Revista Viajero Nro. 149 - Febrero de 2020



Julieta y su diente perdido


Había una vez una chica, de 7 años que vivía en una granja. A ella se le había caído un diente.  Lo buscó pero solo encontró un mapa que decía “Para recuperarlo hay que pasar a otro mundo”. El portal era un lago mágico que se encontraba en un bosque cercano. Dejó una carta a su familia, y se fue con su gatito. Tomó una bicicleta y partió al bosque.
Al llegar al bosque se puso a llover muy fuerte (por suerte llevaba paraguas). Buscó el lago mágico, y al encontrarlo se metió en el. Desde aquel momento todo fue muy raro.
Había dejado de llover. Al pisar en el fondo del lago se dio cuenta que era muy espeso. Se resbaló intentando salir. Al caerse se manchó las manos y la cara. Entonces se dio cuenta que el lago era de chocolate.
Cuando miró su alrededor vio que todo era diferente. Los árboles eran de chupetines de colores, las ranas que salían del lago, tenían alas de mariposa y podían volar.
De repente observó que un pajarito se comía un chupetín del piso, y cuando se lo terminó, el chupetín volvió a crecer.
La niña jugó con el chocolate, y se dio cuenta que su dedo podía dibujar cosas y todo lo que dibujaba se hacía realidad. Boca arriba en el lago, dibujando en el aire corazones, vio el cielo. El sol era acaramelado (relleno de caramelos), tomó una rama larga, se estiró y tocó el sol que estaba cerca. Al probar un poco de sol dijo “¡Qué rico! ¡Está acaramelado!”.
Un ruido la asustó y pensó “¿Qué es eso?” y vio pasar a un ciervo super veloz. Después vio a un oso y le dijo “¡Hola oso!, ¿Porqué en este mundo no está lloviendo?”. El oso le respondió “En este mundo mágico nunca llueve. Solo cuando…” y se quedó callado.  Julieta dijo “Que raro es este mundo”.
En un momento la niña se dio cuenta que estaba despeinada por caerse en el lago. Sacó su peine de un bolsillo y se puso coqueta. Después se levantó del charco y dijo “¿Dónde está mi gatito?”, miró para todos lados y se puso triste al no encontrarlo. Y automáticamente una nube de lluvia apareció sobre su cabeza. El oso le explicó “Solo llueve cuando estás triste. Para que la lluvia se vaya debes animarte. Yo te ayudaré a buscar a tu gatito”. Esa ayuda del oso puso muy contenta a la niña y la lluvia se fue.
Mientras tanto, en la casa de Julieta, su mamá había despertado y encontró una carta que decía, “Madre, se me ha caído un diente esta noche, encontré un mapa y fui a un lago mágico a buscarlo. Te amo madre. Besitos para todos. Julieta”.
Mientras Julieta y el oso buscaban al gatito vieron pasar a un mapache bebé que les señaló un rastro de pelos de gato. Siguieron las pistas. Al parecer un águila se había comido al gato, pero no le gustó y lo escupió. El oso le dijo a Julieta que mirara hacia arriba. Vio que su gatito venía cayendo por el aire. La niña abrió los brazos y lo atrapó. El oso desapareció de repente. 
La niña se encontró perdida, sola y asustada. Entonces decidió volver al lago. Se metió, pero ya no podía pasar a su mundo otra vez. El mapache bebe le señaló un cartel que decía “Para volver adivina la contraseña”.  La niña vio en el lago un dibujo de una gota gigante. Después de mucho pensar, descubrió que el dibujo era una lágrima, entonces entendió que para volver debía llorar. 
Al llorar se hundió en el lago de chocolate y apareció en su mundo. Allí la esperaban alrededor del lago sus padres rezando. Y vio su diente flotando a su lado. Así descubrió que todos los niños tienen un lago donde quedan los dientes que se les caen. 
Sus padres la abrazaron y todos se pusieron a llorar de felicidad, pero en ese instante…. los tres comenzaron a hundirse y volvieron al mundo mágico. 

Autora: Emma Agustina Galdeman
(7 años)
Ayudante: Madre








El cantar de los eternos


En memoria de mi madre,
Rosa Johana

El Viento que sopla...
y que trae tu recuerdo.
¡Oh, Viento Santo que envuelves este día,
este tiempo en desvelo!

La noche que llega
y tu Presencia aquí está...
El sol que brilla,
el día que se nubla,
y no importa ni como ni cuando
porque vos siempre a mi lado caminás.
Y la LUZ DEL AMOR que nos une,
la ESENCIA que pensó en nosotros
y nuestro INFINITO ABRAZO EN LA ETERNIDAD.

Hoy,
que en mi corazón vuelvo a escuchar tu voz,
vuelvo a ver tu figura...
puedo escuchar las Divinas Melodías
que brotan de tu ALMA,
el Canto Divino que brota de tu SER...
que pasa y traspasa mi vigilia,
mi desvelo,
la noche onírica de cada sueño,
y el latido único de mis ensueños.
¡Es una Melodía Sagrada, Mágica, Eterna!
que llama,
que cuenta,
y que también tiene sus reservas.
Porque quiere que sepa y que comprenda
sobre lo efímero, lo sagrado y lo eterno,
sobre que hay una Vida Nueva
que en UNIDAD DIVINA nos espera.

Erika Luz de Dios
erkabd2008@hotmail.com








Artista


Que es sino
una manera diferente
de percibir la realidad
en algunos.

Otros pueden observar
la belleza de las cosas
y transformarlas
en infinidad de formas.

Están los creativos
Intérpretes, imitadores,
transgresores, idealistas,
activistas y científicos

¿Y por qué no los últimos?
Si quien inventó el by pass
salva más vidas
que las poesías de Alfonsina.

Que injusta es la sociedad
al reconocer a los artistas como tal.
Admirarlos y halagarlos
Poner bandera estética como derecho.

¿Quien puede ser más especial?
Aquel que dedicó su vida
a alimentar pobres
o quien solo dejo óleo seco en un lienzo.

Yo sólo soy poeta
qué puedo decir
Ninguna vida salvo
con estas palabras.

Si, puedo sentirme artista
por estos versos y más
¿pero a quién doy paz?
más que a mí alma.

Nada me hace especial
por descomprimir mi mente
y liberar mis pensamientos
Que destilan con tinta la ansiedad.

Artistas visuales, musicales y de las letras... Gracias por su talento!
Pero especial fue María Teresa
Los demás somos pura vanidad!

Marina Aguirre
anira90@hotmail.com








Elemgasem


En la cultura Tehuelche, Elemgasem es el padre de los animales y de la vida. Mientras soñaba con la cacería perfecta, con sus propias manos pintaba guanacos, choiques y espirales de colores, con sangre y grasa, en las paredes de la cueva donde vivía. Era de gran tamaño, tenía rostro humano, y su piel estaba recubierta por una cáscara muy gruesa, como la coraza de los armadillos, que ningún tehuelche podía romper. En una de esas largas y solitarias noches de invierno, cuando el viento hace que las personas no se entiendan, un grupo de chamanes pensó que Elemgasem había secuestrado una mujer para matarla. Él solo quería mostrarle las hermosas figuras que pintaba con la sangre de los zorrinos. Pidieron al Rayo que los ayude a atravesar su duro cuero. El Rayo, al golpearlo para castigarlo, lo desintegró en el aire, esparciendo sus restos por toda la Patagonia. Los ancianos hablaron con la mujer y, llenos de culpa, comprendieron su error. Por eso, cuando los tehuelches encuentran en sus tierras huesos grandes, los raspan para volverlos polvo, le agregan agua, y se lo dan a beber a los niños para que crezcan sanos, fuertes y buenos como Elemgasem.

Fede Rodríguez
federo23@hotmail.com
Del libro Bestiario de América de Jorge Bernard 
(Editora Cultural Tierra del Fuego, 2017)








Maestro de Yoga


Era una mañana soleada, el pasto rebosante de la humedad matutina, insectos que volaban de aquí hacia allá. Y entre todo esto, el anciano maestro Hogner se movía con la lentitud y solidez de un roble en crecimiento.
Estirando y retrayendo sus extremidades en una danza perfecta, que había repetido ya miles de veces.
Al pasar veinte minutos, el anciano estaba cubierto de pequeñas gotas de sudor, que chocaban unas con otras al resbalar por su cuerpo. A su vez, unas minúsculas perlas comenzaban a aparecer, demostrando su presencia con un débil fulgor anaranjado.
Mientras está danza continuaba, mayores se hacían las perlas naranjas y con mayor cadencia caían las perlas de sudor.
Sin embargo, el maestro no se detenía, continuando segundo a segundo con todos sus movimientos. Cada uno único, pero todos relacionados.
Al pasar la primera hora, apenas sentía ya los músculos, había entrado en un estado en el que era pura voluntad. Con sus ojos cerrados sentía los colores que lo rodeaban apenas como sombras de la luz que parecía surgir de su interior.
El verde brillante que antes lo rodeaba, reflejado en cada planta del lugar, ahora respondía ante él.
El celeste puro del día sin nubes apenas llegaba a resistir para no perder su suave serenidad.
Las tranquilas brisas que transportaban noticias desde lejos, evadían con toda su fuerza el cuerpo del anciano, antes de huir rápidamente, aterrorizadas de que su naturaleza juguetona se viese alterada por aquel anciano, que ya brillaba con una luz propia.
Por fortuna para ellas, este anciano estaba acercándose al final de su danza, mostrando pasos cada vez más fluidos, reservando y soltando energía, dividiéndola, transmitiendo sus movimientos hacia el mundo que lo rodeaba.
En el final llegó con la delicadeza de una gota de agua que resbala por una montaña, de una manera inocente, casi como si no supiera que formaba parte de las pioneras que marcarían el curso de un devastador río.
Tan pronto como dejó de moverse, aquellas perlas naranjas que se habían formado desaparecieron en el aire, esparciendo toda la energía que el anciano había depositado en ellas.
Luego, abrió los ojos, con una calidez similar a la del Sol, quien no solo da calor, sino que nos desvela el mundo con su luz. De esta manera le devolvió los colores a la naturaleza.
El celeste cielo volvió a su serenidad, simulando ser imperturbable, pero cubriéndose de nubes ahora para huir de la escena.
El verde lleno de vida volvió a brillar, ahora más luminoso luego de haberse sentido desaparecer.
La única que no estaba era la brisa, reemplazada por su hermano mayor, el viento, quien ahora corría con velocidad, chocando todo a su paso y llevándose más de un insecto en el aire.

Juan Pablo
juanpabloiaconis@gmail.com