Revista Viajero Nro. 19 - Agosto 2007




Última función


Fue cuando las campanas
prescindieron del escenario
para escoger su pulso celestial,
cuando ya no recibieron
el níveo impulso
que las ataba al mismo
golpe de luz, de inquieta luz.
Comenzó la última función
y la brisa congeló
las espadas del universo,
la silueta del ocaso vertió
su blancura sobre
el telón ensangrentado
y, apartando de sí
las impurezas del laberinto,
advirtió su galope terminal.

Juan Garibaldi

 








 

Las ideas


Allá voy
viajando por mi cuarto y por el mundo
la calle cada vez más lejana
pero más adentro.

Los ojos del barrio se apoderaron de mi,
los ojos de la gente son mi alma
y sus lágrimas inundan
todo el piso de mi casa,
de mi pequeña casa.

luchar es una palabra sagrada,
pero el respeto es un árbol herido
el respeto por uno mismo.

detrás del bosque de lamentos
también se asoman ciudades, corazones
aquí dentro de mis sueños

una tormenta que ya pasó hace años
despeja recién a sus nubes...

y allí afuera los viajantes miran y miran
como sus risas ya no ríen
por eso anuncio una batalla contra la infelicidad
la misma que pretenden todos,
los niños, los grandes, los abuelos,
anuncio y no queda en el viento lo que amo

detrás de todo esto se asoma una idea
y las ideas son la esperanza más refrescante...

mañana volveremos a hablar,
y mis ojos y tus ojos
se mirarán con sinceridad...

Esteban











La tejedora multicolor


La casa era vieja, vieja como la abuela de mi amigo Pablo, y creo que más vieja. Era alta, tan alta como el tío Luis, y tal vez un poco más, porque cuando el tío Luis se paraba, le faltaba mucho para llegar al techo.
Esa era la casa de Soledad, fría, húmeda, con las paredes de muchos colores, uno por cada año en que fue pintada. Los pisos hacían, cruic, cruic, y de vez en cuando algún cruaj, según el tamaño de quién lo pisara.
Ahí vivían mi tío Luis y sus abuelos. Para él la casa tenía algo especial que lo atrapaba, pero para mi, lo único que te atrapaba era el olor a humedad, y las telas de araña que eran más que muchas.
Esa casa era uno de esos lugares, a los que nadie quería ir de visita, ni por medio ratito, porque daba miedo, miedo del de verdad, de ese que te agarra a la noche, cuando el perchero de tu pieza se convierte en monstruo de ocho brazos, miedo al fin.
Soledad era la habitante más solitaria del lugar, porque a pesar de tener amigos, su pasatiempo era tejer, tarea que le había enseñado su mamá. Tejía y tejía todo el día, pero preferentemente de noche, cuando todos se iban a dormir.
Más que tejedora, era una artista del hilado, porque usaba hilos de seda de todos los colores, y con ellos solía hacer redes inmensas, como las que se lanzan al mar.
El tiempo pasó por todos lados, y también por la casa de tío Luis; por eso, cuando sus abuelos dejaron este mundo, él decidió cambiar su vida, y empezó por vender la vieja casona. Así que, cuando lo hizo, cargó sus valijas, una mesa, cuatro sillas y una cama en su camioneta, y cerrando la puerta dejó atrás todo, hasta a Soledad, que se quedó tejiendo, como siempre en un rincón.
Una tarde de abril, mientras ella dormía la siesta, bajo el abrigo de un tímido rayito de sol que entraba por la ventana, sintió un ruido de llaves, y el rechinar de la puerta de entrada, que hacía mucho que no escuchaba, luego un gran silencio, acto seguido, un griterío que la asustó y la hizo acurrucarse más todavía.
 Tenía tanto miedo que estaba con todos los ojos cerrados, bien apretados; pero escuchaba, escuchaba pasos que se acercaban hacia ella, hasta que se detuvieron. Espió con un ojo y vio que un ser de cabellos rubios y vestido rosa, la observaba.
Se quedó quieta,  más quieta que la estatua de la plaza San Martín, adonde me lleva la tía Marisa. Cuando se animó espió con otro y  sucedió lo inevitable. La cosa extraña la miró, abrió la bocaza llena de dientes, tantos como nunca había visto; y comenzó a gritar, tan fuerte que Soledad cayó al piso. No tardó en llegar una señora con los pies muy grandes; esto lo descubrió cuando la mujer se sacó el zapato y comenzó a correrla mientras se lo revoleaba por la cabeza. Corrió, corrió y corrió un poco más, hasta que se metió en un hueco que había en la pared.
Pensó que estaba a salvo, porque ya no se oían gritos ni corridas. Repentinamente escuchó un shhhhh y una nube tóxica ingresó por el pequeño agujero.
Empezó a toser y se vio obligada a salir; ahí nuevamente la oleada de zapatazos. Logró escapar por la puerta de entrada y mezclarse entre las viejas y resecas plantas del jardín. Estaba asustada, tanto como vos cuando te ponen una vacuna.
Se quedó sentadita bajo una rama, pensando qué había pasado; después de todo no importaba lo que pasaba, lo que quedaba claro era que los nuevos habitantes de la casa no la querían. Tenía que esperar la noche para hacer algo, mientras tanto dormiría un ratito.
Cuando el sol se escondió y la blanca luna apareció sonriendo entre cientos de brillantes diamantes, decidió ver cómo estaban las cosas.
Se acercó con cuidado a la ventana y se pegó contra el vidrio; pudo ver que esa gente se había apoderado de la casa de Luis, de su casa. Pronto entendió que tenía que irse, más aún cuando escuchó que se referían a ella como: “la cosa fea y peluda que encontraron en un rincón”.
¡Qué clase de persona podría hablar así, con tanto desprecio, con tanto desamor!
Así, Soledad, esperó a que se hicieran las doce de la noche, momento en el que su amigo Cucú saldría a dar la última hora; él era de buen corazón, seguro que la ayudaría. Así fue, cuando Cucú salió dio la hora y se bajó del viejo reloj; recorrió rápidamente las habitaciones, y al comprobar que todos dormían se dirigió a la puerta permitiendo que Sole pudiera entrar. Se dieron un abrazo cortito, Sole fue a su rincón; en una mochila color violeta cargó sus pocas pertenencias: cepillo de dientes, ocho anillos, una bufanda multicolor (tejida por ella misma), un gorrito con pompón y todas sus agujas y ovillos de hilo, tantos como pudo cargar.
Dio un vistazo final a la casa, y al dirigirse a la puerta encontró allí a sus vecinos que se habían convocado para despedirla. Don bicho bolita, enroscado de la pena, Pedro el caracol, que lloraba adentro de su casita; Rosa la lombriz, que se disculpaba por no tener brazos para darle un gran abrazo, Rogelio, el ciempiés, que saludaba a más no poder, y por último, con las plumas mojadas por las lágrimas, su amigo Cucú.
Soledad les agradeció la despedida, y a pesar de que le insistieron para que cambie de idea, no lograron hacerlo y con un “no voy a pedir por favor que me quieran”, salió a la vereda y se fue caminando sola, sin mirar atrás, mientras la luna, con su gran linterna, le iluminaba el camino que la llevaría quién sabe a qué lugar.
Caminó hasta que su cuerpo dijo basta, fue entonces cuando se acomodó entre las hojas de un rosal que encontró en un jardín, y decidió pasar lo que quedaba de la noche allí, por lo menos las espinas del rosal la mantendrían a salvo de cualquier enemigo ( esto lo había aprendido del programa de cable: “plantas y mascotas” ).
En realidad no estaba a salvo de todo, porque en cuanto se hizo de día, una señora, con unas grandes tijeras plateadas, empezó a cortar rosas, lo que la obligó a bajarse de la planta y salir corriendo, para no ser descubierta.
Seguía caminando, y el sol la estaba matando, por eso su corazón sonrió al escuchar un ruido agradable: era agua.
Caminó un poco más y allí estaba, un gran río de aguas frescas. Dejó sus pertenencias en la orilla y se tiró de cabeza. Nadó panza arriba, panza abajo y hasta hizo la plancha.
Al salir, buscó algunas cosas para comer, y se acostó a descansar bajo un trébol de cuatro hojas, al que se le había caído una; así bañada y con la panza llena se durmió.
Cuando despertó, con gran tristeza se encontró con que estaba encerrada en un frasco de vidrio, y dos ojos amenazantes, la miraban fijamente. Ahora sí estaba perdida para siempre.
No sabe cuántos días permaneció allí, pero se horrorizó cuando escuchó que el joven que la había atrapado y la mantenía prisionera decía, mirándola: -Mañana será el gran día, ustedes traigan el alcohol que yo tengo los fósforos, lo haremos en el patio.
No hacía falta ser muy inteligente para entender lo que pasaría, mañana por la tarde sería ejecutada por esos tres salvajes. Tenía que hacer algo.
Pensó en varios planes, pero se quedó con el último, tejió una soga tan rápido como pudo, le hizo un lazo en la punta, y trepando hasta la tapa del frasco la lanzó por un agujerito de ésta, hacia un lápiz que estaba parado en un lapicero, cerca de su frasco. Lo hizo varias veces y fracasó, no podía alcanzarlo; entonces se dejó caer hasta el fondo; si su destino era ese, no podría escapar.
Cuando ya estaba entregada a esperar el final, entró una señora al cuarto, con un plumero y comenzó a limpiar el escritorio. Al llegar a ella la miró con compasión y dijo: -Otra pobre víctima que ha caído en manos de esos desalmados, no tengas miedo. -Llevó el frasco al jardín, abrió la tapa y le dijo: -Vamos, pequeña, busca tu libertad.
Soledad sólo mostró su mejor sonrisa y se fue corriendo a más no poder.
Cuando se sintió a salvo, se sentó a descansar y se puso a llorar; ella no sabía que en el mundo existía tanta maldad; o tal vez ese no era su mundo, tendría que buscar uno a su medida.
Buscar un mundo a su medida no era tarea fácil; no tenía idea ni por dónde empezar. Mientras pensaba en lo triste que era no tener un lugar en el mundo, se acordaba de Luis, de sus vecinos y amigos, de su rincón de paz, tan lejano... Repentinamente, una música invadió la calle de tierra, y tras una nube de polvo apareció un camión multicolor, con un cartel lateral lleno de luces que prendían y apagaban, mientras una grabación salía por un altavoz diciendo: “La escuela de danzas de Pomponia presenta: Pomponia y su exclusivo número artístico a cargo de veinte bailarines; con la actuación estelar de la bailarina Roberta Páez. No te lo pierdas...bla ...bla ..bla”.
El camión clavó los frenos y salieron volando por el aire dos cotorras, una ardilla y una cucaracha, con sombrero de flores rosadas que gritaba: - Así no se trata a una estrella, voy a quejarme con el sindicato de actores...
Sacando la cabeza por la ventanilla una lechuza le dijo: - Hola hermosa, ¿ Te podemos llevar?
-No tengo lugar a dónde ir.
-Entonces será fácil llevarte a ningún lugar. Sube, ya encontraremos en dónde dejarte.
Como no tenía qué perder, se trepó al camión, se acomodó en un rinconcito, y allá se fue con un grupo de locos que bailaban, cantaban, se maquillaban, y reían, por sobre todas las cosas reían.
Cuando llegaron al teatro municipal de Loma Escondida, comenzaron los ensayos, y la invitaron para que se quede a verlos.
Así se acomodó en una butaca; todo era maravilloso, hasta que a Roberta Páez (La cucaracha bailarina), se le ocurrió una idea:
-¿Por qué no bailas con nosotros?
-¿Yo? Jamás he movido una pata en mi vida. No sé bailar.
Todos juntos dijeron a coro: -TODOS  PODEMOS HACERLO, TIENES QUE ESCUCHAR LA MÚSICA CON EL ALMA Y DEJARTE LLEVAR.
Pomponia sonreía porque esas eran sus palabras.
-Con tantas patas serías una gran estrella de tap, yo podría enseñarte - dijo Poli el ciempiés, bailarín de tap por excelencia.
-No, yo no quiero, bai...
Para cuando terminó la frase, ya le habían puesto ocho zapatos rojos, y la habían subido al escenario.
Poli le decía: - Es sencillo, copia mis sonidos  Y moviendo sus pies sonaba: tipiti, tipiti, tap...
Soledad lo intentaba pero sonaba: tapa, tapa, pon... tapita, tapita, trombón... salame con salchichón, cualquier cosa menos tipiti, tipiti, tap.
Era un fracaso artístico, ya antes de su debut.
Mientras todos le insistían en dejarse llevar por la música, en relajarse...etc… etc, unos gritos interrumpieron la escena. Era Roberta Páez que gritaba: - Es el fin de mi carrera, es el fin de mi carrera... Se me han roto mis medias de red... este es el fin...
Todos hicieron: ohhh!, Porque sabían que Roberta Páez nunca saldría al escenario sin sus medias de red.
El silencio y la desesperación se apoderaron de ellos; la única que reaccionó fue Soledad que se quitó los zapatos de baile, buscó sus hilos de colores y comenzó a tejer a toda velocidad.
En cuestión de segundos y para asombro de todos, Sole, había tejido las más maravillosas medias de red que jamás habían visto.
Todos querían medias de baile, y Soledad tejía y tejía complaciendo los pedidos.
Aquella noche fue la mejor función de la temporada, porque los bailarines lucían espectaculares con las nuevas medias de colores.
Para cuando el sol se levantó, Soledad ya había firmado un contrato, como vestuarista, que la unía a la compañía de baile.
Así,  Sole encontró su lugar en el mundo, mejor dicho en el camión de la escuela de danzas, que la llevó por muchos caminos, recorriendo la vida, aprendiendo muchas cosas, pero por sobre todo a agarrarse fuerte cada vez que Pomponia clavaba los frenos.
EN EL MUNDO HAY UN LUGAR PARA VOS.

Liliana Rita Álvarez
lili-rita@hotmail.com

 

 






Atrévete


Atrévete a soñar...
entrecierra los ojos,
hecha tu imaginación a volar...
Intenta alcanzarla,
imagina la luna iluminando ...
una noche especial,
en una playa desierta.
Atrévete a imaginar...
mis cabellos...rubios trigales...
como sutiles hilos dorados
acariciados por el viento,
mi cuerpo... como arcilla maleable
que se funde al calor de tu piel...
mis ojos en tus ojos...
mi boca buscando la tuya
en un beso que corta el aliento...
el contacto de mis labios
que saben a sal y miel...
que se abren suavemente desbordados de pasión...
atrévete...
en el silencio de la noche hasta...
podrás escuchar el latido de mi corazón...
¡sólo atrévete!..

Rosenna
www.rosenna.com

 

 







Mirame atentamente


Mirame atentamente; tu mirada se pierde fácilmente.
No te encuentro, no me buscas, ¿qué hacer? Podría cambiarte pero no quiero, ya no serias el mismo a quien querer.
Nunca use esa palabra, "QUERER", que rara me suena; eres privilegiado en eso, igual no te das cuenta.
Ves lo que te es fácil percibir, lo sé, lo intuyo. De ese modo, el dolor va a ser mayor.
Sentimientos, sentimientos; a veces hay que dejarlos de lado, ¿no te parece?... ¡no!, no te parece; justo a ti pregunto ¿cuando usarlo? Tú que expones tus sentimientos en cada cosa que haces; hablar, escribir, dibujar. Cada acción es un sentir. Parece estar bien pero soy tan distinta a ti, que me duele. ¿Cómo pedirte que me busques, que me mires, cuando digo esto?; pero es la verdad y no la puedo callar más.
 ¡Te quiero lo sé!, pero querer es exigir y, prefiero perder ese sentimiento ¡ahora!, a dártelo todo mañana. Porque ahora es querer pero mañana será amar; y ese sentimiento no se puede olvidar.

Tatiana Rey

 








La escuela vacía

Una escuela vacía
es un árbol sin hojas,
un rosal cuando tiene
deshojadas sus rosas,
un pájaro sin trinos,
también un mar sin olas.

Pues si no tiene risas
ni el murmullo de niños,
si no hay cantos ni juegos
en sus patios vacíos,
es como un corazón
que no tiene latidos.

Cuando llegan, se llena
de cantos y silbidos,
de voces y susurros,
de dulzura de niños,
y el amor siempre dulce
Del maestro argentino.

Isabel Corrao Santos



Sabor casero

Las semillas en la profundidad de la tierra,
sonrieron esperando la lluvia.

Él sol, vio que estallaban las raíces esparcidas
dando, fuerza a la vid.

Sus troncos trepaban encadenándose a las hojas
como lazos de amor.

Él fruto comenzó a versen en racimos de colores,
esperando madurez.

La cosecha llegó, manos voladoras con esmero besaron
el bello resultado del trabajo.

Los toneles ayudaron impacientes, sus maderas
respondieron dando sabor y aroma al licor casero.

Él vino hoy está en copas para el brindis, compartiendo
en rondas de amigos un gran festejo.

Nilda Deluca












Le canto a la vida


Canto a la vida que me ha dado tanto,
canto a los seres que yo quiero tanto
que me rodean de ternura y besos
y que me enseñaron a amar lo que tengo
Canto porque Dios ilumine mis sueños
que guíe mis pasos por senderos buenos.
Que nunca las mentiras envenenen mi sangre.
Que de mi corazón brote la comprensión.
Que de mi alegría y mi devoción,
sea para todos bendita oración.
Y cantaré a aquellos a quienes Dios se ha llevado,
porque desde el cielo me ayuden en mis rezos.
Para que a mis temores los pueda entender.

A veces despierto en medio de la noche
sintiendo el vacío percibiendo la nada
apostando a la vida apostando al amor.
Cantaré porque mi tristeza no se vuelva llanto,
y cantaré a aquellos a quienes quiero tanto.

Baby