos también, por supuesto... - aclaró mientras acariciaba a Sansón entre las orejas, luego volvió a fruncir el ceño y continuó - ...y claro, es probable que los hombres no sean tan grandes como parecen. Quizá para ellos, pero para el bueno de Dios... -
y una lágrima rodó por la mejilla de la niña, acomodó entre sus manitos las toscas patas de Sansón y rezaron en silencio, con la mirada fija en un hermoso cielo azabache. Alúnido, pero colmado por una miríada de estrellas.
Y en lo alto, muy muy alto, una amarga sonrisa si dibujó.
Y una lágrima rodó por una mejilla.
Y quiso el azar que se dirigiera hacia la Tierra.
Y dio el destino que una estrella fugaz se precipitara en el campo de batalla.
Nadie allí tuvo tiempo de advertirla.
Pero por esa noche... el fragor cesó.

Daniel González













Hipermercado del sur

La vio borrosa en el hiper detrás de la góndola de productos de jardinería. Debo continuar se dijo, y apuró el paso poniendo la proa del changuito en dirección de los lácteos.
Se demoró con los quesos y prosiguió hacia el sector de las verduras. Ella volvió a aparecer por el sector opuesto de las frutas, le sonrió seductoramente sin dar muestra de conocerlo y se detuvo ante una exuberante montaña de cerezas, tomó una con un movimiento gracioso y la mordió apenas con ese gesto sensual que le resultó primero familiar y, luego, inconfundiblemente irresistible. El sacó sus lentes para mirar de lejos y la observó conteniendo la respiración. Es ella, se confirmó a si mismo y sintió un galope en el pecho. Ella se deslizaba con su andar gracioso y decidido entre los papeles higiénicos y las servilletas de papel rumbo a la caja de 10 unidades. No la puedo dejar ir nuevamente, se reprochó, mientras dudaba, porque había venido por una super oferta de 3 packs de pomarola, su pensamiento se atascó en una brevísima duda ¿perder la promoción del día o perder el rastro de esa mujer que hacia 20 años que no veía y de la cual había perdido toda señal? Razonó velozmente y decidió ir por ella, pero no sin pasar antes, de un pique, por la góndola de los tomates en lata, el pillo se sentía muy
hábil para aprovechar ofertas.
Cuando llegó a la caja ella terminaba de pagar y se alejaba hacia la calle.
_ Señor (le desvió la atención la cajera sonriendo) usted ha ganado con esta compra un descuento extra, ha sumado $200 con las compras del mes, espere un momento por favor que llamo a la supervisora para que lo verifique.
Él se impacientó imperceptiblemente, carraspeó como era su costumbre cuando algo lo irritaba, la veía alejarse cruzando la calle, estaba atascado en esa caja por el ahora maldito descuento del 10 % ... Cuando terminó de pagar embolsó todo y salió. No la vio, había desaparecido como hacía 20 años, cuando partió con sus padres rumbo a España en la época del proceso.
Llegó triste, desolado al departamento, pero se fue sobreponiendo...
Hay que vivir el presente, se consoló ¿quién se resiste a las promociones de fin de semana?

Andaluz













Mis pupilas de barro y sangre


Ojos ven 
o bien 
saben: 
Cómo arrancarlos 
de allí donde el vacío 
esgrime horrores 
ateridos 
frustraciones 
muertes sin sentido. 
Oscuros ellos- 
Soles negros me circundan 
Mi luz es oscura 
mis pupilas 
de barro y sangre. 
Prisión; 
Hablo de mis cinco 
puertas de percepción.


Sebastián Humberto González















El desbande se derramó en los andenes


El desbande se derramó en los andenes. Las pancartas gritaban ahogadas y un estampido instaló el silencio apenas; uno chiquito que reventó en clamor con algo de ovación y de replique. Y una mano enguantada sin dueño, como siempre, disparando una chispa y la línea directa, impecablemente recta, invisible, decidida y certera abrió el aire con un silbido de muerte. Buscaba un lugar fijo, sólo uno, ése, el único que le correspondía: su camisa de algodón, la piel; penetró en un punto entre el trapecio y el deltoides, la base de la fosa del omóplato izquierdo, justo allí. Blanda de blanduras, fácil de facilidades. Encontró el ritmo de la aurícula izquierda retumbando en la humedad de las rojiazuladas horas pasadas.
El cuerpo cimbró apenas. El dolor fue ligero, recuerdo de otros ya calmados. Un cansancio sobre los párpados, en la nuca, bajó ó a las piernas que se doblaron y minuciosamente se dejó recoger por las baldosas sucias del andén. Alrededor las corridas lentas y mudas, solo las bocas se deformaban, se movían rápido con sonidos de cavernas. Brazos y piernas rozaban la caída; no pudo evitar que los párpados se cayeran con ella adentro de la oscuridad del cerebro. Un negro de terciopelo. Y se fue desprendiendo. Se vio desde arriba. Separándose de ella. Sin sonido, sin frío, sin dolor, nada. Nada.

Chalo Agnelli
Diciembre 2002














Las palabras son parte del sol


El atardecer se esconde dentro de un mar de dudas,
yo lo salgo a buscar para no quedarme asustado,
no quiero pertenecer al mundo de los que no viven,
pues ya me he aburrido de su idiotez.

La tarde es esperanza sin serlo,
todo es contradictorio si se trata del amor
y si acaso nadie me escuchara,
seguiría siendo lo que las flores son en el invierno.

Y si puedes verte feliz
entonces hazlo y disfruta del mundo así como es,
y si no puedes hacerlo,
entonces lucha porque siempre podremos sonreír.

La vida es una vuelta por el río,
su corriente nos arrastra pero también es suave su imaginación,
su color nos disuelve pero es tan dulce verlo al sol
que si quieres a la risa reirás,
y si quieres al llanto, alguna lluvia se encargará de ti.

Un día en el tiempo puede ser una sombra en el pasado,
y el pasado a veces es lo que tenemos para soñar,
y si de repente un nuevo silencio te interrumpe,
entonces dejaras de volver y comenzarás a viajar...

Esteban
estebancordova100@hotmail.com















Cuentos para irse a dormir

El sapo


Mi papá me había dicho que no creyera en esas historias, que la realidad no era, pero yo quise besar al sapo y ser mariposa.
Me acerqué a la boca de seda y por mi mente pasó una carroza que llevaba una corona. La boca se abrió seductora y me olvidé de los cuentos las hadas.
Fui pájaro cantor y al cantar cerré los ojos y no necesité inspiración ni musas. Fui gata y con mi piel acaricié la piel resbaladiza y ronroneé hasta sentirme águila. En una fiesta de plumas sobrevolé a los desposeídos del amor y no me burlé porque era todo sentimiento y el resto no existía. No había alturas porque ahí estaba.
Cuando bajé y pisé la tierra rocosa y seca, abrí los ojos, recordé los cuentos, estaba en la boca del león.

La rana

Estaba la rana sentada cantando debajo del agua, cuando la rana salió a cantar...
La rana cubrió las hojas de ojos grandes y redondos, redondos como la "o" de ojo, la "o" de oscuridad, la "o" de olor. Interrumpió los saltos y se quedó quieta, como esperando un dato más pero el olor solo la llevaba a un tiempo lejano de margaritas y una voz que no recordaba, la voz iba y venía como a través del agua. No supo por qué pero algo le apretó la garganta, quiso sonorizar una canción pero de los ojos salieron lágrimas como burbujas. Y tuvo miedo, tuvo miedo de respirar más hondo para hacer vivo el recuerdo vago, tuvo miedo de que la noche fuera más oscura y cerró los ojos grandes y redondos, redondos como la "o" de ocaso.
... cuando la rana salió a cantar vino el hombre y la hizo callar.

Liliana Prystupiuk















                1
En el encuentro
Solo hay partidas,
Una y otra partida
Gastan las pisadas,
Hondo sentido de ser lejano
Más etéreo que el alma
Pues no la llevo puesta.

                2
La sangre arremolina amor e ira,
Quién pudiera calmarla
Quién pudiera acurrucarte
En mi paz generosa y mendiga,
Quién pudiera elevarte
Hasta mi cielo ganado.
Altiva la conciencia
De un amor genuino,
Adormece los males
Que inquietan mi osadía

                3
Déjame morir en lágrimas
Como perlas,
En torrentes deslizarme
Hasta tu boca,
Como miel guardarme
En tu saliva presurosa.
Amor de los latidos
Vuela hasta mi huerta
A cosechar mi hastío.

Lirey

Retrato

Cecilia llora
junto a la resplandeciente ventana del desván

las cavidades de su rostro
tanto como las cavidades de su alma
me obsesionan

afuera
el cielo
rosas amarillentas y espejos y huesos blancos
derramándose
sobre el escarpado horizonte de la ciudad

Cecilia no me mira
quizás le baste con recordarme
y odiarme

sus párpados se desmoronan lentamente
sobre las abultadas columnas de agua
deshaciéndolas 

Cecilia
esta tarde con aroma a tilo
se ha puesto para mí la máscara del llanto

la luz que convoca la ventana
aclara su sien
y las ondas de sus cabellos

siempre me pregunté cómo lloraría
no solloza como lo había imaginado
no solloza como yo
cuando lloro

tarde de angustia
                           silencio
                                        belleza

Gastón
gandhi88@hotmail.com














Criaturas Nocturnas

Rodeado de calaveras en la noche de halloween, pisando máscaras ajenas voy abriéndome paso entre la multitud fervorosa que se agita al compás de una música hostil. Todos parecen sonreír, como si un payaso estuviera jugando con sus mentes. Indecentes pensamientos me surcan, tuerzo los ojos al ver dulces doncellas aparearse con reptiles de lenguas bífidas. Pero es noche de brujas, todo está permitido, la pócima surte su efecto en mí, me dejo llevar por el espasmo de los movimientos, adornando el momento, formando parte de un ritual pagano.
Algo rompe el encanto, dejándome al descubierto, mostrándome inseguro e insensato. Trato de volcarme al dialecto, siendo cortés, ubicado, pero torpes palabras pronuncian mis labios. Decido callar, dirigirme a algún jugador que entienda mis contradicciones y vuelvo a hablar, ahora con firmeza como un sabio en alta mar. Subo al bote y comienzo a remar. Lástima que resultó ser un pantano, que ya estaba seco.
Hoy luzco un buen disfraz apropiado para la situación, voy pálido, gélido, ojeroso. Con todo el look de un muerto recién resucitado, chocando mi cuerpo moribundo contra todos ellos que me sonríen, complacidos al verme. Seguramente se preguntaran si lucen infernalmente bien como yo, pero nunca les diré que sus caras aparentan haber salido de algún circo de feria berreta.
Llego a destino, amistades perdidas se encuentran nuevamente, palabras repetidas en alguna otra reunión se enuncian, provocando cada vez menos gracia. Igual nos miramos, compartimos el pasado que nos une nuevamente y para siempre. El grupo es cada vez más florido, nuevas máscaras se acercan tratando de hacerse amigas. Algunos se quitan el absurdo disfraz, lo dejan caer, viendo realmente seres humanos llenos de tristezas, deseos, esperanzas, alegrías.
Alguien me parece interesante, le presto realmente toda mi atención, me alejo del grupo para fusionarme a éste otro ser, comprenderlo, aunque sabiendo no poder hacerlo, el intento es legítimo y bien intencionado. Concluida la conexión verbal, me dirijo al lenguaje del cuerpo, donde estelas de placer estallan, salen chispas de nuestras lenguas como espadas recién afiladas, penetrando en lo más profundo del ser.

Algo se corta. Un cambio en la música, un cambio en el clima, algo esta pasando.
Cuando miro, veo que ya no está, pero eso no me preocupa, hay infinidad de realidades alrededor mío. Todas tienen algo para admirar, aunque a simple vista no lo parezca. Me quedo solo por un momento, sintiendo el calor que se concentra, húmedo, impuro, viciado. Sofocado salgo a la calle, algunos se me habían anticipado. Todo el mundo esta poblado de cuerpos en constante movimiento, parlantes, cabezas. Retazos de conversaciones se entremezclan con el rugir de los automotores que circulan. Un vehículo frena, sale una mano que hace una seña, inmediatamente me dirijo allí. Abro la puerta y me introduzco. Éramos cinco personas allí adentro, todas en silencio, mirando por las ventanas la realidad que pasaba a toda velocidad, el stereo retumbaba como el latir de todos nuestros corazones juntos, veloces y graves...pum...pum...pum.
La entrada al templo nocturno era inmensa, entregamos el vehículo a toda prisa, dirigiéndonos al infame santuario. En la puerta dos primates nos inspeccionaban con mirada de desconfianza. Hay que ignorarlos me dijo uno que estaba a mi lado, por supuesto yo no tenia otra idea en mente, para ver gorilas solo hace falta ir al zoológico, pensé. Aquí el asunto era otro, aunque no sabíamos bien cual.
Adentro los zombis se movían lentamente, sin dirección alguna. El espectáculo era absorbente, las mujeres parecían derretirse empapadas en sudor, como un helado de crema en verano a pleno sol, en cambio, yo me sentía fresco, liviano como una pluma, flotando a través de éstas dulzuras. Los hombres parecían tiesos mirando a esas chicas, mas con ganas de matarlas que de amarlas.
Me postré en la barra, pedí cualquier cosa para sostener en mi mano y sorber de cuando en cuando. Un cigarrillo da comienzo a una conversación, el juego está en la mesa, las piezas, son dos personas que se dedican pequeñas sonrisas, invitándose mutuamente. Juntos, de espaldas al delirio, mirándonos a los ojos, sin cruzar palabra alguna, porque la música lo decía todo, hasta la mañana donde la fiesta termino y el encanto se rompió.

Leandro O. Szilvay













Sin permiso

"Para un amor que cambio mi vida..."

Lentamente vas guardando secretos en mi corazón,
sin pedir permiso vas entrando sutilmente en mis sueños.
Te robas los suspiros que mis latidos desatan
y sin saberlo perfilas mis sonrisas cada mañana.

Relato dichas por el regalo jamás soñado,
y doy gracias de haber esperado tanto en la soledad,
porque hoy tengo tu risa baña mis horas de felicidad
y varias copas de la ternura de tus manos.

No comprendo el tiempo, la carrera de los días.
No termino de conocer las carcajadas de un sentimiento que llega a la vida.
Desconocía tantas maravillas que hoy me regala tu mirada
que a mis miedos ya les cuesta vivir cuando tus ojos me atrapan.

Me brotan sentires sin nombre y sin números.
Mis silencios piensan buscando una explicación.
Todos mis gritos se quedan mudos…
Y el corazón habla… sin palabras… sin respuestas…

Voy aceptando mi realidad mas real, mas mía…
y pisando con mas eco para escuchar mi presencia en tus días.
He dejado de preguntar al cielo por tu nombre,
Hoy solo endulzo mis oídos con tu voz.

Valientemente vas conquistando colonias rendidas,
algunas abandonadas a la nostalgia y al desamor…,
y vas rescatando confianzas desterradas,
que temerosamente regresan a cantarle al amor.

Liliana Araya













Noche sin luna

Luego de tres días sin dormir, pues el sonido tétrico de la muerte congelaba mis huesos, decidí ir donde había comenzado todo. El cuarto contiguo, lleno de charcos de lluvia roja, parecía una sucursal del mismísimo infierno. Los pasos del demonio jugaban conmigo, llevándome a lugares oscuros y llenos de luz. Ella se encontraba desnuda sin ningún gesto de dolor u odio, atónita, con los ojos ciegos y mirando al vacío. Se incorporo y con voz grabe me ordenó que abriera el armario.
Nunca, desde aquel día, creí encontrar algo parecido. Sin embargo, cuando cayo esa cosa del armario, comprendí que jamás volvería a ver el sol.

El perdón

El hombre se acomodó en su mullido sillón, encendió un cigarrillo y leyó la carta que había recibido el día anterior sin darle importancia.
“Te pido perdón por tenerte que matar. No quiero hacerlo, por eso te aviso un día antes para que te prevengas”
El hombre nervioso, se apresuró para salir de su casa. Abrió la puerta y se desplomó en el suelo.

Jonatan













Tu regalo

Cómo podré olvidarte
si me diste todo al encontrarte,
si descubrí esos regalos empaquetados
que estaban sin dueño hasta que llegaste.
Cómo podré olvidarte.

Colocaste la primera mirada hacia el mar,
un caballo de Troya contra la amargura,
el olor a primavera de los niños
y un barco a punto de encallar.

Derramaste la sinceridad del hombre cuando nace,
la tinta indeleble de buenos momentos,
el color rojizo de mejillas sonrientes
y un par de algas que se hamacan sin parar.

Abriste la llave de gas de esta habitación,
el altillo de algunos sentimientos,
los regalos que se compra uno mismo
y la canilla que desbordó este río.

Cómo podré olvidarte
si me abriste para darte.
Los envoltorios se encuentran rotos
y mis regalos ya son tuyos.
Cómo querer olvidarte.

Ariel Gattelli
Inspirado en Cecilia Calzada















El oro de la tarde

                                                                                           A Cristian Navarro

El oro de la tarde
cifrado en aires de fuego
lejano, reluciente, infinito,
denota la transparencia
en tus ojos reflejada.

   Delirios de hielo y fuego
vuelan sobre mi alma
como hojas de un otoño
olvidado, desecho.

   Cuando tu ausencia
apaga el brillo de tus ojos,
mi ser colmado de tristeza
se delira en las reminiscencias
de tu perfume impregnado a mi cuerpo.

   La presencia circular del tiempo
reitera cada instante,
y destaca lo elemental de cada jornada:
            lumbre de tu existencia
derramada sobre mi alma.

Roxana Contreras