Revista Viajero N° 5 - Mayo 2005




Límites y excesos


Me
excedo
con los
excesos.
Me
limito
a los
      límites.
Mi
     fin
es eliminar el
                    final.

Mi
fin
es
   exceder
los
límites.
Mi
   final
será
     limitar
los   
   excesos.

Vivencia y supervivencia


Principio
claro
brillante
cuasi pegajoso.

Colores
calientes
¡colores!,
             gloria.

Vida cos sus
  senderos, caminos.

Violeta
círculos tiempo.

Senderos
blancos nos llevan a lo negro.

Senderos
              negros
nos llevan a la
                       nada.           

Reloj
arena.
De la
        vida
a la
     muerte.
De la muerte 
                   ¿a?

Victoria Salsa











Lo más maravilloso en la vida, ¿es vivir?
Que pregunta, pero creo que nadie se habrá puesto a pensar o a reflexionar.
Muchos se preguntarán, ¿qué es la vida?
Es más, a mucha gente le pregunté qué era la vida y mi reflexión es esta:
La vida es lo más maravilloso del mundo, lo mejor que nos pudieron dar es "estar vivos". Gracias a la vida tenemos amigos, familia, alguien en que confiar, alguien a quien amar.
La vida es hermosa, te da todo, pero hay que trabajar mucho para conseguir lo que queremos, lo que somos, lo que que­remos ser, lo que tenemos, etc.
Hay que saber disfrutar la vida, porque es una sola y es corta; y uno no sabe cuando va a terminar, Por eso hay que vivir día a día el presente.
No hay que pensar en el pasado porque ya pasó. Lo que sí, tenemos que acordarnos de no hacer de nuevo lo malo de ese pasado. Todo es experiencia ¿no? Pero lamentablemen­te vivimos del pasado y no nos damos cuenta del mal que nos hacemos, y no sabemos valorar lo bueno del presente. La verdad, no se porqué escribo esto, si también es injusta la vida.
Sí, es injusta, como por ejemplo, ¿para qué la muerte? ¿Por qué la muerte?
¿Por qué es tan dura?
¿Por qué cuesta tanto superarlo?
Pero lamentablemente es algo en la vida que nos va a pasar a todos.
Se podría definir como un camino sin regreso, ¿no?
Yo a veces me pregunto, ¿adónde vamos después de la vida?
Que pregunta!!!
Creo que todos se lo preguntaron o preguntaran. Es algo que nunca nadie va a saber, nadie nos va a poder contar. Queda en nosotros creer, en nuestra fe. Es muy raro, me carcome la curiosidad. ¿Cómo puede ser que nadie sepa? Es un misterio, un gran misterio.
Yo solo sé que las personas nunca más van a volver, aunque cueste, hay que aceptar que las personas no van a estar más con nosotros en esos momentos malos o buenos, y que no estarán más cuando más las necesites, para pedirle un con­sejo, un abrazo o un beso.
Esas personas solo van a quedar en el recuerdo, en una foto, una filmación, una carta, en el "corazón".
Cuando necesitemos a alguien en quien confiar y no encon­tramos esa persona, solo hay que mirar las estrellas y hablarle a la más grande y brillante. Porque aunque piensen que soy una boluda que sueña mucho, que no piensa en la realidad, están muy equivocados. Porque si en la vida no soñamos, la vida es un cagada. Hay que soñar y pensar en los que ya no están, con el mejor recuerdo, con todo lo bueno que tenían.
A mí me pasó y es algo muy feo. Me paso con una de las personas que más amaba (sigo amando) en la vida: mi abuela. Siempre estuvo en mis momentos malos y buenos, siempre con una sonrisa, siempre feliz y contenta. Con su humor trataba de alentar a los demás. Siempre pensando y buscando la comodidad para los demás. Tenía un corazón inmenso. Era una persona llena de vida, con muchos proyectos para todos, buscaba la felicidad con lo mínimo que fuese. Era una de las mejores personas que conocí en la vida. Siempre la voy a recordar por su sonrisa y su forma cariñosa que tenía al dirigirse a mí: con sus chistes y comentarios. Gracias abuela por todo lo que me diste y me seguís dando.
Pero, ¿por qué se van las personas?
¿Por qué te fuiste abuela?
No te lo merecías, vos estabas bien. ¿Por qué pasó lo que pasó? Yo te había ido a ver y estabas bien.
Nadie puede entender el porqué: fue de un segundo al otro...
Pero bue... yo, de lo único que me arrepiento es de no haber podido demostrarte todo lo que te amaba y quería., todo lo que sentía por vos, de la gran admiración que tenía hacia vos, por todo lo que hacías por los demás, por tu simpatía, tu dul­zura, etc.
A veces tengo miedo, miedo de olvidarme de vos, de los recuerdos, no sé porqué. Tengo miedo de no poder recordar todas las cosas que hicimos juntas y de todas las cosas que me enseñaste, etc.
Espero que sea algo equivocado esto. Pero no sé, a veces lo pienso y trato de que sean falacias que aparecen para ponerme a prueba: de que, no sé. Pero esto me lo dicta el corazón.
Pero sabes, yo se que estas bien ahí donde estas. Porque tu corazón está con toda esa gente que lloraste por mucho tiempo; te encontraste con esas personas, ¿no? ¿Cómo es allá arriba?, ¿cómo te tratan? Yo sé que estás bien por que te estás encontrando con tus amigas y familiares. También sé que desde arriba, vos nos cui­das mucho y nos proteges.
La verdad abuela, es que yo hablo con vos. Y siempre me ayudaste cuando te lo pedí. Por eso quiero decirte que te extraño mucho, y nuevamente gracias por lo que me diste y me enseñaste.

Agustina Recchini
agusrecchi@hotmail.com












Viene y va


Implacable,
siempre viene y va.
De un lado a otro,
como agonizando,
pero viene y va.
Solo,
innumerables veces,
siempre viene y va.
De lar en lar,
de hendijas en hendijas,
perturbando,
siempre igual
pero viene y va.
De hogueras en hogueras,
como acariciando la alameda,
siempre viene y va.
Mezclándose,
con el verde, arenal
parece que estuviera inmóvil,
pero igual,
viene y va.
N o sabe de suerte,
nostalgia ni recuerdos,
siempre está,
igual viene y va.
Aunque silben ven las pavas,
sobre amores hechizados,
crueles y apasionados,
siempre está,
pero igual viene y va...

Luis Romero













El bosque


El óleo se recortaba cubriendo casi en su totalidad una de las paredes de mi habi­tación; lo había pintado mi bisabuelo sobre la pared misma y todavía sobrevivía indemne a la humedad y a los años.
Me acompañaba desde siempre y significó el berretín más grande de mi infancia, al insistir día tras día en descolgarlo de la pared. Conocía cada pincelada del cua­dro y todos sus detalles.
Cuando era pequeña, aterrada por alguna pesadilla, solía ver en alguna parte del cuadro, una figura que me consolaba y en cualquier momento podía volar y perder­me en sus rincones.
Pasaron muchos años desde mi infancia y el óleo de tan cotidiano y conocido des­apareció a mi mirada, y dejó de ser diferente a los mueles, la ropa, la cama. Confundido con los objetos, se desvaneció en el olvido.
Pero esta noche he vuelto a observarlo detenidamente:
Luminosos rayos de sol atraviesan los distintos verdes, verde profundo de las hojas caídas sobre el verde musgo de la hierba en la tierra. Rojo ladrillo el camino, escon­dido entre sombras, conduce hasta el manantial de agua clara y cristalina, el agua corre desgastando rocas antiguas sin lograr cambiar su curso. A un costado, man­tiene la puerta entreabierta invitándome a entrar.
Sí conocía ese cuadro de memoria y a la perfección.
- Pero, ¿qué es eso? Ese punto blanco en el cielo, nunca estuvo allí. ¿Quién pudo haber osado manchar el cuadro del bisabuelo? ¿Qué es eso?
Me acerqué ofuscada, furiosa y pude comprobar que la mancha blanca en el cielo del cuadro era un chicle, que estiré sin lograr despegarlo; en mi tercer intento, el efecto rebote del chicle me sumergió en las profundidades de un cielo tumultuoso, aterricé en una nube que a la velocidad de la luz me condujo hasta otro lugar y caí torpemente sobre la calle de adoquines.
A mi alrededor, la construcción del lugar impedía divisar horizonte alguno, todas las paredes eran grises y altísimas, por lo frías parecían de acero, no tenían venta­nas - era lógico, pues no había otra cosa que mirar otra pared -, lo más extraño eran las puertas, unas eran tan altas como el edificio mismo, tan altas que se perdían en el infinito; otras en cambio eran pequeñitas, tan chatitas que casi desaparecían, y en algunos edificios una flecha indicaba el subsuelo y las puertas estaban bajo tie­rra. No había otra cosa en el lugar, no había animales, ni automóviles, ni carteles de propaganda, nada, absolutamente nada más que edificios grises y adoquines en las calles.
Un frío desolador recorrió mi sangre. Perdí la noción del tiempo recorriendo las calles, buscando una salida, como en un laberinto algún camino conduciría a la salida, debía encontrar el bosque.
Vencida por el cansancio me quedé dormida. Al despertar, la noche en aquel lugar era la noche más oscura de toda mi vida.
Una a una se fueron abriendo las puertas y de las mismas salieron hombres peque­ñitos y chatitos de las puertas pequeñitas y chatitas, hombres gigantes de las puer­tas que se perdían en el infinito y de las puertas bajo tierra salían hombres que se arrastraban como serpientes.
Un grupo se acercó rodeándome y alguien preguntó: - ¿Cómo te llamas?
- Esperanza, respondí.
Todos estallaron en sonoras carcajadas. Entonces pregunté: - ¿Y tú, como te llamas?
- Ego, me respondió.
- ¿Y tú?
- Ego, dijo.
- ¿Y tú? Volví a preguntar.
- Ego, dijo también.
Un grandote se abrió paso diciendo:
- Todos aquí nos llamamos "Ego", pero yo soy el más grande y el único tan talen­toso, y como verás el más apuesto e inteligente, y el más simpático y...
y así continuó, lo demás aburridos se fueron alejando, pero como ni siquiera se dio cuenta, se quedó hablando solo.
Otro hombre que se había acercado se presentó y dijo:
- No le hagas caso, siempre habla de esa manera, él se cree todo lo que dice, pero no es cierto, porque el mejor soy yo...
y así continuó igual que el otro durante horas.
Entonces decidí acercarme a un hombre pequeñito, que me dijo:
- No, no vale la pena que te acerques a mí, porque yo nunca sé nada y seguro que si contesto tus preguntas, voy a estar equivocado.
Me alejé y le pregunté por la salida a uno de los hombres serpientes y no me contestó.
Un anciano, ni muy grande ni muy pequeño, acotó:
- Nunca te contestará, esta encerrado en sí mismo, no puede escucharte
- ¿Por qué están bajo tierra?
- Son los suicidas, nadie puede ayudarlos, se esconden en la tierra para no hablar
con nadie.
- ¿Y tú, quién eres?
- Yo, soy tu bisabuelo.
- ¿Cómo? Por qué me has traído a este lugar tan horrible, tú que siempre me acompañaste con la belleza de tu bosque.
- Pequeña, yo no te he traído hasta aquí, tú vives aquí, has vivido aquí desde que dejaste de volar en mi bosque.
- No entiendo.
- Pinté el bosque en tu cuarto para que jugaras con tu imaginación y fuera tu fantasía de niña. Pinté el bosque para que salieras a buscarlo de grande. Tú olvidaste mi bosque, en colores desleídos, mi bosque se convirtió en tan solo un cuadro.
- Perdón, sigo sin entender.
- El bosque, la belleza de la vida, la vida que quieres, tienes que verla, tienes que
buscarla, creer que es posible para hacerla tu realidad. Yo no te he traído hasta aquí. Eres tu propia carcelera, has olvidado quien eres, Esperanza, debes creer que el bosque existe para ti y podrás volver a volar en él.
Todo a mi alrededor empezó a girar y girar a gran velocidad.
Recostada en mi cama, tomé el vaso de agua de mi mesa de luz y bebí un poco. El agua era fresca y clara como agua de manantial, con el perfume a fresias y menta del bosque.
Observé el frasco de veneno y sin dudarlo lo vacié en el lavabo del baño. Le di gracias al artista que hace posible la vida en un cuadro.
Preparé mis valijas y me marché en busca de mis sueños, a encontrar mi bosque.

Liliana
lreineri@speedy.com.ar












Hoy


Hora de deshonra
con susurros escondidos,
donde tu amor ausente
permanecer no ha podido!

Has robado mi pasado
has robado mi futuro,
hoy solo somos extraños
que acabamos con los años
de pasión!
Hoy ya solo nos aterra
que fuera tan mío y tuyo.
Hoy somos solo
dos heridas
que se cubren
con las manos
desgarradas y apretadas
ocultando sus medidas!

Yolanda Ada López












Los tiempos de la Internet 


Les voy a contar una historia muy triste para mí y no quiero que me juzguen por mi sensibilidad, pues creo que yo hacía mucho bien a la sociedad; y todos los soñadores que buscaban la felicidad me adoraban. Ahora todo cambió.
Mi vida estaba llena de momentos alegres, era feliz ayudando a la gente, brindán­doles amor y acelerándoles el corazón.
Recuerdo una mañana de primavera, que me llamó la atención una hermosa joven recitando una poesía al viento, a la sombra de un árbol. Era el más hermoso y sencillo poema de amor que jamás había oído (todavía creo que no escucharé nunca nada igual)
Pero mientras lo leía, inundaba sus ojos con tristes gotitas de amor.
Fue por eso que me propuse investigar para quién estaba dedicado ese poema. Pregunté en el cielo a todos los arcángeles y ángeles, hasta que encontré a uno al que le gustaba mucho husmear a la gente y me contó sobre el afortunado.
Era un compañero de colegio de ella. Siempre estaba hablando sobre el amor de la joven, aunque no se animaba a confesárselo. Estaban mutuamente enamorados y ninguno sabía de los sentimientos del otro.
En ese momento me di cuenta que tenía que intervenir, agarré dos de mis mejores flechas, mi arco y fui a buscar a esas dos almas enamoradas.
Cuando los vi hablando, juntos, les disparé bien el centro del corazón. Desde ese instante, quedaron unidos por el amor y la pasión.
Como éste episodio hubo millones. Formé infinidad de parejas. Pero ésta unión la recordaré siempre, porque fue la última que logré.
Desde que apareció la Internet, la historia es otra. Ya no tengo trabajo. Ya no puedo disfrutar la felicidad de ver a las personas enamoradas por mi culpa.
Ahora se conocen por Internet y no se acuerdan de mí. La gente piensa que una relación se puede formar sin hablar personalmente. Yo conocía los gustos de las personas y armaba parejas que pudiesen compatibilizar. Con esto de la Internet es todo más vano, no existe persona que le importe los sentimientos. Solo ven (qui­zás) una foto, hacen un par de preguntas idiotas y creen haber encontrado a su alma gemela. Y esta es la visión del amor que tienen.
Me duele mucho haber terminado así. No tanto por mi trabajo; sino porque el mundo, de a poco, se está quedando sin amor.

Jonatan
jony87@hotmail.com