Revista Viajero Nro. 153 - Junio 2020

 




Días de abril.
Otoño inminente.
No me perderás
aunque me haya demorado.
De sombras he crecido
y voy a resurgir,
cuando tomes mi mano.

Inés Massari
15-4-2020 / 3 hs
hilda.boccongella@gmail.com














Boceto del valor


En los colores del incentivo, 
se halla accionado más de un motivo, 
por el que el optimismo siempre está activo. 

Cuando haya baches lo más efectivo,
es recordar con frenesí que se está vivo;
focalizando en el acto profundo y reflexivo:
de que otros ya son latidos ausentes e inactivos. 

Hay que pensar: __que el ímpetu de los tropiezos son furtivos;
que la audacia del desánimo no debe ser lesivo...
¡Hay que disfrutar de la vida al máximo más aún cuando tenga gestos afectivos!

Se tiene que ser  entusiasta y festivo,
ante la desazón que tiene más de un propósito nocivo.

Que el discurso a la tenacidad más alusivo, 
sea aquel que nos haga permisivos, 
pero a la vez alerta e inquisitivo...
ante el alud del fracaso cuando sea soberbio e intempestivo.

Si la persistencia es colosa los resultados cálidos van a ser masivos,
y las caídas pasarán a ser parte de la fragilidad de los momentos depresivos. 

Se debe dar cauce al coraje, de ser necesario mantenerlo cautivo;
así cuando se proceda a sembrar se logre luego los mejores cultivos;
para que desde lo abisal del alma sean como adhesivos.

Claudia Ortiz














Poema


María M. Stanganello














El funeral


Iba camino de un campo de trabajo en Finlandia en un pueblecito cerca de Laponia. Tomé el tren nocturno desde Helsinki y debía llegar a mi destino a las 6,00 h de la mañana. Como no confiaba en permanecer despierta, ya que había estado viviendo la animación nocturna de Helsinki varias noches seguidas, le pedí al revisor que me despertara en mi estación, obteniendo un gruñido por respuesta. Me quedé con la duda de si atendería a mi petición y por si acaso me dispuse a permanecer en vela hasta llegar a mi destino. De todas formas, tampoco mi petición me pareció tan difícil de llevar a cabo, ya que por lo que pude observar, en el tren apenas iríamos una docena de personas. Eso sí de todos los pelajes. Había un par de ejecutivos trajeados, señoras con niños y aspecto de pueblo, con grandes pañuelos atados a la cabeza e innumerables paquetes y maletas que a saber lo que contenían. También se contaban entre los viajeros algunos hombres solitarios con aspecto de trabajar en el campo, grandes de cuerpo y de manos, rubicundos y con las mejillas sonrosadas, no sé si del aire del campo o de ingerir con demasiada frecuencia snap, palabra danesa y sueca para un chupito de una bebida alcohólica fuerte tomada durante una comida o cuando se tercie.
Como no podía ser de otra manera, me quedé dormida y me desperté cerca de las 12,00 h. Cuando pude enterarme de dónde me hallaba, observé con estupor que estaba cerca del círculo polar, ya adentrada en Laponia. 
Me bajé en la primera parada con intención de coger un tren de regreso, pero no había ninguno hasta por la noche, así que tuve que asumir pasar todo el día en el pueblecito que me había tocado en suerte.
Salí de la estación sin saber a dónde dirigir mis pasos, cuando pasé por delante de una iglesia con un cementerio aledaño. A lo lejos se divisaba el pueblo, minúsculo, más bien una aldea donde no parecía haber ningún bar o tienda donde refugiarme y pasar el tiempo. El pueblo estaba compuesto de casitas de madera oscura -muchas de ellas con los dinteles y aleros decorados con frisos festoneados, pintados de vivos colores- y rodeado de verdes campos. 
Había mucha gente congregada a la entrada de la iglesia, por lo que deduje que debía estar celebrándose algún evento y no muy afortunado, a juzgar por las ropas oscuras de los asistentes. Además, llevaban ropa de abrigo, por lo que el conjunto contrastaba rotundamente con mi atuendo: pantalones cortos, camiseta de tirantes, botas de montaña y una pesada mochila a mis espaldas. En fin, una ropa nada adecuada para esas latitudes, tal y como pude deducir del frío que sentí al bajarme del tren.
Como no tenía nada mejor que hacer y siempre he sido muy “echada pa`lante” me metí en el interior de la iglesia y me dispuse a curiosear. Era toda de madera vista y con muy pocos ornamentos, nada ostentosa, muy distinta de las iglesias que acostumbramos ver. 
Dentro había gente también sentada en los bancos y empecé a sentir vergüenza de invadir la intimidad de esas personas en un momento tan delicado, y también de mi aspecto de mochilera.
Me disponía a irme, cuando unos brazos me agarraron y me llevaron al banco de la primera fila, donde me hicieron sentar. Yo no daba crédito y no entendía lo que me decían. Traté de balbucear una excusa en inglés y largarme de allí lo antes posible, pero me di cuenta de que ni hablaban inglés ni estaban dispuestos a dejar que me fuera. En Helsinki la mayoría de la gente habla inglés, pero en los pueblos del norte la cuestión cambia radicalmente y es casi imposible encontrar alguien que hable algo distinto del finés, como pude comprobar en la estación al preguntar por el tren de regreso. Menos mal que había un cartel con los horarios y las estaciones, porque si no me hubiera quedado prisionera en este pueblecito a la espera de algún rescate milagroso. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que el revisor no me había despertado, no por malicia o falta de interés por su parte, sino sencillamente porque no me había entendido y tampoco tenía forma de hacérmelo saber.
Dentro de la iglesia, obedientemente colocada en el banco de la primera fila donde me habían sentado, reparé en un marco grande con un lazo negro que se sujetaba con un caballete y contenía la fotografía de un muchacho rubio que sonreía a la cámara con unos dientes desiguales. 
Todos me sonreían y abrazaban y desde luego no permitieron que me fuera del puesto que me habían asignado.
Yo cada vez entendía menos la situación. Podía tratarse de un pueblo muy hospitalario, pero ¿en esas circunstancias?...
Me tragué el funeral enterito y después me hicieron acompañarles por un camino que parecía llevaba al pueblo. No sabía qué pensar.
Sin saber cómo, acabé en una casa llena de gente y con comida de todo tipo. Aunque me avergüence decirlo, aproveché la ocasión para tomar unos bocados, puesto que no había desayunado (ni cenado la noche anterior por lo que recordaba) y ya era la hora de la comida.
Allí encontré a un chico de mi edad que chapurreaba algo de mal inglés, y pude enterarme de que estaban muy contentos de que hubiera ido al funeral y que estaban destrozados por el suicidio de GertJhon, que así se llamaba el chico. La causa de su muerte era por desgracia habitual en esas latitudes frías y oscuras. Mi desconcierto iba en aumento mientras seguía devorando sándwiches y ensaladas variadas pero de cuyo contenido no podría dar fe. 
Todo quedó explicado al averiguar que GertJhon había estado de Erasmus en España y que había tenido una novia española a la que se sentía muy unido, según les contó, el tiempo que allí estuvo.
No hacía falta ser un genio para deducir que todos pensaban que yo era la novia española y que había viajado expresamente a Finlandia para acudir al funeral.
Mi primer impulso fue deshacer el equívoco inmediatamente, pero después vi cómo me sonreían, la amabilidad con la que me habían tratado y me di cuenta de que les reconfortaba o les ayudaba en algo mi presencia allí en aquel trance.
Después de unos momentos de duda, decidí que lo mejor era que siguieran pensando que su hijo me importaba tanto como para recorrer 3.000 km de distancia. Así, y gracias a la escasa comunicación con la que contábamos, me decidí a representar la farsa de la novia española.
Ya más tranquila con la situación aclarada, me dediqué de lleno a mi papel, ora sonriendo a la familia, ora señalando con pesar y cara de aflicción las innumerables fotos de GertJhon que había dispuestas por toda la casa. Debo confesar que tan de lleno me metí en mi papel y tan teatrera soy, hay que decir que estaba en el grupo de teatro de la universidad, que hasta me permití la licencia de echar unas lágrimas de cocodrilo cuando me pareció que la situación así lo requería.
Les expliqué, a través del chico que medio hablaba inglés, que debía coger el tren nocturno de vuelta a Helsinki y toda la familia me escoltó de vuelta a la estación. 
Se prodigaron en besos y abrazos, y yo retomé mi camino rumbo del pueblecito donde estaba mi campo de trabajo, con la sensación del deber cumplido, de haber llevado un pedacito de felicidad a una familia desgarrada por el dolor. Me sentí llena de paz, aunque poco me duró al comprobar que el precio del billete de vuelta era aproximadamente todo el dinero que yo llevaba para pasar el mes en el campo de trabajo. Así que debía decidir entre gastar todo mi dinero y pasar el mes con una mano delante y otras detrás, o colarme en el tren sin billete. Sin dudarlo opté por lo segundo, por lo que me pasé todo el viaje,y toda la noche, unas 6 horas, jugando al gato y al ratón con el revisor. Cuando le veía aparecer yo desaparecía en el lavabo o me iba a la otra punta del tren. Tuvo su gracia y emoción, aunque ya había tenido bastantes emociones en ese día para una buena temporada. Eso me obligó a permanecer toda la noche en vela, pero me ayudó el haber dormido la noche anterior en el tren y el llamado sol de medianoche. Estábamos en julio y el sol no llegaba a ponerse nunca, sino que por la noche su luz era más difusa y tenue pero continuaba iluminándolo todo perfectamente.Era una sensación extraña.
Además, tuve otro percance durante el viaje, y es que tenía una sed terrible, debía ser del atracón de comida que me había pegado. Y cuanto más lo pensaba más me acuciaba la sed. Acudí al servicio, esta vez no con el fin de ocultarme, sino de beber agua, cuando vi un cartel  que decía por una vez en perfecto inglés que el agua no era potable. Bueno, me dije a mi misma, por un snap, es decir un chupito, no creo que me pase nada. Y así empecé snap a snap, pero no llegaba a calmarme la sed. Cuando al cabo de un rato seguía con la misma sed y comprobé que no se habían producido nocivos efectos ni en estómago ni en intestinos, comencé a beber a manos llenas, ya sin ningún miramiento.
Suspiré aliviada cuando llegué a mi estación sin contratiempo con el revisor y sin efectos visibles por haber bebido litros y litros de agua no potable. Pero llegaba un día tarde al punto de encuentro donde me debía recoger el personal del campo de trabajo. Sin embargo, di por bien empleado el retraso al recordar las caras sonrientes de los familiares de GertJhon. 
Ahora debía enfrentarme a otro problema, cómo llegar al campo de trabajo, cuya ubicación ignoraba por completo.
Me dirigí a la ventanilla de la estación, donde había una señora que por supuesto hablaba perfecto finés y nada más, por lo que tuve que hacer uso de la mímica y de las dotes teatrales antes mencionadas, para señalar el teléfono, poner el pulgar en mi oído y el meñique en mi boca y finalmente juntar las palmas de mis manos a modo de súplica. La señora soltó una parrafada pero entendí perfectamente, porque negaba con la cabeza. Puse mi mejor cara de aflicción, recientemente ensayada por cierto, y logré que se me humedecieran los ojos. Finalmente, la señora levantó la mano en el aire y señaló el teléfono con aire de fastidio. Así logré contactar con el campo de trabajo, estábamos en la era pre móvil, y conseguí que en unas horas vinieran a buscarme.
El tiempo que tuve que esperar me quedé en la estación como una buena chica, y no se me ocurrió ni por un momento acercarme al pueblo y mucho menos a la iglesia. Nunca se sabe lo que puede pasar…

Marta Oliver Santolaya
Madrid, España














Si pudiese


Si pudiese,
sería tu sol de cada día
para caminar contigo.
Si pudiese,
sería tu luna cada noche, para velar tu sueño
y dormir a tu lado.
Si pudiese,
sería el agua que calma tu sed,
así estaría en tu interior
y no salir jamás de él.
Si pudiese,
sería tu alimento de siempre,
así te mantengas sano
y yo mirarte sin que lo notes.
Si pudiese,
ser los latidos de tu corazón,
así sería la sangre que corre
por tu cuerpo dándote la vida.
Ya no serías un sueño o una ilusión.
Sería mi divina realidad,
Que ansío hace rato tiempo.
Cobraré valor e iré por ti.
Para decirte que te amo
y no me niegues tus sentimientos,
porque tú sabes lo que pienso.
Si puedes, abrazame fuerte amor,
Que yo aferrada a ti. Seré feliz.















Desierto y encuentro


Te busco en el desierto.
Leo los signos en el aire,
intento escuchar la Voz del Viento.
Descubrí un camino hacia Tu encuentro
para ir debo entrar y no salir.
Y veo una Luz por solo un instante,
plenitud, alegría, saciedad.
Hay instantes que no son trozos de tiempo,
sino muestras de totalidad de eternidad. 
Vale la pena el desierto por ese instante.
Está escrito el camino, solo es necesario hacer silencio.
Y en los más profundo y auténtico de mi ser,
nos encontramos… Camino y Yo
Comunidad de amor.















La "Nueva Normalidad"


Ahora la "Nueva Normalidad". Era normal subir al micro para ir al centro de la Ciudad; era normal ir a tomar el café de todas las mañanas y leer "La Nación"; era normal charlar con el doctor de la mesa de al lado sobre temas diversos; era normal saludar con un beso a la amable encargada del supermercado y a la cajera aquella con las que siempre se intercalaba una charla o una broma y con quienes se había hecho "amistad"; era normal cenar los fines de semana con los hijos y los nietos; era normal abrazarlos y besarlos; era normal estrechar en un abrazo al amigo o al conocido de tantos años con quienes uno se encontraba; era normal tomar un tren; era normal encontrarnos en un café; era normal cortarse el cabello o comprar ropa y hasta algún perfume, era normal ir a la librería a ver qué buen libro podía llevar. Era normal vivir. La vida era normal, hasta que nos impusieron la "Nueva Normalidad" y todo aquello dejó de ser normal.

Jorge Omar Alonso
La plata














Mi taza y yo


Me gusta levantarme temprano todos los días, de domingo a lunes, y poner en práctica mi rutina mañanera.
Entro en la cocina y enchufo la pava eléctrica; mientras tanto, busco la taza que más me gusta, que es una grande con dibujos de lechuzones muy coloridos. Elijo un saquito de la caja de té. Generalmente opto por uno frutado.
El té me gusta medianamente cargado y apenas endulzado, para no perder su sabor.
A la tarde tomo otro té en la oficina, y los fines de semana en algún bar con una amiga.
Pero como este momento del desayuno en casa, no hay otro. 
Estamos solas mi taza y yo, y entre las dos organizamos mis actividades.
Yo escribo en mi agenda de bolsillo y ella espera a mi lado a que lentamente consuma su contenido hasta el final.
No hablamos, y eso me gusta.
Simplemente estamos juntas.
Yo solamente la elegí cuando la ví por primera vez, y no hice nada más por ella. 
Es la taza con los lechuzones de grandes ojos negros la que me hace compañía mañana tras mañana.
Y son todos ellos los que logran que sea más llevadera mi soledad.

Susana Stazzone


























Los caídos


Al hombro llevará kilos de polvo,
sudor fenecido, pico y pala,
hambre de ayer, del invierno pasado
y, lo más importante, el hambre de otros. 

Sus pares, tan desvirtuados como él;
embebidos en la peste del alcohol,
en la lujuria barata, siniestra,
llevarán hondas fosas como sombras.

Caerán, como él, bajo la tristeza;
en la indiferencia, en el desamparo,
hasta ser la minúscula, sombría

gota de tinta de una ilustración,
de alguna letra sucumbida, presa,
en las tristes páginas de un libro

Alejo Oliveira














Lo que valen tus ojos…


En la plenitud de un ocaso perfecto,
sobre un acantilado vestido de otoño,
nacerán nuevos vientos.
Es bello un mundo nuevo,
cuando los recuerdos, sólo son recuerdos. 

Risas festivas al pie de la ribera,
cuando aguas benditas demuestra su esplendo.
En noches sin lunas, son puras bendición.
El diablo, vestida de princesa.
Sus labios invita a la fábula ilusión.

Ya sin catorce de febreros ni octubres
por quién rezar, hundido en el suave 
desencanto de la vida. Y en la metáfora
siempre elegante de la duda, "hipócrita utopía"!

Mucha agua pasará bajo el puente.
(pero no será de cristal, no será de beber).
Danzarás imprudentes melodías
Rumbas y candombes en tristes carnavales.
Ayer fuiste la piel, que alguna vez protegí.
Y siempre habrá un lugar en el corazón
que jamás se olvidará de ti.
Aunque ya no hay nada en esta noche,
más que sombras densas llevan tu nombre.
Todo sueño es eterno cuando el afán es tesoro.

Es candente, es efímero, es todo lo que necesito.
Lo bello de la vida es todo aquello
que pueden ver unos ojos ciegos,
En el cielo, suenan tambores que llaman la alegría.
Y son tan triste los días, que nada puede consagrarlo.

La suerte de una buena carta,
esta abrazada al pie de una Copa rota.

Victor Salinas














Cuando hablo de todo 


Sos el todo, de los miles de pedazos que fui encontrando. Sos la ternura de tras de la sonrisa, la comedia de mis risas, el coraje del emprendedor, la admiración de mis ojos, la bondad de tus palabras, la locura de la mente volada, la razón de lo justo y necesario.
Sos el ir y venir de los días agitados y las noches de inspiración, sos el creador de los sueños propios y ajenos. 
Y la razón de esta creación.

Intentarlo 

Leí por ahí que todos contamos nuestra versión de la historia. Creo que tiene que ver con la última vez que lo intentamos. 
Ahora nos está pasando a todos al mismo tiempo, al mundo entero. Volver a salir e intentarlo de vuelta.

Eugenia Cardozo. 














Mi cuarto


Isla mía, donde mentes extrañas con su reguero de prejuicios y mendacidades 
no pudieron contra la mía, que floreció como en una caja fuerte sin combinación
Sin pedir permiso, sin estrechar la mano a ningún precio.
Siempre con la cerviz erguida, la frente en alto, feliz
porque se hacía a sí misma, sin importarle provocar el sobresalto de lo que estaba tieso.

Mis camisas de la infancia, apiladas, sin usar en el ropero
sin arrugas
porque todavía tienen el mejor apresto
el del amor materno.

Pero! Que felicidad la mía!
Cuanta ignorancia tenía en aquel tiempo.
Si parecía nomas que el corazón solo estaba hecho para ser feliz en todo momento.

En el zaguán de tierra
la cajita de madera de nogal
con canicas de vidrio y metal
¡A jugar, a jugar!
Pero no hay nadie con quien hacerlo, parece que todos se han ido hace mucho tiempo.
Solo queda la resaca de las huellas desprolijas de aquellos niños traviesos
La mesa redonda del comedor
con pedacitos de comida pegada
de almuerzos y cenas
que mi corazón rumea cuando mi presente vital se encarama, arrogante, dañino
para lanzarse, tal cual un orate, con sus manazas al cuello, quitándome así el aliento.

Desde los fondos
los fantasmas de la casa,
cada vez que regreso
me quieren dar definitivo cautiverio.
Porque también ellos, como yo
quieren volver a ser, lo que fueron.

Javier Bueno














Esa rosa es de mi jardín


Rosas frescas
te pido, 
pues las de vidrio, 
otras me han dado,
y, sin espinas, 
igual, las he sufrido.
Rosas, que, aunque secas,
no mueran, 
siendo siempre,
resucitadas, 
por el amor prohibido.
Rosas, sin perfume de olvido, 
eso te pido.

Dojo














El mannequin


Caminando por las calles de mi ciudad, de repente, casi sin darme cuenta, estoy frente al añorado Teatro Municipal de Quilmes. Hace varios años que lo cerraron por refacciones!!!!! Veo algunos albañiles entrando y saliendo con materiales, tirando escombros ¿Qué es lo que pasa? Pregunto!! ¿Qué están haciendo en el teatro? Me contestan que lo están refaccionando. Les pregunto si me permitirían pasar, quisiera ver si encuentro algunas cosas de mis hijas, de cuando hacían teatro ahí. Entro, recorro los pasillos sorteando en el camino maderas, ladrillos, escombros, cal. Todo lleno de polvo. Se me agolpan los recuerdos. Mientras recorro estos lugares tan queridos por mí, por mis hijas, por todas las personas que pasaron por aquí, cada uno haciendo un personaje distinto, cuántos años han pasado, desde que mis nenas comenzaron a estudiar teatro. Acompañarlas a los ensayos, estudiaban tardes enteras sus libretos, mientras yo les cosía la ropa y preparaba todo lo necesario para el día del estreno de la obra.
Luego el gran día, el estreno de la obra teatral. Vestirlas, peinarlas, ver que esté todo bien. Sonia las maquillaba, con toda su dulzura de mujer, con todo su amor hacia todo el elenco, cuántos recuerdos, cuántas horas he pasado aquí dentro acompañando a mis hijas, junto a todo el grupo de teatro.
De repente al pasar junto a una puerta, como si algo mágico me enpujara, entré en el desván. Estaba lleno de cortinas, ropa de todo tipo, zapatos, sombreros, accesorios, bijouterie, toda la utilería del teatro. ¡Esto es lo que estoy buscando! Espero encontrar algunas de las tantas cosas de mis hijas que han quedado aquí. Comienzo a revolver y revolver; de repente aparece entre todas las cosas, un maniquí forrado en fieltro, sin brazos, ni cabeza, pero con unas bellísimas y perfectas piernas.
Pobre maniquí como ha quedado, en cuántas obras habrá estado. Si pudiera hablar, cuántas cosas me diría, cuántos secretos sabrá. Si pudiera hablar, pero pobre, si ya ni cabeza tiene.
Bueno, lo voy a recomponer un poco, lo voy a vestir, lo acomodo bien en el piso. Encontré un hermoso vestido celeste, todo bordado con lentejuelas, luego una chaqueta de terciopelo con mangas largas, un par de guantes de encaje negros, le coloco unos preciosos zapatos, le pongo una pelota de goma como cabeza, un pañuelo al cuello, lo acomodo lo mejor posible, le pinto los ojos, a la boca le pinto una linda sonrisa, le pongo un poco de rubor en los pómulos, unos aros, collares y un gran sombrero. Ya va tomando vida, hasta parece que me hablara, esta resucitando de su largo letargo, de tantos años escondido entre bambalinas, junto con las cosas que le pertenecen a mis hijas, que pienso llevármelas, lo vuelvo a mirar para despedirme, pero no puedo dejarlo ahí, así tirado. Los albañiles seguro lo van a tirar junto con todos los escombros restantes. Qué hago ahora, sus ojos se clavaron en los míos, pidiéndome “por favor llévame contigo, no me dejes aquí”. Entonces me inclino para llevarlo y ¡oh sorpresa!, comienza solo a incorporarse lentamente, como si fuera un robot, me toma la mano, lo sujeto bien, y salimos caminando hacia la calle. Los albañiles no entendían nada, miraban asombrados, la tomo de la mano y salimos caminando. 

Marta María Nastaly














Miro la luna 
desde  mi jardín 
Anochece  
Te extraño  
mi hombre  
de ojos negros  
de voz dulce 
como una melodía
de Richard Clayderman 
volando  
como palomas mensajeras 
por el celeste cielo 
cubierto de estrellas  
iluminando 
mi bello pino  
pensando en ti  

María Eugenia Morchio  Rigaldo














FXF


Hay gente que sueña con su fiesta de quince,
su casamiento, su divorcio,
yo sueño con mi fiesta de despedida.
Si bien ha sido el envase quien 
posibilito el abrazo, la mirada,
las caricias y tantas otras emociones,
cuando llegue el momento de dejarlo
quisiera que todo fuera diferente,
y va aquí el pedido a todo aquel
que se haga presente en ese momento.
Habrá emociones, sin duda, pero
me gustaría que cada uno buscara
en sus recuerdos y en lo posible
trajera consigo una foto en la que 
estuviera presente; y con ella la
anécdota vivida en ese momento
¡que suene risas! carcajadas, y lágrimas
de alegría por lo vivido, ya que todo
deja una enseñanza y no me arrepiento
de nada, y sé que todo es por algo;
ojalá deje en ustedes agradables y 
valiosos recuerdos, ya trabajo a diario
para ser cada día mejor como mujer y
especialmente como madre, hija, hermana,
tía, amiga, compañera, vecina etc.
Volviendo al pedido entonces: no es
que me niegue a las flores, pero si lo desean
pueden cambiar F x F, ósea fotos por flores,
y entre charlas amenas despedirán
mis cenizas con los mejores recuerdos.
¡¡¡Ah!!! No se olviden de que halla
música de la que a mí me gusta
mi voz acompañará seguramente desde
algún rincón, equivocándome con la letra
como de costumbre, y cada una guarde 
para  los mejores momentos con mucha
felicidad, ya que la lucha por conseguirla 
no ha sido fácil.
Hoy soy feliz, se que demuestro lo 
que siento a cada uno de ustedes,
por eso confió en que lo van a entender
y para que no parezca cosa de locos
muestren estas líneas en una pizarra
para que quien quiera se acople a 
esta fiesta de despedida.

P.D.: De todos modos espero que esta
fiesta se haga esperar muchos
años, y cuando llegue será
por dejar el envoltorio ya que
mi alma, mi ser estará siempre 
entre ustedes protegiéndolos.

Stella Maris López

Revista Viajero Nro. 152 - Mayo 2020

 


Se fue


Se fue y quedaron sueños.
Se fue y quedaron proyectos.
Se fue y quedaron truncas muchas cosas.
Se fue y se extraña.
Al recuerdo triste de tu sonrisa,
al recuerdo amable de tus abrazos,
al recuerdo inconfundible de tu enojo.
A esos no le ganarás jamás.
Tan débil es un instante.
Tan sordo el silencio.
Tan desesperados los besos
y tan frío el verano.
Cómo no es un mal sueño.
Cómo seguir. Cómo.
Solo vi tu foto y no queda
más que escribir y llorar.


Jonatan














La espera


Los alumnos estaban inquietos, el profesor no llegaba, hacía ya un año que había tomado esa cátedra y siempre llegaba tarde, pero ese día no tenían noticias de él, no había avisado como era su costumbre.
   Guillermo Palacios era profesor de historia y daba clases en un colegio secundario de Pehuajó, Pcia de Buenos Aires. Él siempre acudía tarde a sus clases provocando las molestias de sus alumnos, compañeros, y autoridades del colegio, no podía solucionarlo, se había hecho una costumbre. Todo se atrasaba, y muchas veces se tenían que quedar después de hora para cumplir con la clase, pues los otros profesores adelantaban las horas y la de historia pasaba para el final de la jornada.
   Nadie sabía por qué Guillermo llegaba tarde, sin embargo, lo esperaban igual, sus clases eran admirables, sus explicaciones llevaban a sus alumnos a otras épocas, a lugares lejanos y creaban un clima como si realmente estuvieran viviendo las situaciones que escuchaban.
   Ya eran las 12hs y nada, habían pasado toda la mañana inquietos y casi sin escuchar a los otros profesores que parecían no preocuparse por lo que estaba pasando.
   Alicia, una de las alumnas del curso, tomó la palabra __Chicos! qué pasa, nos vamos a quedar sin hacer nada? El profesor Palacios no llegó, algo tiene que haber pasado.  __Silencio! exclamó el profesor de matemática, esto no es asunto de ustedes, sigan con los ejercicios. __Pero profesor, replicó Alicia, esto ya nos está alarmando, en un año el profesor Palacios nunca faltó. __Bueno, contestó el profesor de matemática, alguna vez puede ser la primera. Y siguió con la clase.
   Suena el timbre, eran las 13hs, hora de salida. Todos comenzaron a retirarse, menos Alicia. __Qué pasa? le preguntó Fernando, te vas a quedar? __Si, contestó Alicia, yo lo voy a esperar. __Bueno, te acompaño, dijo Fernando.
   Y ahí se quedaron los dos chicos, sentados en sus bancos, pasaron las horas, llegó otro curso a ocupar el salón, ni se dieron cuenta que ellos estaban allí, la indiferencia era total.
   Pasó la tarde, se retiraron todos, Alicia y Fernando, firmes esperando a su profesor. Comenzó a oscurecer, cerraron el colegio y nada pasaba, nadie revisó las aulas, todo quedó en silencio.
   Y ahora? preguntó Fernando, qué hacemos? __Nada, dijo Alicia, seguir esperando.   De pronto el sueño los venció y se quedaron dormidos. Pasó una hora  y un fuerte portazo los despertó. Sorprendidos levantaron la cabeza y vieron al profesor Palacios corriendo hacia el escritorio y acomodar sus cosas. __Pero profesor, dijo Alicia, qué hace a esta hora?, son las 12 de la noche. __Hola chicos! contestó el profesor se me hizo muy tarde hoy, empezamos? __Estamos nosotros solos! exclamó Fernando y... no hay clases de madrugada. __Y cuál es el problema?, a mi me desalojaron, estuve todo el día buscando un lugar donde vivir, por suerte lo encontré y vengo a cumplir con mi trabajo. Gracias por esperarme. Gracias por preocuparse, fueron los únicos, en honor a eso les daré mi clase, y aunque siga llegando tarde sé que ustedes me van a esperar __Y así sin más palabras comenzó con el tema del día.















Con aire de París


Y es así, no todo lo que brilla es de marfil
Y podrás decir, que la luna solo te hará reír
Pero al fin, tus ojos ciegos dormirán en un infierno ruin
Y que serán cristal disfrazado de rubí. 

Y buscaras allí...
en los brazos de algún burgués Rasputín
la alquimia de ser feliz, 
pero será quien te dará besos de copetín 
y corazón de aserrín, en las noches serás
“dame de compagnie” y “bon appétit”.
Cuando la tormenta asome, será el primero en huir.

Carnavales jocosos y fiebre de budín
Pasatiempos mimosos signo de comodín
El fuego quema todo y el sabor de mentir,
que ayer eras su tesoro más valioso y febril
Pero sos el juguete del ático que nunca se jugó por ti

Bocas de ceamse y lenguas de samurai
Hiriente de buenos modales como frío de bisturí
Te pintarán paraísos deliciosos, de un triste film,
al decirte: no es caballo galopante para ti
Mientras seguirás aseando boñigas de un rocín Pastoril

Cuando empieces a ver el ocaso morir
y el agua del río fluya cada cual su caudal, ahí...
Comprenderás cual es la causa de vivir
y sentir, el sabor amargo de sufrir.

Y muchas abejas azotarán la colmena -oid-
El zumbido de la tristeza y el tiempo fluir
obnubilada percibiendo un día gris
Mares de aguas Salinas caerá de tu ventana sin fin
Al decir: cuál fue el pecado que cometí?

Y quien acorazonado ha de velar por ti,
sin premio alguno, pero muchos sueños por compartir.

Victor Salinas
Fb: Víctor Salinas
Ig: poeta.paranoico














La figura


Esperaba el colectivo, en la misma parada, con el mismo deseo de desaparecer bajo el algodón de las sábanas. Había mucha niebla y los cristales de mis lentes no tardaban en empañarse. Todo lo que podía ver eran siluetas en el desamparo de aquel otoño en decadencia. En cada rectángulo, que se aproximaba (que crecía y se volvía más diáfano hasta conseguir la forma definitiva), radicaba toda la esperanza. Estiraba el brazo y cada dedo en el intento de dar con la figura correcta. Así pasaron camiones, combis y otros vehículos portentosos, cuyos habitantes me miraban con una mofa fugaz al dejarme atrás, tan desamparado como el resto del paisaje.
Durante más de media hora permanecí clavado en las entrañas de aquella niebla, que se volvía más gruesa y profunda, que se parecía cada vez más al mar. Sin embargo, no era una criatura del mar la figura que se acercaba desde la esquina. En un principio era una silueta tan difusa como cualquier otra. Al pasar los segundos, se percibía un movimiento elegante e hipnótico. Ya no cabía dudas, fuera lo que fuera, se aproximaba. Con la distancia bastante disminuida, se podía apreciar una radical transformación; parecía pelaje, se distinguía un lomo, una pata tras otra, orejas en punta, un mayor tamaño, el vapor del jadeo y la firme decisión de avanzar hacia mí. Retrocedí apenas, disimulando, observando el entorno con la esperanza de encontrar otra figura humana. Me fui alejando de la parada, cada vez más rápido, sin importar que estuviera haciendo el ridículo y que esa criatura inconclusa no fuera otra cosa que una mala interpretación. A pesar de que ya estaba corriendo a todo pulmón, la distancia no hacía más que acortarse, y lo hizo lo suficiente como para ya casi no tener dudas acerca de lo que era; un tigre de bengala. A los pocos metros me encontraría con la avenida más activa de la ciudad. Corrí y crucé la calle, corrí y no pensé en el aliento agitado que me perseguía.Ya lo sentía sobre mí, lo podía imaginar; yo, intentando escapar hacia los primeros rayos directos del sol, que empezaban a demoler las estructuras de la niebla, y él tirando todo su peso sobre mí espalda, dejándome sin aire para gritar. Por suerte la avenida se abrió ante mí y varias figuras humanas se componían doradas por la benevolencia de la luz solar. Seguí corriendo y llegué a la siguiente parada casi al mismo tiempo que lo hizo el colectivo que tanto había esperado. Desde la ventanilla lo pude ver; estaba quieto en la esquina, parecía desconsolado, cada vez menos tigre, menos figura, una masa indefinida. Aquella pareidolia felina se disipaba en el aire.















Un anillo de oro puro


Silbaba su partida el tren
en la vieja estación del pueblo,
sembrando de adioses el andén
bajo una nube de pañuelos.

Con el corazón oprimido
se despedía un joven viajero,
ante el trémulo brillo
de un par de ojos negros.

-Adiós amor. Volveré.
Me voy buscando un futuro.
Te prometo regresar. Te traeré
un anillo de oro puro.

-Adiós amor. Te esperaré,
pero no tardes demasiado.
Vuelve con el anillo o sin él,
pero regresa a mi lado.

Desnudó el invierno varias veces
a los árboles en las aceras,
y los vistió con ropas verdes
otras tantas la primavera.

Poco cambió en el pueblo
con su paz provinciana,
parió una torre el templo
con un llanto de campanas.

Los niños se hicieron hombres,
los hombres se volvieron viejos,
a las lunas siguieron soles,
a las muertes nacimientos.

Y un día en el mismo tren
volvió rico nuestro viajero,
en busca de aquella mujer
a la que prometió el regreso.

Al golpear la antigua aldaba
de aquel añoso caserón
sentía que se le desbocaba
como un potro el corazón.

-¡Ay mi niña!- le dijo al llorar
la encorvada criada vieja.
-Dicen que murió de enfermedad…
¡Yo sé que murió de tristeza!

Sergio Garione














Detrás de las ventanas


Vemos pasar el mundo detrás de las ventanas. Detrás de la máscara, de los anteojos. El mundo real habita detrás de…Y no lo podemos tocar, así literalmente. Nos lleva a pensar cuántas veces nos la pasamos mirando vidrieras en la vida, ¿no? Mirando la vidriera de la vida del otro, creyendo que la abundancia de la vida era para él y para nosotros solo quedaba la “ñata contra el vidrio”. Mirando, añorando y postergando lo que nos gustaría hacer cuando llegue “ese día” y resulta que… ese día no llegaba nunca. Quizás no nos sorprenda tanto este momento en que tenemos que mirar el mundo a través de la ventana, los afectos detrás de la pantalla del celular. Tal vez, hace mucho que ya veníamos en cuarentena, mirando la vida por la ventana por miedo a vivir. A lo mejor, este “distanciamiento” acorte la distancia que media entre el deseo y la acción y nos despierte ¿no?...
























Y hoy aquí, ya miro las paredes con desgano, 
pero salgo a mi patio y el sol me abriga y el espanto se apaga al mirar mis plantas. 
Los días hoy se escapan, entre una gran incertidumbre y un gran desasosiego....
Y somos casi un camino y no vemos el final....
Sólo deseamos el abrazo, que ahora se detiene a mirarnos desde un rincón....
Sólo deseamos no hablar de muerte....
Sólo esperamos un día más....
Sólo tenemos el arma del encierro, y un silencio tramposo que nos asusta, que nos descoloca, que nos aterra, y la impotencia de no encontrar la lucha que nos libre de este mal, es lo más doloroso.
Hay un rezo que se oculta en las entrañas pero es lo único que parece darnos un poco de paz. 
Hoy amigo, amiga, yo te digo, por favor no vayas a aflojar!!!!

Inés Massari
10-4-20 














A ti


Yazco en un páramo inhóspito y desierto
pero tu mirada me hace florecer

Languidezco en un intrincado y recóndito laberinto
pero tu boca me susurra la salida

Perezco en un bosque oscuro y enmarañado
pero de tus dedos nace la luz que me ilumina

Porque de ti emanan hacia mí:
las risas, los pájaros, las sutiles fragancias,
el verano, la poesía, las flores y la luz

Porque tú alejas de mí:
la angustia, el miedo, los cuervos, las pesadillas, 
la oscuridad, la soledad y las lágrimas de noche

Marta Oliver Santolaya
Madrid, España















Corazón de luna


A esa luna bonita 
trasnochada 
blanca 
que vaga confundida 
por el cielo azul 
de la mañana ... 
¿Alguien le dijo que la noche negra 
ya se puso 
su camisón de estrellas 
y misterios 
y se ha ido a dormir 
con sus amantes ? 
¡Ay luna bonita 
enamorada 
tu corazón y el mío 
desbocados 
cosas de locos hacen 
por su amado! 
Cobijame en tu vientre 
humo plateado 
y llevame hasta el sur 
de cerro y lago.

Marta Emilia Guerra














El Ángel de Alicia


Será una triste Navidad sin papá, murmuró Alicia, abatida, mientras su hermana Nélida la peinaba.
Lo sé, Alicia, pero nuestra madre ha dicho que la guerra terminará muy pronto y papá estará de regreso.
Nélida deseaba que sus palabras no fuesen solo una excusa para tranquilizar a su pequeña hermana, pues sabía que la realidad era muy diferente.
Llevaban tres años en guerra y las cosas no parecían mejorar. Además el invierno era muy crudo y apenas les alcanzaba el dinero que su madre ganaba como lavandera.
Sin dudas no sería una feliz Navidad, pero al menos se tenían las unas a las otras.
Alicia, pensativa dijo:
Antes de partir, papá me ha dicho que todos los niños tenemos un ángel de la guarda, un ángel que nos protege y nos concede peticiones. Yo le pediré que lo traiga de regreso.
Pues eso es lo que debes hacer y ya verás que cuando menos lo esperes, todo volverá a ser como antes.
Una sonrisa feliz se dibujó en el rostro de Alicia y ya más animada le pidió permiso a su hermana para ir a dar un paseo. Al menos ese día no había nevado y el sol brillaba regalando su calor y esplendor.
Nélida asintió con la condición de que no se demorase demasiado, ya que en un par de horas su madre estaría de regreso para celebrar la Nochebuena.
Alicia tomó su abrigo y salió a caminar, pensando en lo que había hablado con su hermana. 
Su padre también le había contado que los ángeles vivían en las nubes y que cuando nacía un niño, Dios elegía a uno de esos angelitos y asignándole la protección de ese niño, lo hacía bajar a la tierra. 
Alicia sabía que tenía un ángel de la guarda, pero jamás lo había visto ni hablado con él. Se preguntó donde se escondería.
De pronto, observó que un niño, de aproximadamente su misma edad, se encontraba sentado en los pies de un árbol, tiritando de frío. 
Vestía harapos y su rostro estaba muy sucio. Alicia se acercó a él.
Hola, mi nombre es Alicia ¿Y el tuyo?
El niño levantó sus grandes ojos azules, muy sorprendido, ya que no estaba acostumbrado a que nadie se acercase a hablarle.
Hola Alicia, mi nombre es Ángel.
Bonito nombre. Dime, ¿qué haces en este lugar, sin abrigo y tan desaliñado?
Adopté los pies de este árbol como mi hogar, sus enormes ramas me protegen un poco de la nieve. No tengo otro lugar donde ir, ni una familia que cuide de mí.
Alicia conmovida ante el relato del niño, le dijo:
Si quieres, puedes venir a pasar la Nochebuena en mi casa. Vivo con mi madre y mi hermana, mi padre se encuentra en estos momentos luchando en la guerra. No encontrarás grandes manjares, pero sí un hogar lleno de amor, en el cual serás bien recibido siempre.
Ángel esbozó una amplia y hermosa sonrisa, tal vez la sonrisa más bonita que jamás haya visto Alicia, pues estaba llena de gratitud.
Eres la primera persona que se preocupa por mí y me gustaría ir a tu hogar, pero no deseo ocasionarte ningún inconveniente con tu familia.
Alicia sabía que su madre no se enfadaría por la invitación, ya que ella y su padre fueron los primeros en enseñarle que siempre se debe ayudar al prójimo. Y así se lo hizo saber a Ángel.
Tal como lo imaginó, una vez en su casa, su hermana y su madre recibieron a Ángel con gran hospitalidad y afecto.
Le hicieron tomar un baño y le dieron ropa limpia.
Como agradecimiento ante tanta gentileza, Ángel les ayudó a poner la mesa, y luego de una agradable cena, las deleitó cantando canciones navideñas con su melodiosa voz.
El reloj marcó las doce de la noche, ya era Navidad, y a falta de obsequios para repartir, se regalaron besos y abrazos.
Antes de ir a dormir, Alicia y su nuevo amigo se quedaron conversando  frente al calor de la chimenea.
El niño le preguntó:
Alicia, ¿cuál sería el mejor regalo navideño que podrían hacerte?
Y Alicia no tuvo que pensar demasiado, su mejor regalo sería tener de regreso a su padre y que la paz volviese a reinar en su país y en el mundo.
Luego Alicia le devolvió la pregunta:
 ¿Y para ti, Ángel, cuál sería tu mejor regalo?
A lo que el niño respondió:
Gracias a ti y a tu familia ya tuve mi mejor regalo, el poder celebrar la Navidad en un hogar con amor.
Alicia, emocionada por la respuesta de Ángel, lo abrazó y le prometió ser su amiga por siempre.
Luego ambos niños fueron a dormir.
Alicia fue la primera en despertarse en la fría mañana de Navidad.
Miró por la ventana y observó que la nieve caía copiosamente.
Luego, sin hacer ruido, fue hacia la sala a encender la chimenea.
Cuando se disponía a preparar el desayuno, sintió que unas suaves manos se posaron sobre su hombro. Pensando que se trataba de Ángel giró sonriente, pero se topó con un hombre mucho más alto que su nuevo amigo, con varios años más que él y con unos ojos que reflejaban cansancio y felicidad a la vez.
En un primer momento, Alicia pensó que se trataba de un espejismo o de un sueño, hasta que el hombre que estaba frente a ella la abrazó y al igual que cuando era pequeña, la alzó y la hizo girar tantas veces que Alicia ya no tuvo mas dudas de que estaba sucediendo realmente ¡Su padre estaba de regreso!  
Al sentir las risas, su madre y su hermana también se levantaron y a partir de ahí, sonrisas, lágrimas de felicidad, abrazos, besos y un sin fin de palabras afectuosas invadieron el humilde hogar.
Una vez calmados, Alicia recordó que Ángel se encontraba durmiendo en la habitación que en otros tiempos había pertenecido a su abuela.
Golpeó suavemente la puerta, pero al no obtener respuesta entró al cuarto.
La cama estaba vacía y no había señales del niño en toda la habitación, solo vio una nota descansando en la almohada.
Alicia la tomó y leyó:
Alicia:
Me ofreciste tu amistad, tu hogar y tu corazón desinteresadamente, demostrando así tu extrema bondad, sin saber, que en realidad te encontrabas ayudando a tu Ángel de la guarda. Como respuesta a tu noble acción, te recompensaré haciendo realidad tu deseo, trayendo a tu padre de regreso y paz en el mundo.
Ahora me marcho, para continuar con mi misión en esta tierra, la de proteger a los niños que requieran de mí.
Si me necesitas, solo debes buscarme dentro de tu corazón.
Con cariño.
Tu Ángel guardián.
Alicia, con lágrimas en los ojos, terminó de leer la carta. 
Sin saberlo, había ayudado a su Ángel de la guarda y él la había ayudado a ella. 
De alguna forma ella también había actuado como Ángel, de su propio Ángel.
La guerra había terminado y su padre estaba de regreso, Alicia no cabía en sí de tanta felicidad. 
Además había aprendido una importante lección, no es Ángel quien posee alas, sino quien te cuida, brinda amor, equilibrio y felicidad, pero también debemos merecerlo, actuando de igual forma,  por lo tanto hay que estar muy atentos, pues uno nunca sabe cuando puede encontrarse con su propio Ángel de la guarda.





















Mate


Mientras terminaba de redactar el último punto del trabajo que tocaba entregar al día siguiente, un ruido extraño proveniente de mi interior llegó hasta mis oídos. Un sonido vibrante que movilizaba mis entrañas y me instaba a ingerir alimento. 
Haciéndole caso a la orden de mi estómago me levanté y caminé hasta la pequeña cocina. Que escrito así parece un paseo por el parque pero en la realidad no fueron más de tres pasos. 
Dejé llenando una vieja pava mientras encendía dos hornallas, una para calentar el agua y la otra como un intento de subir la temperatura dentro del frío monoambiente en el que me encontraba.
Mientras el calor se apoderaba del agua, un recipiente que cabía en mis manos ahuecadas era llenado casi hasta sus terceras partes con hierbas especiales. Siguiendo la costumbre que dicta mi pueblo y en específico la de mi familia, tapé la entrada del recipiente y lo agité, dejando un círculo de polvo verde en mi mano, que sacudí chocando ambas manos repetidas veces. 
Al terminar, usé un repasador para agarrar la pava, y dejar caer agua de a pequeños intervalos.
Lo último para colocar fue la bombilla tapándola con un dedo, con lo cual el ritual quedó finalizado y mi voluntad por terminar el trabajo, renovada.
Tanto el mate como la pava viajaron acompañándome al lugar donde tenía la computadora encendida, expectante luego de varias horas por la finalización del trabajo.















Mírame amor mío


Mírame amor mío,
desde lo profundo de tu mirada
y verás lo que siento por ti,
es demasiado para caber en mí.
Mírame amor mío
y verás que no hay mentiras en mi sentir,
Solo verás la gran ilusión,
de que algún día sientas lo mismo que yo.
Mírame amor mío,
verás en el fondo de mis pupilas
que se dilatan constantemente,
cuando veo tu figura delante de mí.
Mírame amor mío
y verás que no puedo vivir sin tí.
No me avergüenzo rogar que me mires,
porque hoy logré ser correspondida,
por fin nuestras miradas se unieron,
donde en ella te digo cuánto te quiero
y lo que veo en la tuya me pone feliz,
ya que vislumbro un futuro que anhelo.















El profesor


Hacía mucho tiempo que venía pensando en ir a una Academia de costura, entonces invité a mi hermana a que fueramos juntas, así de esa manera nos podíamos consultar y ayudar entre las dos en lo que fuéramos aprendiendo. El curso era acelerado, para coser ropa de niños y para toda la familia.
El profesor era una persona muy agradable, aparentaba ser un honesto padre de familia, pero en realidad no era así en su vida cotidiana. Solamente lo aparentaba delante de sus alumnos. Los alumnos habíamos empezado a sospechar, al escuchar los terribles diálogos que tenía con sus seres queridos, sin entrar nunca en razones para cambiar su forma de vida.
Él estaba involucrado en cosas muy oscuras y tenebrosas, de sus pecados, el deberá pagarlos, cuando la muerte lo separe de este mundo y su familia.

Marta María Nastaly














El café del teatro


Si usted se llega al lugar 
apenas abre la puerta 
lo dejará boquiabierta 
un retrato singular.
Que es muy digno de admirar 
es de la madre Teresa 
fue su vida una proeza 
siempre al humilde ayudaba 
y su amor ella entregaba 
tan pequeña y qué grandeza

En la pared del costado
varios cuadros de famosos
Troilo, Goyeneche y otros
artistas bien preparados. 
Qué bien han representado
nuestra danza popular 
y también podrá encontrar
 todo lo que se ha hecho 
y unas arañas de techo 
para alumbrar el lugar.

Varias mesitas cuadradas 
para cada comensal 
y de forma consensual 
con manteles adornadas.
Se desprende en la jornada 
el perfume de un cortado 
también un sándwich tostado 
quizás un rico guisito 
pastafrola, alfajorcitos 
que lo dejará asombrado.

Aquí lo están esperando 
una pareja preciosa 
es Javier junto a su esposa 
que al teatro la está mandando. 
Viviana va suspirando 
para observar una obra 
mientras en la caja, él cobra 
y recauda lo del día 
que los llena de alegría 
ya no viven con zozobra.

Olga Antognoli de Gaffoglio 
Julio de 2015

Revista Viajero Nro. 151 - Abril de 2020


Sembrando unidad


Y sucedió. Por fin sucedió.
Aquel viejo anhelo de la mayoría se concretó finalmente. Sueños y una justificada esperanza, hoy una realidad tangible.
Límites que se esfuman y la unión de destinos sin fronteras. La utopía, como una fruta que tardó milenios en madurar, cae del árbol y nos visita. Y la utopía deja de ser.
...
Reflexivas banderas que, enlazadas, abandonan luchas históricas. Enfrentamientos estériles.
Guerras, por nada. Sangre, por todo.
Por poseer más. Por no ser menos.
Por la ambición de ser el más poderoso. Insaciablemente ambicioso. Hasta aplastar al otro. Dominarlo. Esclavizarlo, de ser posible.
Así, desde siempre. Pasos, siempre fallidos y muchos de ellos, avergonzantes.
Mientras el hombre sigue su tarea autodestructiva, un puñado de seres indispensables sembró semillas de amistad.
Seres que se aliaron a la armonía y buscaron suelo fértil para que prospere la idea.
Y aunando fuerzas torcieron el rumbo ahuyentando el inevitable destino: el abismo....
Y las semillas germinaron.
Y los frutos se sucedieron.
Y los poderosos se pusieron en la piel de los débiles.
Y los débiles se dieron cuenta que unidos eran poderosos, pero ya no había necesidad de usar la fuerza.
...
Y le quitaron las telarañas a la sensatez, a la razón.
Espantados, espantaron el dolor.
Aterrados, se alejaron del terror.
De desalmados a desarmados.
De desesperarse a desperezarse.
Y al remover la tierra del desdén, nuestra maltratada gran aldea se vistió de un manto multicolor. Que cubrió a todos por igual; sin diferencias. Sin indiferencias.
...
Una inmensa granja con fatigados labradores que crearon surcos de paz, parcelas de ilusión.
Semillas frágiles que demandan unidad.
Embanderan el campo.
Lo tapizan con esperanza.
Izan una sola bandera: La de todos, la de la vida.
Y apuestan a ella.
Enaltecen valores.
Los reivindican.
...
Y creen en un fruto posible: el futuro.
Y la cosecha jamás fue tan fructífera.

Alejandro Costas
Ig: ale_costas1









Bosquejo de un encuentro


_Cuánta ansiedad me produce pensar en que pronto te habré de ver, para así en tus orillas mis nostalgias más grandes verter; disfrutándote, como en los viejos tiempos que posando en tus bordes habrán de volver.
_Sos magia, encanto y el hechizo que me hace contener, en la vasija de mis sensaciones la alegría más soberana que no puedo esconder.
_Te pienso y te sueño en la lejanía, esa que me quita el poder, que me hace fuerte para dejar de extrañar lo que no puedo tener: el abrigo cálido del sol que en tus parajes sale en cada amanecer.
_Cuento los días del año que habrán de nacer,  para partir con las valijas repletas de poesías que te habré de leer... porque han sido muchas que he tenido la fortuna de poder componer.
_Es el encuentro más efusivo que con anticipación me pongo a tejer; esperando que por todas las puertas de tus riberas pueda  acceder.
_Habrás de darme lo que ningún otro firmamento lo podrá hacer: "los recuerdos aquellos" que en el baúl de tus latidos los guardás con placer.

Claudia Ortiz
formosita1983@gmail.com









Un mundo pequeño


El mundo se hizo más pequeño,
se redujo a los confines de tu casa,
te confronta con las limitaciones del cuerpo,
está cada vez más cerca de tu espíritu,
pretende hacernos tomar conciencia de que
no somos tan "eternos", ni tan grandes, ni tan superiores, ...
Tomó el control de nuestras vidas a través de una
de sus más pequeñas creaciones.
¡Qué imbéciles los acumuladores de poder y riqueza,
los soberbios, etc!
¡Qué pequeños todos!
¡Velando por vivir un momento qué, además de prestado,
ya se acabó, sin que nos demos cuenta!

Dojo









El perro milagroso de la calle Moyano


Corría el año 1985 en Río Grande.
Los chicos del barrio nos dedicábamos al fútbol y a las bicicletas.
En ese tiempo, casi en la esquina de Moyano y Brown, se mudó una familia chaqueña. El matrimonio tenía dos hijos: uno de nuestra edad (más o menos seis años) y un bebé de brazos. Con ellos vivía también la abuela, que era muy anciana. La madre de los chicos era una morocha muy simpática, y el padre era policía.
En la misma semana que ellos se mudaron, apareció por las calles del barrio, un perro grandote, totalmente negro y con el pelo corto, huraño con los adultos y cariñoso con los niños. Obviamente fue bautizado como el negro.
Todos los chicos del barrio le llevábamos comida a escondidas. Las madres no querían que nos acercáramos a él por su feroz aspecto.
El chaqueño estaba poco en su casa y cuando estaba, no estaba sobrio.
El muchacho se sumó a nuestros partidos de fútbol y demostró tener mucha habilidad para diseñar las casitas que hacíamos con pallets y otras basuras de las fábricas. Rápidamente se ganó la amistad de todo el barrio.
Cuando la abuela se dejaba ver, siempre con un rosario entre las manos, toda la familia se apuraba a meterla nuevamente en la casa porque se notaba que tenía el cráneo un poco demente.
Una tarde ventosa de verano, mientras el matrimonio discutía acaloradamente en la vereda, vimos que el negro olfateó algo, cambió la expresión de su rostro, y como un tiro saltó rompiendo una ventana para meterse en el interior de la casa. El padre, desesperado, salió atrás del perro. Al llegar a la habitación del más pequeño, vio al canino con el hocico lleno de sangre y espuma, respirando con furia sobre la cuna del bebé. No sabemos si llegó a imaginar los pequeños miembros del infante despedazados o el rostro arrancado por los colmillos. Sacó el revólver y le disparó en la cabeza.
En ese momento ya todos habíamos entrado en la casa y el aire se congeló cuando escuchamos el llanto del bebé que se había despertado por la detonación. Al mirar la cuna vimos al pequeño sano y salvo, y a su costado, una enorme rata destripada por nuestro buen amigo. El padre se agarró los pocos pelos que le quedaban y dejó el arma en el suelo cuando se percató del error.
Los esposos, para estar seguros, decidieron llevar al bebé al hospital, por si era necesario vacunarlo o tomar ciertas precauciones en caso de que la rata lo hubiera mordido.
En el apuro se olvidaron de la abuela o no les importó. Ella salió de la casa y volvió, a la media hora, con una botella de agua bendita, unas hostias y una especie de mantel (luego supimos que lo había robado del altar de la Capilla Virgen del Carmen). Nos pidió ayuda y envolvió al perro con el mantel como si fuera una mortaja, lo bautizó y le colocó en la boca ¨el cuerpo de Cristo¨. Para ese momento, por el estruendo del disparo, ya hacía un rato largo que varias madres se habían acercado a la casilla, pero ninguna pudo disuadir a la anciana de que abandone la extraña ceremonia.
Guiados por la vieja, entre cuatro muchachos lo cargamos para llevarlo al patio. Al llegar, comenzamos a cavar un pozo para darle cristiana sepultura a los restos del héroe.
Unos meses después, la madre murió de cáncer y la abuela terminó en un hogar de ancianos, totalmente ida. Al padre lo despidieron de la policía por corrupto, y se volvió con sus hijos al Chaco.
Sobre la tumba del perro crecieron flores y durante años fue un lugar que visitaron madres desesperadas con sus hijos enfermos. Varios chicos, después de que los acostaron sobre la tierra que tapaba los restos del perro, se curaron.
Muchos inviernos después, construyeron una casa sobre la tumba y hoy casi nadie se acuerda de la historia del perro.
A veces, cuando salgo de los bares pateando piedras y camino por Moyano, escucho los aullidos y sé que está bien, que el negro sigue ahí, para cuidar a los más indefensos.

Fede Rodríguez
Publicado en el portal El Rompehielos, 2018










La amante


Marguerite Duras nació el 4 de abril de 1914 en Indochina.
En 1932 se trasladó a París, para estudiar derecho, matemáticas y ciencias políticas.
A su primera obra, “La impudicia”, le siguieron más de veinte novelas, guiones cinematográficos y otros textos dramáticos.  Entre ellos,  “Moderato cantábile”,  “El vicecónsul”,  “Los ojos azules pelo negro”,  “Los caballitos de Tarquinia”,  “El amor”,  “Destruir, dice” y “Un dique contra el Pacífico”.
Tras una profunda crisis psíquica marcada por el alcoholismo, escribió tres obras fundamentales, “El hombre sentado en el pasillo”, “El mal de la muerte” y “El amante”, célebre novela con la que obtuvo el Premio Goncourt,  y llegó al cine para convertirse en éxito mundial.

Ella dijo: 
“No sé qué es un libro. Nadie lo sabe. Pero cuando hay uno, lo sabemos.”

La lectura de su obra nos permite comprender esta sentencia, advertir el concepto de libro.
Marguerite es una escritora de historias extrañas.   Secretos y demás distorsiones. 
Sin explicarnos nada, impone el suspenso necesario para que ignoremos qué será capaz de escribir acto seguido.
Nos enseñó a respirar con la ligereza de sus oraciones, donde el silencio pesa tanto como la palabra.
Marguerite Duras hizo estallar secuencias para morir un 3 de marzo.  Ocurrió en 1996.  En París.  A sus 81 años.

Edité un libro que cierra con una cita suya:

“la muerte, también bautiza”











Ten paciencia


Mañana, solo mañana
Encontraras la dicha
y encontraras la calma
cuando los tuyos comprendan
que los amas con el alma
mas necesitas apoyo 
y necesitas palabras.
Muchos abrazos y besos
Que no comparas con nada 
un ratito de sus tiempos
para escuchar sus andadas.
De una mesa bien completa
donde ninguno faltara,
que el tiempo allí se detenga,
el reloj no caminara, 
que cada uno contara
sus sueños, sus esperanzas,
sus metas, aun tan lejanas,
ni siquiera es importante que las 
Cambiaran mañana,
porque el hoy también existe
y vos también te escucharan
porque estas llena de sueños
de metas y de esperanzas,
ellos crecen, aun no escuchan
ten paciencia.
Mañana, solo mañana.

Stella Maris López










Preludio 


Estoy en el trabajo
con sueño,
no puedo agarrar un legajo
porque quiero escribirte:
dedicarte versos,
describirte con tinta,
ahogarme en estrofas.
Tuyas

Me resisto a quedar muda,
nula, estática
para regalarte un soneto,
reinventarte en un terceto,
reclamarte besos en una cuarteta.
“Ya que voy a reclamar".

Abandóname una tarde
y que surja una oda
o una décima quizás.
Tal vez durante la noche
errante en la soledad,
no logre contener al lápiz

y verás que mi prosa te convierte en deidad.

Marina Aguirre










Existencia


Hacía mucho tiempo que me sentía apenado.
No recuerdo cuándo, ni dónde sucedió, solo confirmo que mi alma buscaba sentimientos, emoción. Una mañana la vi y mis latidos, aquellos que provienen de estar vivo, sonaban como campanadas.
 Ella era estudiante, la conocí al salir de la universidad.
Se pasaba horas en la biblioteca del Congreso o charlando sobre las clases con sus compañeras en la plaza. Fui testigo de cada recorrido, en el ferrocarril y colectivo, hasta en el subte.
Cierto día ella estaba sentada en el muelle, angustiada; de eso sabía porque antes de conocerla había invadido todo mi Ser.
Intenté levantarle el ánimo, quise detener sus lágrimas. Recordé el pañuelo de mi abuelo, estaba en el bolsillo derecho, no pude sacarlo.
 Le dije tantas cosas, busqué su mirada sin éxito. Somos seres humanos, sentimos la energía por ser biológicos. Comprendió, se levantó dando un salto de felicidad, de superación. A lo lejos venían caminando una madre con su niño (tomados de la mano), el nene saludo, devolví la amabilidad. En cuando pasaron al lado mío el pequeño dijo “chau”. Pude observar el rostro aterrorizado de la mujer, preguntó -¿Con quién hablas?

Nahuel Nasgho Gómez










El amor en tiempos de coronavirus.


Él no dejaba de pensar en el último día que se vieron. Volvía una y otra vez a recordar cuando se despidieron en aquella calle cortada. Sin embargo, ahora que reflexionaba, aquella levedad del beso algo le indicaba que estaba acorde con lo que pasaba en estos tiempos de contagios. Claro, era así. Más tarde ella no expresó muy crudamente. De todos modos, él ya lo tenía decidido: era el momento de recluirse por vaya a saberse cuanto tiempo. Y era mejor así, porque aunque hubieran optado por verse, se hubiesen visto ridículos saludándose con los codos y distanciados a un metros el uno del otro; cuando cada encuentro llevaba una carga emocional que hacia apretados los abrazos e intensos los besos. No, era mejor no encontrarse. Solo largas charlas a través del audio, y besos y abrazos "virtuales", hasta que pasen estos tiempos del coronavirus.

Jorge Omar Alonso
La Plata










¿Sueño o realidad?


Eran las nueve de la noche y Malu se estaba acostando. Muy temprano para lo que ella acostumbraba, pero al mediodía siguiente jugaría un partido de hockey en Barra al Viento, una localidad bastante alejada.
Esta era la primera vez que Malu jugaba un partido por el campeonato regional; el entrenador, que era un tipo muy duro y exigente, confió en ella y la designó titular.
De tan emocionada que estaba, Malu no podía dormir, daba vueltas y vueltas en la cama pensando en partido.
Finalmente el cansancio la venció y los sueños se sucedieron unos a otros en una rara mezcla que a la mañana no pudo comprender. Solamente recordaba una larga cabellera rubia envolviéndola y transportándola a través del espacio.
El domingo amaneció lluvioso. El equipo completo de las “Camisetas Rojas”se bajó del bus en el club de Barra al Viento; se cambiaron rapidito, tomaron los palos y salieron al campo, que estaba muy mojado aunque había dejado de llover.
El pequeño estadio estaba lleno de familia y amigos de los 2 bandos; las banderas abundaban y Malu vió una pancarta con su nombre. La sostenían sus compañeros de colegio que al mismo tiempo le gritaban:
¡¡¡¡Vamos Malu!!!!!, y ella emocionada, levantó el brazo para saludarlos.
Comenzó el partido y entre corrida y corrida, golpe y golpe y muchos resbalones ,Malu cortó dos avances del contrario y asistió a una compañera que la metió en el arco.
El primer tiempo termino 1 a 0 , ganando las Camisetas Rojas.
Ya desde el comienzo de la segunda etapa, las rivales empezaron a pegar fuerte porque se veían superadas. Voló un palazo dado con saña y Malu cayó al suelo. No podía levantarse, estaba mareada por el dolor. Pero entonces apareció una hermosa mujer de larga cabellera rubia y alas desplegadas que la envolvió, igual que en su sueño. Se le acercó y con una voz muy dulce le dijo : - Vamos Malu, vos podés hacerlo…..Tomá mi mano y levántate. Y la rozó con su mano muy delicadamente,entonces, un inmenso calor se apoderó del cuerpo de Malu que se puso de pié y le hizo al entrenador  la seña de que continuaba.
Y en la jugada final, le llegó la bocha y de un golpe la metió en el arco.
¡¡Estaban 2 a 0 y eran visitantes!!. La tribuna aplaudía a rabiar y sus compañeras de equipo la abrazaban….
Así terminó el partido. En el vestuario de las Camisetas Rojas todo era alegría. Las chicas no paraban de hablar, algunas reían y otras lloraban de felicidad.
Malu abrió su bolso para guardar el conjunto rojo que había usado durante el partido, y allí vio la cara de la hermosa mujer que le había tendido la mano en el campo de juego. La miraba sonriendo desde lo profundo del bolso y la escuchó diciéndole, como en un sueño nuevamente, que estaría acompañándola en todos los partidos.
Malu estaba segura que se había ganado el puesto de titular y que de ahora en más tendría un hada madrina junto a ella.

Susana Stazzone










Porque sos el amor de mi vida


Porque sos el amor de mi vida
En ella siempre tendrás cabida
Porque nunca te daré salida

Porque sos el amor de mi vida
Te seduciré de por vida
Porque sé que lo nuestro se selló con la simpatía

Porque te elegí para toda la vida
Quiero que nuestra vida perviva
Porque si acaba, lo nuestro termina

Daría mi vida por la tuya
Porque al no darla
Seria perder la mía

Porque sos el amor de mi vida
Te elegí como si no hubiera nadie a quien elegir, la única opción
Como si fueras la única en esta vida

Porque sos el amor de mi vida
Soy uno con vos
Porque siendo dos
Soy un puro desahucio

Porque sos el amor de mi vida
Tu expresión amorosa embalsamaría
Para que perdure y sirva de ejemplo
Hasta el final de los días

Porque sos el amor de mi vida 
Cuantas cosas, amada mía…











Un domingo en el río


Espero con ansiedad llegue el domingo, así como casi todos los domingos en verano, nos íbamos con mi papá, mi mamá y mi hermanita Elena a pasar todo el día en el río, escapando  un poco de los terribles calores, íbamos  en bicicleta, mi  papá muy cargado, mi  mamá llevaba a mi hermanita y yo en otra bicicleta, tomábamos  por el camino blanco, rumbo al río, el camino era de tierra. A medida que pasaban los camiones, camionetas, motos, que pasaban raudamente, terrible polvareda nos iba cubriendo el cuerpo, todos iban a pasar el día al río.
Íbamos muy cargados, con todo para la ensalada ya limpia y lista para condimentar, fruta, pan, agua, lonas para tirarse en el piso, todo para el mate, infaltable, mi papá tenía un calentadorcito a alcohol, en cuanto llegáramos era lo primero que hacía, calentar el agua para el mate que yo le cebaría, por supuesto el me enseño a cebarle mate,una pequeña carpita,como el era maestro Boy Scout tenía varias para cuando se iba de campamento con el grupo de los  chicos, la parrilla, carbón.            
Al llegar íbamos al fondo, o sea pasando El Pejerrey Club, pasando el murallón, muy cerca de lo Sabaleros, acomodábamos todo con mi mamá, mientras yo le cebaba unos mates a mi papá, no se serian muy buenos, pero hacia lo posible para que fueran los mejores mates, luego de haberle cebado muchos mates a mi papá, mi mamá, mi hermanita y yo nos metíamos al agua, cuando todavía se podía, no estaba tan contaminada el agua como ahora, mientras mi papá iba más al fondo, a comprar un sábalo para hacerlo asado a la parrilla, el lugar era con muchos yuyales, casi un bañado, donde viven los pescadores o le dicen también Los Sabaleros, un lugar casi desconocido para la mayoría de las personas, a media mañana ya habían regresado de pescar, sábalos, surubíes, luego de haber estado desde la madrugada pescando, con todos los riesgos que corrían río adentro, por las tormentas y las crecidas, si los llegaba a encontrar un poco desprevenidos, era su pelea diaria para ganarse la vida, el pan para su familia, normalmente muy numerosa, vivían muy precariamente en esa zona del rió, con mucha dignidad y luchadores.
La barca en que salían todos los días cargadas con las redes para pescar, no siempre estaban en buenas condiciones, las mantenían arregladas por ellos mismos como podían, al volver por la mañana con su preciosa pesca, iban en los carros tirados por caballos, para vender los pescados por los barrios, al regresar se dedicaban a poner en condiciones sus redes y sus barcas para el día siguiente, así es la vida de los Sabaleros.
Al regresar mi papa con el pescado ya limpio, lo rociaba con el jugo de varios limones, le ponía sal gruesa dejándolo reposar un buen rato para suavizar su sabor y luego lo colgaba con un gancho de un sauce para que se escurriera un poco, y ya quedaba listo para ponerlo en la parrilla, que se iría asando lentamente, mientras tanto, preparaba la salsa para ponerle al darlo vuelta, con tomate, cebolla, perejil, todo picado chiquito sal, aceite, vinagre, bien mezclado y cuando le ponía encima la salsa se sentía un aroma exquisito, cuando lo hacía en mi casa, no salía ese aroma tan rico tal vez sería por el aire del río y el entorno de la vegetación, y ya se nos habría el apetito a todos, mientras mi mama condimentaba la ensalada   y a comer, así pasábamos el domingo, comiendo, tomando sol, yendo al agua, tomando mate con bizcochuelo que mi mama había hecho con tanto amor, al atardecer a juntar todo y volver a nuestra casa, que hermoso día habíamos pasado y con tan poco éramos felices.
A mis años todavía al recordar esos domingos en río, y mi papá cerca de la parrilla, cuidando el pescado no se quemara, me llega ese aroma tan especial, me dan muchas ganas de volver a saborearlo como entonces, junto al río, recordando esos tiempos tan hermosos, de haber compartido con mi familia en mi niñez, mientras contemplaba como llegaban los Sabaleros, a la orilla de mi río querido, con sus barcas repletas de sábalos.

Marta María Nastaly










Tercermundista…


¿Usted, se ha puesto a pensar que hubiera ocurrido, si esta “Pandemia” (de público conocimiento en el cual nos encontramos en cuarentena) no comenzaba en los países de primer mundo subdesarrollados?
La respuesta más que sencilla. 
Si hubiera sido al revés de ninguna manera estamos preparado, obviamente económicamente, científicamente, tecnológicamente, ni en el área de salud, pero algo mucho más allá de todo eso… socialmente. ¿Si a ellos los sobrepaso en todos sentidos, se imaginan a nosotros?
Como se dice en la jerga callejera: “somos cabezas de termos” y es verdad, lo somos llevando la terquedad a flor de piel. Uno no comprende porque no le paso y piensa que es inmune a todo lo que pase en las películas, pero no, no es una película de Stephen king con Tarantino, es la vida misma y corremos peligros. Somos unos unos lindos y tiernos corderitos en la boca del lobo que no se ve a simple vista, pero esta, se hace sentir.
Por eso, no se acatan las ordenes que nos impone el estado, porque jamás nos importó ni mucho menos nos gustó que nos digan lo que tenemos que hacer, y aparece en primera persona “hago lo que se me dé la gana” pero no entendés que es un riego para vos y para los que te rodean. O también el dicho popular: “aun no nació quien me mande” y lamentablemente si nació hace cientos de años y es un librito que una persona se tomó la molestia de anotar todas las leyes de orden público que receptan los principios sociales, políticos, económicos, morales y religiosos cardinales de una comunidad jurídica cuya existencia prima sobre los intereses individuales o sectoriales. Ósea, que no podés hacer lo que se te de las ganas, si te dicen quédate en tu casa… tienes que cumplirlo.
Ahora bien, muchos más de una vez cometimos errores, a quien no se le quemo alguna vez las tostadas o tomo la última botella de agua de la heladera y no la lleno, o se le hirvió el agua para el mate. Eso son factores vulgares de que no estamos preparados como sociedad y somos las verdaderas pestes, el verdadero veneno de este mundo.
Aplaudo de pie a todas aquellas personas, que si acataron las ordenes y se quedaron en sus casas, a quienes si se preocupan por la integridad humana de los demás. (deseo, que nadie mire crecer las flores desde abajo)
Y a los que vagabundean tomen conciencia, respeten y valoren. Tenemos el diario del lunes en nuestras manos, no desaprovechemos esa oportunidad que Dios nos dio. 

Quédate en casa!!











Encuentra la llave, esta en la palma de los que quieren ver
Bebí de golpe aquellos días de paz
y morí de sed
El deseo después fue simplemente desear poco
y venir otro poco a dejar de pedir
e ir yendo y yendo para dar
Así colme la sed del abismo
y descreí del hombre milagroso
Fui a buscar el bien por
sobre una balumba de sombras
Sin ganarle a ningún otro de por medio
para justificarme
Entonces, encontré una llave

             como nací desnudo
como lo tanto que tengo que hacer conmigo 
mientras tanto y animó a saber quién soy

-No te diré jamás cual es la llave, es tu trabajo-
Solo diré que no necesité distracción después de la distracción
pero sí el afán del hombre del océano
De aquel barco surcando la tormenta
del que corre por correr
del que enciende todas la luces del pensamiento
del espacio justo cuando el alma deja el cuerpo de repente
Alimenté los errores
justo porque nada es en vano
Y sentado en un café
que de esa esquina
hace un universo
usé la llave
            a mis cuarenta y tantos
Así como quien prende un pipa
de un tabaco que sabe al del abuelo
de un pan caliente que recuerda las caricias de mi madre
usé la llave sin temer a los gigantes espectros del disgusto
una osa mayor de navegante,
en curiosidad, que es a quien me debo con todo el tiempo que hay


Allí entendí
entendí lo más importante
entendí de una vez
de que se trata todo esto.

Luciano Calzada