Revista Viajero Nro. 93 - Abril de 2015




Todos seguían durmiendo
y en una casa encantada
estaba arriba de la mesa
gritaba entusiasmada
Toda la casa
para ese juego
que había permanecido
que nadie lo escuchó
y goza de los encantos
propia, propiamente.

Lucía Tyburczy
l.uuu.c.iii.aaa@hotmail.com











La elección


Siembra cálices de agua
en sitios urgentes de piedad cautiva sonrisas en rostros tristes
y elige siempre la luz a las tinieblas.
Ve hacia lo dulce
olvida la letanía infame que inunda los rincones vacíos.
Espera viviendo cada momento, con el bien y con el mal.
Mas elige el bien
los abrazos
las eternas noches cubiertas de rocío,
pues (alguien escribió una vez y con mucha razón)
"quien se entrega a la tristeza
se priva de la plenitud de la vida".

Elizabeth Francken
“Los años ámbar”










Muy a su manera 


“Se amaban”.
Sí, muy a su manera, se amaban con ese amor que deviene en costumbre tácita y callada.
La “una” llegaba, se sentaba en su sillón preferido frente a su escritorio preferido,  tenía varios desperdigados por su amplia casona, y como cual faraona ante sus escrutados pergaminos, leía.
La “otra” iniciaba sus paseos matutinos, silenciosa y arrastrante; le había dado por andar cientos de kilómetros por este bosque oloroso de hojas infinitas. No molestaba a nadie, iba y venía, no hacía ruido y de repente, levantaba su cabeza minúscula para dar una mirada y descubrirla! ¡cuánta serenidad le daba verla! sabía que al hallarla la cercaba una invisible seguridad existencial.
Se amaban así,  ¡muy a su manera!
La “una” solía husmearla de reojo…volvía la cabeza como simulando buscar algún título incunable secuestrado en sus estantes, pero en realidad, la buscaba para tener la certeza de que había llegado y estaba a salvo. No fuera a entrar la criada y la sorprendiera en el lugar equivocado.

La “otra” se instalaba  sobre aquel escritorio que olía a orgulloso alerce y se gozaba en sentirse contemplada por un tenue rayo de sol que se asomaba a la ventana. Pero ademas, la“otra” sabía que sobre ella caía, cual cascada trasparente, una mirada  severa pero tierna, aguda y envolvente. 
Un día anónimo y repetido sin que la “otra” pudiese despertarse ante la presencia deseada, cayó un árbol y todo oscureció. Sí, unas manos siniestras, como suele ocurrir en todo crimen, le usurparon la alegría de vivir y amar.
La “una” regresaba, desprevenida, a su escritorio y ahogó su grito envejecido. ¡ Allí estaba, sobre el libro preferido, la figura inerte de este ser, de esta compañía cotidiana!
Comenzaron, así, todos los inútiles… ¿por qué?
La “una”, apoyando la  sapiencial cabeza sobre sus manos esqueléticas, se preguntaba
-  ¿Por qué no había dejado cerrado el clásico aquél?
¿por qué no había desoído el molesto teléfono que ha robado siempre el silencio, silencio de playas desnudas de turistas y adormecido mar?  Se quedó estática sobre sus pensamientos que vagaban por el túnel de la efímera existencia.

La  “otra” yacía desparramada sobre la sexta línea  de aquella amarillenta página que, tal vez, vendría a ser una milésima parte de una corteza conífera.
Se amaban, sí, muy a su manera, pero..se amaban!
La   “una”…Aurora

La  “otra”…Rebeca.

NOTA: Aurora Venturini ama a los animales y entre sus muchas mascotas, 
tenía una araña dentro de casa,  la llamaba  “Rebeca”.

Cris Tallón
rontal@hotmail.cl










Los amaneceres del crepúsculo


He creído despertar mientras una transición de luces no culminaba. Creía verlas, permanecer ante el insomne rechazo de una blanca noche intimidándome. Y pronto recompuse mis alegorías de sonámbulo guardián de los tiempos.
Cuando había decidido dormirme, la traslación de la luna vejaba mi coherencia hasta despertarme sin huellas desafiando. Cuando había decidido dormir, cuando las horas despuntaban y mellaban en mi sien indicando el final del día, he fingido dormir. La exploración de vastas ruedas convergía ante espasmos asustantes causándome un insomnio relampagueante. Ufanaba un mundo donde la oscuridad de la noche remplazara la claridad diurna, aunque ésta había sido la primera vez en ocurrir.
Murciélagos oníricamente estables pronunciaban un aleteo cercano a los compases de los segundos. Esperaban salir, depredar y volver a sus recintos; pero las claridades incidían en cada uno impidiéndoles desafiar los salvajes antros de la nocturnidad. 
Cuando había decidido despertarme, cuando he creído despertar donde las luces predominaban, conjeturé una visita al jardín y desde ahí, sentado, observé con frenesí con pavor y estímulos la incoherente luz. Permanecía iracunda y hasta disolvente prohibiendo a la noche su puesto de vigía. 
Cuando he decidido dormirme, ya durante la trasnoche, el crepúsculo mañanero aún persistía, y los murciélagos, aquellos murciélagos hambrientos partieron más allá de los edificios buscando una noche que tal vez los amamantara.

Federico Laurenzana
fedelaurenzana@hotmail.com










La Tristeza


La tristeza nos abruma
de eso no hay duda alguna.

Ella, sin importar motivo,
te arruina el día.
A veces nos persigue por meses,
hasta por años.

No importa lo que intentes,
ella siempre está presente:
intenta enloquecerte.
Se alimenta de tus penas,
tus perdidas y peleas.

La tristeza nos lleva a hacer
cosas incorrectas.
Ella acaba con vidas.

Pero siempre hay forma
de olvidarse de su presencia.
Es Tu decisión:
si dejarte caer por la tentación
O vencer con el amor.

Sol Rodriguez










La figura.


Me enamoré de tu hombría
de tu fuerza incalculable
de tu orgullo reluciente
y de tus éxitos lustrados

Tu cerebro derrochaba
demasiada potencia
en tus extremidades
excepto en el cerebro mismo…

Tenías las garras de un león
y la valentía de una mariposa
tu corazón recubierto de hierro
enmascaraba debilidades internas.

Y ahora entiendo, por fin entiendo
que un hombre no es el que siempre gana
sino el que sabe perder.

Adriana Ferreyra
adriana_agua4@hotmail.com