Revista Viajero N° 89 - Noviembre 2014

 


Los pájaros


El pájaro se acerca
y es nada
es viento, olvido
soledad, quietud.
 No decora, ni alimenta
con su cortejo pasajero
y costumbres
de pájaro adulador.
 Logra su meta con impunidad
impune seduce, conquista
marca o aburre,
impune se aleja.

Marina P. Aguirre
amira90@hotmail.com















Perros vagabundos


Dos perros abandonados,
lloraban en mi vereda,
habían sido allí dejados,
por alguien sin corazón,
Me acerqué, les di comida,
y a partir de ese momento
como dos niños mimados
me acompañaron los dos.
 
Me acompañan cuando salgo,
cuando voy y cuando vuelvo,
me abrazan de tal manera
que ya no sé lo qué hacer,
Me esperan por la mañana
para pedirme comida,
mientras me lamen las manos
y me acarician los dos.

Isabel Corrao Santos
i_co_san@yahoo.com














Llueve


La lluvia fría cae acariciando los vidrios
de mi ventanal, las gotas van formando
figuras irreales, traslucidos, dejando huellas 
en mi cuerpo sensible, se acerca la noche
la lluvia cesa lentamente, lavando mis tristezas
borrando las huellas del desamor
gotas de lluvia resbalando lentamente
se detienen,me obserban, caen nuevamente
empujadas por otras gotas, una mano
las recorre, las lleva hacia un rincón
las aplasta, se desparraman,caen 
en la húmeda hierva,muere en el 
intento por sobrevivir,
uniéndose con las otras gotas.

Marta María Nastaly























Ansiedad de ti


El día es interminable, mis oídos quieren escuchar tu voz. 
Mis manos quieren tocar tu piel y mi pecho sentir amor. 
Desde lo lejos te siento, me sumerjo en el eter y a mi lado te tengo; 
y tu, con inmensa sonrisa me dices te quiero. 
Muchas noches me despierto y entre sueños te veo, 
vuelvo a dormirme, con la paz que caen las plumas del cielo.
Esas imagenes fluyen, cuando voy a tu encuentro, 
es tanto el amor q siento que quiero gritarlo a los cuatro vientos.
Esperame mi amor, yo por amarte muero. 
El día es interminable pero a mi lado te tengo. 
Y tu, con tu inmensa sonrisa me dices te quiero.

Héctor Daniel Carpio














¿Sabías tú?


 ¿Sabías que la lluvia es el río del cielo?
 y que todas las grutas son castillos del mar, 
que las olas son danzas esclavas de la luna 
y la playa el reguedo de la arena y la sal? 

¿Sabías que las Islas 
son las ruedas del mar? 

¿Y los caminos? ¿Sabías que son los ríos del polvo y sus curvas las dudas que si vienen o van? 

¿Sabías que para muchos pájaros 
el bosques una enorme y encantada ciudad, 
que el cielo son sus calles 
Y los charcos vidrieras donde van a mirar? 
















Momentos


Yo me asomé a la noche. La luna estaba pálida.
Temblaban las estrellas brillantes y lejanas. 
Fue mi canto triste lanzado a las alturas 
y el llanto contenido, torrente que desata. 
Yo le llevé a los astros mi grito de impotencia, 
mi soledad sin causa, mi sed nunca saciada.
Yo le conté la pena de mi esperanza muerta...
de tanto ensueño trunco... de tanta ilusión vana.
Yo le tendí las manos cual se buscará apoyo 
como si fuera un ciego de lazarillo aguarda... 
yo le tendí las manos que recogí vacías 
ah!... éstas pobres manos que no recogen nada. 
Yo le pedí calma que espero sin que llegue; 
yo le pedí la calma y el olvido, que es copa no apurada. 
Yo le he pedido fuerzas para seguir la marcha 
porque la cruz me agobia y es dura la jornada. 
Yo suelo así... en la noche... salirme de mi cárcel 
Porque para mi pena la noche abre sus alas. 
La noche es como un vaso de ese algo que yo ansío, 
descifró su lenguaje, me siento iluminado; 
la luna de sonríe como hermana buena...
¡Si hasta de Dios parece llegarme una mirada! 
Me asomo a la noche, en su regazo juro 
recuerdo suavemente el río de mis ansias... 
L noche!... la noche... con sus astros, y yo, fieles amigos 
nos vamos de la mano por rutas ensoñadas... 

Ángel Pollón 















   Día 644
La elección


Siembra cálices de agua
en sitios urgentes de piedad
cautiva sonrisas en rostros tristes
y elige siempre la luz a las tinieblas.
Ve hacia lo dulce
olvida la letanía infame que inunda los rincones vacíos.
Espera viviendo cada momento, con el bien y con el mal.
Mas elige el bien
los abrazos
las eternas noches cubiertas de rocío,
pues (alguien escribió alguna vez y con mucha razón)
"quien se entrega a la tristeza
se priva de la plenitud de la vida".

Elizabeth Francken
“Los años ámbar”
















La paz


¿Qué buscas?
Desde que naces, la libertad
Primero
oprimido en un mar rojo y caliente
entre latidos y caricias.
Te apresuras a ver la luz que te enceguece
mientras unos senos te amamantan
y dos brazos fornidos tu porvenir hilvanan.
Luego ves la tierra...
preñada de un dolor horrendo.
Sufres, te angustias.
Te sumerges en el dolor del mundo
que acelera sus miserias.
Como en un pozo de sombras muy profundo
dejas correr la vida entre tinieblas
¿Qué esperas?, ¡Ya lo sabes!
De la profunda oscuridad,
un débil halo de luz resplandeciente
filtraba una esperanza,
Allí, Dios.
Solo la paz aguarda.

Beatriz Guagno de Scalisi
“Es Otoño y Amanece”
















A María Lourdes


Como la humilde Bernardita en la gruta,
aquí estoy; asombrado contemplándote,
pura, inocente, fresca, luz plena y vida.

Tu llanto es melodía, como lo fue
cuando te asomaste por primera vez
toda empapada de amor materno:
¡Cuánta felicidad escucharte!

Como un baño de blancura inmaculado
como inyección de adrenalina paterna,
como la Santa Bernardita
descubriste un manantial sagrado
y me pusiste un pie en el paraíso,

Beto Viciconti
















Las luciérnagas tristes


El vaivén de las ramas, se balancea al mandato del viento caprichoso, que impertérrito se moviliza a voluntad propia, ignorando en absoluto lo que arrasa a su paso,
Es así como caen hojas, en algunos casos, muy blandamente, en cambio en otras, los pétalos ya débiles, se juntan en tierra con la hojarasca reseca, o recién desprendida, ello proporciona que diminutos insectos, o de mayor tamaño o todo bicho nocturno ya sea volátil, o de tierra, recurren a cobijarse en las hojas que descansan sobre el suelo.
En un pueblito provinciano de Argentina, qué bellos paisajes, de alta y hermosas montañas, con ríos caudalosos que desembocan en lagunas; en lagunas ondulantes espumosas, que salpican constantemente gracias al accionar del vehemente viento, en cuyo paraje, nos ubicaremos, donde la corriente no es la excepción, y las ráfagas aunque en diferentes circunstancias, de corta duración, y que en igual modo su movimiento incesante espante a insectos en la noche campestre.
En este marco se halla a Lucía, que se encuentra acodada en la parte baja de la parecita del porch de la hacienda, de la que es dueño juntamente con su joven esposo David.
Ensimismada consigo misma, observa el constante ir y venir de las luciérnagas, empujadas por la fuerte e intensa brisa que predomina el lugar. 
Los brillantes insectos, pululan como si se sintiesen indefensas, deteniéndose apenas en cada mata orlada de flores. Arbustos silvestres reciben del mismo modo a visitantes, que parecieron temerosos de donde detenerse mucho tiempo en el jardín, compuesto de flores simples como exóticas, traídas de otras zonas del país, por los padres del joven matrimonio. 
Lucía mirando aún a las luciérnagas, se retrotrae a su lejos y alegres años infantiles, aunque inconsciente, cuando con tenaz percusión, al margen de la cruel obstinación, siendo las mismas objeto de caza indiscriminada, como así también diversión y pasatiempo.
Al recordar, siente un escozor haciendo que reflexione pensando en pasado y jugué que fue maldad.
Meditando todavía en el tema, experimenta desasosiego, sin percatarse que desde el alambrado que separa el campo de maduras espigas de trigo con el jardín, David la observa atentamente, aunque en la oscuridad no lo hubiese visto, se halla enternecido, sabiendo de antemano los apenados pensamientos de su esposa.
El arrepentimiento favorece a que sienta un intenso calor recorriendo todo su cuerpo deprimiendo aún  más.
Le parece escuchar en su mente las voces de los niños, preguntándose unos a otros:
- ¿Has casado muchas ya? 
El interpelado respondía entonces: 
- ¡Aún no...! - ¡Pero verás dentro de unos momentos...!
El grupo de amigos continúa trayendo en la noche presente. Lucía, perseguían con presteza, corriendo desenfrenadamente e implacables, munidos de una rama tierna.
Los más pequeños, inquirían integrados:
- ¿Por qué cazan tantos bichitos de luz, guardándolos en un frasco destapados, o en cajitas de cartón agujereadas?
Los hermanos o amigas mayores, contestaban risueñamente:
- ¡Ja...!  ¡Ja...! ¡Ja...! - ¡Para qué no sientan frío...! 
Todos entonces reían de la respuesta ocurrente, pero Lucía hoy sabía al igual que comenzó a saber el daño que causaban con aquella ignorante actitud.
Sintió en su fuero interno como si las inocentes luciérnagas experimentaran tristeza, como en otras ocasiones.  
De pronto se sobresalta, al proseguir sobre su hombro derecho, la presión suave como cariñosa de David, cuando apoya su mano en él.
Y para no asustarla, habla quedamente:
- Cariño, nuevamente imaginas tristeza en ella, ¿verdad? 
- Ciertamente cariño, has adivinado mi pensamiento. Respondió ella mirándolo directo hacia los ojos. 

Continúa en la siguiente edición

Eve Berar
















Darse cuenta


El día es interminable, mis oídos quieren escuchar tu voz. Mis manos quieren tocar tu piel y mi pecho sentir amor. 
Desde lo lejos te siento, me sumerjo en el éter y a mi lado te tengo; y tu, con inmensa sonrisa me dices te quiero. 
Muchas noches me despierto y entre sueños te veo, vuelvo a dormirme, con la paz que caen las plumas del cielo.
Esas imágenes fluyen, cuando voy a tu encuentro, es tanto el amor que siento que quiero gritarlo a los cuatro vientos.
Espérame mi amor, yo por amarte muero. El día es interminable pero a mi lado te tengo. Y tu, con tu inmensa sonrisa me dices te quiero.

A.G.R.