Límites y excesos
Me
excedo
con los
excesos.
Me
limito
a los
límites.
Mi
fin
es eliminar el
final.
Mi
fin
es
exceder
los
límites.
Mi
final
será
limitar
los
excesos.
Vivencia y supervivencia
Principio
claro
brillante
cuasi pegajoso.
Colores
calientes
¡colores!,
gloria.
Vida cos sus
senderos, caminos.
Violeta
círculos tiempo.
Senderos
blancos nos llevan a lo negro.
Senderos
negros
nos llevan a la
nada.
Reloj
arena.
De la
vida
a la
muerte.
De la muerte
¿a?
Victoria Salsa
Una lágrima
Tarde ya muy tarde,
bajo un cielo alúnido, pero rebosante de millones de estrellas que se apiñaban
y dispersaban frente a un inmenso paño azabache, la silueta desdibujada de un
pueblito mostraba su endeble fachada. Revelándose con los destellos
provenientes de las colinas, que esa noche, parecían más cercanas que nunca.
Las casitas del
poblado agonizante entre los árboles que adoptaban grotescas e intimidantes formas,
se pintaban con cada fulgor. Para volver a vestir el matiz del miedo tan pronto
se extinguía el brillo, el color de una noche sin luna. Cuando la muerte negra
se viste de negro para acercarse sin ser vista, llegando por la espalda justo
hasta donde alcanza su guadaña.
Fueron pocos los
que quisieron quedarse, y apenas dormían, viviendo los inquietantes sueños de
un alterado descanso.
Una solitaria luz
se percibía desde lo lejos en la compacta figura del pueblo. Era la ventana
imprudentemente abierta de un balcón, y en ella, dos siluetas se recortaban
delante de la macilente claridad de un candil.
- ¡Te lo advertí
Sansón, pero como siempre, te salís con la tuya!, y si papá nos pesca, seré yo
la que tenga que soportar el sermón -
Como respuesta:
solo un leve gemido, grandes orejas que trataban de aplanarse en una enorme
cabeza, y dos ojos culpables mirando de soslayo a la pequeña.
- ¡Oh!, ¿lo
viste?... ¡mirá!, otra vez ¡ahí! - la niña rodeó con el brazo a su amigo, y los
repentinos fulgores lejanos iluminaron por momentos su asombrado y pecoso
rostro - papá dice que están cerca, y
dentro de poco nosotros también vamos a tener que irnos. Hoy es un día triste,
Sansón, no sé si volveremos. Lo escuche hablar con el abuelo y mamá mientras yo
dormía... bueno, vos ya sabés... Es una guerra de verdad, no como cuando
jugamos en el campo, ahí hay gente grande, y ellos no tienen armas de mentira,
¡qué lindo sería que nos escucharan para que les explicáramos cómo hacemos
nosotros! ¿no?. ¿Sabes, Sansón?, a veces se matan por un poco de tierra. ¿Y
para que lo querrán?. El abuelo dice que para amontonar los escombros y cavar
sus tumbas, y papá opina que la provocó no sé qué país para venderle armas a
los que pelean. Se gasta mucho dinero en una buena guerra, mil veces más de lo
que debe haber gastado el padre de Manuel con la enfermedad de su hermanito...
y no le alcanzó, ¿te acordás?... - preguntó la niña frunciendo el ceño, aun
sabiendo que Sansón no recordaba - pero no quieren hablar conmigo. Dicen que no
correspondería, ¿y vos creés que se esfuerzan por explicarme? -
Sansón comenzó a
animarse meneando la cola.
- Pues no! -
exclamó la pequeña, y el can volvió a su letárgico estado - ponen cara de
caramelo y después tartamudean y se taran, dicen que las cosas empiezan y se van
complicando hasta que después nadie sabe por qué pelean, que se transforma en
una cuestión de “honor nacional”, y no sé que montón de cosas más. ¿Sabés qué
pienso?, creo que no se atreven a decir lo que en realidad sienten, creo que no
quieren darme la razón porque los haría ser como niños, y ya son grandes... -
la niña miró sus manos y tal vez las noto infantiles - cuando yo sea grande no
voy a ser como ellos... pero por las dudas, recordádmelo siempre, ¿si, Sansón?
- su amigo siempre le contestaba, y se acomodó para ladrar cuando una regordeta
mano trabó su hocico - ¡ay, Sunsy!, ¿cuándo vas a usar todo el aserrín que hay
en tu cabezota? -
Al instante, el
rostro de la niña se volvió hacia el horizonte. A lo lejos la batalla llegaba a
su momento más feroz, y como una amenazante tormenta de verano, inmensas nubes
de humo y polvo espejaban flamas de avérnicas cuevas.
- ¡Pobres
soldaditos!. Sí, ya sé, son hombres grandes, pero creo que deberían ir sus
madres y traerlos de una oreja como a nosotros. Lo que pasa es que a veces las
personas hacen las cosas en el momento en que no es preciso, y después, no
hacen nada. ¿Irían si pudieran? - la niña miró por un instante a su fiel
compañero - no me dejes ser tan cruel, ellas deben estar muy tristes, llorando
y rezando... pidiendo... ¿y Dios, Sansón?, ¿qué opinará de todo ésto?. El padre
Javier dijo el domingo que su... ¿ira?... sí, que su ira debe ser infinita.
Está equivocado, Él no puede estar enojado, debe estar muy triste... pobre
Dios... pobres soldaditos. Pero, ¿por qué no hace algo?... el padre dice que
somos sus hijos... vos también, por supuesto... - aclaró mientras acariciaba a
Sansón entre las orejas, luego volvió a fruncir el ceño y continuó - ...y
claro, es probable que los hombres no sean tan grandes como parecen. Quizá para
ellos, pero para el bueno de Dios... -
y una lágrima rodó
por la mejilla de la niña, acomodó entre sus manitos las toscas patas de Sansón
y rezaron en silencio, con la mirada fija en un hermoso cielo azabache.
Alúnido, pero colmado por una miríada de estrellas.
Y en lo alto, muy
muy alto, una amarga sonrisa si dibujó.
Y una lágrima rodó
por una mejilla.
Y quiso el azar que
se dirigiera hacia la Tierra.
Y dio el destino
que una estrella fugaz se precipitara en el campo de batalla.
Nadie allí tuvo
tiempo de advertirla.
Pero por esa
noche... el fragor cesó.
Daniel González
Hipermercado del sur
La vio borrosa en el
hiper detrás de la góndola de productos de jardinería. Debo continuar se dijo,
y apuró el paso poniendo la proa del changuito en dirección de los lácteos.
Se demoró con los
quesos y prosiguió hacia el sector de las verduras. Ella volvió a aparecer por
el sector opuesto de las frutas, le sonrió seductoramente sin dar muestra de
conocerlo y se detuvo ante una exuberante montaña de cerezas, tomó una con un
movimiento gracioso y la mordió apenas con ese gesto sensual que le resultó
primero familiar y, luego, inconfundiblemente irresistible. El sacó sus lentes
para mirar de lejos y la observó conteniendo la respiración. Es ella, se
confirmó a si mismo y sintió un galope en el pecho. Ella se deslizaba con su
andar gracioso y decidido entre los papeles higiénicos y las servilletas de
papel rumbo a la caja de 10 unidades. No la puedo dejar ir nuevamente, se
reprochó, mientras dudaba, porque había venido por una super oferta de 3 packs
de pomarola, su pensamiento se atascó en una brevísima duda ¿perder la
promoción del día o perder el rastro de esa mujer que hacia 20 años que no veía
y de la cual había perdido toda señal? Razonó velozmente y decidió ir por ella,
pero no sin pasar antes, de un pique, por la góndola de los tomates en lata, el
pillo se sentía muy
hábil para aprovechar
ofertas.
Cuando llegó a la caja
ella terminaba de pagar y se alejaba hacia la calle.
_ Señor (le desvió la
atención la cajera sonriendo) usted ha ganado con esta compra un descuento
extra, ha sumado $200 con las compras del mes, espere un momento por favor que
llamo a la supervisora para que lo verifique.
Él se impacientó
imperceptiblemente, carraspeó como era su costumbre cuando algo lo irritaba, la
veía alejarse cruzando la calle, estaba atascado en esa caja por el ahora
maldito descuento del 10 % ... Cuando terminó de pagar embolsó todo y salió. No
la vio, había desaparecido como hacía 20 años, cuando partió con sus padres
rumbo a España en la época del proceso.
Llegó triste, desolado
al departamento, pero se fue sobreponiendo...
Hay que vivir el
presente, se consoló ¿quién se resiste a las promociones de fin de semana?
Andaluz
Mis pupilas de barro y sangre
Ojos ven
o bien
saben:
Cómo arrancarlos
de allí donde el vacío
esgrime horrores
ateridos
frustraciones
muertes sin sentido.
Oscuros ellos-
Soles negros me circundan
Mi luz es oscura
mis pupilas
de barro y sangre.
Prisión;
Hablo de mis cinco
puertas de percepción.
Sebastián Humberto
González
El desbande se derramó en los andenes
El desbande se derramó en los
andenes. Las pancartas gritaban ahogadas y un estampido instaló el silencio
apenas; uno chiquito que reventó en clamor con algo de ovación y de replique. Y
una mano enguantada sin dueño, como siempre, disparando una chispa y la línea
directa, impecablemente recta, invisible, decidida y certera abrió el aire con un
silbido de muerte. Buscaba un lugar fijo, sólo uno, ése, el único que le
correspondía: su camisa de algodón, la piel; penetró en un punto entre el
trapecio y el deltoides, la base de la fosa del omóplato izquierdo, justo allí.
Blanda de blanduras, fácil de facilidades. Encontró el ritmo de la aurícula
izquierda retumbando en la humedad de las rojiazuladas horas pasadas.
El cuerpo cimbró apenas. El
dolor fue ligero, recuerdo de otros ya calmados. Un cansancio sobre los
párpados, en la nuca, bajó ó a las piernas que se doblaron y minuciosamente se
dejó recoger por las baldosas sucias del andén. Alrededor las corridas lentas y
mudas, solo las bocas se deformaban, se movían rápido con sonidos de cavernas.
Brazos y piernas rozaban la caída; no pudo evitar que los párpados se cayeran
con ella adentro de la oscuridad del cerebro. Un negro de terciopelo. Y se fue
desprendiendo. Se vio desde arriba. Separándose de ella. Sin sonido, sin frío,
sin dolor, nada. Nada.
Chalo Agnelli
Diciembre 2002
Las palabras son parte del sol
El atardecer se esconde dentro de un mar de
dudas,
yo lo salgo a buscar para no quedarme asustado,
no quiero pertenecer al mundo de los que no
viven,
pues ya me he aburrido de su idiotez.
La tarde es esperanza sin serlo,
todo es contradictorio si se trata del amor
y si acaso nadie me escuchara,
seguiría siendo lo que las flores son en el
invierno.
Y si puedes verte feliz
entonces hazlo y disfruta del mundo así como es,
y si no puedes hacerlo,
entonces lucha porque siempre podremos sonreír.
La vida es una vuelta por el río,
su corriente nos arrastra pero también es suave
su imaginación,
su color nos disuelve pero es tan dulce verlo al
sol
que si quieres a la risa reirás,
y si quieres al llanto, alguna lluvia se
encargará de ti.
Un día en el tiempo puede ser una sombra en el
pasado,
y el pasado a veces es lo que tenemos para soñar,
y si de repente un nuevo silencio te interrumpe,
entonces dejaras de volver y comenzarás a
viajar...
Esteban
estebancordova100@hotmail.com
Cuentos
para irse a dormir
El sapo
Mi papá me había dicho
que no creyera en esas historias, que la realidad no era, pero yo quise besar
al sapo y ser mariposa.
Me acerqué a la boca
de seda y por mi mente pasó una carroza que llevaba una corona. La boca se
abrió seductora y me olvidé de los cuentos las hadas.
Fui pájaro cantor y al
cantar cerré los ojos y no necesité inspiración ni musas. Fui gata y con mi
piel acaricié la piel resbaladiza y ronroneé hasta sentirme águila. En una
fiesta de plumas sobrevolé a los desposeídos del amor y no me burlé porque era
todo sentimiento y el resto no existía. No había alturas porque ahí estaba.
Cuando bajé y pisé la
tierra rocosa y seca, abrí los ojos, recordé los cuentos, estaba en la boca del
león.
La rana
Estaba la rana sentada
cantando debajo del agua, cuando la rana salió a cantar...
La rana cubrió las
hojas de ojos grandes y redondos, redondos como la "o" de ojo, la
"o" de oscuridad, la "o" de olor. Interrumpió los saltos y
se quedó quieta, como esperando un dato más pero el olor solo la llevaba a un
tiempo lejano de margaritas y una voz que no recordaba, la voz iba y venía como
a través del agua. No supo por qué pero algo le apretó la garganta, quiso
sonorizar una canción pero de los ojos salieron lágrimas como burbujas. Y tuvo
miedo, tuvo miedo de respirar más hondo para hacer vivo el recuerdo vago, tuvo
miedo de que la noche fuera más oscura y cerró los ojos grandes y redondos,
redondos como la "o" de ocaso.
... cuando la rana
salió a cantar vino el hombre y la hizo callar.
Liliana
Prystupiuk
1
En el encuentro
Solo hay partidas,
Una y otra partida
Gastan las pisadas,
Hondo sentido de ser lejano
Más etéreo que el alma
Pues no la llevo puesta.
2
La sangre arremolina amor e ira,
Quién pudiera calmarla
Quién pudiera acurrucarte
En mi paz generosa y mendiga,
Quién pudiera elevarte
Hasta mi cielo ganado.
Altiva la conciencia
De un amor genuino,
Adormece los males
Que inquietan mi osadía
3
Déjame morir en lágrimas
Como perlas,
En torrentes deslizarme
Hasta tu boca,
Como miel guardarme
En tu saliva presurosa.
Amor de los latidos
Vuela hasta mi huerta
A cosechar mi hastío.
Lirey
Retrato
Cecilia llora
junto a la resplandeciente ventana del desván
las cavidades de su rostro
tanto como las cavidades de su alma
me obsesionan
afuera
el cielo
rosas amarillentas y espejos y huesos blancos
derramándose
sobre el escarpado horizonte de la ciudad
Cecilia no me mira
quizás le baste con recordarme
y odiarme
sus párpados se desmoronan lentamente
sobre las abultadas columnas de agua
deshaciéndolas
Cecilia
esta tarde con aroma a tilo
se ha puesto para mí la máscara del llanto
la luz que convoca la ventana
aclara su sien
y las ondas de sus cabellos
siempre me pregunté cómo lloraría
no solloza como lo había imaginado
no solloza como yo
cuando lloro
tarde de angustia
silencio
belleza
gandhi88@hotmail.com
Criaturas Nocturnas
Rodeado de calaveras en la noche de
halloween, pisando máscaras ajenas voy abriéndome paso entre la multitud
fervorosa que se agita al compás de una música hostil. Todos parecen sonreír,
como si un payaso estuviera jugando con sus mentes. Indecentes pensamientos me
surcan, tuerzo los ojos al ver dulces doncellas aparearse con reptiles de
lenguas bífidas. Pero es noche de brujas, todo está permitido, la pócima surte
su efecto en mí, me dejo llevar por el espasmo de los movimientos, adornando el
momento, formando parte de un ritual pagano.
Algo rompe el encanto, dejándome al
descubierto, mostrándome inseguro e insensato. Trato de volcarme al dialecto,
siendo cortés, ubicado, pero torpes palabras pronuncian mis labios. Decido
callar, dirigirme a algún jugador que entienda mis contradicciones y vuelvo a
hablar, ahora con firmeza como un sabio en alta mar. Subo al bote y comienzo a
remar. Lástima que resultó ser un pantano, que ya estaba seco.
Hoy luzco un buen disfraz apropiado para
la situación, voy pálido, gélido, ojeroso. Con todo el look de un muerto recién
resucitado, chocando mi cuerpo moribundo contra todos ellos que me sonríen,
complacidos al verme. Seguramente se preguntaran si lucen infernalmente bien
como yo, pero nunca les diré que sus caras aparentan haber salido de algún
circo de feria berreta.
Llego a destino, amistades perdidas se
encuentran nuevamente, palabras repetidas en alguna otra reunión se enuncian,
provocando cada vez menos gracia. Igual nos miramos, compartimos el pasado que
nos une nuevamente y para siempre. El grupo es cada vez más florido, nuevas
máscaras se acercan tratando de hacerse amigas. Algunos se quitan el absurdo
disfraz, lo dejan caer, viendo realmente seres humanos llenos de tristezas,
deseos, esperanzas, alegrías.
Alguien me parece interesante, le presto
realmente toda mi atención, me alejo del grupo para fusionarme a éste otro ser,
comprenderlo, aunque sabiendo no poder hacerlo, el intento es legítimo y bien
intencionado. Concluida la conexión verbal, me dirijo al lenguaje del cuerpo,
donde estelas de placer estallan, salen chispas de nuestras lenguas como
espadas recién afiladas, penetrando en lo más profundo del ser.
Algo se corta. Un cambio en la música, un
cambio en el clima, algo esta pasando.
Cuando miro, veo que ya no está, pero eso
no me preocupa, hay infinidad de realidades alrededor mío. Todas tienen algo
para admirar, aunque a simple vista no lo parezca. Me quedo solo por un
momento, sintiendo el calor que se concentra, húmedo, impuro, viciado. Sofocado
salgo a la calle, algunos se me habían anticipado. Todo el mundo esta poblado
de cuerpos en constante movimiento, parlantes, cabezas. Retazos de
conversaciones se entremezclan con el rugir de los automotores que circulan. Un
vehículo frena, sale una mano que hace una seña, inmediatamente me dirijo allí.
Abro la puerta y me introduzco. Éramos cinco personas allí adentro, todas en
silencio, mirando por las ventanas la realidad que pasaba a toda velocidad, el
stereo retumbaba como el latir de todos nuestros corazones juntos, veloces y
graves...pum...pum...pum.
La entrada al
templo nocturno era inmensa, entregamos el vehículo a toda prisa, dirigiéndonos
al infame santuario. En la puerta dos primates nos inspeccionaban con mirada de
desconfianza. Hay que ignorarlos me dijo uno que estaba a mi lado, por supuesto
yo no tenia otra idea en mente, para ver gorilas solo hace falta ir al
zoológico, pensé. Aquí el asunto era otro, aunque no sabíamos bien cual.
Adentro los zombis se movían lentamente,
sin dirección alguna. El espectáculo era absorbente, las mujeres parecían
derretirse empapadas en sudor, como un helado de crema en verano a pleno sol,
en cambio, yo me sentía fresco, liviano como una pluma, flotando a través de
éstas dulzuras. Los hombres parecían tiesos mirando a esas chicas, mas con
ganas de matarlas que de amarlas.
Me postré en la barra, pedí cualquier
cosa para sostener en mi mano y sorber de cuando en cuando. Un cigarrillo da
comienzo a una conversación, el juego está en la mesa, las piezas, son dos
personas que se dedican pequeñas sonrisas, invitándose mutuamente. Juntos, de
espaldas al delirio, mirándonos a los ojos, sin cruzar palabra alguna, porque
la música lo decía todo, hasta la mañana donde la fiesta termino y el encanto
se rompió.
Leandro
O. Szilvay
Sin permiso
"Para un amor que cambio mi vida..."
Lentamente
vas guardando secretos en mi corazón,
sin
pedir permiso vas entrando sutilmente en mis sueños.
Te
robas los suspiros que mis latidos desatan
y
sin saberlo perfilas mis sonrisas cada mañana.
Relato
dichas por el regalo jamás soñado,
y
doy gracias de haber esperado tanto en la soledad,
porque
hoy tengo tu risa baña mis horas de felicidad
y
varias copas de la ternura de tus manos.
No
comprendo el tiempo, la carrera de los días.
No
termino de conocer las carcajadas de un sentimiento que llega a la vida.
Desconocía
tantas maravillas que hoy me regala tu mirada
que
a mis miedos ya les cuesta vivir cuando tus ojos me atrapan.
Me
brotan sentires sin nombre y sin números.
Mis
silencios piensan buscando una explicación.
Todos
mis gritos se quedan mudos…
Y
el corazón habla… sin palabras… sin respuestas…
Voy
aceptando mi realidad mas real, mas mía…
y
pisando con mas eco para escuchar mi presencia en tus días.
He
dejado de preguntar al cielo por tu nombre,
Hoy
solo endulzo mis oídos con tu voz.
Valientemente
vas conquistando colonias rendidas,
algunas
abandonadas a la nostalgia y al desamor…,
y
vas rescatando confianzas desterradas,
que
temerosamente regresan a cantarle al amor.
Liliana Araya
Noche sin luna
Luego de tres días sin dormir, pues el sonido
tétrico de la muerte congelaba mis huesos, decidí ir donde había comenzado
todo. El cuarto contiguo, lleno de charcos de lluvia roja, parecía una sucursal
del mismísimo infierno. Los pasos del demonio jugaban conmigo, llevándome a
lugares oscuros y llenos de luz. Ella se encontraba desnuda sin ningún gesto de
dolor u odio, atónita, con los ojos ciegos y mirando al vacío. Se incorporo y
con voz grabe me ordenó que abriera el armario.
Nunca, desde aquel
día, creí encontrar algo parecido. Sin embargo, cuando cayo esa cosa del
armario, comprendí que jamás volvería a ver el sol.
El perdón
El hombre se acomodó en su mullido sillón, encendió un cigarrillo y leyó
la carta que había recibido el día anterior sin darle importancia.
“Te pido perdón por
tenerte que matar. No quiero hacerlo, por eso te aviso un día antes para que te
prevengas”
El hombre
nervioso, se apresuró para salir de su casa. Abrió la puerta y se desplomó en
el suelo.
Jonatan
Tu regalo
Cómo
podré olvidarte
si
me diste todo al encontrarte,
si
descubrí esos regalos empaquetados
que
estaban sin dueño hasta que llegaste.
Cómo
podré olvidarte.
Colocaste
la primera mirada hacia el mar,
un
caballo de Troya contra la amargura,
el
olor a primavera de los niños
y
un barco a punto de encallar.
Derramaste
la sinceridad del hombre cuando nace,
la
tinta indeleble de buenos momentos,
el
color rojizo de mejillas sonrientes
y
un par de algas que se hamacan sin parar.
Abriste
la llave de gas de esta habitación,
el
altillo de algunos sentimientos,
los
regalos que se compra uno mismo
y
la canilla que desbordó este río.
Cómo
podré olvidarte
si
me abriste para darte.
Los
envoltorios se encuentran rotos
y
mis regalos ya son tuyos.
Cómo
querer olvidarte.
Ariel Gattelli
Inspirado
en Cecilia Calzada
El oro de la tarde
A Cristian Navarro
El oro de la tarde
cifrado en
aires de fuego
lejano,
reluciente, infinito,
denota la
transparencia
en tus ojos
reflejada.
Delirios de hielo y fuego
vuelan
sobre mi alma
como hojas
de un otoño
olvidado,
desecho.
Cuando tu ausencia
apaga el
brillo de tus ojos,
mi ser
colmado de tristeza
se delira
en las reminiscencias
de tu
perfume impregnado a mi cuerpo.
La presencia circular del tiempo
reitera
cada instante,
y destaca
lo elemental de cada jornada:
lumbre de tu existencia
derramada sobre mi alma.
Roxana Contreras