Revista Viajero Nro. 42 - Marzo de 2010



Hola de nuevo!! Marzo... el mes donde las hojas se ven amarillas en la calle; mes en el que supuestamente tendrían que empezar los días un poco más fríos; mes de semana santa, que nos prepara para la Pascua... Un mes lleno de magia y amor.  Un mes de nuevos proyectos, lleno de renovación, lleno de crecimiento ¡Lleno de otoño!.
Queremos brindarle a los lectores, más diversidad de actividades culturales, por eso en estas páginas verán mayor cantidad de programas para tal fin.
Invitamos una vez más a los artistas plásticos a que nos envíen sus obra, para publicarlas como tapas de nuestra revista. También, como siempre, a los escritores los invitamos a compartir sus textos.
Por último, les deseamos a todos muy felices pascuas!! Que nuestros corazones se empapen de el amor que Jesús tuvo y tiene para con nosotros.

Hasta luego...

Editorial







Incorregible

Si pudiera corregir, 
corregiría,
mi manía de corregir
tus manías de corregir mis manías.
Corregiría a los incorregibles,
que hacen que no pueda corregir
a los incorregibles 
que tanto me molestan 
con sus manías.
Pero no puedo:
soy incorregible.

Carlos Amilcar López








Sin muros

Yo miro la tierra por dentro.
Sendero profundo, misterio del mundo.
Yo miro comerse a sus hijos
y siento una cosa muy rara muy queda.
La tierra, la madre de nuestro planeta
se tragó a mi padre
a los hijos todos de todos los padres,
a los padres todos de todos los hijos.
Tiene por ahora toda su existencia
su gran poderío,
se llenan sus ríos de todos los llantos
se hincha orgullosa de cuanto mastica
y florece al rato, brota por la vida,
las semillas miles que sació su empacho.

Pero así me gusta, mirarla por todo sendero
no en la quieta siesta de los cementerios
donde ufana duerme, su triunfo en la vida,
la muerte su amiga de todos los días.
Yo no quiero el huerto de tu gran silencio
ese en que los seres, pagan por sus muertos
quiero los caminos, quiero los senderos
cubiertos de risas,
de pisadas todas por mi cuerpo entero.

Cuando tu me abraces
con tu abrazo eterno,
cuando te alimentes de mis pobres restos
sentiré la gracia de andar como el polvo
sin que me detengan
los muros de un gran cementerio.

Mari Bacot









Sus lágrimas cayeron por la habitación, el dolor y el sufrimiento se derramaron ¿Cómo una mujer puede sufrir tanto? sola en medio de la alcoba recordando su larga y triste vida, cada pedazo de recuerdo era una puñalada para su corazón pero como ha de pasar esto, solo dos horas antes era la mujer más feliz del mundo, a punto de casarse como ella siempre había soñado y de pronto todo cae al vacío, todo se derrumba las ilusiones se esfuman como nubes en el cielo… cuando descubre la infidelidad  de su futuro marido cuando descubre que siempre vivió encerrada en una burbuja… en la que hoy ha de explotar. 

Manuela Simonetti







Una Mañana Distinta 

  Mirta visitaba a su hermana todos los días. Tenía que ayudarla, la depresión hacía estragos en Raquel, una mujer muy sacrificada. Un ser imprescindible, eso creía hasta que los años se acumularon y se sintió sola, sin poder dar ni recibir el amor que carcomía sus entrañas con un peso muy grande en su espalda. 
  Mirta, llena de ternura, aunque abatida por el gran esfuerzo que día a día sumaba a sus propios problemas, se prometió a sí misma lograr que su hermana luciera el mejor vestido o el que más le gustara. Intentaría hacerle dar los primeros pasos, después de dos meses en cama. 
  Todos los días al entrar, escuchaba a Raquel repetir con un hilo de voz: 
-"Espero la muerte, aquí tengo frío y miedo".- 
  Por las noches Raquel era atendida por Rosa (una enfermera jubilada, con hijos y nietos dependientes de su trabajo) que muchas veces estuvo a punto de renunciar, por la forma en que la trataba Raquel, quien frecuentemente le decía con una voz que transmitía cierto eco, frases que la asustaban, como por ejemplo: 
-"La muerte tocará con sus alas a cualquiera que se atreva a entrar"-. 
  Rosa se persignaba ante esas manifestaciones delirantes de su patrona que la hacían sentir mal.
   Dieron las ocho y después de servir el desayuno recogió su bolso y se retiró. 
  Era una hermosa mañana. Mirta corrió totalmente las cortinas. Raquel se cubrió el rostro y comenzó a reclamar a su hermana la oscuridad. 
- ¡Basta de caprichos! -dijo Mirta con vos firme pero sin gritar. 
- No son caprichos ¿no sabes que me acerco al precipicio? Me gusta y me atrapa, tengo ganas de volar. 
- ¡El baño está listo!... ¡arriba sin protestar! -ordenó Mirta. 
  Raquel se sentó lentamente en el centro de la cama, se acarició los brazos, se destapó y pidió ayuda. 
- ¡Mirta ven! mis alas no permiten pararme, ¡ayúdame! 
- ¡Vamos! deja de decir incoherencias. ¡Párate! ¡qué alas ni alas! 
  La ducha tibia, recibió de Raquel una tierna canción. 
- Listo ¡sécate bien! -dijo Mirta. Le colocó la bata y la llevó hacia el placard. Allí le preguntó: ¿Qué eliges para esta mañana tan soleada? Iremos a caminar por el jardín ¿Qué te parece? 
  Raquel tomó el vestido estampado de diferentes tonos pastel. Su figura magra, elegante, no había cambiado. 
  Ese vestido lo conservaba impecable. Con él cruzó el puente que la llevó al verdadero amor. Raquel nunca había contado su historia, hoy sería el día clave, el de la confesión, veinticinco años que guardaba el secreto. 
- Mirta, tengo que decirte algo muy importante. 
- ¡Qué bueno!... voy a buscar el cepillo y mientras peino tu cabello, me cuentas, ¿eh? 
  El cabello de Raquel recibió las rosadas cintas que Mirta cruzó con suaves movimientos, entrelazando una hermosa trenza. 
  Raquel comenzó a mirar fijamente el espejo alunado que había en el interior del placard, parada frente a el, sin temores. 
  Su hermana le dijo entusiasmada: 
- ¡Empieza a contarme lo que prometiste! 
  Raquel entró en un clima subyugante. 
- Te va a asombrar mi historia. Hace veinticinco años que guardo este secreto. Por esos tiempos, yo estudiaba en Nápoles, ¿recuerdas? y me enamoré por única vez de un profesor de ciencias. Mis 24 años respiraban todos los aromas, mi tacto recibía sin quemarme el calor de la hoguera, mis ojos veían un manantial de colores, la bella canción de Doménico Modugno, me inclinaba al beso inmaculado. Todos mis sentidos llegando al éxtasis. 
  Se llamaba Elio, era casado y tenía dos niños. Uno de ellos con deficiencias neurológicas. Me enseñó que el amor se siente pocas veces y no lo debemos dejar escapar. "Abandonaré todo"- me decía, "me iré contigo, mi deseo es que vivamos juntos". 
  Raquel suspiró dándose tiempo para reordenar sus recuerdos y luego prosiguió: 
  Esa tarde de Agosto, con las manos colocadas sobre nuestros corazones, y mirándonos a los ojos, comprendimos que sería una locura, una actitud que, con él tiempo nos reprocharíamos. Con dolor y amor nos separamos. Pasados unos meses y con un embarazo avanzado, lo llamé. Acudió muy contento, vaya a saber que esperaba de mí aquella tarde. Su sorpresa me causó más amor aún. Le expliqué la situación y comenzó mi pedido: 
- Te pido que cuando nazca el bebé seas tú quién lo cuide y lo tenga. Yo llevaré por vida mi resignación. Será un niño feliz a tu lado y seguramente aceptado por tu familia. En cambio, en mi pueblo esperan a la joven estudiante, y causaría mucho dolor a los míos, no entenderían que el amor no se calcula, se siente. Estas cosas suceden sin entenderlas. "Te prometo que tú serás el amor de mi vida". 
  Mirta la escuchaba, emocionada y atónita. La veía palidecer lentamente. 
  Con voz suave, Raquel le explicó: 
- Mirta busca mi pequeño arcón, allí hallarás mis recuerdos, ¡te quiero mucho! ¡muchas gracias, por tu amor, y perdóname por tanto dolor! Mi hija, por el deseo de su papá, se llama Raquelita, como yo, él me llamaba así. 
- Raquel ¿te sientes bien?... es muy fuerte lo que me estás contando. 
- No te preocupes mi querida hermana, estoy como nunca. ¿Lo ves? ¡Ahí está! del otro lado del espejo. ¡Volaré! mis alas tienen fuerza. ¡Cantemos, ayúdame por última vez! 
- Raquel ¿que te pasa? 
- Nada Mirta, cantemos… ¡Vamos canta!: "vooolaré oh oh… caaantaré oh oh oh oh...” ¡traspasaré la oscuridad, me voy, él me iluminará! 
  Mirta rompe a llorar. Ve a su hermana caer lentamente, no entiende muy bien aún lo que pasa, para ella es triste y alegre… su hermana voló muy feliz con su imaginación. Piensa: ¡Qué bello sería sentirse así en el final de la vida! 
Con lágrimas, llamó por teléfono a su familia y de inmediato buscó el mágico arcón. Cuando lo encontró, lo abrió con cuidado. Había un álbum con muchas fotos, en la primera reconoció a Elio y la beba.- ¡Mi sobrina!, - gritó Mirta sumamente emocionada. Se desesperó al ver tantas imágenes comprobando años de amor, que él iba enviándole a Raquel para que viera crecer a su hija. 
  Mirta tomó un sobre, con la última carta de Elio, donde cuenta que ya no podrá escribir porque está muy enfermo y que Raquelita es muy feliz junto a su marido. También le dice que cumplió con su pedido de guardar el secreto; que su esposa falleció; a lo largo de la extensa y profunda carta, Elio concluye diciendo:      ¡Te amé siempre!… adiós mi gran amor." 
 Mirta cerró el arcón, se encontraba agotada. Su querida hermana yacía sobre la alfombra rodeada de médicos y familiares. 
  Tomó el teléfono y marcó un número, del otro lado una voz insistía 
- ¡Hola, hola… hable! 
- Si, si,… soy Mirta, la hermana de Sor Raquel… ella, ha muerto. 

Nilda Etel Deluca







Café Misericordia

Son las 20:45 de un domingo cualquiera de verano en la ciudad de linda la Salta. El termómetro a esta hora de la jornada oscila en los 32º C, aunque la temperatura corporal indica un número mayor. El sr. J (se reserva su verdadera identidad por futuras represalias del viejo gruñón) se sienta en la entrada de la galería que abraza la confitería más paqueta del centro salteño. Antes pide, como es habitual, una silla especia debido a que su amplio trasero algodonado no puede contenerse en un lugar que triplica inversamente su acoplado XXL. El hombre de rizos blancos observa despreocupado el desarrollo ordinario del servicio que ofrecen sus empleados a los transeúntes que se detienen a tomar un refrigerio. Sr. J es el dueño de tan magnifica estructura incrustada en un paseo estilo colonial. Aunque solo se rescata esta arista, ya que el resto es digno estudio sociológico de opinólogos señoras hacinadas en conventillos de mala muerte. En mas de una oportunidad se ha escuchado quejarse a varios de sus clientes por los escasos materiales con que cuenta el lugar: tazas, servilleteros, iluminación y pésima atención de los camareros. Estos faltantes se manifiestan a cada momento en cada nuevo comensal. Tal es el caso de una pareja de franceses, ubicados en diagonal al gerente cara de topo. Luego de largos minutos en los que foráneos intentan hacerse entender debido a que la moza, que nada tiene de buena, es nula en idiomas, piden la carta. Los jóvenes tienen que entretenerse contando las gotas de sudor que caen por sus rostros hasta que por fin la garzón trae el papel agrietado de tanto ultraje manual. El itinerario por probar bocado continúa con los ojos del forastero pegados a la lista de ofertas culinarias tras no contar ni siquiera con una vela que ayudara a adivinar, además de interpretar lo escrito en un lenguaje disímil, lo que se puede comer. Cuando deciden solicitar un jugo de naranja y un sándwich primavera, la mujer de chaleco cuadrille y bandeja en mano informa la ausencia del cítrico, aconsejando la degustación del licuado de durazno especialidad de la casa. Lo que no saben los turistas es que es la única fruta que tienen en su haber. Otra vez la espera se hace interminable. Al pasar aproximadamente 40 minutos, la moza trae el pedido y se retira de la mesa, sin percatar la colocación de servilleteros, sobrecitos de sal y cubiertos. Por lo que el francés ruborizado y no de vergüenza por algún piropo de su compañera sino por la exasperación contenida, busca fastidiosamente a quien lo atendió. La furia ahora se traslada a la blonda parisina quien solicita ofuscada, cubos de hielo que mejoren el caldo frutal difícil de ingerir. La odisea no acaba con su presa. En otra mesa de la amplia confitería, un grupo de mujeres de avanzada edad disfrutan de un café expreso mientras conversan de actualidad y los medicamentos que olvidaron tomar. Todo marcha tranquilamente hasta que una mano interrumpe la velada retirando las tazas para ocuparlas en otro café capuchino de la mesa 8. 
La gran atracción del espacio recreativo es la fuente de agua, claro esta sin ella, disfrazada en una escultura de ángel tocando algún instrumento eólico. La distribución de las mesas también componen el espectáculo: todas amontonadas de tal forma que ni el hombre elástico podría pasar libremente entre ellas. Por ello se recomienda estar en línea, sin llegar a serlo. Mientras que un hombre incursiona en técnicas circenses para llamar a algún personal luego de haber estado incontables minutos sentado como un potus, una señora rebuzna como timbre de bombero porque su taza de te  posee las marcas de un rouge que no le pertenece. Al margen de todo lo acontecido, Sr. J continua leyendo el diario por décima vez con su mejor cara de nada, comentando a sus amigos lo bien que lleva su negocio.     

Emilia Vega Hünicken








¡Tu!

Tu mirada: No distingo el color de tu mirada, solo veo el fulgor que en ella está, luminosa, destellante, briosa y por sobre todo dominante. 
Me enceguece, no me deja observar a ninguna otra mirada.
Tan incierta e intrigante y llena de arrogancia me seduce tu mirada.
Tu sonrisa: es la brisa matinal que a la noche más ardiente convertiste en hermoso amanecer, y mis ojos se deleitan observando con placer, celando otros ojos que mirasen tu sonrisa. 
Insinuante, belicosa cual relámpago radiante me conmueve. Por momentos sedada y armoniosa como cántaro transparente y cristalino de tus labios sin pintar.
“yo amo tu sonrisa”.

Luis 528








Hadita Mágica

Hay una necesidad que brota 
que trasciende la voluntad 
las ganas de mirar y de encontrarte
de ver tus ojos que me miran 
y volver a encontrarte, cada día es 
un volver a mirarte;
no es fácil cuidarse, imaginate cuidarte;
sin querer dar pasos en falso me equivoco, 
acierto y me vuelvo a equivocar;
pero estas ahí, estás en mí y eso no cambia
nunca cambia.
Sin embargo a veces no puedo encontrarte 
te miro, me miro y no sé donde ubicarte
sos tan grande, a veces inalcanzable.
Quisiera tener siempre las palabras justas
las caricias indicadas, los abrazos necesarios
la sabiduría de enseñarte y sin embargo
me cuesta mirarte, porque en realidad
me cuesta mirarme; sos mi reflejo
la confrontación de mis actos
la que sin hablarme, me grita y me obliga
a tratar de entenderme, de seguir un camino
de definir un camino y  no abandonar.
Ya lo sé no te preguntaron, pero estás acá
y por decirlo de alguna manera, yo estoy acá por vos.
Es difícil incluso, escribirte, tratar de demostrarte
que sos la razón, que sos mi razón…
Hay una luz que brota de tu cara,
de tu sonrisa, de tu mirada
que trasciende lo imaginable, 
las ganas de buscar y siempre encontrarte.
Hay una especie de magia que te envuelve
y te eleva, y hace que me sienta chiquita;
y hay un amor que hace que me sienta gigante
y entonces ya no me cuesta mirarte,
y entonces ya no me cuesta mirarme.

María Eugenia Nebbia








Atormentado por la pesadez del respiro húmedo de la soledad,
me rindo al castigo de todo ese aire sobre mi espalda y agotado caigo.
Me arrastro agobiado por no verte en los ojos que van quedando atrás,
y el verde de mi mirar se va tiñendo del gris de la ciudad,
y voy plastificando mi piel, mientras voy al encuentro de tu halago.
Casi sin fuerzas recorro los últimos metros hasta dónde estás,
e ingreso al jardín de tu abrazo intoxicado por el perfume de tu divinidad.
Me acomodo en ese rincón y de alegría me embriago,
se desprende el peso de mi Ser y respiro liviano en el lugar que me das.
Voy sintiendo el riego celeste de tus ojos que siembran en mí la felicidad.
Me acerco a tu corazón confiado que allí está mí abrigo,
y sonrío sabiendo que cada vez que abraces aunque yo no esté. Allí me encontrarás…

Guillermo Huergo








Mientras duermes

Estás dormida, e imaginar tus sueños no puedo;
pero seguro es 
que de ellos formar parte quiero: 
formar parte, ser la parte, estar en partes
y con todas las partes dedicarte una canción.
En parte ser valiente.
En parte ser guerrero y a parte luchar por vos,
dejarte mi mejor parte para que la sueñes cuando despiertes.
Estás dormida y te miro con ojos tiernos,
augurando un despertar lleno de flores. 
Estás dormida y mi garganta se muere por besarte
y con mis manos te beso y dibujo
en tus sueños un arco iris.
Estás dormida y tu respirar
le hace cosquillas a mis pies.
Pero a parte de verte dormida, también sueño
en la parte en que soy tu amor y despertarás
y con ojos tiernos me dirás
que soy todo lo que soñás.

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