Adiós
No tengas miedo...
que al despertar
yo sea un recuerdo.
No temas al vacío
de ya no tenernos.
Que no te atormente... olvidar el olor
de mi perfume en las sabanas.
Derrota a la angustia,
elimina la desesperación,
Te amé... No todos son amados.
No tengas miedo de soltarme...
Nada destruye el pasado
Allí quedan nuestros momentos
No los perdemos.
Vendrán otros a amarnos
quizás más de lo que nosotros lo hicimos...
ni ellos pueden ...
borrar nuestro recuerdo...
No tengas miedo. Solo es dolor
Después de tanto amor.
Marina Aguirre
Cristo
cósmico
¡Oh CRISTO TODOPODEROSO!
Que en el COSMOS INFINITO estás.
Desde este omniabarcante espacio, entre galaxias,
Planetas y constelaciones, te mueves y todo lo observas.
Amorosamente allí estás, a la espera de nuestro LLAMADO,
para SOCORRERNOS, para AYUDARNOS y ASISTIRNOS
en todo momento.
¡Oh CRISTO MISERICORDIOSO!
Quisiera poder ASCENDER
por la espiralada ESCALERA de mi CONCIENCIA,
para llegar hasta VOS.
Y estando en tu Divina PRESENCIA,
¡ENTREGARTE TODO MI CORAZÓN!
¡Oh CRISTO CÓSMICO!
Que mi vida también sea una EXPANSIÓN
CÓSMICA DE AMOR como es TU VIDA GLORIOSA
de permanente SERVICIO A LA HUMANIDAD.
Hoy día a día, contemplo el UNIVERSO INFINITO
y sé que ¡¡¡VOS, A MI LADO ESTÁS!!!
Erika Luz de Dios
Vestidito de
muselina
Me puse mi vestido de muselina
y me miré en el espejo
Vestido de Muselina
y tela de encaje
El vestido de muselina es elegante y
le queda bien a cualquier damita de tez trigueña que
vengo a ser yo.
Vestidito de muselina blanco y de encaje
con zapatitos color beige.
Este vestidito está ansioso por ir a la fiesta
“su primer festejo”
Ya se lo probó la niña
mejor dicho la joven
que vengo a ser yo
Vestido
vestido de muselina
Mi vestidito de encaje
Mi vestidito y una
sensación
Mi vestidito
y una
flor
Ximena Lupis
Bosquejo de
un destino
Las agujas del reloj iban dibujando sin prisa el trayecto
hacia algún vértice de la vida que nos asignó sendas paralelas, oleada de
madrugadas custodiaban el tiempo que trazó la recta definida.
Nos mantuvo lejos, nos mantuvo solos, la carta se
escondía debajo de la alfombra, y la
respuesta nunca llegaría, desenlace inevitable, una existencia se escurre entre
los dedos. Te enteraste tarde.
La nostalgia hacía hincapié en los recuerdos, mientras el
odio permanecía adormecido.
Historia tan nuestra, donde no intervino el olvido, donde
el curso de los días seguían marcando heridas, dejando una huella suspendida
entre tu sombra y la mía. No comprendiste, que aunque no tenías nada que
ofrecer yo te quería.
Y la imagen del último encuentro aun cruje en mi pecho,
secando cada gota del torrente sanguíneo que me mantendría viva.
Y aun existo… desde algún espacio alterno, lejos de la
vida misma que sostiene en el puño, un arma cargada en tinta, creando el
bosquejo de un destino, para escribir cada instante, cada beso en que nos
pertenecimos.
Vivian Cast
Fusil y
guitarra
Dedicado a los héroes de Malvinas
Te permitieron llevar la guitarra
Aquella compañera
Bohemia y trasnochada
Confidente y dócil
Que alegró tus farras.
Te permitieron llevar la guitarra
Y cantaste, casi como un rezo
La canción de moda
Que escribió León Gieco
Con tanta esperanza:
“Sólo le pido a Dios
Que la guerra no me sea indiferente…”
Cantabas y te engañabas.
Era tu propia guerra
Y te resultaba indiferente.
Y “ese monstruo grande
Que pisa fuerte”
Ya te aprisionaba con su pata metálica
Tan dañina como pestilente.
Te permitieron llevar la guitarra
En la misma mochila
Que cargabas tus penas
Y llevabas las armas.
Era el mismo instrumento
Con el que al abuelo
Lo des aburriste de sus días lentos
Y le diste tangos, valsecitos y zambas,
Plenos de recuerdos,
Locos de nostalgias.
Te permitieron llevar la guitarra
¿Y de qué sirvió? Si quedó enterrada
En el fango helado de aquel archipiélago
Que mutiló tu cuerpo
Y destrozó tu alma…
Eduardo Marrazzi
Luz
Corría, caminaba. Corría hacia la luz, aunque no llegaba;
aunque no la alcanzaba por más rumia de entumecimientos habidos durante ciertos
aquietamientos.
Veía una luz, dispar, disonante y crepitante. Veía una
luz delante y caminé hacia ella. Mientras lo hacía recordaba eternidades de
oscuridad llovidas sobre el árbol del tiempo; sobre mí, sobre ese claustro
estremecedor dictado con palabras mudas de un razonamiento incongruente. Y soñé
con atravesar la luz, o ingresar, tal vez, y dado ese soñar estremecí la
puerta. Y entré.
Velozmente, al entrar, salí.
Rápidamente, cuando atravieso la luz, llego a un páramo
con sombra, sin luz; aunque al voltearme y ver hacia atrás viera luz, la misma
que hube cruzado.
Desde entonces recuerdo sueños de reiteraciones
paradigmáticas. Rememoro delaciones con atrevimientos singulares; rememoro un
paseo, rememoro un rocío. Y, desde que recuerdo, recapitulo obnubilaciones de
tiempo, de espacio, aunque temiese, por más que supusiera, ajenas a la luz
esporádica.
Federico Laurenzana
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