Revista Viajero Nro. 141 - Junio de 2019




Hojas de otoño

Calor, humo, dolor
Por tus cálidas ramas
se desplazan tus heridas
No llores, no rías.
Verás como el viento
estremece tu armonía

Caes, te vas, pero volverás
con el sol y la lluvia
que te ayuda a resistir
Vida, tierna como vos
Amanece en tu esplendor
la primavera de tu alma

Cada noche, cada día
iluminas mi sonrisa
No llores, no rías
Simplemente disfruta
El nuevo día

Patricia Batiluschi









Una llave

La mano temblorosa agarró la llave. El pulgar, el índice y el del corazón eran un gran equipo. La acunaron con recelo mientras la acercaban a la cerradura. Su trayectoria era inestable y zigzagueante, pero continua. Solo un poco más…
El ingreso del metal se dio con un chirrido desagradable. Había que poner un poco de aceite en el mecanismo. Sí, ya entró. Las uñas hicieron tope contra la superficie segura. Luchó con su puño tenso. En sus venas se marcaban los nervios y la impaciencia. Giró primero hacia la izquierda y luego hacia la derecha. Pucha, parecía que se le había trabado otra vez. Pero su resoplido profundo anunció que empezaba a ceder. Media vuelta y otra vuelta más. 
Su piel se paralizó antes de abrir la puerta del fondo, como con miedo… Pero con un empujón seco, el aire familiar inundó su espíritu casi de inmediato. La puerta hizo un bufido al abrirse. Contempló la habitación con cautela, luego la desconfianza desapareció bajo el terror. No se podía mover. Esa no era su casa, ni sus muebles, ni sus pinturas impresionistas. No estaban sus fotos… 
Miró la llave, la sacudió primero y luego la frotó como si fuera una lámpara mágica. Esperó un minuto, y otro más, y nada… Todo seguía allí, inmóvil, los macizos muebles de algarrobo y los espantosos detalles dorados desparramados por el ambiente. Sí, eso estaba, pero dónde quedaron los blancos, los negros, el acero inoxidable y la iluminación led. ¿Dónde fueron a parar?
Francisco quería llorar y el llanto aguardaba en su garganta, disponible pero inútil. Palabras quebradas salieron de sus labios tronando como un río de hielos rotos.
¿Hay alguien? dijo casi sin voz. 
Y al no tener respuesta caminó hacia el medio de la sala. Luego giró para cubrir cada ángulo, cada rincón y cada mancha de humedad. No, no, definitivamente esa no era su casa. La luz era diferente y hasta el olor era muy oscuro… A propósito, ¿qué hora era? Él no parecía darse cuenta de la situación, absorto en la contemplación de las manchas lívidas disimuladas detrás los claveles rojos. Hasta que necesitó el reloj… ¿dónde mierda está el reloj? 
Allá, sí, arriba. No, no pueden ser las diez de la noche. No puede ser. Si entré justo para el desayuno. No, ¡está todo mal! Debería despertar… Miró la llave y no le descubrió poderes mágicos a simple vista. No era una llave maestra, solo era pequeña y plateada. 
Una música suave y profunda sonaba de fondo. Ah…, jazz, sí era Miles Davis. Se movió en busca de la fuente sonora y encontró el armatoste. Uno muy viejo, con un mueble de madera lustrada, con perillas de aluminio, y con un oscuro disco de pasta girando lento sobre el plato. Lo contempló sin entender, y el añejo almanaque del año 1959, lo terminó de descolocar. 
No puede ser posible dijo Francisco. Sí, no era lógico, porque él había nacido en marzo del '67, bajo el signo de piscis. 
El vértigo trepó por su columna vertebral. De pronto los objetos se detuvieron, como en una foto. Su cuerpo se asustó y perdió el color. Sus pupilas se dilataron, sus pulsaciones se hicieron violentas, y un mareo empujó sus ojos hacia afuera. 
Dio vueltas y caminó sin detenerse, moviéndose como una ráfaga silenciosa. Rápido, más… Llegó a la puerta. Primero rezó, tembloroso, y luego imploró para que volvieran su patio y sus afectos. Por un momento sus dedos quedaron suspendidos en el aire. El suspenso desvirtuaba el tiempo.
Con paciencia admiró el perfil de la llave, vio sus brillosos dientes, vio la marca impresa. Sí, en efecto, era la que abría la puerta del patio, la que conectaba con el parral, con las plantas, con los juegos y con su infancia.
Era hora, pero frente al picaporte todo era confuso y nada era más cierto que su contrario. El frío metal se deslizó con suavidad, pero no giraba. Parecía que la cerradura seguía falseada. Se afirmó con fuerza. Estaba desesperado y la haría girar, sí o sí. Le sostuvo la mirada con un esfuerzo creciente, porque una presión desagradable le mordía la nuca. 
Dale, mierda, dijo sin sutilezas y parece que alguien entendió, porque la combinación empezó a ablandarse. El paso se abrió de par en par y un antiguo aire estancado entró. Sí…, ese era el verde de su jardín y los colores de sus flores. 
Pará, pará, pará, ¿dónde están las uvas y los sillones trabajados? Un miedo ancestral lo capturó. Examinó con dudas la cerámica del piso, buscó el mural cerámico en la pared de la izquierda, y al final se resignó con la desaparición de la parrilla. Ese no era su patio y la puerta, a su espalda, ya se había cerrado.

Oscar Enrique Falcão
ing_oefalcao@yahoo.com.ar
Cuento del Libro: Historias para no dormir









Es tan difícil SER mujer
SER solo SER.
Romper tu espejo
evitarlo, esquivarlo
Nublar mis ojos
cuando estoy frente a él
cuando mi cara está reflejada
pero no es mi cara la que puedo ver
Que difícil es apartarme
de lo que vos querés
Los que otros desean
Lo que ellos soñaron.
Mis expectativas .....
que no sé de quién son,
quién las impuso,
quién las susurró al oído.
SER mi nombre, mi cuerpo
SER mi alma, mi mente
SER mi espíritu, mi deseo
SER mi sueño, mi pensamiento
SER mi fe, mi confianza
SER mi convicción y personalidad
SER mi proyecto, mi historia
mi propia voz.
Que difícil es SER mujer
Respirar a pesar de la presión
que nos aplasta desde que nacemos
Crecemos condenadas por palabras
solterona, incorrecta, solitaria
estéril, contestataria, resentida,
gorda, fea. Destinadas a una única misión
Madre, esposa, ama de casa, casta,
pura, delicada, tierna, dulce,
perfecta, paciente, puntillosa, amorosa, hogareña.
Cosificadas y obligadas
a explotar la juventud
Porque el tiempo nos degrada.
Así triunfan y nos callan.
Así nuestras mentes se quedan quietas.
Que lo mismo seducen las palabras
de aquellos que son escuchados.
Es tan difícil SER mujer.
Más difícil es que nos dejen...
SER solo SER.

Marina Aguirre
anira90@hotmail.com









¡Qué locura la soledad!,
soledad sin saludo,
vacía de memoria,
soledad sin sentido,
esa del café frío,
la que viviste ayer,
y no recuerdas,
pues aún cuando la olvides,
ella está,
y, siempre, te persigue,
para dar vida a esa eternidad,
que todos los días mueres
En ese vano deseo de intentar vivirla.

Dojo









Canta en mi balcón

Pájaro, ven, canta en mi balcón,
quiero escuchar tu sonido
para que aplaques mis tristezas,
tu canto hará que mi corazón
se abra para poder amar de nuevo
ya que el amor que tuve antes
fue traicionero y ruin.
Pájaro, ven, canta en mi balcón
que yo también cantaré contigo
para sacar mis penas,
esas penas que destruyen
Mi alma y mi corazón.

Gabriela Gargiulo
gabrielagargiulo77@gmail.com