Revista Viajero Nro. 153 - Junio 2020

 




Días de abril.
Otoño inminente.
No me perderás
aunque me haya demorado.
De sombras he crecido
y voy a resurgir,
cuando tomes mi mano.

Inés Massari
15-4-2020 / 3 hs
hilda.boccongella@gmail.com














Boceto del valor


En los colores del incentivo, 
se halla accionado más de un motivo, 
por el que el optimismo siempre está activo. 

Cuando haya baches lo más efectivo,
es recordar con frenesí que se está vivo;
focalizando en el acto profundo y reflexivo:
de que otros ya son latidos ausentes e inactivos. 

Hay que pensar: __que el ímpetu de los tropiezos son furtivos;
que la audacia del desánimo no debe ser lesivo...
¡Hay que disfrutar de la vida al máximo más aún cuando tenga gestos afectivos!

Se tiene que ser  entusiasta y festivo,
ante la desazón que tiene más de un propósito nocivo.

Que el discurso a la tenacidad más alusivo, 
sea aquel que nos haga permisivos, 
pero a la vez alerta e inquisitivo...
ante el alud del fracaso cuando sea soberbio e intempestivo.

Si la persistencia es colosa los resultados cálidos van a ser masivos,
y las caídas pasarán a ser parte de la fragilidad de los momentos depresivos. 

Se debe dar cauce al coraje, de ser necesario mantenerlo cautivo;
así cuando se proceda a sembrar se logre luego los mejores cultivos;
para que desde lo abisal del alma sean como adhesivos.

Claudia Ortiz














Poema


María M. Stanganello














El funeral


Iba camino de un campo de trabajo en Finlandia en un pueblecito cerca de Laponia. Tomé el tren nocturno desde Helsinki y debía llegar a mi destino a las 6,00 h de la mañana. Como no confiaba en permanecer despierta, ya que había estado viviendo la animación nocturna de Helsinki varias noches seguidas, le pedí al revisor que me despertara en mi estación, obteniendo un gruñido por respuesta. Me quedé con la duda de si atendería a mi petición y por si acaso me dispuse a permanecer en vela hasta llegar a mi destino. De todas formas, tampoco mi petición me pareció tan difícil de llevar a cabo, ya que por lo que pude observar, en el tren apenas iríamos una docena de personas. Eso sí de todos los pelajes. Había un par de ejecutivos trajeados, señoras con niños y aspecto de pueblo, con grandes pañuelos atados a la cabeza e innumerables paquetes y maletas que a saber lo que contenían. También se contaban entre los viajeros algunos hombres solitarios con aspecto de trabajar en el campo, grandes de cuerpo y de manos, rubicundos y con las mejillas sonrosadas, no sé si del aire del campo o de ingerir con demasiada frecuencia snap, palabra danesa y sueca para un chupito de una bebida alcohólica fuerte tomada durante una comida o cuando se tercie.
Como no podía ser de otra manera, me quedé dormida y me desperté cerca de las 12,00 h. Cuando pude enterarme de dónde me hallaba, observé con estupor que estaba cerca del círculo polar, ya adentrada en Laponia. 
Me bajé en la primera parada con intención de coger un tren de regreso, pero no había ninguno hasta por la noche, así que tuve que asumir pasar todo el día en el pueblecito que me había tocado en suerte.
Salí de la estación sin saber a dónde dirigir mis pasos, cuando pasé por delante de una iglesia con un cementerio aledaño. A lo lejos se divisaba el pueblo, minúsculo, más bien una aldea donde no parecía haber ningún bar o tienda donde refugiarme y pasar el tiempo. El pueblo estaba compuesto de casitas de madera oscura -muchas de ellas con los dinteles y aleros decorados con frisos festoneados, pintados de vivos colores- y rodeado de verdes campos. 
Había mucha gente congregada a la entrada de la iglesia, por lo que deduje que debía estar celebrándose algún evento y no muy afortunado, a juzgar por las ropas oscuras de los asistentes. Además, llevaban ropa de abrigo, por lo que el conjunto contrastaba rotundamente con mi atuendo: pantalones cortos, camiseta de tirantes, botas de montaña y una pesada mochila a mis espaldas. En fin, una ropa nada adecuada para esas latitudes, tal y como pude deducir del frío que sentí al bajarme del tren.
Como no tenía nada mejor que hacer y siempre he sido muy “echada pa`lante” me metí en el interior de la iglesia y me dispuse a curiosear. Era toda de madera vista y con muy pocos ornamentos, nada ostentosa, muy distinta de las iglesias que acostumbramos ver. 
Dentro había gente también sentada en los bancos y empecé a sentir vergüenza de invadir la intimidad de esas personas en un momento tan delicado, y también de mi aspecto de mochilera.
Me disponía a irme, cuando unos brazos me agarraron y me llevaron al banco de la primera fila, donde me hicieron sentar. Yo no daba crédito y no entendía lo que me decían. Traté de balbucear una excusa en inglés y largarme de allí lo antes posible, pero me di cuenta de que ni hablaban inglés ni estaban dispuestos a dejar que me fuera. En Helsinki la mayoría de la gente habla inglés, pero en los pueblos del norte la cuestión cambia radicalmente y es casi imposible encontrar alguien que hable algo distinto del finés, como pude comprobar en la estación al preguntar por el tren de regreso. Menos mal que había un cartel con los horarios y las estaciones, porque si no me hubiera quedado prisionera en este pueblecito a la espera de algún rescate milagroso. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que el revisor no me había despertado, no por malicia o falta de interés por su parte, sino sencillamente porque no me había entendido y tampoco tenía forma de hacérmelo saber.
Dentro de la iglesia, obedientemente colocada en el banco de la primera fila donde me habían sentado, reparé en un marco grande con un lazo negro que se sujetaba con un caballete y contenía la fotografía de un muchacho rubio que sonreía a la cámara con unos dientes desiguales. 
Todos me sonreían y abrazaban y desde luego no permitieron que me fuera del puesto que me habían asignado.
Yo cada vez entendía menos la situación. Podía tratarse de un pueblo muy hospitalario, pero ¿en esas circunstancias?...
Me tragué el funeral enterito y después me hicieron acompañarles por un camino que parecía llevaba al pueblo. No sabía qué pensar.
Sin saber cómo, acabé en una casa llena de gente y con comida de todo tipo. Aunque me avergüence decirlo, aproveché la ocasión para tomar unos bocados, puesto que no había desayunado (ni cenado la noche anterior por lo que recordaba) y ya era la hora de la comida.
Allí encontré a un chico de mi edad que chapurreaba algo de mal inglés, y pude enterarme de que estaban muy contentos de que hubiera ido al funeral y que estaban destrozados por el suicidio de GertJhon, que así se llamaba el chico. La causa de su muerte era por desgracia habitual en esas latitudes frías y oscuras. Mi desconcierto iba en aumento mientras seguía devorando sándwiches y ensaladas variadas pero de cuyo contenido no podría dar fe. 
Todo quedó explicado al averiguar que GertJhon había estado de Erasmus en España y que había tenido una novia española a la que se sentía muy unido, según les contó, el tiempo que allí estuvo.
No hacía falta ser un genio para deducir que todos pensaban que yo era la novia española y que había viajado expresamente a Finlandia para acudir al funeral.
Mi primer impulso fue deshacer el equívoco inmediatamente, pero después vi cómo me sonreían, la amabilidad con la que me habían tratado y me di cuenta de que les reconfortaba o les ayudaba en algo mi presencia allí en aquel trance.
Después de unos momentos de duda, decidí que lo mejor era que siguieran pensando que su hijo me importaba tanto como para recorrer 3.000 km de distancia. Así, y gracias a la escasa comunicación con la que contábamos, me decidí a representar la farsa de la novia española.
Ya más tranquila con la situación aclarada, me dediqué de lleno a mi papel, ora sonriendo a la familia, ora señalando con pesar y cara de aflicción las innumerables fotos de GertJhon que había dispuestas por toda la casa. Debo confesar que tan de lleno me metí en mi papel y tan teatrera soy, hay que decir que estaba en el grupo de teatro de la universidad, que hasta me permití la licencia de echar unas lágrimas de cocodrilo cuando me pareció que la situación así lo requería.
Les expliqué, a través del chico que medio hablaba inglés, que debía coger el tren nocturno de vuelta a Helsinki y toda la familia me escoltó de vuelta a la estación. 
Se prodigaron en besos y abrazos, y yo retomé mi camino rumbo del pueblecito donde estaba mi campo de trabajo, con la sensación del deber cumplido, de haber llevado un pedacito de felicidad a una familia desgarrada por el dolor. Me sentí llena de paz, aunque poco me duró al comprobar que el precio del billete de vuelta era aproximadamente todo el dinero que yo llevaba para pasar el mes en el campo de trabajo. Así que debía decidir entre gastar todo mi dinero y pasar el mes con una mano delante y otras detrás, o colarme en el tren sin billete. Sin dudarlo opté por lo segundo, por lo que me pasé todo el viaje,y toda la noche, unas 6 horas, jugando al gato y al ratón con el revisor. Cuando le veía aparecer yo desaparecía en el lavabo o me iba a la otra punta del tren. Tuvo su gracia y emoción, aunque ya había tenido bastantes emociones en ese día para una buena temporada. Eso me obligó a permanecer toda la noche en vela, pero me ayudó el haber dormido la noche anterior en el tren y el llamado sol de medianoche. Estábamos en julio y el sol no llegaba a ponerse nunca, sino que por la noche su luz era más difusa y tenue pero continuaba iluminándolo todo perfectamente.Era una sensación extraña.
Además, tuve otro percance durante el viaje, y es que tenía una sed terrible, debía ser del atracón de comida que me había pegado. Y cuanto más lo pensaba más me acuciaba la sed. Acudí al servicio, esta vez no con el fin de ocultarme, sino de beber agua, cuando vi un cartel  que decía por una vez en perfecto inglés que el agua no era potable. Bueno, me dije a mi misma, por un snap, es decir un chupito, no creo que me pase nada. Y así empecé snap a snap, pero no llegaba a calmarme la sed. Cuando al cabo de un rato seguía con la misma sed y comprobé que no se habían producido nocivos efectos ni en estómago ni en intestinos, comencé a beber a manos llenas, ya sin ningún miramiento.
Suspiré aliviada cuando llegué a mi estación sin contratiempo con el revisor y sin efectos visibles por haber bebido litros y litros de agua no potable. Pero llegaba un día tarde al punto de encuentro donde me debía recoger el personal del campo de trabajo. Sin embargo, di por bien empleado el retraso al recordar las caras sonrientes de los familiares de GertJhon. 
Ahora debía enfrentarme a otro problema, cómo llegar al campo de trabajo, cuya ubicación ignoraba por completo.
Me dirigí a la ventanilla de la estación, donde había una señora que por supuesto hablaba perfecto finés y nada más, por lo que tuve que hacer uso de la mímica y de las dotes teatrales antes mencionadas, para señalar el teléfono, poner el pulgar en mi oído y el meñique en mi boca y finalmente juntar las palmas de mis manos a modo de súplica. La señora soltó una parrafada pero entendí perfectamente, porque negaba con la cabeza. Puse mi mejor cara de aflicción, recientemente ensayada por cierto, y logré que se me humedecieran los ojos. Finalmente, la señora levantó la mano en el aire y señaló el teléfono con aire de fastidio. Así logré contactar con el campo de trabajo, estábamos en la era pre móvil, y conseguí que en unas horas vinieran a buscarme.
El tiempo que tuve que esperar me quedé en la estación como una buena chica, y no se me ocurrió ni por un momento acercarme al pueblo y mucho menos a la iglesia. Nunca se sabe lo que puede pasar…

Marta Oliver Santolaya
Madrid, España














Si pudiese


Si pudiese,
sería tu sol de cada día
para caminar contigo.
Si pudiese,
sería tu luna cada noche, para velar tu sueño
y dormir a tu lado.
Si pudiese,
sería el agua que calma tu sed,
así estaría en tu interior
y no salir jamás de él.
Si pudiese,
sería tu alimento de siempre,
así te mantengas sano
y yo mirarte sin que lo notes.
Si pudiese,
ser los latidos de tu corazón,
así sería la sangre que corre
por tu cuerpo dándote la vida.
Ya no serías un sueño o una ilusión.
Sería mi divina realidad,
Que ansío hace rato tiempo.
Cobraré valor e iré por ti.
Para decirte que te amo
y no me niegues tus sentimientos,
porque tú sabes lo que pienso.
Si puedes, abrazame fuerte amor,
Que yo aferrada a ti. Seré feliz.















Desierto y encuentro


Te busco en el desierto.
Leo los signos en el aire,
intento escuchar la Voz del Viento.
Descubrí un camino hacia Tu encuentro
para ir debo entrar y no salir.
Y veo una Luz por solo un instante,
plenitud, alegría, saciedad.
Hay instantes que no son trozos de tiempo,
sino muestras de totalidad de eternidad. 
Vale la pena el desierto por ese instante.
Está escrito el camino, solo es necesario hacer silencio.
Y en los más profundo y auténtico de mi ser,
nos encontramos… Camino y Yo
Comunidad de amor.















La "Nueva Normalidad"


Ahora la "Nueva Normalidad". Era normal subir al micro para ir al centro de la Ciudad; era normal ir a tomar el café de todas las mañanas y leer "La Nación"; era normal charlar con el doctor de la mesa de al lado sobre temas diversos; era normal saludar con un beso a la amable encargada del supermercado y a la cajera aquella con las que siempre se intercalaba una charla o una broma y con quienes se había hecho "amistad"; era normal cenar los fines de semana con los hijos y los nietos; era normal abrazarlos y besarlos; era normal estrechar en un abrazo al amigo o al conocido de tantos años con quienes uno se encontraba; era normal tomar un tren; era normal encontrarnos en un café; era normal cortarse el cabello o comprar ropa y hasta algún perfume, era normal ir a la librería a ver qué buen libro podía llevar. Era normal vivir. La vida era normal, hasta que nos impusieron la "Nueva Normalidad" y todo aquello dejó de ser normal.

Jorge Omar Alonso
La plata














Mi taza y yo


Me gusta levantarme temprano todos los días, de domingo a lunes, y poner en práctica mi rutina mañanera.
Entro en la cocina y enchufo la pava eléctrica; mientras tanto, busco la taza que más me gusta, que es una grande con dibujos de lechuzones muy coloridos. Elijo un saquito de la caja de té. Generalmente opto por uno frutado.
El té me gusta medianamente cargado y apenas endulzado, para no perder su sabor.
A la tarde tomo otro té en la oficina, y los fines de semana en algún bar con una amiga.
Pero como este momento del desayuno en casa, no hay otro. 
Estamos solas mi taza y yo, y entre las dos organizamos mis actividades.
Yo escribo en mi agenda de bolsillo y ella espera a mi lado a que lentamente consuma su contenido hasta el final.
No hablamos, y eso me gusta.
Simplemente estamos juntas.
Yo solamente la elegí cuando la ví por primera vez, y no hice nada más por ella. 
Es la taza con los lechuzones de grandes ojos negros la que me hace compañía mañana tras mañana.
Y son todos ellos los que logran que sea más llevadera mi soledad.

Susana Stazzone


























Los caídos


Al hombro llevará kilos de polvo,
sudor fenecido, pico y pala,
hambre de ayer, del invierno pasado
y, lo más importante, el hambre de otros. 

Sus pares, tan desvirtuados como él;
embebidos en la peste del alcohol,
en la lujuria barata, siniestra,
llevarán hondas fosas como sombras.

Caerán, como él, bajo la tristeza;
en la indiferencia, en el desamparo,
hasta ser la minúscula, sombría

gota de tinta de una ilustración,
de alguna letra sucumbida, presa,
en las tristes páginas de un libro

Alejo Oliveira














Lo que valen tus ojos…


En la plenitud de un ocaso perfecto,
sobre un acantilado vestido de otoño,
nacerán nuevos vientos.
Es bello un mundo nuevo,
cuando los recuerdos, sólo son recuerdos. 

Risas festivas al pie de la ribera,
cuando aguas benditas demuestra su esplendo.
En noches sin lunas, son puras bendición.
El diablo, vestida de princesa.
Sus labios invita a la fábula ilusión.

Ya sin catorce de febreros ni octubres
por quién rezar, hundido en el suave 
desencanto de la vida. Y en la metáfora
siempre elegante de la duda, "hipócrita utopía"!

Mucha agua pasará bajo el puente.
(pero no será de cristal, no será de beber).
Danzarás imprudentes melodías
Rumbas y candombes en tristes carnavales.
Ayer fuiste la piel, que alguna vez protegí.
Y siempre habrá un lugar en el corazón
que jamás se olvidará de ti.
Aunque ya no hay nada en esta noche,
más que sombras densas llevan tu nombre.
Todo sueño es eterno cuando el afán es tesoro.

Es candente, es efímero, es todo lo que necesito.
Lo bello de la vida es todo aquello
que pueden ver unos ojos ciegos,
En el cielo, suenan tambores que llaman la alegría.
Y son tan triste los días, que nada puede consagrarlo.

La suerte de una buena carta,
esta abrazada al pie de una Copa rota.

Victor Salinas














Cuando hablo de todo 


Sos el todo, de los miles de pedazos que fui encontrando. Sos la ternura de tras de la sonrisa, la comedia de mis risas, el coraje del emprendedor, la admiración de mis ojos, la bondad de tus palabras, la locura de la mente volada, la razón de lo justo y necesario.
Sos el ir y venir de los días agitados y las noches de inspiración, sos el creador de los sueños propios y ajenos. 
Y la razón de esta creación.

Intentarlo 

Leí por ahí que todos contamos nuestra versión de la historia. Creo que tiene que ver con la última vez que lo intentamos. 
Ahora nos está pasando a todos al mismo tiempo, al mundo entero. Volver a salir e intentarlo de vuelta.

Eugenia Cardozo. 














Mi cuarto


Isla mía, donde mentes extrañas con su reguero de prejuicios y mendacidades 
no pudieron contra la mía, que floreció como en una caja fuerte sin combinación
Sin pedir permiso, sin estrechar la mano a ningún precio.
Siempre con la cerviz erguida, la frente en alto, feliz
porque se hacía a sí misma, sin importarle provocar el sobresalto de lo que estaba tieso.

Mis camisas de la infancia, apiladas, sin usar en el ropero
sin arrugas
porque todavía tienen el mejor apresto
el del amor materno.

Pero! Que felicidad la mía!
Cuanta ignorancia tenía en aquel tiempo.
Si parecía nomas que el corazón solo estaba hecho para ser feliz en todo momento.

En el zaguán de tierra
la cajita de madera de nogal
con canicas de vidrio y metal
¡A jugar, a jugar!
Pero no hay nadie con quien hacerlo, parece que todos se han ido hace mucho tiempo.
Solo queda la resaca de las huellas desprolijas de aquellos niños traviesos
La mesa redonda del comedor
con pedacitos de comida pegada
de almuerzos y cenas
que mi corazón rumea cuando mi presente vital se encarama, arrogante, dañino
para lanzarse, tal cual un orate, con sus manazas al cuello, quitándome así el aliento.

Desde los fondos
los fantasmas de la casa,
cada vez que regreso
me quieren dar definitivo cautiverio.
Porque también ellos, como yo
quieren volver a ser, lo que fueron.

Javier Bueno














Esa rosa es de mi jardín


Rosas frescas
te pido, 
pues las de vidrio, 
otras me han dado,
y, sin espinas, 
igual, las he sufrido.
Rosas, que, aunque secas,
no mueran, 
siendo siempre,
resucitadas, 
por el amor prohibido.
Rosas, sin perfume de olvido, 
eso te pido.

Dojo














El mannequin


Caminando por las calles de mi ciudad, de repente, casi sin darme cuenta, estoy frente al añorado Teatro Municipal de Quilmes. Hace varios años que lo cerraron por refacciones!!!!! Veo algunos albañiles entrando y saliendo con materiales, tirando escombros ¿Qué es lo que pasa? Pregunto!! ¿Qué están haciendo en el teatro? Me contestan que lo están refaccionando. Les pregunto si me permitirían pasar, quisiera ver si encuentro algunas cosas de mis hijas, de cuando hacían teatro ahí. Entro, recorro los pasillos sorteando en el camino maderas, ladrillos, escombros, cal. Todo lleno de polvo. Se me agolpan los recuerdos. Mientras recorro estos lugares tan queridos por mí, por mis hijas, por todas las personas que pasaron por aquí, cada uno haciendo un personaje distinto, cuántos años han pasado, desde que mis nenas comenzaron a estudiar teatro. Acompañarlas a los ensayos, estudiaban tardes enteras sus libretos, mientras yo les cosía la ropa y preparaba todo lo necesario para el día del estreno de la obra.
Luego el gran día, el estreno de la obra teatral. Vestirlas, peinarlas, ver que esté todo bien. Sonia las maquillaba, con toda su dulzura de mujer, con todo su amor hacia todo el elenco, cuántos recuerdos, cuántas horas he pasado aquí dentro acompañando a mis hijas, junto a todo el grupo de teatro.
De repente al pasar junto a una puerta, como si algo mágico me enpujara, entré en el desván. Estaba lleno de cortinas, ropa de todo tipo, zapatos, sombreros, accesorios, bijouterie, toda la utilería del teatro. ¡Esto es lo que estoy buscando! Espero encontrar algunas de las tantas cosas de mis hijas que han quedado aquí. Comienzo a revolver y revolver; de repente aparece entre todas las cosas, un maniquí forrado en fieltro, sin brazos, ni cabeza, pero con unas bellísimas y perfectas piernas.
Pobre maniquí como ha quedado, en cuántas obras habrá estado. Si pudiera hablar, cuántas cosas me diría, cuántos secretos sabrá. Si pudiera hablar, pero pobre, si ya ni cabeza tiene.
Bueno, lo voy a recomponer un poco, lo voy a vestir, lo acomodo bien en el piso. Encontré un hermoso vestido celeste, todo bordado con lentejuelas, luego una chaqueta de terciopelo con mangas largas, un par de guantes de encaje negros, le coloco unos preciosos zapatos, le pongo una pelota de goma como cabeza, un pañuelo al cuello, lo acomodo lo mejor posible, le pinto los ojos, a la boca le pinto una linda sonrisa, le pongo un poco de rubor en los pómulos, unos aros, collares y un gran sombrero. Ya va tomando vida, hasta parece que me hablara, esta resucitando de su largo letargo, de tantos años escondido entre bambalinas, junto con las cosas que le pertenecen a mis hijas, que pienso llevármelas, lo vuelvo a mirar para despedirme, pero no puedo dejarlo ahí, así tirado. Los albañiles seguro lo van a tirar junto con todos los escombros restantes. Qué hago ahora, sus ojos se clavaron en los míos, pidiéndome “por favor llévame contigo, no me dejes aquí”. Entonces me inclino para llevarlo y ¡oh sorpresa!, comienza solo a incorporarse lentamente, como si fuera un robot, me toma la mano, lo sujeto bien, y salimos caminando hacia la calle. Los albañiles no entendían nada, miraban asombrados, la tomo de la mano y salimos caminando. 

Marta María Nastaly














Miro la luna 
desde  mi jardín 
Anochece  
Te extraño  
mi hombre  
de ojos negros  
de voz dulce 
como una melodía
de Richard Clayderman 
volando  
como palomas mensajeras 
por el celeste cielo 
cubierto de estrellas  
iluminando 
mi bello pino  
pensando en ti  

María Eugenia Morchio  Rigaldo














FXF


Hay gente que sueña con su fiesta de quince,
su casamiento, su divorcio,
yo sueño con mi fiesta de despedida.
Si bien ha sido el envase quien 
posibilito el abrazo, la mirada,
las caricias y tantas otras emociones,
cuando llegue el momento de dejarlo
quisiera que todo fuera diferente,
y va aquí el pedido a todo aquel
que se haga presente en ese momento.
Habrá emociones, sin duda, pero
me gustaría que cada uno buscara
en sus recuerdos y en lo posible
trajera consigo una foto en la que 
estuviera presente; y con ella la
anécdota vivida en ese momento
¡que suene risas! carcajadas, y lágrimas
de alegría por lo vivido, ya que todo
deja una enseñanza y no me arrepiento
de nada, y sé que todo es por algo;
ojalá deje en ustedes agradables y 
valiosos recuerdos, ya trabajo a diario
para ser cada día mejor como mujer y
especialmente como madre, hija, hermana,
tía, amiga, compañera, vecina etc.
Volviendo al pedido entonces: no es
que me niegue a las flores, pero si lo desean
pueden cambiar F x F, ósea fotos por flores,
y entre charlas amenas despedirán
mis cenizas con los mejores recuerdos.
¡¡¡Ah!!! No se olviden de que halla
música de la que a mí me gusta
mi voz acompañará seguramente desde
algún rincón, equivocándome con la letra
como de costumbre, y cada una guarde 
para  los mejores momentos con mucha
felicidad, ya que la lucha por conseguirla 
no ha sido fácil.
Hoy soy feliz, se que demuestro lo 
que siento a cada uno de ustedes,
por eso confió en que lo van a entender
y para que no parezca cosa de locos
muestren estas líneas en una pizarra
para que quien quiera se acople a 
esta fiesta de despedida.

P.D.: De todos modos espero que esta
fiesta se haga esperar muchos
años, y cuando llegue será
por dejar el envoltorio ya que
mi alma, mi ser estará siempre 
entre ustedes protegiéndolos.

Stella Maris López