Revista Viajero Nro. 115 - Abril de 2017


Adiós

No tengas miedo...
que al despertar
yo sea un recuerdo.
No temas al vacío
de ya no tenernos.
Que no te atormente... olvidar el olor
de mi perfume en las sabanas.
Derrota a la angustia,
elimina la desesperación,
Te amé... No todos son amados.
No tengas miedo de soltarme...
Nada destruye el pasado
Allí quedan nuestros momentos
No los perdemos.
Vendrán otros a amarnos
quizás más de lo que nosotros lo hicimos...
ni ellos pueden ...
borrar nuestro recuerdo...
No tengas miedo. Solo es dolor
Después de tanto amor.

Marina Aguirre






Cristo cósmico

¡Oh CRISTO TODOPODEROSO!
Que en el COSMOS INFINITO estás.
Desde este omniabarcante espacio, entre galaxias,
Planetas y constelaciones, te mueves y todo lo observas.
Amorosamente allí estás, a la espera de nuestro LLAMADO,
para SOCORRERNOS, para AYUDARNOS y ASISTIRNOS
en todo momento.

¡Oh CRISTO MISERICORDIOSO!
Quisiera poder ASCENDER
por la espiralada ESCALERA de mi CONCIENCIA,
para llegar hasta VOS.
Y estando en tu Divina PRESENCIA,
¡ENTREGARTE TODO MI CORAZÓN!

¡Oh CRISTO CÓSMICO!
Que mi vida también sea una EXPANSIÓN
CÓSMICA DE AMOR como es TU VIDA GLORIOSA
de permanente SERVICIO A LA HUMANIDAD.

Hoy día a día, contemplo el UNIVERSO INFINITO
y sé que ¡¡¡VOS, A MI LADO ESTÁS!!!

Erika Luz de Dios






Vestidito de muselina

Me puse mi vestido de muselina
y me miré en el espejo
Vestido de Muselina
y tela de encaje
El vestido de muselina es elegante y
le queda bien a cualquier damita de tez trigueña que vengo a ser yo.
Vestidito de muselina blanco y de encaje
con zapatitos color beige.
Este vestidito está ansioso por ir a la fiesta
“su primer festejo”
Ya se lo probó la niña
mejor dicho la joven
que vengo a ser yo
Vestido
vestido de muselina
Mi vestidito de encaje
Mi vestidito  y una sensación
Mi vestidito
y una
flor

Ximena Lupis






Bosquejo de un destino

Las agujas del reloj iban dibujando sin prisa el trayecto hacia algún vértice de la vida que nos asignó sendas paralelas, oleada de madrugadas custodiaban el tiempo que trazó la recta definida.
Nos mantuvo lejos, nos mantuvo solos, la carta se escondía debajo de la alfombra, y  la respuesta nunca llegaría, desenlace inevitable, una existencia se escurre entre los dedos. Te enteraste tarde.
La nostalgia hacía hincapié en los recuerdos, mientras el odio permanecía adormecido.
Historia tan nuestra, donde no intervino el olvido, donde el curso de los días seguían marcando heridas, dejando una huella suspendida entre tu sombra y la mía. No comprendiste, que aunque no tenías nada que ofrecer yo te quería.
Y la imagen del último encuentro aun cruje en mi pecho, secando cada gota del torrente sanguíneo que me mantendría viva.
Y aun existo… desde algún espacio alterno, lejos de la vida misma que sostiene en el puño, un arma cargada en tinta, creando el bosquejo de un destino, para escribir cada instante, cada beso en que nos pertenecimos.

Vivian Cast






Fusil y guitarra
Dedicado a los héroes de Malvinas
Te permitieron llevar la guitarra
Aquella compañera
Bohemia y trasnochada
Confidente y dócil
Que alegró tus farras.
Te permitieron llevar la guitarra
Y cantaste, casi como un rezo
La canción de moda
Que escribió León Gieco
Con tanta esperanza:
“Sólo le pido a Dios
Que la guerra no me sea indiferente…”
Cantabas y te engañabas.
Era tu propia guerra
Y te resultaba indiferente.
Y “ese monstruo grande
Que pisa fuerte”
Ya te aprisionaba con su pata metálica
Tan dañina como pestilente.
Te permitieron llevar la guitarra
En la misma mochila
Que cargabas tus penas
Y llevabas las armas.
Era el mismo instrumento
Con el que al abuelo
Lo des aburriste de sus días lentos
Y le diste tangos, valsecitos y zambas,
Plenos de recuerdos,
Locos de nostalgias.
Te permitieron llevar la guitarra
¿Y de qué sirvió? Si quedó enterrada
En el fango helado de aquel archipiélago
Que mutiló tu cuerpo
Y destrozó tu alma…

Eduardo Marrazzi






Luz

Corría, caminaba. Corría hacia la luz, aunque no llegaba; aunque no la alcanzaba por más rumia de entumecimientos habidos durante ciertos aquietamientos.
Veía una luz, dispar, disonante y crepitante. Veía una luz delante y caminé hacia ella. Mientras lo hacía recordaba eternidades de oscuridad llovidas sobre el árbol del tiempo; sobre mí, sobre ese claustro estremecedor dictado con palabras mudas de un razonamiento incongruente. Y soñé con atravesar la luz, o ingresar, tal vez, y dado ese soñar estremecí la puerta. Y entré.
Velozmente, al entrar, salí.
Rápidamente, cuando atravieso la luz, llego a un páramo con sombra, sin luz; aunque al voltearme y ver hacia atrás viera luz, la misma que hube cruzado.
Desde entonces recuerdo sueños de reiteraciones paradigmáticas. Rememoro delaciones con atrevimientos singulares; rememoro un paseo, rememoro un rocío. Y, desde que recuerdo, recapitulo obnubilaciones de tiempo, de espacio, aunque temiese, por más que supusiera, ajenas a la luz esporádica.

Federico Laurenzana

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